
Niño de Elche y Raúl Cantizano utilizan sus cuerpos como instrumentos de percusión. Foto: Carlos Pascual (slowphotos.es).
El autodenominado exflamenco Niño de Elche y Raúl Cantizano aparecieron en el escenario del repleto Teatre Principal de Castelló -sábado 8 de mayo- interpretando a dos voces “El pregón de los caramelos” y se marcharon con la célebre bulería “María de la O”. Entre uno y otro momento, algo más de hora un concierto de base flamenca, pero con continuas acometidas experimentales, algo que disgusta al purista y le enemista del Niño de Elche (sentimiento recíproco). Vista -y escuchada- la aplaudida despedida recibida por los dos protagonistas, bis no previsto incluido, deja entrever que en el recinto de la plaza La Paz había pocos puristas, y muchos seguidores de este artista que va quitándose etiquetas clásicas en cada nuevo proyecto.
Paco Contreras rompe normas. Utiliza el lenguaje musical que mamó en su hogar granaíno de Elche como una caja de herramientas para dar forma a su particular universo creador, en el que la norma es la experimentación. Transgrede rígidos pensamientos heterodoxos, al tiempo que juega con la ironía: "Nos vamos a despedir con unas bulerías, pero no lo digáis por ahí porque dirán que hago flamenco y me desmontáis el negocio". Así que cuando quiere, hace flamenco, porque cualidades tiene para ello, y cuando le da la gana -casi siempre- se mete por otros senderos que le hacen ganarse públicos de otros estilos.

Los dos protagonistas, foco constante de atención por sus sorprendentes recursos. Foto: Carlos Pascual (slowphotos.es).
En cada canción hay algo que sorprende. Ya sea juegos con su voz o el uso recíproco de su cuerpo y el de Raúl Cantizano como instrumentos de percusión. Una entrada de concierto que ya te indica que te puedes esperar lo inesperado. Si Manolo Escobar cantaba en su "Pregón de los caramelos" que llevaba de "coco y fresa, tutti frutti y limón", los del Niño de Elche son de "mentol y cocaína". Así lo canta en su disco Colombiana (2019), el más latino de una trayectoria impulsada por títulos como Voces del extremo (2015) y Antología del cante flamenco heterodoxo (2018), bien presentes en este recital de ideas, al lado de proyectos compartidos con Toundra, Los Planetas o C. Tangana
Canta en catalán en "La farruca de Juli Vallmitjana" y en latín en "Seguiriyas del silogismo", en la que por momentos asemeja una máquina o una grabación emitiendo sonidos entrecortados. Aunque los instantes de mayor emoción llegan con "Prefacio a la Malagueña de El Mellizo", una impresionante creación de nueve minutos que arranca con una especie de canto gregoriano semejante al "Padre nuestro", con la guitarra supliendo al órgano original, para deslizarse a lo que indica el título, la malagueña de Enrique el Mellizo "A la mare de mi alma". Las palabras tienen la misma importancia que los silencios, festejados ambos con una gran ovación.

Como el propio Paco reconoció, les salió un concierto bastante flamenco. Foto: Carlos Pascual (slowphotos.es).
Al Niño de Elche se le califica en ocasiones de "iconoclasta". Esta definición es discutible según sus propios principios. Es cierto que rechaza la autoridad de los considerados ortodoxos, pero sí acepta el legado de los flamencos de principios del siglo XX -"Voy a la raíz", declaró en su reciente comparecencia en el Museu de Belles Arts de Castelló dentro del ciclo Intercanvis-, y entre ellos Pepe Marchena, a quien dedica su dulce "Fandango dadísta", calificativo que se le aplicaba a su estilo alejado del considerado "puro", y que le valió consideraciones como "la primera mentira del flamenco", una etiqueta que hoy cuelga de Paco Contreras.
"Informe para Costa Rica" fue el hit del disco Voces del Extremo. Tomó la letra del poeta y ensayista grancanario Antidio Cabal, quien a finales de los 40 huyó a Venezuela, desde donde años después se trasladó a Costa Rica. Lo curioso es que una parte de la letra se puede aplicar a la situación vivida en este último año. "Pensabais que iba a decir 'España', ¿eh?", dijo mezclando palabras y risa. En ese mismo disco puso voz a la letra de Inma Luna de "Nadie", un declarativo texto que empieza con "Nadie me conoce".
Y con un cambio estilístico se entregó con algunos gestos propios del rock en "Deep song de Tim Buckley (Lorca)", mutando durante cinco minutos a un cantante surgido de la imaginaria confluencia de los ríos Mississippi y Genil para reivindicar a otro transgresor, en este caso del folk norteamericano, el padre de Jeff Buckley. Una interpretación pasional, desmontando el pie de micro, y que le valió la mayor ovación del tarde-noche. Escuchando algunos discos de Tim Buckley se puede encontrar un vínculo con esos sorprendentes juegos vocales que Niño de Elche aplica a sus canciones.

Un concierto de dos artistas con personalidad propia y dos guitarras. Foto: Carlos Pascual (slowphotos.es).
Letras que parecen humorísticas, rebajadas al atender al doble sentido, son apreciables en un tema como "El muermo" (“Mamá, me voy a cagar en el muermo”, equivalente al síndrome de abstinencia). Incluso desata algunas risas entre los presentes cuando en "Fandangos y canciones del exilio" suelta "Qué culpa tiene el tomate, que está tranquilo en la mata. Y viene un hijo de puta y lo mete en una lata y lo manda pa' Caracas". Aunque en realidad este último es una crítica contra quienes se enriquecen a costa del trabajo de los currantes, tal como escribió otro exiliado, Bizco Amare.
Antes de arrancar "La caña por pasodoble de El Gallina", con la guitarra colgando -porque también iba para guitarrista flamenco- cuenta al público que, para él, hay una palabra que resume toda la historia de España, que "une el flamenco, la tauromaquia y el fútbol", y es "Olé". En teoría, con esa interjección iba a finalizar el concierto, cronometrado "porque ahora el artista acaba de actuar y ya no puede ir a cenar", en referencia al horario de toque de queda (22:00). Aun así, la calidez de los aplausos de los presentes hace volver al Niño de Elche y Raúl Cantizano para, casi en el borde del escenario, y sin micros que amplifiquen, despedirse con unas bulerías rematadas con "María de la O".