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El Emac pone un gran punto y aparte

Si es el fin de un ciclo, el Emac lo ha cerrado a lo grande. Si es el final del festival, sería una lástima, ya que el festival musical-plástico ha convertido Burriana en punto de reunión de quienes buscan propuestas para inmensas minorías. Marina Herlop o Baiuca ejemplifican el espíritu de este evento capaz de ganarle el pulso al frío.
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Percusiones, teclas, efectos y una original manera de cantar, una efectiva mezcla de Marina Herlop. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Si The last dance significa -como así parece- el final de un ciclo, el Emac pone el punto y aparte en su mejor momento dentro de una trayectoria en constante alza. De las incógnitas de las primeras ediciones a ser un fijo en las agendas de los ávidos buscadores de carteles distintos a los que mueven grandes masas. Si significa el adiós definitivo -interrogantes por la incertidumbre electoral de mayo- sería una lástima, ya que Burriana perdería un atractivo festival con sello propio. Un evento convertido en punto de atracción para asistentes de otras localidades de Castellón y València (superando al público local), lo que repercute positivamente en otros sectores (la restauración, principalmente). El buen tino del equipo liderado por Vicent Tormo ha conseguido que el Centre Municipal de Cultura La Mercè sea cada febrero punto de encuentro aconsejable para descubrir/reafirmar/disfrutar músicas. Con un añadido, al Emac nunca ha hecho falta recordarle la existencia del talento femenino. Más mujeres que hombres ocupan sus escenarios.

Obviando las imposibles exactitudes numéricas, es indudable que el octavo Emac ha sido el que más público ha atraído a los conciertos en toda su historia. ¿Su fórmula genérica? La de siempre. Propuestas repartidas entre grupos emergentes, otros en ascenso, algunos ya en plena fase lanzadera (la joven Judeline es el mejor ejemplo, con sus más de 30k seguidores en Instagram y apariciones en medios generalistas) y nombres ya consolidados sin alcanzar el nivel mainstream (Maria Rodés & La Estrella de David o Baiuca).

Baiuca llenó el anfiteatro de La Mercè y puso a bailar al público con su mecla de tradición gallega y electrónica. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Esa suma ha roto récords de asistencia, asombrando el llenazo del Anfiteatro en la jornada del viernes, habitualmente la menos copiosa, ante una propuesta tan poco comercial como la de Marina Herlop y, sobre todo, respondiendo al baile del mentado Baiuca. La accidental ubicación del escenario en el lateral exterior de La Mercè -por las obras del jardín interior- ha resultado un acierto (no buscado), ya que se ha roto la limitación impuesta por la encorsetada estructura arquitectónica del más recogido espacio, dando lugar a un sábado con gran afluencia de espectadores, a pesar de la desagradable temperatura invernal. La zona del bar, con la música de los dj -poco que ver con la que suena en los escenarios-, más la excepción de un grupo, La Culpa, es apuesta segura desde el primer año.

La zona del bar, siempre repleta. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Uno de los propósitos de Vicent Tormo para la novena edición es aligerar el cartel en cuanto a número de nombres. Y visto lo ocurrido en estos años, sería un acierto. En un festival tan cargado numéricamente de artistas, los retrasos horarios son seña de identidad, tanto por las pruebas de sonido que no siempre se ciñen a las previsiones como por los cambios de equipos (este año más instrumentos que nunca antes... y más tiempo). Si se arranca el domingo por la tarde con 45 minutos de demora, y se le añade la interminable actuación de Lorena Álvarez & Sus Rondadores -suma de canciones, charlas, invitados no necesarios, búsqueda de la atmósfera ambientan idónea y despistes varios... comentado tooooodo ello- ocurre que el teórico cabeza de cartel, Maria Rodés & La Estrella de David, empieza a actuar dos horas después de lo previsto (22:00), ante un tercio de aforo de un anfiteatro lleno durante toda la tarde, provocando una incómoda sensación compartida por artistas y público. Nunca se había cerrado tan tarde. Aunque sobre todo quedará el recuerdo de que el Emac mantiene y eleva su atractivo.

El frío no fue impedimento para el disfrute del festival. Foto: Carme Ripollès (AFC).

Viernes. De la sorpresa de Marina Herlop al llenazo de Baiuca

La encargada de abrir esta octava edición ha sido Nadia Sheikh. Cada vez que la alcorina aterriza en La Plana procedente de Londres se trae más de una novedad. En esta ocasión, junto a sus jóvenes compañeros de banda, llegaba con el reciente single "The shadows", avance del que será su tercer ep, y algunas sorpresas más, como el inédito tema en castellano “Contra el viento”. En cada uno de sus regresos demuestra su avance dentro de una carrera cada vez más orientada hacia los sonidos rock.

Tal vez haya sido la actuación de apertura del festival con mayor número de asistentes, y fue a más con la presencia de Marina Herlop, la propuesta más sorprendente de esta edición. Formada en el piano clásico, lo que le permite un total dominio técnico de las teclas, avanza en terrenos de la experimentación/vanguardia -¿Björk como referente?-, rompiendo cualquier molde tradicional.  No es pop, ni rock, ni jazz, ni clásica… Manejando también la percusión, los efectos y cantando de un modo muy personal (por momentos resulta imposible reconocer el idioma que emplea esta treintañera catalana), busca más el efecto sonoro que el mensaje. El propio título de su tercer disco así lo apunta: Pripyat, la zona inhabitada por seres humanos tras la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil, tomada ahora por la vegetación y los animales, una imagen que gustó a Marina, aunque reconoce que nada tiene que ver con su inclasificable música. Que el público se levantase como impulsado por un resorte para ovacionarla fotografía el efecto que provocó la propuesta más original y distinta en este Emac.

Emac 2023

El resto de la jornada también se alejó de lo más convencional, aunque los asistentes al Emac ya saben reconocer este tipo de propuestas. Califato ¾ lleva años instaurado en La Mercè de Burriana. Así que no fue extraño ver aparecer en el escenario a The Gardener, el barbudo cantante del Califato, aunque esta vez con otro de sus proyectos, Andreh y Manuela, poético, electrónico, visual, dejando la voz principal a  Andrea Santalusía (con un saxo acompañando algunos de sus recitados). Una propuesto no muy alejada de la aportada por el colectivo Pirámide, esta más electrónica, con esa fusión de tradición andaluza con modernidad, ilustrada por proyecciones que contienen su ración de crítica social y política, al lado de iconos del folclore popular.

The Gardener, habitual en el Emac. Esta vez con su proyecto Andreh y Manuela. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Y entre ambas propuestas, la que ya es histórica puesta en escena de Baiuca. Nunca antes se había visto un viernes por la noche tan repleto el anfiteatro de La Mercè -uno de los tops de asistencia en la historia global del Emac- para bailar al son de la música maquinada por el pontevedrés Alejandro Guillán. En este caso la electrónica moderniza la tradición gallega, expuesta por voces, gaitas, flautas… todo ello grabado previamente en el estudio -más que sampleado-, para provocar un “Embruxo” colectivo. Los mismos bailes de los presentes reflejaban esa doble cara tradición/siglo XXI. A lo Tanxugueiras pero más tecnológico.

Rave de viernes por la noche en La Mercè. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Sábado. Nuevas guitarras y sintetizadores combaten el frío

El sábado es el día de los jóvenes que empiezan o que ya han asomado sus nombres en las letras pequeñas de los carteles de grandes festivales. Arranca con guitarras y deambula gradualmente hacia la electrónica conforme pasan las horas. El pop adolescente de  Eterna Joventut, el pop con algún añito más de El Buen Hijo -la propuesta guitarrera mejor recibida- y esa mezcla de pop-funk de Ghouljaboy ejemplifican lo primero.

La Andalucía tradicional, más ordenador. reapareció la tarde del sábado con Ruiseñora. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Valverdina -María Talaverano, del trío Cariño- representó la transición entre el pop y la electrónica, mientras aplicaba su poética a explicar cómo sube stories a Instagram. Cabiria ejemplificó el cambio de roles respecto al siglo XX: ella ocupa el centro del escenario con su voz, sus teclas y sus programaciones y sus compañeros -masculinos- desempeñan por momentos el papel de gogós, aunque también son instrumentistas. El Primavera Sound le espera para seguirla en sus coreografiados bailes. Ruiseñora añadió más tradición andaluza acompañada por las programaciones extraídas de un Apple por Atilio González. Y a partir de ahí, la electrónica de Obal, Los Dominguito, Gazzi y Brava, en la jornada más larga de la historia del Emac (14 horas sin parar, contando a los dj de la plaza).

Como es norma, los sábados arrancan con guitarras y acaban tomados por la electrónica. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Domingo. De récord, pero con demasiada demora

La jornada vespertina del domingo iba para histórica, y lo fue… pero hubiese sido aún mayor si la demora no la hubiese lastrado, repercutiendo en la actuación de los cabezas de cartel, Maria Rodés & La Estrella de David.. Con una colorida imagen sesentera-setentera arrancaron la tarde del domingo Manola y sus cuatro compañeros. Un estilo soul con deje andaluz para dar a conocer los temas que integran el que será su inminente nuevo disco, además de canciones que le han permitido suber escalones, como "Entre tu mano y la mía".

Manola, con las espaldas cubiertas por els gegants instalados en La Mercè. Foto: Cristian Lorente.

A continuación llegó la tradición -sin moderneces instrumentales- de Lorena Álvarez & Sus Rondadores.  Voz, laúd en manos de Carlos Aquilué y guitarra portuguesa en las de Victor Herrero. La asturiana hizo bueno el etiquetaje de “cantautora folk punk” para ir de verso libre en una actuación regada por tinto en la que interpretó “canciones sencillas” propias y ajenas, incluidas versiones de Manzanita, El Lebrijano (¿para qué sacó a Maria Rodés y David Rodríguez?)… y hasta le dio al invitado Alberto Montero la oportunidad de cantar uno de los bellos temas del valenciano (¿era necesario/aconsejable esa licencia dado el estrangulamiento horario y que restaban dos actuaciones más?). Con el enérgico arreón final puso al público en pie,y como no tenía ninguna gana de irse, repitió el primer tema… y hasta reapareció por la primera planta cuando ya parecía haber acabado.

Lorena Álvarez, sus Rondadores y una mesa bien regada, ante un anfiteatro rebosante. Foto: Cristian Lorente.

Cambio de registro absoluto, y también cierto relevo del público, con Judeline. Lara Fernández nos llevaba al terreno de la electrónica y el pop (y el conocido bedroom pop), con influencias claras de la música urbana actual que canciones como "Tánger y Zahara" ejemplifican a la perfección. Es una de las propuestas emergentes que más curiosidad está despertando; prueba de ello es el salto que ha dado desde que el Emac la confirmase (con varios guiños por parte de Rosalía incluido), y es que parece tener la fórmula, tanto en el continente (sonido) como en el contenido (letras). Tiene algo, y en directo se percibe casi al instante. También con temas exclusivos -por ahora-, solo para el directo: "Chisme", "Canijo".

Judeline, en plena lanzadera hacia niveles de popularidad más altos. Foto: Emac.

Ambiente ya enfriado para recibir la bella voz de María Rodés y esa presencia de eterno perdedor de La Estrella de David. Repaso a su disco Contigo (2021), empezando por "Hacer el amor", acompañados por otros tres músicos, con unas sonoridades muy norteamericanas (country folk, bluegrass….) y unas letras que merece la pena escuchar (preciosa “Eres”). Escenificaron, muy al estilo habitual de David. “Nos vamos a divorciar”, abandonando uno por uno el escenario, dejando únicamente al guitarrista… antes de regresar para el festivo cierre de “No rompas más mi pobre corazón” de Coyote Dax, todo un hit en las verbenas de este siglo XXI.

Parte artística. La historia del edificio de La Mercè dibujada por Elías Taño

El Emac cuenta con una parte dedicada a las artes plásticas protagonizada por jóvenes artistas que exponen y venden -o lo intentan- sus creaciones. En esta edición ha destacado la sorpresiva aportación del tinerfeñó-barcelonés Elías Taño, al reflejar en formato cómic la historia del edificio convertido en la actualidad en el Centre Municipal de Cultura La Mercè, y con anterioridad escuela pública, hogar de maestros, almacen, biblioteca y cárcel franquista. Esta iniciativa surgió del propio artista. "No me gusta ir a un sitio exponer algo tres días y marcharme, sin dejar huella. Me gusta dejar algo relacionado con ese lugar. Empecé a informarme de qué ha sido este edificio a lo largo de su historia y decidí dibujarla con forma de cómic", explica Elías Taño, a quien el concejal de Cultura, Vicent Granel, ha pedido mantenerla unas semanas más en los pasillos que circundan la zona central del edficio.

El público pudo conocer la historia del edificio de La Mercè gracias a las ilustraciones del artista tinerfeño-barcelonés Elías Taño. Foto: Carme Ripollès (ACF).

El apartado plástico ha tenido también como protagomistas a Hula Cerámica, Dakota Hernández, Ino Grau, Guinda, Raquel Mor, Studio Munxin, Lewis Mason, Diego Castán, Andrea, Amparo Saera, Sergio Cerisuelo, Artichokehoke, Salvador Lorente Garcia, Lola Bonet i Palop y Maleïda Taca, junto a una mesa del Grup de Suport L'Aurora y los discos de José Mercadillo.

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