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Purpurina y highlighter. Camisas de rayas y bañadores imposibles. Trenzas y espigas. Riñoneras y fundas sumergibles de plástico. Banderas y calcetines por encima de los tobillos. Pero, sobre todo, la batería del móvil cargada e Instagram. Posan… de una forma y de otra, saltando, sentados, sonriendo, mirando a un lado, de espaldas, mirando al otro, subiendo sutilmente la pierna, sacando un poco de culo, marcando pectoral… Como fondo, todo vale; desde la idílica postal del sol cayendo sobre el escenario principal o junto a las letras AS que gobiernan la entrada del recinto, hasta la pared azul pitufo del camino que lleva al Beach Club o las lonas de paja que cubren las torres de sonido. Porque todo es instagrameable y entrar en el recinto del Arenal Sound es casi como participar en una carrera de obstáculos convertidos en menciones y hashtags. Porque ahora ya no pides el teléfono, ahora pides su @.
C. Tangana sale al escenario y, de repente, convierte su “Llorando en la limo” en una versión casi acústica (sí, con autotune incluido). Alizzz sube las revoluciones, en la pantalla El Madrileño juega con una cámara en directo ubicada al pie del escenario y explotan los chorros de humo, confeti y fuego (vamos, el pack-show completo). Cientos no, miles de móviles aparecen sobre sus cabezas. Están retratando ese momento (y es que no siempre C. Tangana decide no cantar sobre su propia voz grabada), guardándolo en la galería de sus teléfonos, compartiéndolo en los grupos de Whatsapp y dejando que Instagram Stories lo fragmente en clips de 15 segundos para poder subirlo. Porque están ahí. Ahora es el #concierto de @c.tangana en el @arenal_sound #ArenalSound, en el que volvió a demostrar, entre corrientes de amor y odio prácticamente a partes iguales, que puede moverse cómodamente entre tantos estilos como él y su venerado productor, Alizzz, quieran: "Un veneno", "Antes de morirme", "Booty", "Guerrera", "Caballo ganador"... Sin abandonar su chulería, playback por debajo de su voz y autotune, pero es C. Tangana.
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Influencers pinchando, posando en sus perfiles oficiales, diseñando incluso alguna línea del merchandising del festival y hasta habitando en una zona exclusiva y acotada junto al recinto llamada El Motel (apartamentos prefabricados con aire acondicionado, terraza, piscina y zona verde). Incluso el Arenal Sound Dream (#ASDream), un sorteo que promueve el propio festival y que permite que el ganador o la ganadora viaje con sus amigos al festival en avión privado y limusina, duerma en El Motel, tenga acceso al backstage y pueda ver los conciertos en la fila 0; todo esto, además de diferentes premios como un viaje, coche, móvil, consumiciones en el festival, abonos y aparecer en el aftermovie y fotos oficiales del festival. Estímulos constantes que evidencian cómo el festival se encuentra cómodo en las redes sociales, sobre todo en Instagram, en donde está prácticamente todo su público y que el Arenal Sound explota al máximo: la experiencia, la foto, la repercusión. Puede que incluso esta estrategia esté al mismo nivel que la apuesta por el cartel, recinto, camping, etc.. El resultado son los miles de posts, ubicaciones, menciones y etiquetas que ha generado el festival en su décima edición (del 30 de julio al 4 de agosto).
Pero no todo lo que brilla es oro. En estos últimos 10 años, el Arenal Sound se ha visto rodeado de polémicas sobre su aforo, posible continuidad, cambios en los recintos… Y cuando te expones y tu público se encuentra a través de la pantalla de un teléfono móvil, también puede derivar en comentarios negativos, quejas, polémicas, hashtags ya no tan deseados y valoraciones de todo lo que sucede en el festival al momento. Pero volverán.
Que un público de determinada edad quiera inmortalizar y compartirlo todo no tiene nada de malo. Tampoco que se hagan 100 fotos frente a un escenario enseñando lo bien que se han puesto el brilli-brilli por todo el cuerpo (que, conociendo la vida en el camping, es toda una hazaña). Son formas de vivir una experiencia que, al final, será la suya. Pero, ¿qué pasa con la figura del influencer? ¿Se está quedando obsoleta? ¿Qué puede aportar llevar decenas de denominados instagramers o influencers si el propio público ya se ha convertido en él? ¿Por qué siguen teniendo un papel tan preferente en el festival; casi incluso equiparable a la del propio cartel? ¿Dónde queda la espontaneidad?
Pero más allá de la fila 0 llena de influencers haciendo stories, el Arenal Sound cumple 10 años. Su primera década, y con el cartel de abonos agotados desde el día de su puesta en venta y alcanzando los 300.000 asistentes totales, según ha comunicado la organización. También se han anunciado ya las fechas de 2020: del 28 de julio al 2 de agosto (con la venta de los primeros abonos el 20 de octubre). Una décima edición anunciada por todo lo alto ya en el verano de 2018 y que ha dejado una sensación de: ¿Dónde está la celebración? La única sorpresa, el mashup al que dieron forma David Rees y Belén Aguilera el viernes 2 y con el que hicieron un repaso a los nombres más significativos que han pasado por el festival. Un repaso de casi 10 minutos a 10 años de historia y que sirve muy bien para ver el viraje que ha ido tomando su cartel. Pero ya está, se acaba el hype alrededor del décimo aniversario con la organización quitándole hierro a la falta de esas “sorpresas” afirmando que cada edición es más importante que la anterior pero menos que la siguiente. Aunque para sorpresa la que dio la promotora del festival, The Music Republic, días antes de su celebración con el anuncio de la toma de control del FIB. Hecho del que tampoco se han querido pronunciar desde la promotora, que ofreció una rueda de prensa previa al festival y en la que remarcaron que, por el momento, no se trataría ese tema "por respeto a la alcaldesa de Burriana y a la gente del Arenal Sound. Pero una vez se acabe el festival, cuando queráis”.
*Álbum con fotografías de Carme Ripollès del público y ambiente del Arenal Sound 2019.
Este año, la morfología del festival se mantiene prácticamente intacta, excepto por la mejora de la salida del recinto y el acondicionamiento de una zona de descanso; aunque ambas zonas ocupaban el mismo espacio, por lo que provocaba algún que otro embotellamiento. El escenario principal y secundario siguen reinando, mientras que el de la playa, con un pequeño cambio en la orientación, pasa a tener un papel mucho más desapercibido. La tarea pendiente del Arenal Sound, la de todos los años: el reciclaje.
El X Arenal Sound arrancaba con su habitual pre-festival el 30 y 31 de julio, programado únicamente en el Beach Club. Una combinación de pinchadas en la piscina por la mañana y conciertos por las tardes con, eso sí, la entrada limitada y que los propios sounders tenían que adquirir con una compra mínima de cerveza (estrategia similar a la que siguen con el Clandestine Sound). Uno de los protagonistas de las tardes del pre-Arenal fue el rapero Juancho Marqués bajo un sofocante calor que no impidió que se completase el aforo. El mc madrileño, que se vale en el directo de banda y dj (su inseparable, Dj Kaplan), aprovechó para presentar su último trabajo, Álbum Uno, siempre acompañado de las referencias a Suite Soprano (“Por los siglos”) y el avance de su nuevo proyecto: “Summer Series”. Mientras, las noches las ocupaba la novedad en la programación, la apuesta del festival por un particular cine de verano y monólogos de la colaboración con una conocida compañía de telecomunicaciones.
El público del Arenal Sound ha venido a Burriana bailar. No solo de stories y selfies vive el sounder, le gusta todo aquel género que suponga mover, literalmente, el culo y la zapatilla. La música latina y urbana gana el pulso a los géneros que hasta hace algunas ediciones gobernaban el festival, como el indie y el rock.
Es algo que quedó en evidencia, sobre todo, durante la tercera jornada del festival (sábado 3) con Iván Ferreiro que atrajo a los seguidores más consolidados del indie español en el primer turno del escenario principal, un guiño del festival para los que añoran sus inicios y también para aquellos que durante un instante quisieron escabullirse del resto de género que pueblan el cartel; tal vez por esto no acabó de convencer al público más novel, al que parecía costarle acercarse al recinto. Carolina Durante y la pegada que tienen siempre sus canciones parecía no encontrarse del todo en el festival, aún así tienen la baza segura: “Cayetano”, “El himno titular”, “Perdona (Ahora sí que sí)”.
Vetusta Morla supo representar con honores la parte indie del cartel, con un Pucho entregado en un concierto en el que sonó su último trabajo, pero también aquel “Copenhague” que han convertido en un himno, algún que otro guiño a sus compañeros de cartel (Dorian, La Pegatina) y un llamamiento al público a llenar las salas de conciertos.
Pero ni aún así, Vetusta Morla conseguía copar la explanada como haría Lola Índigo horas después. En tan solo un año la agrupación liderada por Mimi, primera expulsada de la edición de 2017 de Operación Triunfo, quien ha conseguido hacerse un hueco entre las primeras fila del panorama urbano nacional. Coreografías por doquier, acordes a sus ritmos y estribillos (“Ya no quiero na”, “Mujer bruja”, “Maldición”), hicieron de su concierto uno de los más aclamados del festival. Para rematar, una pedida de mano in situ (y que ya se ha hecho viral) y el anuncio de su próxima colaboración con Cupido.
Uno de los mejores shows lo firma Thirty Seconds to Mars. Era la primera vez por la zona del grupo estadounidense de rock experimental liderado por el conocido actor Jared Leto... Y no dejó indiferente. Desde la vestimenta del actor, que siempre ha sido una de sus señas, esta vez con capa de bordados brillantes y pantalones azul metálico (sí, con más brilli-brilli aún); hasta los fuegos artificiales que marcaron el final del concierto.
Una hora y media de directo, pero también de show e interacción con el público; tal vez porque cuando eres Jared Leto y a tu llegada incluso bloquean la zona de prensa te puedes permitir subir a más de 30 personas al escenario para que coreen y bailen tus temas. Se entregó y lo pasó bien, y supo mostrarlo en el directo. Puesta en escena poco habitual, o por lo menos de las vistas hasta ahora en el festival, desplazando la batería a un lado del escenario y dejando el resto libre para los movimientos de Jared Leto (con su capa, que después fue sustituida por un sombrero) y de los improvisados bailarines que el actor escogió entre el público. Papel importante también el del batería y hermano de Jared, Shannon Leto, quien además de exprimir hasta la última gota de sudor y hacerse con el control de percusión y guitarras, cogió el relevo a su hermano para interpretar una de las canciones. En cuanto al directo, el apoyo con el teclado y las cuerdas corre a cargo de Stephen ‘Steve’ Aiello.
Que en un cartel aparezcan en la parte más alta nombres como el de Farruko o Karol G, no es casualidad. El Arenal Sound apuesta de forma clara por el reggaeton y derivados de la música urbana y latina para contentar a su público. Así vimos el jueves 1 a la colombiana Karol G, quien recoge el testigo de Bad Bunny en 2018 -con guiño incluido (“Ahora me llama”)-, demostrando que el reggaeton no tiene porque ser bases y voces pre-grabadas, que puede tener un contexto y un show definido, disfrutable y con sentido. Revolucionó el festival (“Secreto”, “Ocean”, “Mi cama”).
Algo así se propuso también un día después (viernes 2) Anitta. La artista brasileña empezaba falta de fuerzas, pero se fue viniendo arriba entre coreografías casi imposibles y a la vez que lo hacían los asistentes. Ambas propuestas se han convertido en un retrato del empoderamiento, visibilidad y repercusión que están adquiriendo las mujeres dentro del reggaeton, una industria que hasta hace pocos años estaba copada de hombres. Nos quedamos con ellas antes que con un Farruko apático y, en ocasiones, víctima de su propio playback.
Gran expectación causó también el domingo 4 Morat. Desde Colombia, el grupo de los estribillos pegadizos que te hacen saltar. Sin hacer mucho ruido se colaron entre las actuaciones más concurridas de la noche del domingo y sorprendieron a aquellos que creían no conocerlos, con temas como “Besos en guerra” o “Cómo te atreves” y estribillos sumamente pegadizos.
Un auténtico manto de público es lo que consiguieron reunir el último día Natos y Waor. Unas horas antes, sus compañeros de escena Ayax y Prok hacían lo propio en el escenario secundario. “Dama de la guadaña” o “Metacrilato” son algunas de las mejores formas de ver de qué manera el rap de los hermanos parece salir directamente de sus entrañas; también para comprobar que están en forma (“Fresas con natas”) y que, efectivamente, siguen sin tener pelos en la lengua ("Polizzia"). Sobre el escenario son como uno (“Reproches”); se exprimen mental y físicamente (tanto, que acaban exhaustos), y es de agradecer.
Y del “straight outta Albayzin” al “de Aluche al cielo”. Los hijos de la ruina, Natos y Waor, se han convertido en uno de los referentes del momento del rap, en la parte más alta del género y perfilando a la perfección crudeza (“Cicatrices”, “Generación perdida”, “Caminaré”) y chulería (“RocknRollas”, “Cuentas pendientes”, “Miedo y asco”). También pasaron por el festival tótems del género como SFDK, con ese “Niño Güey” y flow que parece no entender del paso del tiempo (y unos perjudicados, en cuanto a asistencia, Linqae), y Toteking, que además estuvo acompañado por su hermano Shotta.
Lo que parecía que no pero acabó convirtiéndose en un concierto de rap el jueves 1 fue Don Patricio. Está claro, el artista canario no puede vivir sin Bejo y Uge, sus compañeros e inseparables Locoplaya; parece que su carrera en solitario no acaba de desvincularse al grupo y tampoco es esa su intención. Tras tres canciones de su segundo disco, La dura vida del joven rapero (“Bonsai”, “Me gusta”, “Enchochado de ti”) y la colaboración sorpresa de Lola Índigo en “Lola Bunny”, su single más reciente y que ya suma más de 4 millones de visualizaciones en Youtube. A Lola Índigo también la vimos, por cierto, ese mismo día en el concierto de Maikel Delacalle ("Subliminal"), quien demostró en el directo ser uno de los valores del reggaeton nacional. Poco tardó Don Patricio en presentar a su squad, así que Locoplaya hizo de Locoplaya (con pistolas de agua y lanzamiento de caramelos).
De descaro van sobrados en Locoplaya, también de hacer un rap difícil de clasificar y de imitar, y eso es lo que verdaderamente engancha de ellos. Aunque no a todos, ya que muchos sounders esperaban ver un concierto íntegro de Don Patricio. Tampoco pudo faltar su "Contando lunares" para cerrar un espectáculo que, por cierto, fue de menos a más en el ránking de lo pintoresco.
Y como en cualquier fiesta de cumpleaños, nunca se te puede olvidar invitar a tus amigos de toda la vida. En el caso del Arenal Sound, a Dorian y La Pegatina. Directos predecibles… Incluso puede que demasiado. Pero siempre efectivos y, pensando en que no siempre se celebra una primera década, más que justificables. Rayden probablemente también se ha convertido en uno de esos mejores amigos desde que el festival lo convirtiese en su primera propuesta rap en 2016. Tal vez, esta vez con menor efecto llamada que en otras ocasiones (y también en comparación de sus compañero de escena) en un recinto que el viernes 2 pareció costarle desperezarse durante toda tarde y noche. Volvió a mostrar a ese Rayden contundente, que nunca ha entendido de etiquetas y que es una auténtica gozada ver junto a Dj Mesh y Mediyama; la complicidad en su máxima expresión.
Entre el trap y el flamenco, nos quedamos con Dellafuente acompañando a la perfección la caída del sol. No es la primera vez que pisa el festival de Burriana, ya lo hizo en 2017 junto a Maka, pero esta vez lo hace con un directo mucho más trabajado y definido. Dellafuente, con el escenario lleno de claveles blancos, atrapa gracias a la perfecta y definida simbiosis de ambos géneros, tanto en lo musical como en lo estético. Y si Dellafuente abría el escenario principal el jueves 1, el encargado de hacerlo en la última jornada fue Beret, que está viviendo el mejor momento de su carrera: su single “Lo siento” ya acumula más de 200 millones de visitas en Youtube, y eso se vio reflejado la tarde del domingo al ver al público corearla de pe a pa, entre otras. Beret volvió, una vez más, a demostrar que las primeras horas no son sinónimo de poca afluencia. También a protagonizar una de esas historias que te encuentras en un festival, como la que de la foto* de Carme Ripollès con dos manos sujetando un teléfono móvil; se trata de dos chicas que se encontró la fotoperiodista durante el concierto de Beret, un momento que le confesaron llevar esperando desde hace 3 años.
La electrónica sigue siendo la reina del Arenal Sound. Apostando por nombres reconocidos como los de Martin Garrix o Don Diablo, pero pisando fuerte al apostar por una edm efectista. Sin desmerecer sets como el de Martin Garrix, el color y artificios que siempre visten estos shows (al estilo Magdalena Vítol!) son como el broche para cada jornada del festival. La última puntada. El último stories antes de volver a la tienda de campaña. En la bolsa de dj también encontramos esas propuestas un poco complicadas de calificar, sobre todo si hay que enfrentarlas a nombres como del Cat Dealers. Es el caso de Luc Loren, conocido principalmente por su papel en The Tripletz y formar parte del Dulcesquad (Dulceida y cía.). Es cierto que se conoce el festival como la palma de su mano, ya que ha estado en varias ediciones junto a su entonces compañero en The Tripletz Sergi Pedrer, pero esta vez se enfrentaba solo, y no hay duda de que su frescura sigue siendo infalible y alimenta a ese sounder que, ante todo, quiere bailar.
No todo apuntaba en la buena dirección, porque ibuprofeno necesitas después de un concierto de Ms Nina. Bases machacadas, gritos en el micrófono y abusos de arreglos en el sonido que se convirtieron en el mejor ejemplo de que el público del Arenal Sound tal vez no se siente tan afín a las posturas imposibles y amor helado de Diego Ibáñez (Carolina Durante) y ha venido a bailar la “Gasolina”, aunque sea con la voz de Ms Nina por encima. También Dani Fernández dejaba ver que muchas veces, que hayas formado parte de una conocida boyband (Auryn), no quiere decir que al subirte a un escenario en solitario vaya a resultar igual.
En un limbo, la tal vez no tan pegada Bad Gyal. A medio camino entre el trap y, cada vez más notable su influencia, el dancehall, la catalana no para de sumar más añadidos a su directo (y no solo por los dos ventiladores plantados en mitad del escenario), lo que puede convertirse en un montón de cosas que no se saben muy bien de dónde ni por qué. Llegando incluso en algunas ocasiones a abusar del autotune y las voces grabadas.
Zahara sabe que su dulzura es su principal arma sobre el escenario. La cantautora empezó su concierto de un modo intimista, con su guitarra y sus letras, desbordadas de una gran filosofía implícita, como principales soportes, sin embargo, se creció hasta trasladar el clímax a los últimos 5 minutos de concierto. Una locura desbordada de baile improvisado sobre el escenario y juegos de luces.
También nos quedamos con ZOO arrancando el último día de festival; siendo uno de sus últimos conciertos antes de un parón en 2020 anunciado por la banda. Porque pusieron cap per avall el festival. Se ha convertido en una de las bandas del momento de la música en valenciano, con un directo sólido, contundente y, demostrado una vez más, infalible.
También hay vida más allá de los dos escenarios principales, y es que en el de la playa encontramos a Brisa Fenoy. En su camiseta, una referencia a su tema “Jerico”, tal vez también uno de los que mejor representa el estilo de la algecireña, difícil de encasillar en un solo género, que se mueve entre el pop electrónico y la música urbana. Brisa Fenoy, encargada de toda la parte musical y vocal del directo, sufrió algunos contratiempos durante el directo que supo solventar. En la parte final, además de un adelanto, pudimos verla también al piano. Ese mismo viernes 2 el escenario de la playa se vistió de distintas formas. Entre el rock y el ska, El Tío la Careta siempre se convierte en la mejor opción para saltar, bailar, rebelarse y, por qué no, encontrar algún que otro discreto pogo por el festival. Cambio de registro total con su relevo: la sesión reggaeton de Flaca. Moviéndose también entre la música urbana y latina, Todo el Rato; propuesta un tanto plana y facilona. Sorprendió King Jedet, influencer y ahora también cantante. “No sé cantar” espetó sorprendido al ver a la gente que había reunido en la playa. Y no es tan así, incluso se atrevió con una versión con guitarra; y lo cierto es que King Jedet ha encontrado un sonido y seña que suma aún más a ese universo que le envuelve. Importante verle sobre un escenario, visibilizando y sumando (“Reinas”).
Pol 3.14 no brilló precisamente sobre el escenario de la playa, tal vez también tuvo que ver que competían con Natos y Waor en el escenario principal. Aún así, había una más que decente afluencia de gente, es difícil adivinar si buscaban una vía de escape del rap de los madrileños. Con un Pol dinámico y rebosante de energía, parte del público parecía no responder de la misma forma. Quizás en otra franja hubiese sido la clave.
El que sí que disfrutó de gran acogida fue David Rees. Nervioso, incrédulo y con su inseparable ukelele y girasoles, así se mostraba el youtuber. Sobre el escenario, compañeros como Gemma Pérez a la guitarra; también alguna que otra cara conocida de la plataforma de vídeos entre el público. Sirvió también como llamada para el público más familiar. Entre versiones (“La revolución sexual”, “I’m yours”) y canciones propias (“Querido yo”, “50 cosas sobre mí”), y capaz de ir de un tono melancólico a otro más vivo y alegre. David Rees es el David Rees que se ve en su canal, de carácter sosegado y tímido que reunió allí a varios de sus seguidores.
Un auténtico ejército es lo que tiene también Fangoria, con Alaska y Nacho Canut al frente. No pasa de moda, 20 años de ritmos y canciones pegadizas conocidas por todo el mundo, sin distinción de edad. Alaska lo sabe, y así lo explota también con coreografías, movimientos y una puesta en escena milimetrada, a la que daba forma con el sobresaliente acompañamiento de cuatro bailarines, y hasta tres cambios de vestuario que corroboraron su estatus de diva.
El también icono LGTBIQ+ entona el “A quién le importa”, coreado de principio a fin, y las banderas del arcoíris se alzan. Y no es en el único concierto. Es muy común ver en cualquier festival al público con banderas de sus países o, como en el caso del Arenal Sound, de sus comunidades, pero este año hay una que ha ondeado especialmente: la bandera LGBT. Tanto de forma masiva entre el público como entre los propios artistas; Karol G, por ejemplo, le pidió la bandera a un sounder cuando la vio durante su directo y la mostró en el escenario. Detalles, con mayor o menor repercusión, pero que suman y que es importante ver cuando estás en el festival más multitudinario del país. Para recordarnos lo importante que es la lucha que hay detrás del colectivo, su visbilización en todos los aspectos y lo natural que es querer bien y a quien queramos mientras escuchamos música en directo otros diez años.