Música

A tope con La Musicalité

Crónica de Enrique Ballester sobre el concierto de La Musicalité el pasado miércoles 6 de marzo en el recinto de conciertos de Castellón, dentro de la programación oficial de las fiestas de la Magdalena. Publicada en Levante de Castelló y cedida a Nomepierdoniuna.
  
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La Musicalité, el pasado miércoles en Castellón. Foto: ACF.

Entre el segundo y el tercer tema, el cantante de La Musicalité gritó ¡Manos arriba Castellón! y sólo le faltó añadir ¡Esto es un atraco! Y eso que era gratis. Bueno, lo paga la Junta de Fiestas. Quiero decir, nosotros. Bueno, lo patrocina UBE. Quiero decir, nuestra salud futura. La Musicalité es un grupo de Mallorca que lleva unos lustros en el mundillo y bien podría ser de Burgos y llevar cuatro décadas o ninguna. Uno de tantos, de los que existen, existieron y existirán, y que tan mal se nos dan en estas crónicas. Sinceramente, preferimos que los de arriba sean malos hasta el insulto, que no fue el caso, o brillantes en la sorpresa, que tampoco, antes que vegetar en el ni fu ni fa, tan insípidos e inofensivos que uno hasta siente remordimientos por si se queda corto a la hora de puntuar, porque parecen buena gente.

Lo más destacable en el recinto de conciertos de Magdalena, más allá del discreto número de asistentes, porque es gratis pero no pagan por ir -a mí sí, la verdad–, fueron las luces con las que los artistas decoraron sus instrumentos. De veras. Si sé explicarme, llevaban una especie de leds navideños que se iluminaban en algunas canciones, de manera alterna. Difícilmente se puede ser más hortera, La Musicalité, por favor. Que somos de provincias pero hemos visto mundo y al lado teníamos la feria, que será por luces, a no ser, eso sí, que la jugada conllevara un homenaje encubierto a las gaiatas, pero no creo.

Siguiendo con el relleno, sea como fuere, no se puede decir que no lo dieran todo sobre el escenario. No engañaron a nadie. Salieron, tocaron y se fueron, y al que le guste el rollo este se lo pasaría bien. El peaje que hubo que pagar fue el habitual en estos bailes, incluido el cuello de pico en la camiseta del cantante, que se llama Jaime, y que según intuyo en las fotos del concierto actuó con el teléfono móvil en el bolsillo, aunque esto último no lo tengo contrastado. En todo caso, bien que haría Jaime en no dejar nada de valor en camerinos, que en Castellón somos poco o nada de fiar, y en la semana de fiestas menos.

Lo del peaje, decía: el recorrido por todos los tópicos pop-rockeros del gremio nacional. La lenta, la del solo de guitarra, la que desgastan en la radiofórmula, la del anuncio familiar, la que tocaron en aquella serie que duró poco y la versión de Queen, osadía que ya firmaran los muchachos de Auryn la noche anterior. Que no sé si con tanto rescate del pobre Freddie Mercury, que por cierto no puede defenderse, nos quieren trasladar algún sutil mensaje.

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