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5 razones para volver a escuchar el primer disco de Morcillo El Bellaco y Los Rítmicos

A propósito de la charla de los músicos Juan Carlos Tomás (Juanki) y Aroa Morcillo y los periodistas Rafa Cervera y David Hernández (Nomepierdoniuna) organizada por la Fundación Sgae en el Menador de Castellón sobre ‘Moros en la costa’ (Discos Medicinales, 1985), el primer disco largo de Morcillo El Bellaco y Los Rítmicos, desgranamos las principales razones por las que pensamos que merece la pena volver a escucharlo.
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1. La canción que rompió el “Hielo”. Es el emblema del disco y casi de la trayectoria de Morcillo, fallecido en 2015. Uno de los pocos hits castellonenses indiscutibles, coreada hasta hoy en día en boca de bandas de versiones y su público, con estribillo reconocible, 100% rockera y muy representativa de su carácter indomable (“No sé qué pasa que no puedo adaptarme a este mundo tan serio, por la mañana salgo a la calle y la gente es de hielo”). Aunque hay otras igual de buenas o mejores como “Estoy borracho” o “Quería el mundo cambiar” (por no hablar de -fuera de este disco- “No voy a pensar más” y “La televisión”), “Hielo” es la canción a la que más “tragos” le hemos pegado y que sigue aguantando bien el paso del tiempo.

2. Castellón, subida a la Nueva Ola. Después de que “La Estrella” de Los Auténticos se apagara casi antes de brillar, el debut de Morcillo El Bellaco y Los Rítmicos fue el primer disco largo de música rock publicado por un grupo de Castellón y, además, lo hizo subiéndose a la Nueva Ola a tiempo, conforme lo hicieron, por ejemplo, Siniestro Total desde Vigo. Con canciones, con discurso, con un sonido en la onda del momento y con una estética cuidada. Moros en la costa fue presentado en directo en salas como el KGB y Zeleste de Barcelona y puso los cimientos para que, un lustro después, Los Romeos se pudieran aupar al estrellato con la misma base de músicos que Los Rítmicos: Pedro López (bajo), Juan Carlos Tomás (guitarra) y José Ángel Leiros (guitarra); manteniéndose Juan Morcillo en la retaguardia y con Patrizia Escoín al frente.

3. El talento compositivo de Juan Morcillo y Pedro López. Y, precisamente, el hilo conductor entre Moros en la costa y “Mi vida rosa” es el tándem compositivo formado por Juan Morcillo y Pedro López, responsables de las mejores canciones pop y rock que se han firmado nunca en este rincón del Mediterráneo con permiso de Miguel Ángel Villanueva y Fèlix Gimeno (y Santi Campos cuando vivía en Castellón). Capaces de crear estribillos inmediatos y, al mismo tiempo, atemporales, con el mismo poder adherente tres décadas después, a medio camino entre el rock y el pop; con aderezo punk y personalidad propia.

4. Autogestión como huida hacia adelante. Revisando los créditos de Moros en la costa se constata que la mala experiencia vivida por Los Auténticos, con discográficas de postín -Edigsa- que palmaban justo cuando tenían que lanzarlos, sirvió para algo: montarse la guerra por su cuenta sin esperar a que nadie lo hiciera por ellos. Independencia y autogestión como apuesta, al menos, de supervivencia. Así, Miguel Ángel Villanueva se encargó de la producción (se grabó en Bali Estudis de la Vall d’Uixó), de algunos arreglos y hasta de la edición, con su propio sello, Discos Medicinales, que también daba nombre a una tienda que sigue aguantando marea en la céntrica calle Josep Pascual Tirado de Castellón. Juan Morcillo, por su parte, se encargó del diseño de la portada, como solía hacer en aquellos años con todos los LP, singles y las camisetas con muy buen gusto.

5. La incorrección política. Un buen gusto como dibujante y diseñador que no tuvo Morcillo en algunas de sus letras, ni tampoco en sus habituales comentarios zafios en los directos entre canción y canción. Música, jarana y mujeres (“niñas” en todo el disco) siempre aparecen mezclados de forma descarnada hasta fundirse sin ambages en “La voz en el estéreo”, el primer corte -por otro lado espléndido en su conjunto- de Moros en la costa, otro ejemplo de título horrendo. Una clara prueba de la libertad de expresión que se respiraba en esa época en España (como bien subrayaba recientemente Pablo Carbonell en una entrevista), que permite conocer cómo eran los tipos duros o desinhibidos en los 80 a través de sus letras, y que hoy la corrección política imperante, cuando no la Ley mordaza directamente, harían impensables. Otra cosa es la valoración, claro, porque su forma de tratar a la mujer en sus letras es a todas luces machista, pero puesta en contexto ayuda mucho a entender la época y al personaje. Absolutamente irrepetible.

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