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Entrevistar a Wenceslao Rambla Zaragozà (Castelló, 1948) resulta muy sencillo. En realidad, el término "entrevista" no es el más adecuado en este caso. En medio del espacio diáfano de la sala de exposiciones temporales del Museu de Belles Arts de Castelló, el artista ofrece de motu propio una clase magistral, una lección sobre teoría del arte y su aplicación práctica. El armazón contextualizador que le sirve para repasar vivazmente el medio siglo reflejado en la muestra retrospectiva 50 anys d'abstracció pictòrica comisariada por Rosalía Torrent, directora del Museo de Arte Contemporáneo Vicente Aguilera Cerni (MACVAC) de Vilafamés, y que será posible visitar hasta el 20 de octubre. Un enriquecedor (casi) monólogo cargado de preguntas y también de respuestas sobre el arte y la humanidad.
No és fàcil trobar en l'àmbit artístic de Castelló un pintor que des dels seus mateixos inicis optara pel llenguatge de la modernitat. Wences Rambla, en una ciutat que llavors era poc propicia a nous experiments, nadava contra corrent, i construiria un estil que hui el fa perfectament reconeixible" (Rosalía Torrent).
"Muchas de las combinaciones de colores que aparecen reflejadas en estas pinturas las hemos visto en nuestras vidas. Aunque tal vez en un principio no las ubiquemos en nuestros recuerdos, están ahí", suelta después de trazar un vistazo general a los cerca de 40 cuadros que le rodean, llenos de tonalidades, líneas, franjas horizontales y verticales... Toda una invitación a imaginar. Fija su mirada en uno de los laterales más cortos del rectangular espacio expositivo. "Puede que solo veas una combinación de colores en aquel cuadro, ¿pero realmente no has visto esa combinación antes? ¿Seguro que no? ¿Quién no ha visto una caja de lápices de colores Alpino? En mi caso, era lo que más amaba de mi etapa escolar. Ahí está esa imagen de varios colores, que he titulado "Alpino". Si miras a sus lados, es posible que te recuerden los juegos de colores del cielo en los atardeceres".
Catedrático de Estética y Teoría de las Artes en la Universitat Jaume I de Castelló (UJI), de la que ha sido vicerrector de Cultura y Extensión Universitaria, además de Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, Wences Rambla parece sentirse en plena clase con solo estos dos alumnos (fotógrafa y redactor de Nomepierdoniuna). Conceptos claros que va enlazando para al final de una hora de charla haber puesto luz desde diversos focos a la cuestión que todo artista abstracto ha escuchado recurrentemente -y que él mismo saca a colación- en boca de quien se pierde más allá de las fronteras de la figuración: "Siempre hay alguien que dice: 'Eso también lo sabe hacer mi hijo'. Realmente hay mucho trabajo en cada uno de los cuadros. Cuando pintaba figurativo, muchas veces empezaba un cuadro un lunes y lo tenía acabado el domingo. Una cuadro abstracto me cuesta alrededor de dos meses. Has de tener en cuenta equilibrios compositivos, cromatismos, dinámicas... Es el mundo de la geometría".
Muchas de sus explicaciones van acompañadas de didácticos ejemplos. Hacer mención a cada uno de ellos daría lugar a un texto largo como una tesis, traicionando una de las reglas básicas del periodismo: información directa, con el mínimo de recovecos... lo mismo que la abstracción artística. "La abstracción va eliminando formas hasta quedarse con lo que realmente crees que es importante para el desarrollo de la propuesta artística". ¿Y en qué campo es básica la abstracción? La ciencia: "Mi formación en el Bachillerato fue científica. La ciencia te proporciona una forma de ordenar, de sintetizar y de abstraer. Por ejemplo, el agua tiene una serie de características, pero esté donde esté siempre se puede reducir a H2O. Es la abstracción. Es más concreta esa fórmula física que ver un cubo lleno de agua. La abstracción es como el reverso de la realidad".
En 1993 acudí a un congreso de estética y teoría del arte en Puerto Rico. Allí me inspiré en una selva llamada El Yunque, porque dentro de ella hay una forma montañosa que tiene forma de yunque, fantasmagórica. Una selva en la que cae medio billón -"billón", recalca- de litros de agua de lluvia. Me recordó la escena de la película 'Apocalypse Now', en la que están navegando en medio de la selva. La tierra era verde, los palitroques que simbolizan los árboles también verdes, lo mismo que los bichos, la lluvia verde. Esa vivencia me impactó" (Explicación de 'Remembering El Yunque' (1994); en la foto, primer cuadro desde la derecha).
Pero un reverso que necesita de la complicidad del espectador. "El artista pone unos inputs en los cuadros que interpreta quien los observa. La obra de arte acaba en la mente, en el espíritu, en la sensibilidad del espectador. Y el espectador también es un creador al realizar una interpretación de lo que ve". Pero en este punto observa una carencia: "La educación. Nos enseñan a leer, a contar, pero no a percibir estéticamente la realidad. Hay que saber ver y saber plasmar"
La formación académica y el paso más allá
El Wences Rambla niño-alumno tal vez no hubiese gustado al Wences Rambla adulto-profesor. "Durante las clases del colegio me ponía a dibujar por debajo del pupitre", confiesa con una satisfecha sonrisa. O tal vez sí. Porque está convencido de que un artista o un filósofo -los dos campos que más domina (y son unos cuantos)- no se forma con el temario de las aulas. "Naturalmente que los estudios facilitan la base, te muestran las técnicas, los autores... pero no enseñan a ser artista o filósofo. Cada año cientos de alumnos finalizan los estudios en la Academia de Bellas Artes, pero... ¿cuántos son realmente artistas?".
Es decir, aspirar a ser artista exige de la propia inquietud del sujeto que lo pretende, de su lado autodidacta, del inconformismo con la formación reglada. Aunque Wences Rambla rehúye del término "auditodidacta". "Sé qué se pretende decir con ese concepto, pero siempre aprendes de alguien". Y comienza una enumeración que incluye las lecturas, los viajes (trabajó como peón ferroviario en Alemania durante los veranos de su juventud para ayudar a hacer frente a los gastos de los estudios), "los profesores exigentes" y nombres propios, como "Ramón Rodríguez Culebras, director del Museo Catedralicio de Segorbe, formado en Munich; Traver Calzada en cuestión de grabado; José María Doñate (archivero, historiador, grabador y escultor), Manolo Safont, de quien aprendía con sus texturas cerámicas... Mi gran mentor ha sido Román de la Calle, a nivel teórico y práctico, alguien que desde siempre se patea los talleres de los artistas y que tiene un nivel muy por encima de muchos de los que ocupan puestos de dirección. No es ambicioso políticamente y desde el MuVIM defendió la libertad de expresión por encima de todo. Rosalía y yo presentamos la documentación para que fuese nombrado Doctor Honoris Causa en la Universitat Jaume I".
Pero el listado de influencias va más allá de artistas, catedráticos o directores: "También aprendes de un albañil, de un niño, de una señora mayor de un pueblo... Has de estar atento a lo que te ofrece el mundo. Cuando te asombras por algo es cuando empieza a interesarte. La admiración es el punto de arranque de la creación y del conocimiento. La realidad te proporciona material, pero has de ver cómo clasificarlo, cómo extraer lo que te conviene".
"El arte tiene la misión de crear belleza"
Una simple mirada por la sala de exposiciones transmite una sensación de colorido casi uniforme por zonas. En unas dominan los verdes -su color favorito- en otras los azules, pasando a colores más blanquecinos... Es un efecto intencionado. "En esta exposición no se busca el orden cronológico de los cuadros. Alguien que vea una exposición ha de sentir placer visual. Es más importante que saber en qué año se pintó un cuadro. Hay que evitar la monotonía", al tiempo que reconoce que nunca ha montado una exposición: "Hay que dejar que cada uno haga lo que sabe". Y fue el propio Wences quien propuso que se encargase Rosalía Torrent del comisariado, escogiendo entre ambos unas obras que ha instalado Vicent Carda, completando el equipo Marta Negre, autora de la portada de la exposición.
Placer visual, objetivo básico. "El arte ha de crear belleza". Toma el ejemplo de la escuela alemana Bauhaus: "Su objetivo era embellecer la vida, que el arte no estuviese solo dentro de los museos. Se busca la funcionalidad acompañada por la belleza. Un mueble ha de ser cómodo, pero a la vez bonito. El arte ha de crear belleza dentro de las casas". Ejemplifica lo que acaba de decir retrocediendo hasta las primeras huellas artísticas que se conocen del hombre: "Las pinturas rupestres, al arte primitivo. Se pintaban el cuerpo, pintaban las paredes, con el objetivo de hacer agradable el lugar en el que vivían".
Pero la belleza no es la única cualidad que conlleva el arte: "No solo tiene un valor estético, que también, sino que es una manera de ver el mundo. Una forma de insertarme en el mundo es extraer ideas de lo que me rodea y reconvertirlas creativamente en mi cerebro, plasmándolas por medio de la pintura".
Al preguntarle por cómo realiza esa reconversión de la imagen que ha visto (una luz en un supermercado, unas salinas, una selva en Puerto Rico, unas carreteras de la desértica Arizona, rollos de película cinematográfica...) en cuadro abstracto, expone los siguientes pasos: "Hace años que prescindo de bocetos. Empiezo viendo la división del espacio y qué elementos van a pulular por él. Le doy una dirección, una dinámica horizontal, que siempre transmite contención, o vertical. Juego, busco equilibrio de colores, con la finalidad de que produzcan una placer. Realmente el lugar que tomé como referencia no me importa, lo que me importa es jugar con las formas".
De los paisajes realistas a una pintura crítica y a continuación, la abstracción
"Esta es la segunda retrospectiva de mi carrera en Castelló, pero ha habido más. La primera fue en 2007, comisariada por Pascual Patuel. En 2008, otra en La Sorbona de París. En 2017, en La Nau de Valencia, también con Pascual Patuel. La actual la propuse yo al coincidir con los 50 años de la primera que hice, que no del momento en el que comencé a pintar, algo que ya hacía con seis años. Pero en Castelló he expuesto poco. Una persona ha de demostrar lo que es saliendo fuera. La cerrazón mental se cura viajando".
Una primera exposición que compartió con Amat Bellés, en una época -finales de los 60 e inicios de los 70- en la que el estilo de Wences Rambla no tenía que ver con el ahora repasado en el Museu de Belles Arts de Castelló. Unos inicios paisajísticos figurativos (Desert de les Palmes, desembocadura del río Mijares, puente entre Burriana y Almassora, incluso paisajes mentales), derivando hacia una pintura crítica, como un cometido de crónica social, reflejando prisioneros, personas fusiladas y a continuación un giro hacia la abstracción.
"Creo que cada cosa en la vida tiene su función. No creo que la figuración crítica sea la misión del arte. Su misión es crear belleza, ya sea lírica, abstracta, terrorífica... Para reflejar esa realidad crítica están el periodismo o la sociología, por ejemplo", aunque admite que es una afirmación de compleja aceptación: "Hay quien realiza una intervención con unos neumáticos y tres muñecos queriendo reflejar 'la problemática de los inmigrantes'. Yo lo veo como una ocurrencia. Para mí esa problemática se trata en una conferencia, con unas fotografías... Mezclar funciones no me gusta".
Aunque no es la pintura el arte más abstracto, en opinión de Wences: "Es la música, porque evoca sensaciones. Creo que mi pintura sí tiene mucho que ver con la música. Siempre pinto con música, ya que me embarga el espíritu. Me hace sentir bien, algo que es fundamental en la vida. El sufrimiento no lleva a ninguna parte".
Sorprende mirar de cerca los cuadros de Wences y percibir que están pintados al óleo, ya que en ellos no se notan los brillos aceitosos tan habituales: "El óleo sigue manteniéndose en los cuadros aunque hayan pasado 500 años. Del acrílico no se puede decir lo mismo. La clave está en cómo usas el óleo. Investigando, vi que ya en los siglos XVII y XVIII se transmitía una forma que provoca que el óleo sea cromáticamente reverberante, que tenga durabilidad, y es con el aceite de adormidera, que mantiene la viveza del color y conserva el pigmento. El problema es su precio, aunque con poco tienes para pintar varios cuadros".
Instalado en el centro de la sala, se gira hacia la entrada/salida. Allí sobresale una fotografía del protagonista de esta exposición retrospectiva: "Me la hizo mi mujer en lo alto de la Torre Eiffel de París. En lo más alto a lo que es posible acceder, en un momento en el que yo estaba mirando las antenas". Un recuerdo que le hace derivar hacia otra de sus pasiones: la fotografía, mostrando algún ejemplo de su colección de imágenes tomadas en Alemania: "He visitado prácticamente todos los campos de concentración, donde he fotografiado clínicas, cámaras de gas... Tengo una colección impresionante". Al tiempo que lamenta la degradación de la fotografía como arte: "El móvil le ha hecho mucho daño. Ves constantemente muchas chorradas fotografiadas, incluso exposiciones de fotos tomadas con teléfonos".