El FIB 2014 volvió a intentar mezclar el sábado, obviando que prácticamente son agua y aceite, los conciertos dirigidos al sector menos exigente de su jovencísimo público británico y los que venían a rendir tributo a su brillante historia para celebrar el 20º aniversario. En la programación y en la respuesta de asistentes ganaron los primeros; en lo estrictamente artístico, los segundos. Y, claro, la cosa chirrió. Primero porque el agravio de programar a Katy B en el escenario principal mientras se relegaba a Manic Street Preachers al secundario fue imperdonable, como se encargó de demostrar ostentosamente la banda de Gales con una actuación contundente, frente al ensayo de gala de fin de curso de instituto de la británica. Segundo, porque algunas de las imágenes que está dejando el escenario Maravillas (disfraces de perro, biberones gigantes, coreografías imposibles…) son más propias de gala de MTV en busca de buenos cortes para los telediarios que de un festival musical que marca tendencia. Y tercero porque los que tenían que arreglar el desaguisado, los Libertines de Pete Doherty, están muy cerca de ser un caso perdido: no respetaron ni sus propias canciones. La pregunta sería: ¿el FIB, este FIB, definitivamente prefiere a Katy B que a Cat Power, que también ofreció un portentoso concierto en el escenario de los chicles? En el apartado de electrónica y música urbana, de baile y frenesí, la cosa siguió funcionando a las mil maravillas, en esta ocasión con Ingrosso y Example. Las bandas estatales también rayaron a gran altura el sábado: Triángulo de Amor Bizarro, Tachenko, Jero Romero, Maronda, Los Nastys, El Último Vecino y Hominidae. Entre ellos, Skizophonic, quienes ofrecieron un concierto enérgico y repleto de buenas vibraciones para hacer historia al convertirse en la primera banda 100% de Benicàssim que actúa en el FIB.
Pete Doherty y Carl Barât maliciaron con despreocupación el estupendo repertorio de The Libertines en el escenario Maravillas, a priori uno de los grandes atractivos del 20º FIB por la exclusividad tras su regreso a los escenarios. Lo que en sus dos discazos, Up the Bracket (2002) y The Libertines (2004), era frescura, crudeza y actitud, diez años después lo han reducido ellos solitos a mero post punk revival con poca pegada, excesivamente impreciso, por momentos rutinario. Sin duda, sus hits más celebrados como “Don’t look back into the Sun” o “Can’t Stand Me Now” –el particular momento Pimpinela de Doherty y Barât- fueron muy bien recibidos, pero el conjunto de la actuación de los ingleses no llegó a cuajar pese al bis y la extensión del setlist. Y es un caso reiterativo: cuesta encontrarle la gracia a esa forma tan ostentosa de dilapidar su propio talento que exhibe Pete Doherty.
Muy al contrario, aunque también tirando de nostalgia claro está, el concierto de Manic Street Preachers funcionó de principio a fin en el escenario de la goma de mascar. La banda galesa actuó y triunfó en Benicàssim en 1999 y en 2001 en su escenario principal. Donde debería de haber regresado el pasado sábado, conforme evidenció la masiva asistencia de público y, sobre todo, su pletórica actuación. Repasaron toda su discografía con convicción y solvencia, arrancando desde la cumbre -“Motorcycle Emptiness”- y, a pesar de los problemas de sonido, sin bajar el listón en ningún momento hasta terminar por meterse en el bolsillo a todo el público, tanto al veterano como al de nuevo cuño. Un concierto épico, repleto de himnos que hicieron rememorar aquellos FIB del cambio de siglo con una sonrisa de oreja a oreja.
Justo después, sobre el mismo escenario, otro de los mejores momentos de la noche apartado del escenario principal del FIB: Cat Power. Apoyados sobre la formidable voz de Chan Marsall –muy quejosa con el sonido de monitores en los primeros compases-, los norteamericanos ofrecieron un concierto sólido y elegantísimo. En contraste sideral con lo que un rato antes había perpetrado en el Maravillas la británica Katy B, precoz cantautora londinense que arrasa en las islas que en Benicàssim sólo hizo que soliviantarnos con canturreos y bailes más propios de finalista de programa de TV de cazatalentos en apuros. No obstante, una amplio sector del público acogió su concierto con entusiasmo. Eso es así.
La gran incertidumbre del sábado era el concierto de Lily Allen, principalmente porque sus dos anteriores presencias en el FIB se habían suspendido –por lo que ella misma, incluso, pidió disculpas-. Pero esta vez sí. La también londinense se apoyó en su pop fácil y bailable, sabiendo llevar a la perfección el ritmo del directo, con buenas subidas y bajadas e interactuando en todo momento con el público, para conseguir que la hora de actuación se quedara corta. Y luego está la otra cara, la ordinaria, la de espectáculo facilón, con una legión de bailarinas con caretas de perro, biberones gigantes (¿?) y cambios de vestuario. Con todo, quizás por el cargo de conciencia de haber dejado tirado de forma reiterada al festival, lo cierto es que Lily Allen dejó un buen directo, demostrando que el pop de consumo masivo se puede subir al escenario principal del FIB con brillo; lejos del despropósito de Katy B el mismo sábado o Ellie Goulding el viernes.
Lo que también parece que cada vez tiene más tirón dentro del cartel del FIB son las propuestas más urbanas. En esta ocasión el turno fue para el rapero británico Example. El escenario Trident se llenó hasta arriba, pero probablemente fuese más por la fórmula fácil de rapero que ahora también canta sobre bases musicales contundentes (gracias al acompañamiento de sus músicos). La clave: Example consiguió convertir todo eso en un directo poderoso, con el que era más fácil bailar y disfrutar que quedarse maravillado por la técnica. Un concierto notable ante un público absolutamente entregado.
Y, una vez más, electrónica para cerrar el Maravillas. Esta vez de la mano de uno de los peces gordos del cartel: Ingrosso. Electrónica con tirón comercial y una puesta en escena visual capaz de abobar a cualquiera que estuviera ahí. No es alguien más del montón, sino que más bien fue uno de los que empezaron a mover ese montón. El que fuera miembro de Swedish House Mafia llenó la noche de luces y confeti, cerrando el escenario principal recordándonos que no nos tenemos que preocupar. O sí.
Por la tarde, mientras propuestas como la nueva banda británica Telegram se deshacían como un azucarillo sobre el escenario, el nutrido cartel de bandas estatales rindió con una media muy alta. Empezando por los que se subieron al escenario Maravillas: Triángulo de Amor Bizarro –cada vez más sólidos- volvieron a soltar una tremenda tormenta de distorsión y melodías, que este verano pasearán por muchos puntos de la Península, incluido el Arenal Sound de Burriana el próximo 1 de agosto; y los valencianos Maronda mostraron su brillante repertorio de canciones atemporales. En el FIB Club, Jero Romero presentó su nuevo disco, Grieta, tan reciente que el público siguió cobijándose en los mejores momentos de Cabeza de León. Con un precioso diseño de la conspicua Paula Bonet en el parche del bombo, la banda del toledano volvió a cabalgar con paso firme ante el aplauso cerrado del público. Un público eminentemente patrio, que el sábado se hizo fuerte en ese escenario, ya que tanto antes –con los ganadores del Proyecto Demo, Hominidae, y con unos enérgicos Nastys- como poco después -Tachenko y El Último Vecino- los grupos nacionales prácticamente coparon su programación. Especial mención a Tachenko, que terminó el concierto en celebración después de haber repasado su larga trayectoria de canciones imperecederas.
Y, para terminar, llegamos a la casilla de salida del sábado. La hora y el día en que por primera vez en los 20 años de historia del FIB un grupo íntegramente de Benicàssim, Skizophonic, se subía a uno de sus escenarios. Sin responder a cuotas ni a oscuras maniobras. Sencillamente porque sus canciones, como demostraron, son 100% FIB, inspiradas y maceradas en horas de escucha de bandas internacionales en el festival que hacen junto a sus casas desde que eran unos críos. En el que soñaban tocar algún día. Y, lejos de agarrotarse o verse desbordados, Nacho, Gascón, Dan, Eloy y Carlos lo hicieron realidad con una sonrisa de oreja a oreja, convencidos y convincentes, disfrutando a tope del momento y compartiéndolo con el público. Hicieron una cuidada selección de canciones de sus cuatro discos publicados desde 2008, con especial atención al último, Velodrome, para mostrar todas sus pieles, desde las más punk a la más bailarina pasando por la soul. Estuvieron muy bien arropados por las Skizonettes a los coros y por su público, menos escaso de lo que es habitual en la apertura del recinto (18:00). Y demostraron, en definitiva, que son mucho mejores las Papas García que las Pringles. Dónde vas a parar.