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María de la Flor en el Auditori. Una agradable sorpresa para espantar las amarguras

Una de esas sorpresas agradables que te alegran el día. Vino de la mano de María de la Flor en el Auditori de Castelló el primer sábado de la No Magdalena. La todavía poco conocida compositora y cantante madrileña sacó lustre a su repertorio y protagonizo uno de esos conciertos en que dices y escuchas con reiteración la exclamativa frase "¡Qué bonito!".
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María de la Flor, una agradable sorpresa en el Auditori de Castelló. Foto: Carlos Pascual (slowphoto.es).

Anunciar a María de la Flor en la Sala Simfònica del Auditori de Castelló -la de mayor capacidad- se antojaba una apuesta osada. La carrera de la cantante madrileña es todavía breve en cuanto a tiempo y exigua en el lado de la producción: cuatro singles en el mercado desde 2019. Composiciones tildadas recurrentemente como "bellas" en los comentarios de redes sociales. Pero el nombre artístico de María Martín aún no ha traspasado los límites de un círculo de seguidores de dimensiones modestas. Con este condicionante, el traslado del concierto a la Sala de Cambra resultó un acierto. En realidad, el número de espectadores hubiese sido el mismo, pero ese centenar de atentos presentes en este espacio más menudo -súmale el aforo reducido por cuestiones sanitarias- proporcionaron una calidez extra a una actuación convertida en un delicioso de mí para ti. Un ambiente disfrutado por los espectadores, y también por los músicos en la tarde del 6 de marzo de la No Magdalena.

"No esperaba tanta gente" comentó María de la Flor después de cantar su inicial "Deseo". Es posible que este concierto la reafirme en su intención de adentrarse en el mundo de la música, algo que no tenía claro ni incluso con sus dos primeros singles, "Desierto" y "Dice la abuela" (2019), ya disponibles en el mercado digital. Tras esos temas adornados por cuerdas clásicas, su siguiente paso ha sido la grabación de Temple. Un ep del que solo ha avanzado "Vidrieritas" y "Silla vacía", pero que se plantea con una perspectiva más decidida, empujada tal vez por el productor Diego Galaz, un inquieto músico folk a quien esta carabanchelera de 27 años admira y de quien recibió el sorprendente -para ella- halago en el sentido contrario tras escuchar sus primeras canciones. La otra parte del reto es ir mostrando su repertorio en público, propósito muy mayoritariamente centrado hasta la fecha en Madrid... y Castelló le concedió su beneplácito.

Desde la izquierda: Ignacio Martín, Álvaro Ayuso, María de la Flor y Helena Martínez. Foto: Carlos Pascual (slowphoto.es).

Era tan de prueba -y a la vez, confirmación- este concierto integrado en el ciclo Un món de músiques del Institut Valencià de Cultura (IVC) que suponía el estreno por parte de María de la Flor de este formato... bueno, formatos. "En principio íbamos a venir Helena Martínez (chelista) y yo, pero luego se apuntó mi hermano, Ignacio Martín (bajo), y después Álvaro Ayuso (guitarra acústica y segunda voz; componente del grupo Club del Río)", explicó la protagonista, que fue variando entre uno, dos, tres y cuatro intérpretes según el tema del set-list.

La primera mitad del concierto lo ocupó la parte aún anónima de su proyecto, la de canciones no publicadas -salvo alguna excepción en forma de vídeo no oficial- y la inminente "Naves", el tercer single de Temple. A pesar de ser un material desconocido para su público de Castelló, las letras cuidadas y transmitidas con una bonita voz, más una nada ostentosa pero sí práctica instrumentación acústica, resolvió esta primera mita de manera satisfactoria. Como bonus: las explicaciones entre canciones de esta violinista de Conservatorio metida a cantante y guitarrista. Destacó sobre todo la complicidad en el mano a mano con su guitarrista en la curiosa concatenación de "No somos extraños", una ranchera inspirada en el tango que sonó a continuación, y la versión de "Como dos extraños" de Roberto Goyeneche, con Álvaro a la voz solista.

María de la Flor. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Le cantó al desamor en "La flor y la espina" antes de introducirse en el terreno más conocido: "Vidrieritas", "Silla vacía", "Desierto" y "Dice la abuela". Cuatro temas que demuestran tres cosas: su gusto por la tradición oral que ha transmitido históricamente la cultura de los pueblos, su intención de compartir lo que se mueve por debajo de su "pecho de cristal" y sus vínculos con sus yayos, ya sea Orlinda, la interlocutora de su tema más conocido o el abuelo al que le cogió prestado su apellido para convertirlo en su marca artística. "Mírame" puso el punto casi final a un concierto acogido con aplausos tan sentidos como las letras, comentarios de "¡Qué bonito!" y algunas puestas en pie. El bis correspondió a "El enemigo", donde subyace la base de todo el proyecto musical de esta psicóloga de profesión: "Canta conmigo y yo espanto al enemigo", o sea, aleja las penas y las amarguras.

María de la Flor, dando luz al sábado. Foto: Carme Ripollès (ACF).

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