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Manuel y Joan Antoni Vicent: cronistas de La Plana

Manuel (1936) y Joan Antoni Vicent (1944) son dos hermanos nacidos en La Vilavella, criados entre la apacible comunión mediterránea y las privaciones políticas y morales de los primeros años del régimen franquista. Su formación les llevó por caminos bien distintos: Manuel se convertiría en escritor y periodista, oficiando en Madrid; Joan Antoni haría lo propio, como informático, en Barcelona. Serían sus pasiones externas, la fotografía y la literatura, las que años después les permitirían reencontrarse y narrar los vicios y las virtudes de su espacio natal. Conversamos con ambos para que nos compartan sus percepciones, fotografías y recuerdos.
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Manuel (izquierda) y Joan Antoni (derecha) son miembros de una familia de cinco hermanos.

Horas antes de recibir el Premi Lletraferit en homenaje a su carrera literaria, Manuel Vicent expresó en una entrevista para Culturplaza que cada premio suponía para él “un clavo más en el ataúd”. Y pese a no ser muy partidario de los galardones, no han tardado en llegar los reconocimientos a una trayectoria en la que están presentes en su haber novelas como Son de mar o La novia de Matisse. El autor castellonense también fue nombrado presidente honorífico de la asociación cultural CEVA (Col·lectiu d’Escriptors de la Comunitat Valenciana), designación visibilizada recientemente  en una presentación de la última edición de Contra Paradís en el Menador dentro de la colección de títulos “Història i Memòria”. También fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universitat Jaume I, título entregado en el otoño de 2009.

Si hay buenas nuevas para el autor tras años de trabajo también las hay para Joan Antoni Vicent, hermano del escritor y fotógrafo con décadas de proyectos en su espalda. Durante los años de pandemia, Joan Antoni ha podido terminar de dar forma a sus tres últimos proyectos: Borriana i la seua mar y València. Els habitants del riu, ambos con textos a cargo del escritor de Borriana Joan Garí; y Viatjant Castelló, un encargo de la Diputació de Castelló en conmemoración del bicentenario de la institución provincial. Tres libros de fotografía que amplían una producción personal de una decena de publicaciones y exposiciones en espacios como ciudades de Marruecos o las Corts Valencianes.

Tratamos de establecer contacto con los dos artistas de Castelló con tal de conocer con más detalle esta peculiar dupla de hermanos creativos. A Joan Antoni lo encontramos en su casa de La Vilavella, en una de las calles colindantes a la plaza mayor del pequeño municipio. Llegamos a media mañana y compartimos con el fotógrafo una extensa charla entre sus libros de fotografía, impresiones a gran tamaño de sus mejores instantáneas y retratos con su hermano mayor y otras personalidades. Un mes después, a mediados de enero, conseguimos contactar mediante una entrevista telefónica con Manuel, que permanecía en Madrid tras la visita de sus allegados durante otras atípicas celebraciones navideñas. La conversación con el escritor permite completar el enfoque, terminar de definir a la distintiva pareja y entender más de la mirada de este león de ojos verdes. En sendas entrevistas tratamos de conocer más de sus perfiles individuales, así como qué opinión merecen los proyectos y trabajos personales de su otro hermano.

"Cuando la memoria se pudre y se vuelve imaginativa se convierte en literatura”

Los dos Vicent nacieron en La Vilavella en el seno de una familia de cinco hermanos, Manuel en 1936 y Joan Antoni en 1944. Pese a que no puedan definir una causa común que estimulara su impulso creativo durante sus primeros años, ambos coinciden en que durante la infancia recibieron los incentivos que acabarían marcando sus inquietudes posteriores. La fotografía apareció pronto, cuando una de sus tías regaló a los dos pequeños una máquina fotográfica de gran simpleza. Los carretes, según Joan Antoni, duraban todo el verano y las primeras instantáneas inmortalizaban elementos mundanos como el perro de sus padres u otros elementos de la apacible esfera cuotidiana. En el caso del escritor, la literatura también llegó durante este periodo en forma de tebeos y novelas de aventuras.

Puesta de sol en un solsticio de verano en La Vilavella. Foto: Joan Antoni Vicent.

El primero en desarrollar su afición fue Manuel, quien, tras las lecturas de su adolescencia, sintió el impulso de dar forma a su libro anhelado. “Hay quien escribe para no suicidarse, hay quien lo hace para que lo quieran y hay quien lo hace para escribir el libro que le hubiera gustado leer”, asegura el autor castellonense. Cuando alcanzó la edad suficiente, se trasladó a la ciudad de València para licenciarse en Derecho (etapa vital reflejada en su libro de memorias Tranvía a la Malvarrosa) y posteriormente se desplazó a Madrid para cursar los estudios de Periodismo en la Escuela Oficial. Tras la colaboración inicial en algunas revistas, sus crónicas parlamentarias durante la Transición fueron publicadas en El País, medio de comunicación en el que publica columnas semanales de forma casi ininterrumpida desde 1981. Joan Antoni considera que el éxito de la obra literaria y periodística de su hermano se explica por su carácter luminoso y visual: “Atrapa porque hay muchas imágenes y metáforas”.

Si Manuel encontró su desarrollo profesional en la capital estatal, lejos del paradís natal, ese fue también el caso del hermano menor. Joan Antoni se licenció en Ingeniería Industrial y prontamente encontró trabajo en la sede de la tecnológica IBM en Barcelona, donde desarrolló su vida profesional como informático hasta una adelantada jubilación. Es en ese periodo en el que el ingeniero ubica la revelación de su pasión por la fotografía. En 1970, Joan Antoni conoció un compañero de trabajo en la compañía informática procedente de Vinaròs. Su colega castellonense le invitó a probar suerte en el mundo de la fotografía, así que el ingeniero de La Vilavella compró su primera máquina fotográfica y empezó por captar imágenes aparentemente anecdóticas.

Joan Antoni se aventuró a presentar una de dichas instantáneas en un concurso de fotografía anual que la propia IBM organizaba para incentivar a sus empleados. Un asistente de una tienda de fotografía cercana, en el momento de ampliar la imagen para su presentación en el certamen, auguró el éxito del retrato seleccionado. El resultado final se correspondió a la predicción del vendedor, que con ello ganó un cliente fiel y consiguió convencer al ingeniero para que apostara por su nueva afición. “Me dio un consejo que recordaré toda la vida”, relata Joan Antoni Vicent. “Me dijo que en la fotografía hay tres cosas básicas: el tema, la composición y el apartado técnico”,  enumera el fotógrafo.

Curiosamente, el acertado augur era hijo de Ramón Dimas: autor de las instantáneas que ilustraron la primera edición de El País Valenciano de Joan Fuster. Cincuenta años después, el propio Joan Antoni acompañaría los textos del burrianense Joan Garí en Viatge pel meu país en un encargo de la revista El Temps en homenaje al cincuentenario de la publicación del clásico del ensayista suecano.

La ciudad de Benidorm desde los campos de golf. Foto: Joan Antoni Vicent.

Manuel Vicent resalta el carácter verídico de la fotografía de su hermano: “Busca que sus fotos sean verdaderas, estéticas, contrastadas con la luz y las sombras. Tiene un mundo propio”. Descripción con la que el propio Joan Antoni coincide: “Mis estudios científicos han influido en lo que busco a la hora de hacer fotos, me gustan las composiciones muy geométricas y ordenadas. Puede que si hubiera estudiado humanidades no tuviera la misma mirada”.

"Esa filosofía cuántica de que las cosas son y no son, están y no están, la estamos aplicando al alma humana"

Por tanto, una vez iniciados los caminos de ambos hermanos en sus respectivas disciplinas artísticas, no era de extrañar que pronto surgieran sus proyectos compartidos. La primera ocasión en que las fotografías de Joan Antoni acompañaron los textos de Manuel fue en Valencia del tranvía, una exposición y publicación estrenada en el IVAM durante la dirección de Consuelo Ciscar en la que la mirada del ingeniero vilavellero visitaba los escenarios detallados en Tranvía a la Malvarrosa. Posteriormente, Manuel Vicent se ha prestado a la redacción de los prólogos de varios de los libros de fotografía de su hermano. La colaboración entre ambos alcanzó su cénit en el proyecto La Plana. Paisatges de la memòria: un libro encargado por la Universitat Jaume I en el que las palabras del escritor y las instantáneas de Joan Antoni servían de reflejo de las comarcas centrales de la provincia de Castelló.

Si algo llama la atención cuando se observa la obra separada y conjunta de los hermanos Vicent, es su constante fijación por los espacios mediterráneos. Concretamente, su localidad natal La Vilavella y Castelló como provincia. Un espacio, La Plana, que Joan Antoni concibe como un “útero”. Según el escritor, sus trabajos son complementarios porque les unen sus experiencias vitales: “Formamos un conjunto y compartimos una visión literaria y fotográfica de lo que hemos vivido. Sobre todo respecto a nuestro paisaje, como La Vilavella. Es nuestro territorio”.

Manuel, consciente de dicho fenómeno, explica por qué su etapa pueril ha nutrido tanto su obra escrita: “En la infancia están todos los sentimientos y las emociones que perduran a lo largo de la vida. A medida que te haces mayor, vuelves a ellas y las conviertes en literatura porque ya están unidas a la imaginación. Cuando la memoria se pudre y se vuelve imaginativa se convierte en literatura”, argumenta. Joan Antoni, por su parte, concibe la proximidad a los espacios creativos como clave para el desarrollo de proyectos, tanto por la mayor disponibilidad como por el vínculo vital: “Hay que tener cerca las cosas que te alimentan en el sentido mental, no físico”, explica. “Mi patria es lo que ven mis ojos cuando subo al terrat. Esa campana neumática de luz y distancia. Lo que suceda más allá no me dice nada”, sentencia el fotógrafo.

Àgora de la Universitat Jaume I. Foto: Joan Antoni Vicent.

>Se suele decir que la música, el cine o la literatura actuales son peores que las de tiempos anteriores. ¿Lo veis así?

Manuel: No. Antes la cultura era elitista y el arte exclusivo. Había pocos escritores, fotógrafos y artistas. Hoy el arte se ha expandido y multiplicado. Todo el mundo accede a escribir. Cualquiera puede abrir un blog o comprar una cámara de fotos. Cualquier cosa que suceda en el mundo va a ser cubierta por el móvil de un ciudadano, y dicha información será enviada a los periódicos y a la Andrómeda. Basta con pinchar con las yemas de los dedos para que una noticia empiece a viajar por todo el Universo. Estamos viviendo en otro mundo. Por primera vez estamos viendo crecer la hierba en la historia. En cuanto al arte soy absolutamente optimista, porque la curiosidad del ser humano tiene más medios que nunca para desarrollarse. Pero estamos dentro del bosque y no podemos ver los árboles.

Joan Antoni: Posiblemente la cultura sea más superficial. La persona llega con sus sentidos hasta donde llega, y si le ofreces más estímulos no puede alcanzarlos todos. Por eso ahora se sabe un poco de todo y nada de mucho. La cultura se concebía antes desde un punto de vista más humanístico: se entendía más de teatro, literatura o cine. Ahora, la cultura moderna debe ser amplia: se debe saber de tecnología, ya que estamos rodeados de ella y muchas veces no la comprendemos. Manuel me dice que la filosofía define el qué y el por qué de las cosas. Yo le respondo que eso es resultado de la mente humana.

>¿Cómo veis el estado actual del periodismo?

JA: Es muy interesante, pero tiene sus peligros. Los medios de comunicación clásicos, en su momento, podían albergar ya fake news por razones económicas o políticas, aunque no contaban con la concepción más escéptica actual. Los medios, según su ideología, narraban un mismo hecho de forma diferente, así que alguno de todos ellos debía estar haciendo fake news. Me pregunto sobre qué base se sustentarán las generaciones que vendrán, porque hay mucha información borrosa. Si tienes la oportunidad de estudiar habrá una proporción sólida, pero a cambio hay arenas movedizas en las que no sabes dónde se sustenta la verdad actual.

M: Antes la información, que es poder, venía desde arriba. Quien tenía el poder manejaba la red de información. Hoy la información es horizontal. Es decir, va de abajo a arriba. Se ha democratizado, con sus cosas buenas y malas. Las redes están podridas de bulos que se expanden a una velocidad exponencial, mucho más rápido que una noticia contrastada. Un insulto viaja a una velocidad supersónica, frente a un pensamiento razonado que viaja a una velocidad a la antigua. Cualquier cosa que suceda en el lugar más apartado del mundo sucede en la acera de tu casa. La súper información es una forma de desinformar y sobre todo cuando en las redes viaja toda esa basura informativa que cualquiera puede crear desde la impunidad y la clandestinidad.

>¿Qué visión tenéis de las redes sociales?

M: Soy muy pesimista. Las redes están rompiendo el alma de la humanidad. La humanidad será muy distinta a partir de ahora. Que cualquiera desde la clandestinidad y la impunidad pueda verter al espacio toda su frustración, resentimiento y desgracias espirituales es la forma de contaminación más perversa que existe. Estamos respirando falsedades, mentiras y frustraciones. Pero, a la vez, Internet y las redes sociales servirán para que la ciencia y el arte den pasos increíbles.

JA: Tengo horror a entrar en las redes sociales, aunque sé que si fuera joven tendría perfiles en todas ellas. Se sabe que se han ido de las manos. Si Facebook nació como herramienta para ligar, ahora es un nido de bulos, mentiras e intereses.

>¿Hay una mayor polarización en el ámbito político español?

JA: Anteriormente, en este país, tu contrario en política era un adversario, ahora es un enemigo. La política es el arte de servir a los demás, así que tu función como oposición es facilitar que se produzca un buen gobierno porque posteriormente serás tú quien tenga el poder. La alternancia es básica, ya que estar muchos años dentro de un cargo de poder da lugar que solo acabes viendo tu ombligo. Hay demasiado cinismo.

M: La confrontación se ha vuelto visceral. Y a todos los problemas que conlleva gobernar se suma una oposición que se ha instalado en la negatividad por sistema. El panorama político está absolutamente envenenado. Si a eso se le añade una pandemia y los reflujos de la globalización, que insertan en el corazón de la gente la duda de qué serán sus vidas o la sensación de que el mundo gira alrededor del Sol mucho más rápido que antes, da lugar que la política esté en un tobogán o en una montaña rusa. Si la oposición no ayuda de forma leal, estamos cabalgando un tigre.

Imagen de Vinaròs en la que se aprecia el interés por las composiciones geométricas del fotógrafo. Foto: Joan Antoni Vicent.

>¿Vivimos realmente en una democracia?

JA: Quien no opine eso no tiene ni idea de lo que es una dictadura. La sociedad cada vez es más tolerante y se aceptan cosas que antes eran consideradas una blasfemia. La sociedad se autoeduca, y a veces son los hijos los que acaban enseñando a sus padres. Puede que haya una desproporción entre el contenido de una letra de rap y un encarcelamiento, pero entonces es cuestión de cambiar la ley porque no es correcta. Eso sí, mientras esté la ley debe ser respetada. Es un despropósito llamar régimen a la democracia actual. En un verdadero régimen no podías decir nada. Cuando estaba estudiando cuarto o quinto de carrera, a finales de los sesenta, el vicedecano de mi facultad amonestó a un estudiante solamente por leer un cartel que apoyaba a la huelga estudiantil.

M: La inseguridad ahora es psicológica, cada uno la lleva dentro. Y eso da lugar a que el poder tenga más carta blanca para actuar y controlar a la gente. La democracia está en peligro, porque la globalización, la inseguridad psicológica, lo que transmiten los medios, la basura que emiten todos los telediarios, el saber que todo puede cambiar en un día… todo ello favorece que el poder pueda asumir más privilegios y obtenga un mayor control. Hay una derechización a nivel global debido a la inseguridad por la globalización. Que cualquiera pueda llegar a cualquier parte con una tan rápida facilidad de movimientos provoca un sentimiento de autodefensa. Un naipe que tú cedes al poder.

>¿Creéis que el sentimiento nacionalista se ha visto favorecido por la incertidumbre?

M: Una persona que se siente insegura vuelve a la infancia, al nido, incluso al claustro materno. Hay un regreso a los principios y las primeras sensaciones. Las primeras palabras oídas por la boca de tu madre, en cualquier idioma, son sagradas. Frente a la inseguridad, la gente vuelve a su tierra, sus paisajes, sus montañas, sus ritos, sus fiestas, su ermita. Ese sentimiento es casi natural. Debido a las tecnologías y los adelantos de la vida moderna, cada vez la gente de todas las razas, religiones y países está más junta. Sin embargo, en vez de fomentar lo que nos une, nuestra humanidad, se nos divide y aísla. Estar juntos genera rechazo y es cuando surge el sentimiento patriótico, que no es más que el miedo. Miedo al otro o miedo a qué pasará, porque en el fondo somos animales territoriales.  El nido es lo que hace: refugiarte en tu identidad, tu patria, tu lugar, tus ritos, tu fe, tu creencia, tu tradición, tu paisaje, tu casa, tus padres, tus antepasados.

JA: Gran parte del auge del nacionalismo es consecuencia de la represión de la dictadura. El catalán es una lengua milenaria, como el castellano, enseñada de padres a hijos y de repente te multaban por hablarla en ámbitos públicos. Eso genera la sensación de que tu opresión es superior a la del resto de España. Si en España, hace doscientos años, las lenguas regionales se hubieran enseñado en escuelas de todo el país a modo de cultura general habrían sido utilizadas como herramienta de comunión y no de confrontación.

>¿Cómo veis a las nuevas generaciones?

JA: Si las televisiones no enseñaran solo los botellones y enseñaran más a los jóvenes que estudian o hacen proyectos solidarios, seguramente la visión de esas generaciones sería muy diferente. Antes había más oportunidades de trabajar, ahora el paro hace que te sientas menos realizado y útil.

M: Me pongo en la piel de un adolescente y veo que tiene muchos problemas, pero no mayores que los que pudo tener mi generación en una posguerra de absoluta cerrazón. Los jóvenes de entonces veíamos que el compás se iba abriendo hacia la conquista de la libertad, de la igualdad, de los derechos. Cada día había más posibilidades de desarrollar el pensamiento y dejar atrás la negrura del pasado. Sin embargo, veo que ahora el compás se está cerrando. Hay más inseguridad y los jóvenes viven peor de lo que vivieron sus padres. Pero, por otra parte, hay tantos estímulos y la historia va tan deprisa que el principal inconveniente es que no sabemos qué pasará. Creíamos que el mundo digital iba a echar a la basura a muchos trabajos y profesiones. Sin embargo, el mundo digital está creando muchas empresas y oportunidades. Lo que puede hacer el cerebro humano es de tal profundidad e imaginación que no sabemos qué puede pasar, y eso es un dato más para la inseguridad. Hay gente que es optimista y piensa que el mundo será cada vez mejor. Otros pensamos que vamos hacia un acantilado.

>¿En qué ha cambiado más el mundo?

M: La ciencia, la medicina, la longevidad, la higiene, la posibilidad de que los jóvenes vean que el planeta es débil y hay que cuidarlo. También más gente se ha dado cuenta de que la vida es corta y que solo hay una oportunidad y la quieren agarrar por el rabo y autoinmolarse en una felicidad momentánea de fin de semana. Lo que más ha cambiado es la velocidad en la que se desarrolla la vida. Todo puede ser y no ser. Esa filosofía cuántica de que las cosas son y no son, están y no están, la estamos aplicando al alma humana. A las sensaciones, emociones, principios y fe. Decir una cosa y la contraria. Esa es, para mí, la esencia de la vida actual. Hemos aplicado la filosofía cuántica al alma humana.

JA: La tecnología. Internet lo ha cambiado todo totalmente. Vivíamos en un mundo de verdades a medias. Internet, y todo lo que deriva de él, permite que los familiares se puedan ver desde la distancia o que desaparezcan las verdades absolutas porque puedes ver lo que sucede en otros países.

"Basta con pinchar con las yemas de los dedos para      que una noticia empiece a viajar por todo el Universo. Por primera vez estamos viendo crecer la hierba en la historia"

Tribunal de les Aigües reunido en la Porta dels Apòstols de la Catedral de València. Foto: Joan Antoni Vicent.

>¿Referentes?

JA: Mis referentes son los grandes genios de la física. Todos aquellos que han conseguido avances que posteriormente han sido claves para el desarrollo de la humanidad, como el descubrimiento del electromagnetismo o de la física cuántica. También los que han desarrollado la vacuna contra el Covid-19 en la actualidad.

M: No tengo en concreto, pero siempre he valorado la naturalidad de la gente. Y las personas más sabias que he encontrado en mi vida, cuanto más inteligentes, más sencillas eran. Hay escritores que, más allá de la fama y la gloria, me ha subyugado su forma sencilla de vivir. Lo he comprobado en mucha gente que admiro; son gente natural, de andar por casa.

"Todo lo que hemos vivido es lo que hemos muerto"

>¿De qué se tiene que tener miedo?

M: Miedo al miedo. Al empezar. Hay que tener miedo a la muerte, es una neurosis de la que el ser humano no se ha recuperado. Miedo a la enfermedad o a que cualquiera te pueda hacer daño. Hay que separar el miedo espiritual del físico. Hay miedo a hacer el ridículo, al qué dirán. Hay miedo que te provoca reaccionar violentamente.

JA: Miedo a la enfermedad y los autoritarismos, las verdades absolutas y las religiones. La mente tiene que estar abierta y los dogmas son cosas pétreas que no deben volver a instaurarse.

>¿Qué es lo más importante?

JA: Ser coherente con uno mismo. Vivir en armonía. Tener salud adecuada a tu edad. Ahora tengo buena salud, pero puede que en el próximo análisis salga algo que no guste. Que los tuyos vivan. Y tener un proyecto que te empuje. Quiero vivir en La Plana, ese es mi paisaje. No tengo ninguna ambición más.

M: Estar vivo en todos los sentidos de la palabra. Tener curiosidad, agradecer que el Sol aparezca puntualmente en tu ventana cada mañana. Todo lo que hemos vivido es lo que hemos muerto. Nuestras fotos de cuando éramos más pequeños jugando en el parque o la feria son imágenes de personas muertas, que ya no están, que se han quedado atrás. Vivimos cada día en la superficie de lo que estamos muriendo. Si la vida consiste en ir muriendo, todo lo que se hace contra la muerte, se hace contra la vida. Aceptar que vas a morir como una enseñanza para vivir al día es lo esencial, disfrutando de todos los placeres que te dan la naturaleza, el arte o la existencia. El tiempo es lo que haces. Y hay que llenarlo con cosas agradables. En lo que me queda de vida espero exprimir el limón hasta la última gota. Y punto. Y cuando se acabe la mecha se apaga uno. Y adiós.

Peregrinación de Les Useres. Foto: Joan Antoni Vicent.

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