Esto que estás empezando a leer debería ser la crónica del Arenal Sound 2023. O, por lo menos, esa era nuestra intención; como lleva haciendo Nomepierdoniuna desde su primera edición en 2010. El festival del relato por encima de todo. El mismo que tiene un cartel para anunciar los conciertos y otro con los influencers que poblarán 'El Motel'. Porque es sabido que para el Arenal Sound es igual de importante lo que pueda estar pasando sobre el escenario como el cómo se está contando lo que pasa debajo. Sobre eso hablamos el verano pasado, por cierto, sobre imponer un relato por aplastamiento. Estrategia que desde hace varias ediciones siempre ha sabido utilizar muy bien el festival de Burriana. Lo que también ha decidido The Music Republic, promotora que está detrás del festival y que fue adquirida a principios de 2023 por el fondo estadounidense Providence Equity Partners, es que este año no os lo contamos. La organización ha decidido denegar las acreditaciones solicitadas por Nomepierdoniuna por primera vez en 11 ediciones.
En un momento en el que parece más importante que nunca entender qué está pasando con los macrofestivales en España. No es la primera vez que se habla de la burbuja de los festivales, se lleva haciendo predicciones sobre ella desde años y esta burbuja nunca explota. La fórmula funciona, ya lo explicábamos en la crónica de la pasada edición del FIB (también de The Music Republic): "Se nos atragantó por todas las deficiencias técnicas y de infraestructuras, por el maltrato general público, pero volvió a estallar". Y la razón siempre es la que debería primar cuando se quiere montar un festival, sea cual sea su tamaño: la música. Ver a tu grupo favorito y descubrir otro, pasar días en un camping torrándote al sol pasando unos días con tus amigos, ponerte de brilli-brilli (o la moda que toque ese año) hasta arriba, saltando, cantando, bailando…
Pero lo que sí que es evidente esta vez es que la parte musical en los macrofestivales parece estar quedándose muy atrás de la parte de negocio. La prioridad de que salgan las cuentas a costa de carteles repetitivos que tras cada edición pierden su seña, abonos a bajo coste con la obligatoriedad de pagar por añadir servicios, recintos sobresaturados, etc. También una parte importante para entender todo esto es que cada vez tenemos más festivales en manos de menos empresas. Lo explica muy bien el periodista Nando Cruz en este artículo publicado en elDiario.es: "Ocho de los diez macrofestivales que más público convocaron en 2022 tienen capital extranjero, lo cual no significa que ejecutivos de otros países decidan quién toca o cómo deben plantearse esos festivales, pero sí que una parte proporcional de sus posibles beneficios irán a las arcas de estos fondos inversores. Y que la necesidad de garantizar esos beneficios puede acabar influyendo en la toma de determinadas decisiones logísticas o artísticas".
Nando Cruz también es autor del libro Macrofestivales. El agujero negro de la música, que se ha publicado este mismo año y en el que analiza los entresijos de este formato. Un ensayo muy bien documentado con diferentes informes de parte y externos, tanto nacionales como internacionales, y con pluralidad de testimonios de todos los perfiles que hacen posible un festival.
En Madrid, por ejemplo, ya son tres festivales los que han tenido que cancelar: DCode, tras anularse su cabeza de cartel, Lewis Capaldi; la permanencia en 2024 del Primavera Sound, al no haber conseguido reunir al número suficiente de público, problemas con el recinto y el coste de las entradas; y Reggaeton Beach Festival, anunciada la cancelación pocos días antes de que arrancase. Aunque lo del festival de reggaetón tiene miga: la organización monta 11 festivales similares en distintas ciudades; una de ellas, en Madrid, la cual se tuvo que cancelar debido a problemas con el recinto del Mad Cool (situación que también ha obligado a citas como el Coca-Cola Music Experience, inicialmente previsto en este recinto, a otra localización). Pero esto no es todo, porque recientemente ha saltado la noticia de que el Ministerio de Consumo ha abierto un expediente sancionador a la promotora del Reggaeton Beach (DQQ Norte AIE) por su edición celebrada en Marinda d’Or al "imponer cláusulas abusivas", tal y como denunciaba Facua, por prohibir acceder al recinto con comida y bebida del exterior, ya que, según defiende Facua, la hostelería no se trata de la actividad principal de un festival, sino que lo es el desarrollo de un espectáculo musical; también por la imposición de pulseras cashless como único sistema de pago dentro del recinto.
Denuncias realizadas a través de Facua que se acumulan y entre las que también se encuentra el propio FIB, al considerarse como “cláusulas abusivas” el cobro de un extra para permitir a los asistentes reacceder al recinto, prohibir acceder con comida y bebida del exterior o el pago único con pulsera cashless y las condiciones impuestas para recuperar el saldo.
Saturación en el calendario (por tanto, no hay público para todos), cláusulas abusivas, recintos mal acondicionados, descontrol de aforos y poca visibilidad real, carteles repetitivos, etc. Está claro que el modelo actual de los macrofestivales apunta hacia repensar la fórmula. Nando lo resume muy bien en esta entrevista: “Cuanta más gente, más dinero y más subvenciones. Hemos entrado en un bucle descontrolado”. Pero esto no quiere decir que los festivales sean el demonio ni quita su verdadera razón de ser: su aportación cultural y su impacto en la economía y el turismo. Como se suele decir, hay luz al final del túnel (Rototom Sunsplash, San San Festival, Fira Trovam!, Emac, Concerts del Pinar, Benicàssim Blues Festival, Feslloc, Bestialc, ORFIM, Valle Sonora, Ultrasons…).
Hasta el año que viene (suponemos)
Si a un festival de música le tienen que cuadrar los números, un medio de información cultural tiene que poder contar lo que pasa. Esto también es para darle un poco de valor al trabajo que hacen todos los periodistas, fotógrafos y cámaras cada vez que pisan un festival. Por esa misma razón hemos conocido y contado ese Arenal Sound que conseguía despegar en 2011 y el que ya empezaba a batir récords en 2013. Incluso aquel que en 2017 se planteaba trasladarse a otra localidad o ese recinto que esperaba vacío en 2020. Guías, crónicas, reportajes fotográficos, entrevistas, vídeos, cobertura en RRSS… Todo con información propia. Pateando el festival de arriba abajo. Subidos en un coche junto a Sharif y Morgan para ir del hotel al recinto en un Acústico Sobre Ruedas (que ya supera los 2M de visualizaciones), pasando una tarde con Zahara (2012) o soplando las velas del 10º aniversario de Delafé y Las Flores Azules (2013). También en cada rueda de prensa; cuando la organización aún las hacía, claro. Incluso siendo su altavoz en algunas ocasiones, ya sea participando en especiales como este de À Punt, colaborando en programas como Territori Sonor o en Radio Castellón-Cadena SER o visibilizándolo en publicaciones como el Anuari de la música valenciana. Any zero. Poniéndole una mirada limpia de prejuicios. Explicándolo, hasta este año.
Dicen que "Durante el evento os haremos llegar un resumen de Notas de Prensa y resumen de imágenes de foto y vídeo para que podáis seguir haciendo vuestro trabajo y dar cobertura al evento". Pero nuestro trabajo es el que llevamos haciendo desde hace 15 años.
Vaya, parece que hay cierto resquemor por parte de la organización del FIB... ¿Les habrá escocido en las heridas vuestra crónica del pasado desastre de julio?