Música >> Festivales, Portada

Xavi Muñoz (FIB 2016): “Algún día molaría tocar ahí”

Entrevistamos al bajista y productor castellonense Xavi Muñoz para repasar sus cuatro años de músico profesional acompañando a Laetitia Sadier, Dorian Wood o Daniel Johnston ante su próxima actuación con Alberto Montero en el FIB 2016, donde en los 90, entre el público, suspiraba con subir a sus escenarios.
  
Envía Envía
Imprimir Imprimir

Noticias relacionadas

Etiquetas

, , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

Xavi Muñoz posa para esta entrevista frente al Espai d’Art Contemporani de Castelló con dos de sus perras, Olivia (la podenca de color canela que mira al flash) y Wala (la collie blanca que mira a la cámara). Foto: Carme Ripollès.

>El domingo 17 de julio actúas en el FIB (20:00, Escenario Visa) con Alberto Montero. Vuelves al festival de al lado de tu casa, al que has ido tantas veces a divertirte y también a trabajar, para subirte a uno de sus escenarios, ¿cómo lo imaginas?
Entre los festivales de Castellón, sobre todo para nuestra generación, los que tenemos ahora entre 30 y 40, el FIB es un gran tótem. Cuando llega el FIB en el año 95 a muchos de nosotros nos abre los ojos a la primera división de calidad de la música que se hacía en ese momento. De repente podías ver al lado de casa a bandas como Stereolab, Radiohead, Tortoise, Sonic Youth… y tantísimas otras… porque una de las cosas buenas que tenía el FIB es que dentro del indie, o lo que en ese momento se llamaba indie, era bastante abierto, entonces igual podías ver a Belle & Sebastian, que entre comillas eran unos moñas para los que les molaba el rock, como podías ver, no sé… Cosas de hip hop o de electrónica, que luego hubo una escena bastante chula de electrónica. Entonces, para mí, yo recuerdo ver a esa peña en directo y pensar…

>Yo quiero estar ahí…
Esa es una de las cosas que piensas: “Yo quiero estar ahí” o, al menos, “cómo molaría algún día tocar ahí”. Era cuando tenía 18 o 20 años, cuando me molaba mucho la música y tenía cierta intuición; todo viene un poco de ahí, de tus deseos cuando tienes esa edad, como con el resto de cosas de tu vida. En ese sentido, los festivales tienen un componente de formación que te abre los ojos a lo que hay fuera, sobre todo en un momento en que no utilizábamos internet. Nos abrieron los ojos a esa primera división, a esa canela de lo que se estaba haciendo en ese momento. Entonces, si tienes la mente abierta, te sugiere maneras de poder desarrollar lo que tú estás haciendo o intentar ir hacía un camino distinto. Por eso es muy importante que se programen artistas de calidad.

>¿En qué punto llega Alberto Montero después de lanzar su tercer disco, Arco Mediterráneo, y el gran éxito que tuvo vuestro concierto en el Primavera Sound?
Esta semana haremos unas fechas por Galicia con Alberto, que servirán de calentamiento para el concierto del FIB. Parece que este disco esté siendo la confirmación para un público más amplio. Estamos muy contentos con la acogida que están teniendo los temas en directo, y lo que pasó en el Primavera Sound va en esa dirección. El del FIB será especial para nosotros, ya que Alberto y Marcos también han asistido muchos años como público. Una pena tener solamente 30 minutos, ¡pero los aprovecharemos al máximo!

>¿Qué participación has tenido en la grabación de Arco Mediterráneo?
Los bajos son míos, tanto las composiciones como la ejecución, y después algunas percusiones y coros, porque como lo grabamos en Vila-real [Espurna Indret, base de operaciones del Grup d’Autoajuda], pues me involucré más en todo el proceso. Lo produce Román Gil, que es el guitarra solista, y él y yo hicimos de técnicos de grabación. Poníamos micros, hablábamos de qué micros íbamos a poner, etc. Entonces, claro, estás tan dentro del proyecto que vas sugiriendo, es como un brainstorming continuo.

Xavi Muñoz (derecha), acompañando al bajo a Alberto Montero en su actuación en el Primavera Sound 2016. Foto: Paco Poyato.

>Volviendo a los festivales, sobre todo los de verano ahora que estamos en plena temporada, ¿puede ser que con los años los festivales, y no solo el FIB obviamente, se hayan convertido en parques temáticos de la música en directo, perdiendo un poco ese espíritu de descubrir nuevas propuestas del que hablabas?
Claramente. Y eso es porque la cultura se ha convertido en entretenimiento, no la concebimos por sí misma; y aunque la cultura siempre ha de tener un componente de entretenimiento, no todo el entretenimiento es cultura. La diferencia para mí la marca la calidad: cuando hay un entretenimiento que además aporta algo, te hace pensar, le da un bofetón a tu día a día y te dice: “Tío, hay otros tipos de vida, hay más mundo más allá de La Plana; hay algo más allá del Desert de les Palmes y más allá de la Vall d’Uixó”. Cuando te hace pensar así, eso es cultura; eso es lo que realmente te está aportando algo como existencia. Si no, es un mero entretenimiento que lo que hace es adormecerte más. Hoy en día hay muchos festivales, tantos que se solapan unos con otros, y eso no es necesariamente bueno. Está muy bien que haya muchas actividades culturales, pero han de aportar algo más, no tienen que ser sólo una distracción, para que pases por allí y haya alguien en el escenario amenizándote el paseo.

>Y que el músico se termine convirtiendo en un atrezzo, una excusa para el auténtico festival…
Sí, me da un poco esa sensación. No hay una conciencia realmente de lo que es la cultura, y no quiero decir que tenga que ser algo aburrido; insisto: toda la cultura tiene que ser entretenimiento, pero no sólo. La música no puede ser como unas cortinas; tiene que ser alguien que esté delante de las cortinas y que te esté diciendo algo. Otra cosa es que entiendas lo que te está diciendo o que simplemente no te interese, entonces es distinto, pero tiene que haber alguien. La cultura es comunicación, tiene que haber alguien comunicándote algo.

>Hablando de festivales, uno que tristemente desapareció, el Tanned Tin de Castellón, también creo que ha sido muy importante para ti.
Sí, es mi otra gran influencia como festival, junto al FIB. También es más mi palo: poder ver en distancias tan cortas a gente que admiras, pero también a gente que no conoces y que probablemente no vayas a ver nunca más ni vayas a saber de ellos…

>Conciertos extraños que generaban momentos únicos…
Sí, eso es, había cosas que te partían el cerebro: esa banda típica del Tanned Tin que hacía ruido, pero no era ruido; que te tiraba para atrás, pero tenía algo que te hacía quedarte porque estabas entendiendo un hilo comunicativo que había. Ahí estaba pasando algo, estabas entendiendo algo. No se puede explicar bien con palabras, pero ¡coño!, ahí había un discurso. A esa comunicación me refería, a mí me comunicó algo en ese momento. Entonces, aunque no me quedara todo el concierto y luego resulta que era un grupo de culto y tal, a mí me hizo sentirme vivo, me hizo sentir que alguien me estaba contando algo. Y es la misma sensación que tienes cuando vas a ver una buena exposición a un museo o cuando vas a ver una buena peli. Te hacen plantearte y pensar posibilidades, y te hace sentir distinto por lo menos un rato después de que has visto la peli.

>Lo que se dice tener una experiencia estética…
Sí, pero que además la interiorizas y la puedes llegar a transformar en una experiencia vital.

Xavi Muñoz, en segundo plano, actuando por primera vez con Laetitia Sadier en el Teatro Principal de Castellón dentro del Tanned Tin 2012. Foto: Pau Bellido.

>¿Cómo un tipo de 33 años deja un trabajo de ingeniero en plena crisis (2012) para girar por Europa con Laetitia Sadier, una compositora francesa ex cantante de un grupo de culto como Stereolab?
Para mí tenía sentido en ese momento. Todo empezó porque ella iba a venir al Tanned Tin, nos habíamos conocido poco tiempo atrás y venía sola; yo le envié un correo diciéndole: “Oye, si vas a venir sola al Tanned Tin, conozco a un batería [Marcos Junquera] y yo soy bajista; nos podemos preparar tres o cuatro temas y te haces la mitad del concierto con banda, que siempre es más atractivo”. “Ah vale, guay”, nos contestó. Nos envió los temas, los preparamos juntos la noche de antes, durante hora y media, y ella encima estaba afónica, por lo que hicimos un ensayo de mierda básicamente (ríe). Luego el concierto, que podía salir muy mal o regular, pues salió todo lo bien que podía salir. De manera que, a raíz de ese e-mail que le envié y de hacer ese concierto, a Jesús Llorente [codirector del Tanned Tin junto a Jose Luís Cuevas] y los de Buen Ritmo [promotora que también llevaba el festival ese año] les gustó mucho cómo lo habíamos hecho con Laetitia y cuando hicieron la gira de Daniel Johnston en España nos llamaron a nosotros como banda. En 2007, ya me había picado el gusanillo con la primera gira que hicimos con Litius abriendo para The Sea and Cake. Entonces fue cuando Laetitia me ofreció formar parte de su banda estable. ¡Coño, y para mi Laetitia es un referente!, es una de esas voces que reconocerías en cualquier sitio a los cinco segundos de oírla en una radio, en un coche… donde fuera. Entonces, claro, me tiré a la piscina. Si te soy sincero pensaba que estaba mejor pagado (ríe), pensaba que era subir de división con todas las consecuencias. Me di cuenta después de hacer la gira, después de tomar la decisión. Al volver recuerdo hablarlo con una buena amiga, con Mila: “Mira, me pasa esto”, y ella decirme: “Hombre, pero no te lo vas a dejar, ¿no?, tienes un buen curro”. Yo tenía un sueldo más que digno; para vivir en Castellón sin hijos y sin hipoteca, muy bien. Además, mi jefe me respetaba como persona y como ingeniero, las dos cosas, y era la primera vez que me pasaba, que estaba enamorado del trabajo y mis compañeros eran la polla. El curro me gustaba, no era mi curro ideal pero me gustaba, me sentía útil, me preguntaban y mis opiniones valían, que era algo que no me había pasado nunca. Entonces, empiezas a verle valor a todo el tiempo que has invertido en la carrera, a aprender tantas fórmulas de matemáticas y de romperte ahí los cuernos, de repente empiezas a ver de qué va la cosa en serio…

>Y entonces pasa el tren de la música.
Sí, surge esta oportunidad. Y entonces fue como cuando se lo dije a esta amiga: “No, si yo, en realidad, lo que quiero es que me echen del curro para poder hacerlo sin tomar yo la decisión”, ¿sabes? Me sorprendí a mí mismo diciendo eso, porque lo que me llamaba era probarlo; era un tren que con 33 años no sé cuántas veces más iba a pasar. Ahora, visto con perspectiva, lo de Daniel Johnston y lo demás, era como que todo iba en pendiente hasta que pasara algo así.

>Habías probado el veneno.
Sí, sí. Y es eso, quiero decir, la vida de gira es bonita, pero tiene su cara B. Pero, ¡joder, mola! Y es un poco ese veneno que te pica y te dices: “Creo que podría ganarme la vida así, haciendo esto”. Y eso fue, cuando me lo ofrecieron pensé: “Joder, si es lo que yo quería”. Además, Sara [Rodríguez, pareja de Xavi Muñoz] fue la primera que me dijo: “Tío, ¿a qué esperas?, si es lo que siempre has querido”. Y era verdad. Le estaré eternamente agradecido.

>¿Puede que la gira por EE. UU. con Laetitia Sadier en 2015 terminara de dar sentido a esa decisión?, ¿cómo fue la experiencia?
Puede ser, sí. Para mí fue muy importante ir a tocar a otro continente en el que yo no había estado nunca, porque yo no había viajado mucho en mi vida, el máximo tiempo que había estado fuera de España fue de Erasmus siete meses en Lyon; después había viajado a Irlanda, a Londres y tal, pero poco más. Cuando empecé a tocar, cuando tenía 16, 17, 18 años, o cuando hicimos la primera gira de Litius [su banda por entonces en Castellón] con The Sea and Cake en 2007, recuerdo pensar: “Si estos americanos vienen aquí, cómo molaría ir a tocar y conocer un país como Estados Unidos yendo de gira”. Así que fue cumplir un sueño. Después, en realidad, tampoco puedes ver tanto de las ciudades, más allá de lo típico. En EEUU hicimos 19 conciertos en 28 días, con solo un día libre en Nueva York, aunque estuvo de puta madre porque no había estado nunca y fue muy bonito. Pero normalmente casi no ves nada estando de gira, porque el coste de las comidas y del hotel en los días libres lo asumes tú. No es que sea un día en el que no ganas pasta, sino que además la pierdes. Así que los días libres suelen ser para hacer desplazamientos largos.

>Y estar en una determinada sala, encima del escenario, o escuchar un determinado comentario después del concierto… Cuéntanos algo que haya ocurrido, un momento importante que te haya pasado en esa o en otras giras.
El concierto con Laetitia Sadier en Chicago fue muy especial. Fue al final de la gira, como el quinto bolo antes de terminar, ya llevábamos una buena paliza de kilómetros. Era un día bastante malo para mí, aunque no necesariamente para el grupo, porque hay una cosa de la que me he dado cuenta girando con ellos [Laetitia Sadier y el batería francés Emmanuel Mario] y es que los dos son franceses, y entonces tienen una cierta complicidad cultural que es inevitable; también por el idioma, aunque yo ahora me defiendo bastante bien con el francés. El caso es que yo he experimentado estando de gira con ellos, cuando las giras son largas, una sensación de soledad que no había tenido nunca y, como tengo un carácter bastante reflexivo, empiezas a pensar: “Y esto por qué, y esto por qué, y esto por qué…”. Y ese día en Chicago fue muy malo en ese sentido. Llevábamos mucho tute, el cansancio ya hacía mella, los bolos estaban saliendo bien, pero por una serie de cosas ese día fue muy duro para mí. La sala estaba llena y Chicago para mí musicalmente es bastante importante. Y, al terminar, vino el bajista de Tortoise [Doug McCombs] a felicitarme, para decirme que le había encantado el concierto. Vino él personalmente y, claro, entonces…

>Se te cayeron las pelotas al suelo…
(Ríe) Recuerdo que fue después de cargar y de estar un buen rato allí, sin ganas de hablar con nadie, saliéndome a fumar solo… En fin, intentando buscar algo de intimidad, cosa que es imposible estando de gira…

>Cuando dices un mal día, ¿incluyes el concierto de Chicago en sí?
Después de tres semanas de gira hay una serie de automatismos, y no quiero decir que vayas con piloto automático, de hecho podrías llegar a dar esa sensación, ves a un montón de grupos que les pasa, pero yo siempre procuro que no me pase, quizás sea porque yo llegué más tarde a la música profesional y tienes ese punto de intentar que no te pase. Siempre hay como dos o tres momentos antes del set, que yo me los busco muchas veces al principio de la primera y segunda canción, que dices: “Aquí voy a dar el Do de pecho, aquí voy a ir a piñón”. Y entonces, cuando tienes un mal día, es un poco como: “Vale, durante la hora que dura el concierto hoy voy a dar el triple; no voy a dar el doble, voy a dar el triple”. Es una autoconcentración: “Sólo tengo esta hora para dar el callo, luego ya me derrumbo y hago lo que quiera”. Y el bolo salió bastante bien; fue uno de los mejores de la gira por EE. UU. Después del bolo fue doble bajón, porque después de haberlo dado todo y haber sacado fuerzas de donde no las tenía era como “Pff… no quiero hablar con nadie, sólo tengo ganas de meterme en una esquina y casi ponerme a llorar, necesito implosionar”. Y estaba camino de ello cuando se me acercó él y me dijo: “No me quería ir sin decirte que me ha gustado mucho el concierto”. Además, me alabó mucho técnicamente y, de hecho, no sólo él, sino también Sam Prekop, el cantante de Sea and Cake, y algunos miembros de Brokeback.

>Con Tortoise ya habíais coincido en Barcelona años atrás creo recordar…
Al que conozco de Tortoise es al batería [John McEntire], que es el mismo batería que The Sean and Cake, de la gira que hicimos en la época de Litius con ellos. Y, sí, habíamos coincidido en algún sitio como el Primavera Sound...

>Pero al bajista, a Doug McCombs, no.
No, no. Fue alguien a quien admiras, como bajista y por su carrera profesional, y que viene a felicitarte por lo que tú compartes con él; la verdad es que eso fue una buena inyección de moral. Y, efectivamente, como hablábamos antes, fue uno de esos momentos que dices: “Si no me arriesgo y no me voy de gira, esto no me hubiera pasado”. Es una de esas pequeñas cositas que sé que voy a recordar toda la vida. A lo mejor en la gira se te pueden olvidar cositas, pero de que viniera Doug McCombs para decirme que le había gustado mucho el concierto, la verdad es que fue un gran subidón.

Xavi Muñoz, con Laetitia Sadier y Emmanuel Mario (batería), en su concierto en el Icehouse de Minneapolis en septiembre de 2015.

>¿Y cómo se combinan esos subidones de esas giras internacionales junto a artistas que tienen su público y una carrera consolidada como es Laetitia Sadier, con todo un trabajo promocional más o menos encarrilado, con los otros proyectos que tienes con Alberto Montero y A Veces Ciclón, que son más de abrirse camino, con audiencias y repercusión más reducidas?
Te lo voy a explicar muy fácilmente, porque además el paralelismo funciona muy bien con cualquier tipo de empresa o con cualquier autónomo. Si tu empiezas a trabajar de arquitecto o de cualquier profesión en la que estás solo, si esperas que los dos primeros años te llamen para hacer una obra importante, es muy difícil. De lo que se trata es de reincidir, es decir, trabajar, trabajar, trabajar y trabajar. Eso que has oído tantas veces que te dice la gente, es totalmente cierto. La particularidad que tiene la música, que también pasa con cualquier otro proyecto artístico, es que has de mantenerte siempre a un buen nivel y, además, aprender, no conformarte, ir a más. Un profesor que tuve de acústica decía que hacen falta por lo menos diez años de profesión para empezar a tener ciertos recursos y poder empezar a medio-dominar el trabajo que haces. Entonces, de lo que se trata es de eso. Cuando ves a Laetitia con 47 años haciendo giras americanas con su proyecto, ganándose la vida y recibiendo propuestas de colaboraciones súper interesantes, etc., si miras diez años atrás dices: “Claro, si yo ahora apuesto por un proyecto, trabajamos y seguimos en una buena línea, haciendo lo que nos dé a nosotros la gana, poco a poco irá funcionando”. Así que, para compaginarlo, te tiene que gustar lo suficiente Alberto Montero y A Veces Ciclón como para decir: “Vale, me veo haciendo esto durante cinco, seis, siete, ocho años”. No estoy en esos proyectos por la pasa y antes o después voy a tener bulla con Óscar [Vilariño, cantante y guitarrista de A Veces Ciclón] o con Marcos [Junquera, batería de A Veces Ciclón y Alberto Montero]. Si te llevas bien con ellos, dices: “Bueno, yo con esta familia, porque al final es un poco familia, ¿con este grupo de trabajo me veo trabajando siete u ocho años? Sí”. Si tiene que pasar algo, pasará; si no pasa, por lo menos nos lo pasaremos bien. Y luego, en lo económico, tienes proyectos que te dan y proyectos por los que apuestas, y en ese sentido se parece un montón…

>A cualquier otro curro como autónomo, vaya…
A cualquier otro curro autónomo, exacto.

>Para terminar de repasar tu trayectoria con Laetitia Sadier. Hemos hablado de los inicios y de la última gira americana, pero ¿en qué momento entraste a participar más de su propuesta, de cómo lleva las canciones al directo?, ¿cómo se rompe esa barrera del respeto y empiezas a meter baza?
Laetitia es una persona muy sensible, confía mucho en su intuición y, por lo que fuera, el concierto aquel que hicimos en el Tanned Tin, en el que tocamos cuatro temas con ella, le gustó mucho cómo tocaba y mi actitud; creo que debió pensar: “Pues con Xavi debe ser fácil ir de gira, me gustaría que estuviera en mi equipo”. Durante la primera gira que hice con ella por Europa durante cuatro semanas fue cuando empecé a conocerla como persona. Recuerdo el primer día que llegamos a Londres, que ya nos empezábamos a conocer, estar en su casa y pensar: “¡Joder, es la casa de Stereolab!, aquí habrán grabado voces, habrán grabado arreglos…”. Los primeros días tienes respeto por esa parte del mito, pero poco a poco, a fuerza de convivir, vas conociendo a la persona y el mito cada vez se aleja más. Más que se aleje, te das cuenta de que no es un mito y ya no es algo falso. Eso fue la gira de presentación de su segundo disco en solitario, Silencio, y a raíz de eso yo notaba que las sensaciones eran buenas, notaba que íbamos a más. Además, aunque ella lo conocía bien, también era la primera vez que giraba con el batería [Emmanuel Mario], así que éramos un equipo nuevo para ella, y la verdad es que la cosa funcionó muy bien en lo personal y en lo musical. La confianza fue aumentado y cada vez funcionaba todo mejor, hasta llegar a ese punto en el que te atreves a sugerir. Tú lo sabes, en los grupos en los que he estado nunca me he callado, pienso que si la idea es buena, yo la sugiero y, si luego no funciona, pues no funciona.

>O sea, que fue relativamente rápido, vaya, y eso te llevó también a convertirte en su bajista de estudio, ¿no?
Sí, después ya empezaron a salir más fechas. Vi que ella confiaba en mí y en el siguiente disco [Something Shines] ya grabé yo el bajo. Incluso, hay algunas canciones que ella me enviaba algunas demos muy primigenias, y al añadirle la línea de bajo yo estaba proponiendo un ritmo que no era el mismo que estaba pensando ella pero que al final ha sido el que se ha quedado. Así que empecé a interactuar en ese triángulo.

>Mucho trabajo por internet sin tocar juntos veo…
Sí, bastante. Ella graba sus demos en casa y nos las envía al batería y a mí, entonces grabas algo por encima y lo vas compartiendo por internet. Lo vamos trabajando y llega un momento en el que es necesario juntarse, porque lo que te cuesta tres meses hacerlo online, en persona los tres juntos en una semana lo tienes. Así que la segunda mitad del disco, lo que ya es grabar las canciones o acabar las que están a medias, lo hicimos en casa de Laetitia. Aprovechamos que teníamos una gira por Inglaterra una semana y, a la semana siguiente, después de haber calentado haciendo los conciertos, acabamos el disco.

>Cuando estás tanto tiempo fuera de casa en culturas y con idiomas diferentes, ¿cómo te comunicas con la gente?, ¿es un mundo muy cerrado con las personas con las que vas de gira o tienes ocasión de salir de ese círculo?
Salir del círculo es complicado porque tienes todo el día planificado por y para el concierto. Una jornada nuestra estando de gira, normalmente el 80% de las veces te levantas, desayunas algo, coges el coche o la furgo y viajas; bien dos horas, cuatro o si son seis, normalmente muchas más de seis siete no sueles hacer si luego tienes que tocar el mismo día porque llegas muy cansado. Llegas a la ciudad, si tienes un par de horitas te das una vuelta y entonces ahí suele ser donde aprovechamos para separarnos y buscar un poco la intimidad. Por ejemplo, a Laetitia le gusta mucho conocer las ciudades caminando rápido sin ningún itinerario claro y yo soy más de pasear tranquilamente, sin estrés, no necesito hacer ejercicio, sino que voy a pasearme a ver qué me sugiere la cosa. Luego, relacionarte con la gente, pues es bastante más fácil que cuando vas de turista. Cuando has tocado en una sala es más fácil que alguien se acerque a decirte si le ha gustado o no, o te dé algo de conversación. Tienes una charla fugaz, porque luego lo que la gente no ve es que después tienes que recoger, meterlo todo en la furgo y lo que no puedes hacer es salir, a no ser que las condiciones sean muy favorables, como que te quedes en un hotel que está justo al lado del garito.

>Entonces sí que puedes recoger rápido y después tomarte algo, ¿no?
Claro, luego te puedes quedar a hacerte una cerveza, si coincide que es viernes, jueves o sábado, porque si es un martes el garito a lo mejor cierra a las doce y se acabó. Pero tampoco tienes muchas veces ganas, porque si al día siguiente tienes que levantarte pronto y hacerte cinco horas en coche… Algún día, no te digo que un sábado no lo puedas hacer, de acostarte más tarde, pero es raro. No suele pasar porque además luego la resaca… y, aunque no tengas resaca, no estás completamente bien para conducir e igual aún te quedan dos semanas de gira y no quieres ir toda la semana a rastras.

>En cuanto a los idiomas, me imagino que habrá sido una Escuela Oficial de cuatro años con todas las clases de conversación, ¿no?
La verdad es que es una de las mejores cosas a nivel profesional. Si algún día vuelvo a la Ingeniería, que no lo descarto, una de las mejoras que puedo poner en el currículum es que ahora tengo un buen nivel de inglés, tengo un buen nivel de francés y tengo un buen nivel de italiano. Lo que quiero hacer ahora es aprender algo de alemán, que vamos bastante a Alemania.

>Y el tiempo fuera de casa imagino que mucho más del que te gustaría…
Sí. La cara B de ser músico realmente es esa. Yo tengo pareja y es muy duro.

>¿Pasas más tiempo de gira que en casa?
No, no llega a eso. El año pasado hice un poco las cuentas y llegué a estar casi cuatro meses fuera de casa.

>Eso es mucho tiempo…
En realidad viene a ser algo parecido a lo que le pasa a un comercial de azulejera –ríe-. Pero estar lejos de casa es duro, sí, sobre todo para el que se queda. Por ejemplo, si hay diferencias horarias, si te llamo a las cuatro de la mañana, me va a costar 13 euros el minuto, te voy a dejar preocupada y va a ser peor. Entonces, para el que se queda siempre es la ausencia. Y, tú, al ver que tu pareja está sufriendo, no lo pasas bien. Es una suma de sensaciones descorazonadora.

El norteamericano Dorian Wood (en primer plano) y Xavi Muñoz al contrabajo, durante el concierto de enero de 2014 en el Paranimf de la UJI. Foto: Carme Ripollès.

>Otro momento importante desde que te dedicas a la música creo que fue  uno de tus primeros conciertos con el norteamericano Dorian Wood, en el Paranimf de la UJI. Recuerdo que era un artista que no conocíamos nadie y, de repente, fue como la erupción de un volcán delante de todos. Y tú tocando el contrabajo por primera vez, como si llevaras toda la vida con él...
Hay cosas del contrabajo que me gustan, no todo, porque no me veo como músico de jazz, tampoco tengo la paciencia para conseguir una técnica buena como la que se necesita para ser un buen músico de jazz, pero sí que hay una sonoridad, una personalidad del contrabajo que me atraía y pensaba: “Algún día tendré que tocarlo”. Me compré el contrabajo y, a los tres meses de comprármelo, me ofrecieron lo de Dorian Wood, que venía a Europa…

>Pensaba que te lo habías pillado expresamente para esa gira…
No, no. Me lo pillé poco antes, pero no le había hecho mucho caso. Lo tenía en casa, lo había probado un poco, pero nada más. La movida fue que él iba a venir con su banda y, al final, el contrabajista, que es un tipo de primera línea que vive en Los Ángeles, no podía venir porque le salía poco rentable. De hecho, se iba de gira con Tim Robbins, el actor de cine que tiene un grupo de jazz, a Japón. Así que me dijeron: “Oye, que viene sin contrabajista, ¿tú te atreves?”. Y pensé: “Si no digo que sí ahora, ¿cuándo voy a decir que sí?”.

>Para darle salida al contrabajo…
(Ríe) ¡Claro! En principio no sabía si bajo eléctrico o contrabajo. Y dije: ”Voy a obligarme, tengo tres meses hasta la gira”. Me mandó los temas y tuve la suerte de que no era complicado. Técnicamente no es complicado con Dorian Wood, lo importante es lo que tú aportas de corazoncito; saber leer el momento en el que está la canción y qué es lo que requiere, si hay que darle más caña o menos, y esa es la parte de producción y de arreglos que a mí me gusta. Hice unas clases con Alejandro Royo y me dijo: “Creo que si te enseño las cuatro o cinco cosas que debes saber al principio, después puedes hacer marcha tú solo”. Y desde entonces ahí estoy.

>¿Y cómo fueron esos primeros conciertos con Dorian Wood a principios de 2014 en Barcelona y Castellón?
A Dorian lo conocí cuando hicimos el primer concierto en Barcelona, antes del Paranimf –ríe-. Fuimos Marcos [Junquera, el batería, también en este proyecto junto a Xavi Muñoz] y yo a Barcelona, llegamos al hotel, recogimos a Dorian y Leah [Harmon acordeonista y cantante que acompaña al norteamericano]. Un “Hola, ¿qué tal?” y un abrazo, porque sólo habíamos hablado por correo, pero no nos habíamos visto en persona. Teníamos un local de ensayo a las afueras de Barcelona e íbamos con la furgoneta, conducía yo, y en la misma calle del hotel atropello a un motorista. Como suena. Fue a muy poca velocidad, yo tenía un ceda el paso, hice el ceda el paso pero no le vi. No le pasó nadaal motorista, pero fue un poco… Imagínate. Luego nos hemos reído un montón de veces recordándolo: “Cinco minutos después de conocernos casi mato a una persona” –ríe-. Y con todo el cacao que significa tener un accidente en Barcelona; es decir, la Guàrdia Urbana por allí, la ambulancia, la gente mirando, porque estaba al lado de la avinguda del Paral·lel… ¡Tierra, trágame!, acabo de conocer a estos músicos de EE. UU., nos tenemos que ir un mes de gira por Europa conduciendo Marcos y yo… Luego nos hemos reído un montón de veces, y ha sido el único accidente que he tenido en cuatro años.

>Otro momento muy especial: tocar con Daniel Johnston en la Casa Encendida de Madrid, dentro de aquella famosa gira de abril de 2012. ¿Cómo fue la experiencia de girar con Daniel Johnston, de la que el batería Marcos Junquera escribió un artículo para Rockdelux?
Lo de Daniel Johnston fue realmente lo que significa ser un músico de sesión. Porque yo realmente con Dorian Wood no me siento un músico de sesión, tengo una relación personal con él como la tengo contigo, como la tengo con Marcos… Es decir, somos colegas, y además toco con él. Con Daniel Johnston, él estaba en su burbuja, además porque la necesita, con su manager personal; los músicos íbamos con la furgoneta a todas partes y él viajaba en tren, que también lo entiendo porque en el caso particular de Daniel Johnston es bipolar y tiene brotes psicóticos, va medicado, necesita a alguien que lo lleve de la mano… Es complicado. Además, tocamos con él después de hacer un ensayo de 35 minutos. Teníamos dos horas para ensayar y pensábamos que nos daría tiempo a hacer todos los temas, y ni siquiera los acabamos, empezábamos uno y decía: “Sí, sí, vale, vale… Vámonos que tengo hambre”. Y a la media hora se piró, y nos quedamos con cara de… La suerte es que con la banda, con Marcos y con Jose Guerrero [guitarrista y cantante de Betunizer], sí que lo habíamos ensayado ya antes. Casi no ensayamos con Daniel y casi no tuvimos relación, pero en la Casa Encendida estaba sold out, estaba totalmente lleno, y estaban los de Vetusta Morla o los de Muchachada Nui por allí. La verdad es que arrastraba a gente muy conocida a la que tú le tienes cierto aprecio. Pero sobre todo, para mí la experiencia con Daniel Johnston significó saber lo que es ser un músico de sesión, que te paguen más o menos bien por hacer un trabajo que es el de músico.

De izquierda a derecha, Xavi Muñoz, Daniel Johnston, Jose Guerrero y Marcos Junquera, tras uno de los conciertos del norteamericano en su gira española de 2012.

>Te has referido antes por encima, pero ¿cómo os organizáis para ensayar y girar con músicos norteamericanos que vienen a Europa?
Depende, cada caso es un poco distinto, pero se basa bastante en el trabajo en casa. Por ejemplo, cuando me preparé el repertorio de la gira de Air Waves, había quince temas en los que además de tocar hago voces. Las trabajé en casa; tú le das al play y te pones a tocar y a cantar encima. Te lo preparas mucho solo en casa y después pides que las pruebas de sonido de los primeros conciertos de la gira sean lo más pronto posible para tener unas dos horas y así hacer un ensayo.

>¿Cuántos instrumentos tienes en casa?, ¿con cuántos trabajas?
Al final me he acabado montando una especie de estudio en una habitación en casa. Tengo una mesa con un sofá, unas estanterías, un par de monitores, el ordenador, cuatro bajos, una guitarra… Hasta este año siempre utilizaba el mismo bajo, pero ahora que toco en varias bandas, puestos a buscar matices, tengo uno para cada proyecto. En realidad son matices, son cosas que oímos los músicos, luego a lo mejor si se lo pones a alguien que no es músico o que no toca no te sabe decir cuál es la diferencia entre el bajo que está grabado con Laetitia o el de Alberto, es un bajo al fin y al cabo. Pero para mí sí que tiene sentido disponer de un bajo de caja, otro tipo Beatles, tener uno de cuerpo sólido y uno de seis cuerdas. Porque para cada cosa busco un matiz. Es como pintar siempre con el mismo rotulador negro o tener diferentes puntas. Sobre todo compro de segunda mano por internet.

>Además, el contrabajo, teclados… siempre con las antenas puestas en internet ¿no?
Tengo cuatro sintes y luego tengo micros, porque si te gusta también la producción, pues poco a poco… yo el dinero que gano básicamente, además de vivir y de los pocos gastos que tengo, intento invertir en equipo. De manera que, si algún día necesito dinero, vendo parte de ese equipo por internet, según se venda más rápido o necesite más o menos dinero. Intento que no me pase, pero si hay algún gasto extraordinario al que no llego, pues me toca vender algún cacharro. Y también va bien porque a veces es recomendable deshacerse de material. Recuerdo una entrevista que le hacían al de Portishead que decía: “Yo me compro un sinte, lo pruebo dos semanas y si en dos semanas no saco un sonido que me guste, lo vendo y me pillo otro”. Es un poco así, yo no lo hago cada dos semanas –ríe-, pero sí que voy probando cosas.

>¿Qué tal la disciplina de levantarse por la mañana y ponerse a tocar cuando no estás de gira?
Yo soy muy malo para eso –ríe-. La verdad es esa, y si hiciera dos horas todos los días, realmente todos, supongo que me luciría el pelo de otra manera. En realidad mi visión de la técnica musical es más intuitiva, porque desarrollas más la intuición escuchando música que tocando. Para tocar debes tener la técnica necesaria que te permita hacer lo que tú tienes en la cabeza; has de practicar hasta que te salga lo que quieras que te salga. Pero con el bajo a mí me gusta pensar que, si tienes dos opciones y las dos aportan lo mismo, coge siempre la más simple; y con los arreglos igual.

>Cuando has estado con Laetitia o Dorian durante un tiempo de gira y has vuelto a casa, ¿no te has llegado a plantear liderar tu propio proyecto? ¿Compones canciones, está en tus planes?
Lo he pensado muchas veces y creo que ahora, después de llevar tres años tocando con otros proyectos, creo que ahora podría ser un buen momento. Ahora que tengo una visión general de cómo funciona esto, tanto a nivel creativo como a nivel de industria, tanto en España como en Europa, las diferencias que hay y cómo se manejan las cosas, creo que estoy en un buen momento quizá para intentar hacer un proyecto particular. Pero bueno, tengo que encontrar las ganas, el tiempo y sobre todo enfrentarme a ello. Laetitia y Dorian me han animado a que lo intente.

>¿Y nunca te has sentido como un mercenario?
No, no me siento un mercenario porque me gusta mucho tocar. Esto para mí no se trata de ganar dinero, para mí se trata de aportar sensibilidad, de participar y pasármelo bien. Por muy jodido que estés en una gira, tocar es lo mejor del día. Eso hace que no odies tu trabajo, no ha llegado ningún momento en el que me he cansado de tocar; a lo mejor te cansas de girar, eso sí, pero de tocar no. De tocar no creo que me canse nunca. No me siento como un mercenario porque yo siempre intento aportar algo. Por eso te decía que, a lo mejor, la única sensación de mercenario fue con Daniel [Johnston], que fue como “a tocar i prou”.

>Como has comentado, la producción es algo que siempre te ha atraído y has ido haciendo cuando has tenido ocasión, como el último disco de Ramon Godes, El escondite del espíritu. ¿La producción te la planteas como una colaboración con músicos amigos o realmente quieres dar ese paso de que pueda llamarte gente expresamente para producir sus canciones?
Me encantaría que me llamaran para hacerlo profesionalmente y que fuera otra de mis fuentes de ingresos. No me veo dejando la música por producir, pero sí que es un trabajo más cómodo: no viajas todos los días, quedas con el grupo, si es de Castellón es más fácil... Me encantaría que fuera así, de momento han sido más amigos, porque incluso con lo de deBigote fui yo el que hace un tiempo se lo sugerí. Lo intentamos y no salió bien, no quedaron lo suficientemente satisfechos, pero después de esa experiencia fueron ellos los que me vinieron y me dijeron: “Oye, mira, que tocamos en el FIB y queremos hacer un single, ¿te gustaría producirlo tú?”. Y fue muy guay, esa es la manera de trabajar que quiero.

>Ya es otra relación con la música…
Sí, porque soy más libre para sugerir más cosas. A mí la producción siempre me ha gustado porque, además de escuchar las armonías y lo que es la música en sí, las melodías, cómo se construye una canción, etc., la forma que se le da es la producción musical. Es algo que si no estás dentro del mundillo musical no acabas de entender muy bien qué es lo que hace un productor musical, pero puede llegar a ser muy importante. Y creo que es algo en lo que puedo aportar. No siempre, porque luego hay cosas que las escuchas y no las entiendes; dices: “Ostia, esto yo no habría sabido cogerlo por ningún lado, ¿dónde tiene los pies y dónde tiene la cabeza?”.

>Cuéntanos tu experiencia de trabajar con un músico de la trayectoria de Ramon Godes.
Con Ramon fue muy fácil porque él fue productor en los 80 en Madrid, uno de los buenos además: dos de los trabajos más importante que hizo son dos tótems en lo que se conoce como el final de la Movida, o la post-movida, que son Malevaje y Los Coyotes. A parte de ser muy buen músico y buen guitarrista, a él le gusta mucho la producción; le gusta tanto que, como no le gustaba como tenia que trabajar, se lo dejó –ríe-. Teníamos muchas conversaciones sobre producción y sobre detalles de discos, así que surgió espontáneamente. Él siempre había tenido la idea de grabar un disco de guitarras solas, pero nunca había encontrado el momento, no se atrevía, que es un poco lo que me pasaba a mí también, y al final fue El Pantera [Enrique Ara, técnico de sonido y productor] quien detonó el asunto. En el Primer Molí, en el ciclo A la lluna d’estiu. Hice un par de temas con Ramon y con Alejandro [Royo, el contrabajista que ha citado antes], tocando el piano, y El Pantera, que estaba sonorizando, dijo: “Oye, ¿esto por qué no lo grabáis?”. Y así lo hicimos. Y, a pesar de que fue una sesión de grabación de tres días, que en principio la idea era que saliera ya de esa sesión, después nos costó dos años acabar de regrabar el resto de temas.

>Y ese trabajo al final se nota en el resultado.
Es cuestión de matices. Nos interesaba conseguir un sonido de guitarra lleno pero sin que avasallara, porque las composiciones de este disco son muy tranquilas, y queríamos tener la sensación de que estás en una conversación con el guitarrista. También costó tanto porque la idea de disco que tenía Ramón y que tenía yo eran distintas; al final convergimos y la sensación que buscábamos sobre todo era esa, la de cercanía. Lo que buscábamos era: aquí está Ramon y lo que está haciendo es intentar traer el folklore castellonense y valenciano a la actualidad con una guitarra. Por cierto, los temas que grabamos todos juntos también son coproducidos con Enrique Ara.

>José Luís Cuevas de Born! Music todavía no ha salido en la conversación, pero ha sido muy importante en toda esta película, ¿no?
José Luís Cuevas es probablemente el nodo central de mi red de contactos. Gracias a él conozco a Dorian Wood, a Laetitia Sadier, aunque fue por Sara si él no la hubiese traído a Castellón no la habría conocido. Además, trabajo en un montón de giras que organizan desde Born! Music, también como tour manager, como las de Low o Retribution Gospel Choir. Para mí es muy, muy importante, si no el más importante a nivel profesional. Y luego, como amigo, es uno de los de verdad. Nunca se lo he dicho, pero me doy cuenta de que si no fuera por él probablemente yo no me dedicaría a la música. Fue Jose Luís el que me ofreció tocar por primera vez como profesional con Paula Frazer. Viviendo en Castellón, una de las cosas que es complicado tener es una red de contactos muy importante de gente que hace cosas interesantes; siempre es mucho más limitado que si estás en Barcelona o en Madrid. Un ejemplo: en la gira de Laetitia en Estados Unidos de telonera tuvimos a Angel Deradoorian, que era la bajista de Dirty Projectors, con su proyecto en solitario. Después, ella hizo una gira en Europa y la empezó en España, pero sólo tocó en Madrid y Barcelona; si yo viviera en Madrid o en Barcelona me hubiera sido muy fácil ir a ver su concierto, darle un abrazo y mantener el contacto; no por interés profesional, sino por mantener la amistad.

>Que además podría dar pie a otra cosa…
Podría dar pie a que conoces al que le produce su gira en España, que puede ser un contacto que necesites. Y estando en Castellón eso no lo tienes.

Xavi Muñoz, junto a los miembros de Low (Alan Sparhawk y Mimi Parker, en el centro), José Luis Cuevas (segundo por la derecha), Rauelsson y otros miembros de Born! Music y músicos, como Sergio Vinadé (Tachenko).

>¿Crees que en España se paga un precio más alto que en otros países por dedicarse a la música? Y, ¿si vives en la periferia todavía lo es más?
No voy a descubrir las Américas, pero en el tema cultural en el sur de Europa solemos ser bastante más precarios que en el norte. Hay menos dinero y la cultura, no sé por qué, siempre se considera que es menos productiva. Y estamos en una corriente que hace que las humanidades, la filosofía, la historia, el arte, etc., cada vez desaparecen más de los planes de estudios; un error, porque antes de ser productivo debes ser persona. Cuando llegas a Francia, a Inglaterra o a Estados Unidos y ves cómo se tratan a los artistas y a la cultura en general te da envidia. Y si además estás en la periferia eso se agrava, por lo que te comentaba de la red de contactos. Hoy en día es más claro que nunca: aunque yo te puedo enviar un e-mail a ti, si tú no me conoces no le vas a hacer el mismo caso que si nos conocemos en persona. Entonces, vivir en la periferia es jodido, porque tu red de contactos siempre es más escasa y menos densa. Pero en España es complicado, sobre todo porque a la cultura no se le da la misma importancia que a cualquier otro…

>¿Oficio?
Sí… o sector económico. Y entonces no hay un autónomo especial, porque la cultura es un negocio distinto y por lo tanto necesita un trato financiero distinto. Funciona económicamente de otra manera, sobre todo por el cambio que ha habido con internet. Ahora las copias físicas de los discos ya no dejan pasta, lo que la deja son los derechos de autor y las giras, y eso se debería tener en cuenta a la hora de fiscalizar nuestro trabajo.

>¿Has llegado ya al punto de tener que decir que no a ciertos proyectos para salir de gira o producir porque no te encajan o no tienes tiempo?
Solo uno. He tenido mucha suerte en ese sentido, porque todo lo que me han ofrecido me ha apetecido y he podido hacerlo. Con Alberto Montero o lo de Dorian Wood son cosas que dices “oye, ¿te apetece ir a tocar con Dorian?”, y tú escuchas las canciones y dices “joder, a este tío tengo que conocerlo; puede estar guay, puede ser una experiencia chula”. Y después resulta que, además, es una bellísima persona…

>Y eso que te llevas…
Claro. Igual que con Alberto Montero. A mí Alberto me parece uno de los mejores, si no el mejor compositor pop de su generación en España. Tal cual, como suena, muy rimbombante sí, pero reto a quien quiera a que me diga un compositor pop con la misma riqueza y la misma personalidad que tiene Alberto; hay muy pocos en España, muy, muy poquitos; se cuentan con los dedos de una mano. Entonces, claro, me llamó Marcos que como se había quedado sin bajista que si quería tocar con él, y dije que sí aunque me costara dinero. De hecho, con Alberto, con suerte cubrimos gastos cuando salimos de gira. Los festivales han mejorado ese aspecto, claro. Así que volviendo al tema de antes sobre la cultura en España, que alguien como Alberto Montero no se esté ganando la vida con la música es la prueba de que hay algo que no funciona bien. Es un patrimonio que perdemos, o que permanece oculto. Que este compositor no esté haciendo bandas sonoras para películas, es un patrimonio nacional muerto.

>Al principio has mencionado a Litius, ¿qué importancia han tenido tus proyectos amateurs anteriores en Castellón como Litius, Harry Kane o Conecta4? Ahora, con perspectiva, ¿los ves como una época de formación, una etapa necesaria?, ¿los miras ya con melancolía?
Con melancolía no, como etapa de formación quizás. Cuando miro Conecta4, Litius o alguna de las otras bandas que tenía antes las veo como amateurs, pero lo que sí que reconozco es que la visión que tenía de la música es la misma. Como cuando tocaba la bandurria en el instituto. Ahora tengo una visión más experimentada, conozco más y cosas que antes no sabía cómo funcionaban. Tengo más conocimiento del medio. Pero mi manera de disfrutar de la música sigue siendo la misma. Siempre recordaré la primera vez que toqué en un grupo con unos colegas, que nos fuimos a la villa de uno y no había ni batería, con dos o tres guitarras… La primera vez que sonó un tema más o menos bien, recuerdo que se me pusieron los pelos de punta y pensé: “Joder, cómo mola”. Y esa sensación la he tenido muchas veces, y la sigo teniendo. En la gira americana, por ejemplo, el día de Nueva York, que veníamos con jet lag, y tienes tantas cosas en las que centrarte que a lo mejor la música es lo último. Llegamos allí y montamos, hacemos la prueba y el primer tema empieza como muy suave; entra primero Laetitia, luego entro yo y luego entra Emmanuel con la batería, y cuando nos pusimos los tres a tocar volví a tener esa misma sensación: “Esto es por lo que yo toco; yo lo vivo así y como este subidón no hay nada”.

Xavi Muñoz, a la guitarra-flecha con los castellonenses Conecta4 en su actuación en el escenario Villacamp del FIB 2011, en el antiguo Cine Bohío. Foto: Paco Poyato.

>¿Cuál fue el primer instrumento, la primera vez que sentiste que valías para esto? No sólo ese subidón, sino ese momento en el que tú dices “creo que tengo gracia para hacer esto”.
Recuerdo con 4 o 5 años tocar en casa con un Casio PT-10 y sacar las melodías de las canciones de la tele. Entre mis abuelos y mis bisabuelos había músicos en la familia. Mi abuela paterna Carmen fue la que dijo: “¿Que no le pagaremos a este chiquillo unas clases de música a ver qué pasa?”. Empecé a estudiar música con 8 o 9 años, en 4º de EGB. Y, luego, cuando tocaba con grupos o con otra gente, sí que me daba cuenta de que tenía cierta intuición. Y bueno, sí, tienes cierta facilidad, de la misma manera que te das cuenta cuando ves que alguien tiene más facilidad que tú, como por ejemplo el caso de Alberto Montero. Para mí es muy evidente, tú estás allí tocando, pensando la voz que quieres hacer porque él está haciendo esa primera voz, Román hace la segunda y yo para hacer la tercera tengo que pensar en el acorde a tres, y si él está haciendo tal nota yo tengo que buscar… Y Alberto, ¡pam!, ya te la ha clavado. Que no es ni más ni menos porque en casa él ya se la has pensado todas, es decir, las ha trabajado antes, pero, claro, le ves con tal facilidad que no puedes más que quedarte embobado. Es como cuando estudias en la carrera y tú crees que vas a buen nivel y, de repente, hay alguien que te adelanta por la izquierda y te quita las pegatinas, que dices: “Vicente [Negre] con dos horas menos que yo de estudio se controla este problema, ¡qué cabrón!” (ríe). Sin embargo, una de las cosas que he aprendido es que eso quiere decir, ni más ni menos, que para tener buenas canciones tienes que trabajar; la inspiración te tiene que pillar currando, que es algo que dice todo el mundo, pero que además hay que hacerlo. Después dependerá del nivel de exigencia que tú tengas contigo mismo y de lo que a ti te parezca que es bueno o dónde te pones la meta.

>Eso tiene que ver con los objetivos, dónde te quieres poner el límite…
Sí. Muchas veces tendemos a idealizar ese momento de creatividad. Hay momentos de genialidad, sí, pero como los tiene todo el mundo. Luego, lo que tiene que pasar es que ese momento de genialidad lo has de aprovechar, que te haya pillado currando, lo puedas grabar y lo desarrolles hasta donde tú creas. O sea, que es una mezcla entre genialidad y trabajo; con mucha genialidad y poco trabajo, no funciona.

>¿Qué le falta y qué le sobra o qué crees que se debería potenciar en la escena musical de Castellón?
Para que haya escena tiene que haber grupos, salas y público. Grupos hay y salas, aunque podríamos tenerlas más o menos mejores, también. Nos falta la tercera pata: el público no va a los conciertos y me incluyo porque yo formo parte, porque no voy a todo lo que me gustaría ni a todo a lo que me tendría incluso que obligar; porque si yo luego quiero hablar bien de la escena de Castellón cuando salgo por ahí, tendría que ser el primero en ir. Pero muchas veces, ahora, te puede la perrería. Cuando tenía 20 años iba a todo, lo conociera o no lo conociera; aunque pensara que no me iba a gustar, iba a verlo. Yo era el freaky de mis amigos, tenía que ir saltando de pandilla en pandilla para no ir solo a los conciertos y, algunas veces, incluso solo. En definitiva, creo que una de las grandes faltas es el público.

>¿Y eso cómo se remedia?, ¿qué cosas que has visto en las giras internacionales se podrían aplicar a Castellón?
Estaría muy bien que las instituciones detectaran ese problema y pusieran algo de su parte, construyeran algo con planificación y medidas concretas. No sólo, por ejemplo, permitiendo entrar a los conciertos a los menores de 18 años, que también ¡claro!, sino poniendo las cosas fáciles. Y no sólo metiendo pasta en los festivales, que eso es lo fácil que hacen las administraciones; lo que hay que hacer es reunirse con los gestores privados, sentarse y decir: “Vale señores, vamos a intentar hacer algo potente con la escena de Castellón, algo reconocible para que nos conozcan por la música que se hace en Castellón antes que por el aeropuerto”. Podría ser un proyecto precioso de aquí a diez años vista, involucrando a Ayuntamiento, Diputación y Generalitat, aunque no sean del mismo color político. Y creo que Castellón es una ciudad ideal para hacerlo; tiene todas las condiciones naturales: un clima cojonudo, no es demasiado grande, hay conservatorio y escuelas de música, es relativamente barata, va mejorando a nivel de movilidad, a nivel cultural… Hay mimbres muy buenos, y no se trata sólo de apoyar los proyectos con pasta, sino construir cosas desde la base. Y tampoco se trata de irnos a lo fácil, a coger a alguien de Madrid o de Nueva York para que lo monte, que para eso también somos muy provincianos; se trata de coger a ese gestor de Castellón que ha demostrado que quiere hacerlo, que puede hacerlo, y ayudarle a formarse para que lo haga mejor. Leí hace poco que la Diputación pone 400.000€ anuales en 4 festivales. Con una cuarta parte de ese dinero se podría empezar a impulsar una escena realmente potente.

>Ya puestos, ¿qué medidas concretas le pedirías, por ejemplo, al Ayuntamiento de Castellón con respecto a la música?
Ahora es un buen momento porque, al ser un nuevo equipo, independientemente del color que sea, se quieren esforzar en hacer las cosas bien antes de apoltronarse y eso es algo que se debería aprovechar. Deberían de decir: “Venga, vamos a poner el mismo dinero, pero vamos a intentar distribuirlo de una forma distinta; en lugar de dárselo a tal promotor o a este otro, vamos a hacerlo juntos, con todos los promotores, para intentar invertir de verdad en la música a largo plazo”. De todos modos, las primeras decepciones ya han llegado: hay 3 festivales de música en Castellón en el último año, en los que el Ayuntamiento pone dinero, y que están organizados por la misma empresa, Metrònom, el dueño de la cual forma parte de la ejecutiva de Compromís [Luis Óscar García]. Hay más gente en Castellón que merece esa oportunidad. Debería tenerse en cuenta incluso a la oposición, para que cuando vuelva a haber cambio político, se gestione de otra manera, pero se mantenga ese proyecto, ese hilo conductor; que no nos pase como con la educación o la sanidad, que cada gobierno lo cambia todo y no vamos a ningún lado, y se nos cae la casa por no mantenerla. Con la política nos ha pasado eso, pero porque la sociedad también somos así… Una vez tenemos el bolsillo lleno, comemos bien, nos vamos de viaje y tenemos el cochazo en la puerta… Lo demás nos la suda bastante. Se mira poco por el beneficio social. Aquí si se le pega una patada a una papelera no es de nadie; hay otros países que tienen conciencia social y, si le pegas una patada a la papelera, se la estás pegando a la papelera de todos.

>Idear bien un proyecto, de forma consensuada, planificarlo a largo plazo y ejecutarlo controlando cómo se invierte el dinero de todos. Parece casi de ciencia ficción frente a lo que estamos acostumbrados…
Sí, sé que no es fácil, pero es lo que nos falta en el sur de Europa y, especialmente, en España, porque Portugal, culturalmente, tiene una vida mucho más plena o mucho más evolucionada, mucho más madura, de la que podemos tener nosotros. Cuando vas por Europa ves proyectos municipales dices: “Oye, pues esto no está tan mal”. Y, de hecho, lo que a mí me ha empezado a pasar es que cuando vuelvo a Castellón, lo que decía antes, le veo un gran potencial. Mira, un ejemplo que sirve para verlo claramente: creo que las dos últimas veces que Castellón ha salido en el New York Times ha sido por el Aeropuerto y por el MIAU de Fanzara, un proyecto con un claro componente social, que se proyectó a largo plazo desde el principio y que está deslumbrando a todo el mundo solo con tres ediciones. ¿Por cuál de esas dos cosas preferimos ser conocidos en el mundo?

>Pero tú el aeropuerto lo acabarás utilizando para salir a tocar fuera…
Sí, sí –ríe-, ya lo he hecho. Y es más, me parece bien porque, una vez se han invertido más de cien millones de euros en el aeropuerto… vamos a aprovecharlo, ¿no? Que sea para algo bueno y que no sea solo para el turismo low cost, que me parece que es a lo que va encaminado. La mayoría de las grandes inversiones públicas que se han hecho en obras en las últimas décadas estamos viendo que han sido un nido de corrupción y nepotismo. Museos enormes con contenidos ridículos. Las propias autoridades deberían ser las que les dijeran a los empresarios: “Vayamos al largo plazo, no vayamos a algo que nos dé resultados este año, busquemos algo que nos los dé en cinco o seis años”. Aún así, y con todo lo que he dicho, creo que España es uno de los mejores sitios ahora mismo en Europa para tener un grupo.

>¿De música?
Sí, por la visibilidad. Tú te vas a Estados Unidos, levantas una piedra y hay diecisiete grupos que te dan sopas con ondas técnicamente; hay gente muy buena haciendo un montón de cosas interesantes y es muy difícil tener visibilidad. En España no somos tantos; si te pones a ello, aunque parezca complicado, se puede hacer algo porque no hay esa saturación. Si apuestas en serio por algo, seguramente no vas a ganar mucha pasta, pero podrás llegar a tener repercusión y conectar con el público. Y en esas estamos.

Deja un comentario

He leído y acepto el Aviso Legal

Puedes consultar el tratamiento que hacemos de tus datos y la forma de ejercitar tus derechos en nuestra Política de Privacidad,