Arrancó oficialmente el Tanned Tin (después de la espléndida fiesta de presentación) y entró en escena el gran reclamo del festival, Thurston Moore. Pero hubo más. Mucho más y, para quien suscribe, mucho más emotivo. El guitarrista de Sonic Youth protagonizó un recital (que incluyó la lectura de una poesía) sólo para iniciados: sin más ayuda que su voz y su guitarra acústica de 12 cuerdas, salió al escenario de Teatro Principal pasadas las 00.00 horas. Canciones largas, con continuos bailes de notas sobre una misma dominante, poca melodía vocal e intensidad contenida. Enorme para unos, demasiado plano para otros. Eso sí, era el más esperado y, como tal, tuvo que afrontar un bis. Este viernes será diferente. Cambiará la acústica por la eléctrica y se masca una sorpresa para que parte de su actuación se vea acompañado por banda (sigue leyendo). Expectantes estamos…
Aparquemos (de momento) a Mr. Moore y hablemos del mucho más que nos deparó la jornada del jueves, celebrada toda ella en jornada de tarde-noche en el teatro Principal. La más emotiva fue, sin duda, la despedida de The Clientele. Tal vez no fuera su mejor concierto. Desconcertó algún que otro fallo en la guitarra de Alasdaiar. Poco importó. Era su noche, su última noche. El último concierto de una de las bandas más sobrecogedoras de la última década.
Por su música. Por las melodías. Por la peculiar voz de Alasdair. Por sus forma de tocar la guitarra. Por la muñeca de porcelana que le acompaña al piano y al violín acaparando todas las miradas.
Con formato básico (guitarra-voz, piano-violín y bajo) llegaron al Tanned Tin para decir adiós. ¿Por qué? “Todo empieza y todo acaba”. No obstante, es un adiós parcial. The Clientele ya son historia (bendita historia) pero su frontman no se baja del tren de la música. Ultima otro proyecto, denominado Amor de Días, que en breve verá la luz en forma de disco.
El público lo sabía. Ya no habría más. Y la banda tenía ganas de desquitarse del mal sabor de boca del pasado año, cuando cuajaron un gran acústico en el Principal pero se toparon con el ruido de la paella en la sala Opal. Todo fluyó. Música y emoción. Sentimientos a punto de estallar. Ovación merecida y sentida. Hasta siempre. Como regalo, os dejamos el set list del último concierto de The Clientele. Por siempre.
Emotivo fue también el concierto de Rauelsson, que levantó el telón del Tanned Tin 2011. Jugaba en casa y arropado por los suyos. El Grup d’Autoajuda se encargó de acompañar sus últimas (y alguna penúltima) creaciones. Era complicado sonar bien. Violín, violonchelo, guitarra española (la de Raúl), eléctrica, bajo, samplers, piano… Era difícil hacer encajarlo todo en tan poco tiempo (esta era unión ex professo para el Tanned Tin) pero lo consiguieron. Sonó realmente bien (tal vez un poco bajo de volumen). Fue un brillante estreno, aunque también pesó el hecho de ser los primeros: el teatro aún no se había caldeado.
Las coplillas de Raúl esta vez se alargaron e incluso se hicieron converger en una nueva forma de presentar su trabajo, menos convencional (no era el típico canción de tres minutos, aplausos, canción de tres minutos, aplausos…), buscando un todo homogéneo que funcionó. Sólo faltó el clímax (estuvieron cerca) pero tal vez las circunstancias, esta vez, no les ayudaron. Gran concierto en definitiva de unas de las apuestas más firmes de la música independiente española… ¡y es de aquí!
A continuación, un difícilmente clasificable Terry Lee Hale. Solo, con su guitarra acústica y un desparpajo descomunal. Con ritmos que recordaban desde aires flamencos hasta el country más country. Capaz de distorsionar la acústica para hablar del paro (“creo que en este país también tenéis esto problema”, dijo) en el mismos instante en el que Gobierno y sindicatos ultimaban el pacto de la desforma de la pensiones. Enseguida conectó con el público. “Yo amo a Thurston Moore; él ni siquiera sabe que existo”, bromeó. Una gran dosis de energía, de humildad y de verdad sobre el escenario. En resumen: una de las gratas sorpresas que siempre nos guarda el Tanned Tin.
El Hijo defendió (y de qué manera) su Madrileña. Ya te hablamos de él en el pasado FIB. Esta vez, en teatro, todo sonó mucho mejor. Canciones con mil matices, con subidotes y descansos de intensidad en los momentos precisos. Con un sinfín de matices a la hora de acabar las canciones. Y hasta con un batería que se inventó el bombo-silla: llevaba los tiempos fuertes del ritmo golpeando con el talón del pie sobre el cajón en el que estaba sentado. Una delicia de concierto. Las gotas de sudor en la cara de Abel Hernández delataban que se estaba entregando.
Posteriormente llegó el momento lagrimón de The Clientele (ya comentado) y un regalo por parte de la organización: acústico de The Wowz en el descansillo del teatro para poner fin a su gira española y a su doble presencia en el festival. Grandes triunfadores del pasado año, también se metieron el público en el bolsillo en las distancias cortas. Es otra propuesta honesta como pocas, de raíces americanas pero regadas por aguas de diferentes manantiales. Si a ello le unes buenas canciones, buen rollo, técnica musical… el resultado es una sonrisa de oreja a oreja y un aplauso intenso y sincero. Acaban de irse y ya queremos más.
Hasta aquí, el momento ‘tranqui’ de la jornada. Y es que la segunda mitad de la noche fue un ejemplo de la gran apertura de miras del Tanned Tin y de su público. Estilística, pero también geográfica. Sobre las tablas del Principal cuajaron sensibilidades tan diferentes como el shoegaze cinco estrellas de los británicos Adam Franklin & Bolts of Melody, el acústico experimental y críptico con guitarra de doce cuerdas a cargo del norteamericano Thurston Moore, el poderoso post-hardcore de los franceses Ulan Bator y gótica e industrial de los suizos The Young Gods.
El ex líder de Swervedriver puso los momentos de mayor bruma guitarrera y melódica. Sacando todo el jugo y rugosidad de su trabajada Fender Jaguar, Adam Franklin desenvolvió el caramelo envenenado que llevan dentro todas las canciones de su excelente último disco, I Could Sleep For a Thousand Years, recordando tanto al mítico Raise que parecía de cuerpo presente. Mucho tuvo que ver la contundente aportación de la base rítmica de los Bolts of Melody, que en temas como la preciosa "Yesterday Has Gone Forever" sacó todo su brillo. Después, Ulan Bator y The Young Gods pusieron mucho más a prueba la estructura del Teatre Principal, con programaciones y graves saturadísimos, especialmente en el caso de los suizos, quienes también tiraron de parafernalia lumínica. Pero no fue lo mismo. Sí, lo de anoche se ha ido para siempre. Y para hoy viernes esperamos con muchas ganas la versión eléctrica, y posiblemente con banda de lujo de acompañamiento (¿Huntsville?), del líder de Sonic Youth; haciendo lo que le ha convertido en icono de la escena independiente a nivel internacional durante las tres últimas décadas: el mejor Noise Rock. Porque ayer vimos la cara más intelectualizada y cargante de Thurston Moore, sentado y con guitarra acústica meticulosamente desafinada, desplegando un mantra hipnótico que sedujo a unos y a otros los dejó noqueados en sus butacas. A mí, la primera ya se me hizo bola.
Caramelo envenenado, poisoned sweet?
Me suena
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