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No hubo drones volando, pero sí sobre las seis cuerdas de la colección de guitarras -algunas con siete- que empuñó Matt Bellamy, en forma de dedos, más rápidos que el ojo humano, y eso que las pantallas de alta definición lo ponían fácil. Erigido el pequeño gran genio de Teignmouth en máximo protagonista, en tótem. Aupado en su virtuosismo y en una descollante potencia de sonido, pero también en un repertorio especialmente concebido para la ocasión, que conectó con el público de principio a fin: “Psycho”, “Pug in Baby”, “Hysteria”, “Bliss”, “Isolated System”, “The Handler”, “Undisclsed Desires”, “Supermassive Black Hole”, “Drones”, “Madness”, “Deead Inside”, “Starlight”, “Time is Running Out”, “The Globalist... Todas y cada una, repasando su trayectoria. Con sus interludios, sus guiños a los clásicos, sus ensimismamientos… Casi dos horas de rock total, reventón y ampuloso aunque, por momentos, demasiado suntusoso, grandilocuente, empalagoso. Su propio show efectista simbolizó ese exceso: tuvieron que terminar la actuación 20 minutos antes de lo previsto porque las serpentinas que dispararon se quedaron prendidas de las luces y había que evitar que el incendio emocional terminara en fuego real.
Muse salía triunfal del escenario al que regresaban casi una década después, cuando en 2007 presentaban el Black Holes and Revelations y dejaban boquiabierto al público del FIB, convertidos en una banda de proporciones ciclópeas que llena estadios y pabellones por todo el mundo, quizás la más grande que haya pisado nunca Benicàssim, en pleno estado de forma. Así se sintió en el recinto durante toda la jornada, con centenares de personas luciendo camisetas del grupo y asegurando posiciones en el escenario grande con mucha antelación. Y así también lo reflejaron las cifras, ya que el sábado el festival colgó el cartel de no hay entradas por primera vez en muchos años.
Conforme explicó Melvin Benn en la rueda de prensa de balance del FIB 2016 en el hotel Bonaire, el festival recuperó la asistencia de público de los mejores años, en gran medida gracias al efecto Muse, con una media de 40.000 personas diarias, cifra que el empresario irlandés calificó de “fantástica”. En cuanto a la procedencia, la proporción de británicos e irlandeses y españoles sigue equilibrándose, con un 48% vs. 46%. Benn se posicionó abiertamente contra el Brexit a preguntas de los medios, afirmando que“no tienen ni idea de lo que están haciendo”, y descartó que afecte al futuro del festival. Y también lanzó una interesante reflexión final, que apunta claramente a que la mezcla de estilos y generaciones que ha presentado este año el cartel del FIB ha venido para quedarse: “La gente escucha la música de una forma diferente en plataformas como Spotify, grupos distintos atraen a un mismo tipo de público y viceversa; las nuevas formas de escuchar música ya no segmentan al público por estilos”.
Sufriendo haber sido programados a la misma hora que Muse, pero con uno de los directos más que destacables del sábado 16 sobre el Escenario Visa. The Kills llegaba con fuerza (y con apagón durante el concierto incluido) y con buenas dosis de rock para contraatacar al efecto Bellamy. Increíblemente contagiosa la energía y la garra de Alisson Moshart y la potencia con la de The Kills defendieron su directo. Probablemente la que más sufrió el lleno de Muse fue Soledad Vélez en una carpa Radio 3 FIB Club casi desierta. Tal vez esa fue la razón de su actitud un tanto desganada durante el concierto; aunque que se estuviese colando el sonido del resto de escenarios y no se le pudiese escuchar con claridad tampoco debió ayudar mucho.
Por el contrario, Neuman se benefició de la euforia posterior al concierto de Muse. El músico murciano, plenamente recuperado de la pájara del pasado invierno, fue cocinando poco a poco un concierto que terminó por abarrotar y meterse en el bolsillo al público de la carpa Radio 3 FIB Club, con canciones repletas de emoción y coreadas como “By Fear/Hi Love”, “Turn It” o “Tell You”, convertidas ya en auténticos hits. Y todo ello a pesar de la deficiente sonorización, que lastró claramente el concierto, y también a pesar de una repetitiva tesitura que por momentos abusa del in crescendo.
Una vez acabado Muse parecía que el público del FIB tenía ganas de bailar, y los más adecuados para conseguir esto fueron Delorean, quienes a base de electrónica y pop parece que provocaron un efecto llamada en el escenario South Beach. Unas horas antes, sobre ese mismo escenario pero con menos efectividad, los asturianos Fasenuova. Llegaban con carta de recomendación y lo cierto es que su pop electrónico con aires psicodélicos acababa resultando un tanto monótono e insulso. Mientras, en la carpa se encontraba con los ritmos surf-rock con actitud garage de The Shivas. Durante el concierto, The Shivas hicieron un guiño a Hinds, quienes estaban en las primeras filas.
Otro de los nombres protagonistas de la noche pisaba el escenario secundario. Bloc Party, capitaneado por un Keke Okereke (voz y guitarra) con una personalidad arrolladora, conseguía despegar al público del suelo. Las críticas de su último trabajo, Hyms, apuntaban a que la banda estaba perdiendo fuelle, pero lo cierto es que sobre el escenario del FIB parecía todo lo contrario. Y más si recuperan algunos de sus clásicos (“Helicopter”, “Flux”).
El escenario Las Palmas tenía guardada otra de las grandes bazas de la noche. Los hermanos Lawrence o, lo que es lo mismo, Disclosure convirtieron el escenario principal en una pista de baile. Electrónica con trazos pop que fue fácil de digerir, disfrutar y de bailar. Sobre todo por el público inglés, como el mismo Guy Lawrence comprobó entre bromas sobre el escenario (también aprovechó para recordar cómo hace unos años él era el fiber). Su sonido y la forma en la que se desenvuelven es de diez, y observarles por las pantallas era cautivador. Contaron con la presencia de Brendan Reilly en “Moving Mountains”.
También ocurrieron otras muchas cosas antes de Muse. Como por ejemplo el contraste entre Baywaves en el escenario Radio 3 FIB Club al de una Zahara en el escenario Visa. Con aspecto de no haber roto nunca un plato y presentando su disco Santa (2015), Zahara demostraba que sobre el escenario es pura fuerza. No hubo un segundo de su concierto en el que no derrochase calidez y energía, que fácilmente supo contagiar entre un público al que le repitió varias veces su agradecimiento y con el que cantó al unísono “El deshielo”.
Y especialmente con The Coral, en Las Palmas. En perfecto contraste con la grandilocuencia que después invadiría ese mismo escenario principal con Muse, la banda inglesa cocinó con las mejores artes su folk-rock con ribetes psicodélicos setenteros, atemporal pero con la esencia de los 90 de donde provienen. Pero también Echo & The Bunnymen en el escenario secundario, mostrando su perfil más festivalero tirando de sus clásicos post punk más reconocibles como “The Killing Moon” para satisfacción del público hispano-británico. O el trío londinense Three Trapped Tigers en el escenario J&B South Beach Dance, una de las sorpresas de la tarde del sábado con su original mezcla de guitarras, sintetizadores y ritmos que no dejaron a nadie indiferente. O Capsula abriendo el escenario principal con su torrente ruidista y homenajeando a Bowie… quien definitivamente nunca ya podrá pisar un escenario del FIB tras estar en las quinielas de los medios y en los anhelos del público desde principios de siglo…
“How much a dollar cost?” (título de la canción, como él mismo ha afirmado, favorita de Obama) se podía leer en la pantalla que gobierna el escenario Las Palmas. Era el turno de uno de los cabezas de cartel de esta edición. Kendrick Lamar ponía como protagonista de la última jornada del FIB el hip hop. Fuera de todos esos estereotipos de rapero (sin grandes colgantes, gorras planas o pantalones XXL). Tampoco mc de apoyo ni dj, sino una banda, que añadía un toque funk a las rimas de un Kendrick Lamar que pisaba con increíble intensidad (que supo mantener hasta el final) el escenario principal del festival al ritmo de “Levitate”.
Entre canción y canción, Kendrick Lamar, que no paró ni un solo momento quieto, miraba fijamente al público, tal vez para leer de qué manera, poco inusual en el festival, las pancartas que portaba la gente hablaban de igualdad social y antirracismo, para comprobar si esa gente que coreaba sus temas (con un aclamado “King Kunta”) de verdad estaba entendiendo todo lo que puede llegar a ser su música o simplemente para que pareciese que, por un momento, todos podíamos llegar a intercambiar esa mirada con él y los entresijos de sus rimas. Terminó, como no podía ser de otra forma, con “Alright”.
El cierre del escenario Las Palmas, justo antes de que sonase el último y tradicional vals, fue uno de esos que se quedan grabados. ¿Los culpables? Massive Attack y el juego de mensajes que proyectaban las pantallas del escenario. Tal vez deberían empezar a pasar esas proyecciones en las televisiones para que pudiéramos entender un poco mejor el mundo. En esas pantallas de leds había sitio para la ironía (bromearon hasta con la presencia de Pedro Sánchez y Andrea Levy en el FIB y hasta con el caloret) y para un mundo en el que el tiempo corre y parece que nos cueste parar a respirar y entre todo ese caos, en donde se nos olvida que todos acabaremos en el mismo punto. El uso de siglas políticas, logos de grandes empresas, referencias al Brexit y el recuerdo de lo sucedido el 14 de julio en Niza, pero también el de todo lo que ocurre en otras partes del mundo y que parece que nadie recuerda.
Números y más números que bailaban al ritmo trip hop y electrónica que marcaba Massive Attack. Sobre el escenario les acompañaron la portentosa voz de Shara Nelson y algunos miembros de Young Fathers (“Voodoo in my blood”). Éstos habían estado unas horas antes en el escenario South Beach siendo, probablemente, uno de los conciertos más sorprendentes del domingo 17. Intentar catalogar su sonido en un estilo sería caer en la trampa de creer que Young Fathers pertenece a algún género. Representando la cara más fresca del hip hop, pero también con toques r&b, electrónica e incluso música africana. Una delicia y un grato descubrimiento.
Hubo mucho más rap en el último día del FIB. Tras Kendrick Lamar parecía obligatorio moverse hasta el escenario Visa para deleitarse con la sesión de Dj Shadow. Los scratches se hacían con todo el protagonismo, el sonido hip hop experimental acariciaba el festival mientras recordaba esos aires entre calle y club de los noventa. Necesario fue también poner el ojo también en Little Simz (con cambio en el horario), y es que no es muy habitual ver a mujeres rapeando sobre un escenario. Lo peor tal vez fue que su concierto tan sólo duró media hora.
Una carpa a reventar tras el directo de Massive Attack con Buenavista. El escenario Radio 3 FIB Club también fue testigo durante la última jornada del festival del directo de Chucho, que sonó muy bien (teniendo en cuenta la mala sonorización de la carpa) y Chicano Bulls. Estos últimos, grupo compuesto por miembros de The Parrots y Los Nastys, sube al escenario una especie de aparente descontrol que en realidad queda perfectamente ordenado. Todo con esa apariencia de hemos venido a hacer lo que nos dé la gana o, como ellos parece ser que lo llaman, “bailar cumbia”.
También hubo hueco para esos momentos al más puro estilo MTV-festivaleo fácil que se suelen esconder entre el cartel del festival. Como fue el directo de Jess Glynne, que hizo lleno en el cartel y fue el caramelo perfecto del público, mayoritariamente inglés. Algo similar a lo que ocurriría horas después con The 1975, un pop fácil y bailable sin muchas más luces. Jess Glyne, con coristas y coreografías eurovisivas, puso a bailar a un público que coreaba cada canción (“Don’t be so hard on yourself”, “Hold my hand”); sin olvidar el conocido “Rather be”, y que ya pudimos escuchar en la edición de 2015 de la mano de Clean Bandit.
La tarde del domingo se abría con un Alberto Montero, perfecamente escoltado por el bajista y corista castellonense Xavi Muñoz, desafiando a un sol de justicia y de cara, al cansancio acumulado de tres días de festival, al asfalto que protagonizaba la explanada frente al escenario, con un escasísimo público y, por si fuera poco, a una gastroenteritis que dejó noqueada a media banda (guitarra y batería). Aún así, las evocadores canciones mediterráneas del compositor de Sagunto terminaron por mezclarse con los rayos de sol para empezar a remontar la tarde. Poco más tarde, en el escenario Suth Beach Pool Party, el dúo castellonense Waweekends –quienes cerraron la fiesta de Nomepierdoniuna 2015- también contribuyeron a desperezar la última jornada con su infalible dancehall-jungle.
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