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El paisaje de Rauelsson

La poesía, a veces, se escribe sólo con notas. Así lo demostró el sábado pasado Rauelsson en el Paranimf de la Universitat Jaume I en el concierto con el que cerró la gira de presentación de su último disco, el instrumental 'Vora'. Sus canciones son ahora cuadros sin personajes, en los que el fondo es el todo, aunque su pincel y sus composiciones son perfectamente reconocibles. Se hizo acompañar por una quincena de músicos que rayaron a gran altura, incluido el norteamericano Dave Depper, bajista de North and Western. Anne Müller abrió la noche haciendo virguerías con su chelo.
  
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Rauelsson suele hablar con el público en los conciertos. Y lo hace con mucha gracia. Suele coger la guitarra española y suele cantar una melodía, por mínima que sea. Por eso, al verle en directo el sábado pasado en el Paranimf de la UJI interpretando las canciones de Vora, su último trabajo, acompañado de pianos, sintetizadores y sonidos eléctricos mezclados con otros de grabadora analógica, sin guitarra y sin melodía vocal, la pregunta es obligada: ¿pero este es Rauelsson?

Sí, alzamos la mirada y vemos a Raúl Pastor, un castellonense con un talento descomunal, aunque Vora se acercaría más a un proyecto paralelo, a un alter ego del creador. ¿Pero a Rauelsson...?

Fue más de una hora de música arriesgada que provoca sensaciones encontradas (a veces relajante, a veces inquietante) y muy personales en función de quien la escuche. Una especie de reflexión musical involuntaria que lleva al espectador a dónde él quiera... ¿Y eso es Rauelsson?

Hasta que llega un momento, un instante, en el que todo encaja. Peercibes entonces que sí, que todo eso también es Rauelsson, que estaba en sus trabajos anteriores y que no lo habíamos percibido porque la guitarra y la voz estaban en primer plano. Ahora las aparta para mostrarnos el entorno, un paisaje que antes también estaba presente, aunque era menos evidente. Era el paisaje de Rauelsson, con el que envolvía sus canciones.

A él le gusta arriesgar. Y ha optado por elevar los paisajes a categoría de canción. Sí, puede haber cambiado el formato, la temática y los códigos, pero sigue estando su sello, su estilo. Su marca. Son cuadros ahora sin personajes, en el que el fondo es el todo. Pero sigue siendo su pincel y sus composiciones.

En los paisajes musicales de Vora combina sonidos orgánicos y únicos (como hizo al final de su concierto, en el que utilizó la voz del público, cantada al momento y registrada con una grabadora analógica) con otros digitales. Se hizo acompañar por una quincena de músicos que completaban un entorno musical lleno de sutilezas, de intensidades mínimas y medidas. Entre ellos, el violinista alemán Christoph Berg, el percusionista César Peris, el Grup d’Autoajuda (con la participación excepcional de Fèlix Gimeno de Les Deesses Mortes) el Grup de Veus Música Viva. Y, como colofón, se subió al escenario Dave Depper (bajista de Northfolk and Western, quien colaboró en el disco de La siembra, la espera y la cosecha), músico estadounidense que adelantó unos días su viaje a Europa para iniciar gira con el único propósito de estar con Rauelsson en esta fiesta final de curso, poco antes de que el castellonense regrese por un tiempo a Portland.

También le acompañó la violonchelista alemana Anne Múller, quien abrió el recital con un concierto en el que sacó todo el partido posible a su instrumento, a base de capas grabadas in situ (percusión, bajos, melodías...) hasta alcanzar momentos de enorme belleza poética.

Y es que a veces la poesía también se escribe con notas.

Rauelsson, acompañado de todos los músicos para saludar al público al finalizar el concierto. Foto: Galcerán de Born (Luzazul).

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