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Amazonas, Ander, Bauman, Benicàssim, Busy Signal, Egoi Suso, Extinction Rebellion, Foro Social, Fridays for future, Green Valley, Greta Thunberg, L'Entourloop ft Troy Berkley & N'Zeng, Mamadou Día, Marcia Griffiths, Marley, Rototom, Rototom Sunsplash, Sani Ladan, Sevana, Sonia Guajajara, stand up for earth, yakisoba“Nos hemos quedado sin excusas
y nos estamos quedando sin tiempo.”
Greta Thunberg
La movilización contra el cambio climático de Fridays For Future o Extinction Rebellion, incluidos los dardos hirientes y certeros de los discursos de Greta Thunberg, han inspirado el lema y el espíritu del Rototom Sunsplash en su 26ª edición, la 10ª que celebra en Benicàssim tras su traslado desde el norte de Italia: “Stand Up For Earth”. En el verano del julio más caluroso de la historia, de la acumulación de evidencias científicas y de una creciente concienciación generalizada con respecto, por ejemplo, al uso del plástico, el festival de música jamaicana ha vuelto a estar atento a los movimientos sociales para tomar el pulso a las reivindicaciones que lamentablemente quedan fuera de la agenda política y que, tiempo después, en ocasiones, terminan marcándola.
Ocurrió con el 15M, cuyos portavoces anónimos abarrotaron la carpa con sus verdades como puños antes de que aquella energía fuera fagocitada por nuevas formaciones políticas. Ocurrió con la plataforma antidesahucios, con la participación de la líder de la PAH, Ada Colau, antes de convertirse en alcaldesa de Barcelona. Ocurrió con la Economía del Bien Común y de su teórico, Christian Felber. Y, sobre todo, con la lucha por los derechos humanos, especialmente los de la mujer, con voces tan lúcidas y contundentes como las de la Premio Nobel Shirin Ebadi o Mona Eltahawy. Y ocurrió, en un plano más filosófico y atemporal, con la luminosa presencia de uno de los grandes pensadores del siglo XX, Zygmunt Bauman.
Un alma comprometida que baila al ritmo del off-beat de la música reggae, ska, dancehall, dub, rocksteady, afro, rap... el de leyendas como Derrick Morgan, Jimmy Cliff o U-Roy y también el más actual de Damian Marley, Jah9, Calle 13, Chronixx o Lila Iké, que han hecho del Rototom un festival absolutamente distinto a los demás. Y lo ha conseguido, fundamentalmente, desde que vive y se celebra en Benicàssim hace 10 años. Prácticamente ajeno al pinchazo generalizado de los grandes festivales españoles este 2019 (FIB, Mad Cool, Sonar, cancelación del Doctor Music…), exceptuando el Arenal Sound; porque va más allá de un recinto con escenarios, música en directo, luces, barras, sol, playa y postureo.
Ha logrado ofrecer una experiencia singular por su combinación de estímulos en la forma y en el fondo, por su condición de auténticamente internacional e intercultural, por su independencia respecto a patrocinios y grandes marcas; porque intenta ser permeable, honesto y divertido. El vínculo entre el público y el festival, pese a todas las suspicacias que pueda generar, sigue siendo directo y estable. Conviviendo con sus contradicciones para seguir cumpliendo años en rojo, amarillo y -este año más que nunca- verde.
Y eso es lo que nos encontramos 10 años después de descubrir por primera vez el festival cuando aterrizó en Benicàssim en 2010. Ahora lo vemos con ojos muy diferentes. Por el medio han pasado muchas cosas a nivel personal y profesional que han hecho evolucionar la mirada (fui responsable de prensa del festival durante 5 ediciones, de 2011 a 2015, con episodios que marcan para siempre como poder charlar con Bauman o participar en la gestión de la comunicación del caso Matisyahu), pero uno palpa que la cosa sigue fluyendo con códigos similares a los de hace una década, desde que cruzas la misma entrada. Conocer y haber trabajado codo con codo con las personas que levantan el festival cada año no hace más que valorar todavía más el esfuerzo casi a contracorriente que tiene detrás.
Para empezar, 10 años después llego al festival (sábado 17 y domingo 18 de agosto) acompañado no solo de mi pareja, sino de nuestra hija de 8 años, que siempre que escucha música reggae el resto del año suelta un “¡Rototom!” con una sonrisa en la cara. Y lo primero que me viene a la cabeza son las innumerables horas de trabajo que le metí al asunto, circulando de aquí para allá con decenas de cavilaciones por el recinto. Los pies me llevan directo a la carpa del Foro Social. Los debates del día ya han terminado y está vacía; este año comparte espacio con el escenario Jumping y lo encuentro algo oscuro para los debates. Veo al sonidista Pep Navarro, viejo amigo y ex compañero de proyectos musicales; me dice que la proyección de Persiguiendo el hielo y la charla “Stand up for earth” de Grian A. Cutanda y Tatiana Nuño han tenido mucho público.
Al girar hacia abajo por la glorieta dedicada a Bob Marley compruebo que la organización sigue haciendo virguerías con el recinto de festivales de Benicàssim, con muy pocos medios, con elementos muy sencillos, con luces tenues... y a pesar de los propietarios de los terrenos y del Ayuntamiento, que por fin este año los ha adquirido. A efectos de acondicionamiento del espacio, la diferencia con el FIB de este año -imposible dejar de comprarlos- es sideral. De repente veo una cola detrás de un pequeño tótem de color blanco. Es gente esperando a recargar su pulsera cashless, una de las principales novedades de este año, que el festival ya probó en 2012 en la zona de artistas pero que se aparcó por considerar que la tecnología todavía estaba verde. Esta vez la han implantado en todo el recinto: todo se paga sin dinero de por medio. El día del estreno, el viernes 16, el sistema cashless fue bastante caótico, la organización pidió disculpas al público y el segundo y el tercer día parece que ya funciona sin problemas.
La batucada que anuncia el fin de las actividades infantiles y el inicio de los conciertos en el Main Stage ya desfila por la avenida central, con un montón de niñxs y chavales de todas las edades siguiéndola y también jugando y campando a sus anchas en African Village, Pachamama, Rototom Circus (donde Eddy Eighty ha desplegado “The Power of the 80’s”) y Magico Mundo. Lo cierto es que el perfil familiar del festival va a más, con una nueva zona con juegos y actividades para público adolescente, la Teen Yard. El Mercado Artesano tiene mucha más oferta y está mejor organizado que hace una década. Y la zona de tiendas de discos especializados, con ¡6 puestos vendiendo vinilos!, es algo prácticamente imposible de encontrar en cualquier otra cita musical. La torre de sonido luce a sus espaldas una gran pantalla de alta definición; recuerdo el acalorado debate interno que generó su instalación y las grúas de grabación hace cinco años. El escenario principal, no obstante, sigue sin distracciones audiovisuales en el mismo plano que los artistas.
La elegante voz soul de la jamaicana Sevana es el primer estímulo estrictamente musical que capta nuestra atención. Canta de cine, sabe moverse y tiene alguna que otra canción que seduce. Después será el también jamaicano Busy Signal, uno de los artistas que han crecido en paralelo a la trayectoria del Rototom, quien agitará el festival al ritmo de su efervescente dancehall. Y el domingo serán los franceses L'Entourloop ft Troy Berkley & N'Zeng los que nos sorprenderán con su mezcla de reggae y hip-hop, con scratch móvil y acompañados (¿por primera vez en el festival?) de proyecciones para hacernos bailar antes de entrar en el irresistible trance totémico de la Dub Academy.
En el Main Stage del Rototom siguen sucediendo cosas impensables en otros festivales, como que antes de la actuación estelar de la noche, la de Marcia Griffiths, aparezcan sobre el escenario Green Valley (en funciones de productor), el director Egoi Suso y los activistas Mamadou Dia y Sani Ladan, para anunciar la proyección al día siguiente del documental sobre inmigración Dónde irán en plena crisis del Open Arms y reciban una ovación del público. O que la activista indígena en defensa del Amazonas Sonia Guajajara esté bailando siguiendo el el concierto de la legendaria cantante jamaicana tras haber protagonizado un cuentacuentos para los más pequeños por la tarde. Al mismo tiempo, entre las primeras filas del público ondea una bandera de Jamaica y otra Corea del Sur juntas en el mismo mástil.
Para terminar nos refugiamos en African Village, con unas raciones de yakisoba porque el puesto de deliciosa comida etíope tenía demasiada cola. Luz tenue, ritmos tribales y la sensación de que el Rototom sigue siendo capaz de detener el tiempo, de aislarnos, de seguir rulando 10 años después para gustar a gente muy distinta. De distinta manera. Por diferentes razones. Pero conviviendo como molaría que lo hiciéramos al otro lado del recinto durante todo el año. Esperamos que al menos esta recreación anual perdure en Benicàssim. Soñando despiertos. Y con los pies en la tierra.