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El FIB se refugia en los 90 y en el ‘festivalismo’

Igual que te puede gustar Morrissey siendo omnívoro, también puedes disfrutar del FIB si has quitado de tu dieta musical los himnos de festival o el britpop de los 90. Eso sí, cada vez cuesta más. Las dos cosas. El Festival Internacional de Benicàssim arrancó el jueves muy titubeante, sin apenas público al igual que el viernes hasta que cayó el sol, pero ha mantenido el gancho en el ‘prime time’ con Florence + The Machine, Crystal Fighters , The Prodigy y Noel Gallagher’s High Flying Birds cuando tiró de Oasis. Los franceses Moodoïd sorprendieron el viernes con su original mezcla de estilos y las bandas españolas –casi todas de día-, de lo mejor del festival por ahora.
  
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Florence Welch, en plena agitación en el FIB 2015. Foto: Pau Bellido (ACF).

Si Florence Welch baja al foso y te susurra tu canción preferida al oído, para ti el festival ya se podría terminar el primer día. Algo similar si Crystal Fighters te hacen bailar desinhibida con una sonrisa de oreja a oreja; si Noel Gallagher o The Prodigy rememoran el hit que hace saltar la chispa. O incluso si descubres por sorpresa a unos franceses, Moodoïd, que te revuelven con su música de otro planeta. También con alguno de los despoblados conciertos vespertinos de las bandas españolas. Todo eso ha pasado en la primera mitad del FIB 2015, que no es poco, a la espera de que el sábado y el domingo remonten definitivamente el vuelo de una edición en la que el recinto tiene cada vez más aspecto de feria de atracciones, se mantiene el porcentaje mayoritario de público británico y los precios de la bebida siguen disparados (9€ por un litro de cerveza o por un cubata). La tarde-noche del FIB, definitivamente, ha sido vencida por el efecto botellón, como le sucede a un festival de La Plana que ya hace unos cuantos años que le supera en número de asistentes. Algo que deja el recinto prácticamente despoblado hasta que cae el sol, aunque por la noche remonta y la previsión de la organización se sitúa en los 30.000 asistentes diarios del año pasado. Lo del escenario Fibclub es casi de broma, sustituido por un autobús vintage de una marca de bebida energética que crea una distancia casi insalvable entre los músicos y el público.

Florence + The Machine. Foto: Ignacio Brotons (ACF).

Su increíble voz, sus bailes psicodélicos, descalza por ese escenario en el que quedaba repartida la banda, su máquina, rodeados de un fondo de espejos y su implicación hicieron de Florence Welch la gran protagonista de la primera jornada del FIB y casi de la primera mitad del festival. Florence + The Machine se llevó el pleno del jueves. No hubo una sola esquina del escenario –y lo que no era escenario- que no quedase atrapada por el magnetismo y la fuerza de su voz y por su danza, de un lado a otro, sin perder la fuerza y el hilo en ningún momento.

Ella se llevó todo el protagonismo (sin quitar mérito a la increíble banda, que quedó eclipsada con su fuerza), tanto cuando estaba sobre el escenario como cuando bajaba al foso. Sedujo. Miraba, tocaba y cantaba directamente a un público que observaba a la cantante hechizado. Incluso dio la oportunidad a una seguidora, que portaba un cartel en el que se podía leer “Florence Hug”, que subiese al escenario a darle un abrazo, se dejó poner varias coronas de flores y subió una bandera de arcoíris exclamando: “Love is love”. Sonaron algunos de sus clásicos, como un perfecto “You’ve got the love”, de la misma manera que demostró que su nuevo trabajo, How Big, How Blue, How Beautiful (2015), sube el nivel.

Crystal Fighters. Foto: Ignacio Brotons (ACF).

Un poco antes del ambiente místico de Florence + The Machine, la jungla de Crystal Fighters. La banda inglesa cambiaba puesta en escena y vestimenta desde la última vez que les habíamos visto por la zona (Arenal Sound 2014). Las coronas de plumas dejaban paso a cierto toque étnico y hippie, con el escenario repleto de hojas que trepaban hasta por los micrófonos. El vocalista, Sebastian Pringle, también descalzo y con nuevo corte de pelo, se dirigió en varias ocasiones al público en castellano e incluso espetó un “eskerrik asko”, ya que el grupo siempre ha estado muy ligado a la cultura vasca. En lo musical, nada nuevo bajo el sol, pero si algo no se les puede negar es que atrapan -y mucho- al público de cualquier origen. Temas como “LA Calling”, el exitoso “I Love London” o el disparo de balones gigantes con “Plage” les valieron para que la gente se divirtiese, cantase y bailase, que para eso estaban allí.

Los que reventaron el escenario Las Palmas el viernes 17 fueron The Prodigy. El nombre de su último trabajo, The Day is my Enemy (2015), les viene ni que pintado, y no sólo por los veinte minutos de retraso que hicieron que su concierto empezase pasada la 1.30, sino por ese rock electrónico que convirtió el escenario principal del festival en algo parecido a una maco-rave. Una puesta en escena oscura y violenta, como su música. Empezaron con “Breathe” y cerraron con “Take me to the hospital”, que ya vale para hacerse una idea de cómo estuvo el nivel durante todo el concierto. The Prodigy tiró de esos hits de los noventa que continúan enganchando (“Voodoo people”, “Smack my bitch up”), aunque también le dio protagonismo a su último trabajo (“Nasty”, “Wild frontier”), que mantiene líneas muy similares. Todo ello envuelto en una atmósfera oscura, frenética, perturbadora.

The Prodigy. Foto: Pau Bellido (ACF).

Los argumentos de Noel Gallagher’s High Flying Birds, el viernes, fueron bien diferentes. A miles de millas del ridículo espantoso que hizo su hermano Liam hace dos años sobre el mismo escenario, el músico británico ofreció un concierto potable, defendiendo con solvencia las canciones de sus discos en solitario, muy bien acompañadas en las pantallas de una brillante mezcla de proyecciones e imágenes del concierto. Todo correcto, incluso con algunos destellos notables, pero no fue hasta que sonaron los estribillos de sus viejas canciones noventeras de Oasis, “Champagne Supernova” y especialmente “Don’t Look Back In Anger”, cuando erealmente prendió la mecha entre el público.

Noel Gallagher’s High Flying Birds. Foto: Pau Bellido (ACF).

El paso de Clean Bandit por el escenario Las Palmas, el jueves, fue uno de esos conciertos fáciles y de apuesta bailable que siempre suelen aparecer en el cartel del festival; la propuesta con actitud MTV (o Eurovisión). Un buen puñado de hits (como “Rather be”) y un sonido dance noventero y electrónico fueron suficientes para moverse y que apeteciese estar allí. Destacable el papel de los instrumentos de cuerda, con un violinista que incluso formaba parte de la coreografía, que le dieron un toque diferente.

Una sala de esas asfixiantes, oscuras y repleta de gente de conciertos garageros en algún barrio inglés. En algo similar se convirtió el escenario Fiberfib con Palma Violets. Volvían al FIB tras su actuación en 2013, y lo hacían un poco más moderados pero provocando el mismo efecto rabioso entre el público. Con nuevo trabajo, Danger in the Club (2015), pero con la misma actitud punk-rock. Sus canciones no son nada que no se haya hecho o escuchado antes, por mucho que su público se vuelva loco con “Best of friends”, pero es esa actitud en cierta manera salvaje y su sonido sucio los hacen muy resultones en directo.

Clean Bandit. Foto: Pau Bellido (ACF).

De Jamie T, el viernes en el escenario Las Palmas, nos esperábamos un concierto de similar estirpe que el de Palma Violets, pero resultó ser un popurrí estilístico al que no se le terminó de pillar el rollo, quizás lastrado por un sonido bastante regulero: arrancó por el lado más enérgico y guitarrero (una pena, sonaban fofas), continuó naufragando solo con su guitarra acústica y terminó rapeando por todo el escenario. Contra todo pronóstico fue esa última parte la que más conectó con el público, pero para entonces algunos ya desfilábamos hacia el trolebús, a dejarnos hipnotizar por Nudozurdo.

La sorpresa de estos dos primeros días de FIB la ha puesto Moodoïd, banda francesa con múltiples resonancias, que van desde el jazz hasta la electrónica ochentera pasando por la psicodelia, el rock progresivo, el glam rock y hasta el afrobeat. Lejos de resultar un pastiche, en directo ofrecieron un brillante (como la purpurina de sus rostros) y divertido concierto, que hubiera encontrado mucha mayor complicidad en la noche que en el escenario principal a las ocho de la tarde. Su líder, Pablo Padovani, es hijo de un reputado saxofonista jazz Jean-Marc Padovani y va acompañado de una portentosa sección rítmica y de una exuberante banda íntegramente formada por mujeres. En la órbita de músicos residentes en París o con filiación parisina, como Laetitia Sadier de Stereolab (la baterista de Moodoïd –extraordinaria- tiene una banda con su ex bajista de directo, que ahora es el castellonense Xavi Muñoz) y Tame Impala, cuyo líder, Kevin Parker, ha mezclado su inagotable disco de debut, La Monde Möö, publicado por Sony. Habrá que seguirles la pista.

Moodoïd. Foto: Pau Bellido (ACF).

Las bandas españolas, por su parte, han rayado a una gran altura, pero la mayoría del público no se ha enterado. Programadas casi todas en horario vespertino y, en muchos casos, en ese engendro de escenario que es el Red Bull Tour Bus Fibclub (así se llama, palabra), un trampantojo de autobús-escenario que desluce cualquier propuesta que se encarame en él y que crea una distancia abismal entre el público y los músicos. Aún así, el shoegaze de Mox Nox lo estrenó con muy buen pie el jueves, haciendo historia al convertirse en el primer grupo de la Comunitat Valencia –concretamente de La Marina- en cantar un concierto íntegramente en valenciano en el FIB (los castellonenses Pleasant Dreams ya lo hicieron parcialmente en 2013). Misma lengua que utilizaron los barceloneses Ocellot para llevarnos por su particular viaje psicodélico, que con solo un EP y un disco largo, Molsa Molsa, ya ha hecho que sus atmósferas a lo Tame Impala sean la comidilla en la escena independiente estatal.

Encaramados sobre el autobús -más bien desde el motor del autobús- también sobresalieron el viernes Nudozurdo, quienes regresaban al FIB después de haber dejado dos conciertos sobresalientes, tanto en 2011 en el escenario principal como en 2009 en el FIB Club, en el mismo espacio que el actual Red Bull etcétera. La banda madrileña presentó, fundamentalmente, su último disco, Rojo es peligro, y fue construyendo una hipnótica actuación a base de tensión y versos hirientes, esos que tan bien sabe transmitir la quejosa voz de Leopoldo Mateos, que terminó quedándose sin el espacio y el tiempo que hubieran merecido.

Mox Nox, sobre el capó del autobús. Foto: Pau Bellido (ACF).

Quien sí tuvo espacio, hasta para invitar al escenario a Lourdes Hernández (Russian Red) para que le acompañase con la guitarra acústica y los coros, fue Lluís Albert Segura, el líder de L.A., quienes ofrecieron un potente concierto el viernes en el escenario Las Palmas. Presentando las canciones de su último trabajo, From The City To The Ocean Side, con un toque indisimuladamente norteamericano desde los acordes hasta la decoración del escenario, imagen de carretera cortando el desierto incluida, aunque cuando recurrió a los hits más grunge de los primeros discos obtuvo mejor respuesta del público.

Por último, mencionar la flojísima actuación de La Bien Querida el viernes en el escenario Fiberfib. Con una actitud inexplicablemente indolente, la compositora y cantante bilbaína volvió a dilapidar en directo las canciones que –en algunos casos- tan bien suenan en disco. Acompañada por David Rodríguez –todo un veterano del FIB, desde que actúo en 1998 al frente de Beef- y del ex Manta Ray Frank Rudow, el concierto nunca funcionó, ni con las canciones más synth pop del nuevo disco, Premeditación, nocturnidad y alevosía, ni con las más poperas de sus inicios, ni versionando a Vainica Doble. No se encontró cómoda en ningún momento, no terminó de conectar y naufragó como en su anterior visita al festival.

La Bien Querida, en tensión. Foto: Pau Bellido (ACF).

 

Lourdes Hernández, Russian Red, acompañando a L.A.. Foto: Pau Bellido (ACF).

 

She loves FIB. Foto: Ignacio Brotons (ACF).


  1. Muy buena crónica. Por cierto hay una errata, aunque en las pantallas de precios ponga 1L de cerveza, luego te sirven 75cl 😛

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