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Xarxa Teatre despliega 'Ara Pacis II' en Corea del Sur. Cuaderno de rodaje de 'Alegrías del incendio'

El grupo teatral vila-realense Xarxa Teatre viajó por cuarta vez a tierras surcoreanas para estrenar mundialmente la última versión de su obra 'Ara Pacis'. Del 29 de abril al 2 de mayo fueron cuatro días intensos de reuniones, montaje y ensayos hasta la actuación. El cineasta castellonense y colaborador de Nomepierdoniuna Adrián Tomás Samit (Atom Samit), que vive allí actualmente, aprovechó la ocasión para grabar un documental sobre el viaje de los comediantes. Este es un breve cuaderno de rodaje de 'Alegrías del incendio'.
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Prólogo:

1.“¿Por qué has venido aquí?”, me pregunta Miny sonriendo con sorpresa al reparar en que hace casi un año que llegué a Corea del Sur para estar con ella. La conocí durante mi estancia en la residencia GlogauAIR de Berlín, en la que realicé mi último documental gracias a la beca Hàbitat Artístic Castelló. El amor y la mala situación cultural y laboral de España me hicieron dar la vuelta a medio mundo.

2. “Ya hemos incorporado la bailarina que nos faltaba para la gira de Corea […]”, fue un comunicado que leí en el Facebook de la compañía vila-realense Xarxa Teatre el 3 de abril en una noche de insomnio. “¿Corea?”, repetí para mi mismo. A los pocos minutos envié un email a través de su web. Manuel V. Vilanova, uno de los directores de la compañía (junto con Leandre Ll. Escamilla, también fundadores hace más de 30 años) me respondió aceptando mi propuesta de realizar un documental sobre su estancia en Corea y la preparación de su espectáculo.

Día 1. 29 de abril. Reuniones.

Leandre Escamilla, con camisa rosa, reunido con los responsables del Festival de Teatro de la Fortaleza Hwaseong. Fotos: Adrián Tomás Samit.

A las 8:40 de la mañana, con el equipo de grabación que me había prestado el Centro Audiovisual de la ciudad donde vivo, Jinju, subí al autobús que tres horas y media más tarde me dejaría en Suwon, lugar donde se iba a celebrar el Festival de Teatro de la Fortaleza Hwaseong. Llegué al hotel donde se hospedaban los comediantes de Xarxa Teatre justo en el momento en el que unas voces que hablaban en catalán y que iban a coger un taxi. Me presenté rápidamente y me uní al pequeño grupo de la compañía formado por Leandre, Ángel y Óscar, acompañados de una traductora.

Apenas habían bajado del avión hacía menos de cuatro horas y ya estaban en una reunión con varios organizadores del festival. Nos llevaron a la gran plaza frente a la fortaleza, donde acosados por el viento y la lluvia se discutió el tema de las luces, trabajo de Ángel, que necesita una primera y mayor planificación. Entre el inglés de Óscar y el español de la traductora, una estudiante de filología española de la universidad de Yongin (junto a Suwon), se hicieron entender. En este lugar no actuarían hasta el día 5.

Para entonces yo ya me habría ido, pues sólo podía quedarme hasta su primera actuación del día 2. Ésta sería en el parque del lago Gwanggyo, en la otra punta de la ciudad. Llegamos allí y vimos que el lugar era muy bonito y agradable, pero un poco pequeño. El espacio sería únicamente para ellos, por lo que podían trabajar sin molestias, pero les alejaba del núcleo del festival y de la interacción con otros grupos teatrales preparando sus respectivas actuaciones en el centro de la ciudad.

Entre Leandre y Ángel midieron el espacio y lo delimitaron. La organizadora del festival nos comunicó que un camino de agua, a la vez fuente, por el que los niños no dejarían de pasar estos días con sus bicicletas para refrescarse, estaría seco el día de la actuación, pero hasta entonces era de uso público. Se hicieron unas marcas de lugar, se pensó donde colocar las torres de luces y el sonido y se acordó la llegada del material para el día siguiente. Después fuimos al hotel para reunirnos con el pirotécnico.

Mr. Quack, como le llamaban con cariño y al que saludaron con gran afecto cuando se encontraron, había trabajado con Xarxa Teatre siempre que habían venido a Corea del Sur. Me sorprendió el fluido francés que hablaba el pirotécnico. Acordaron cómo organizar el material para las dos actuaciones y que Óscar iría al día siguiente hasta su casa, o lugar de trabajo, a unas dos horas de Suwon para prepararlo y dividirlo.

Terminamos a las 19:30 de la tarde, y yo me dirigí a la pensión. Decidí ir andando. Una hora de caminata en la que pasé por una de la calles más comerciales de la ciudad, llena de estudiantes y restaurantes que no cierran, la puerta de entrada a la antigua fortaleza, y el mercado tradicional, ya con los puestos de comida y las tiendas de ropa cerradas. En la pensión dejé que la luz de neón del edificio de enfrente iluminara mi habitación mientras intentaba dormir.

Día 2. 30 de abril. Instalación.

Me desperté a las 7.30 para desayunar con calma en la panadería de debajo de mi pensión y subir a la cima del monte Paldal para hacer unas tomas panorámicas de la ciudad. Los comediantes nos llegaría a la plaza frente a la fortaleza hasta las 10:00, con lo que aproveché para visitarla por dentro y ver instrumentos, ropas y comidas tradicionales, acompañadas de maniquís representando escenas típicas de la Corea antigua. Mientras disfrutaba de mi visita, al parking llegó el contenedor con todo el material para escenificar Ara Pacis II, y que dos meses antes habían tenido que enviar en barco por mar.

Llegaron todos los miembros de la compañía. Se sorprendieron de que alguien fuera a grabarles durante el proceso. Los actores se arremangaron y se dispusieron a trasladar el material a dos grandes camiones que lo llevarían al parque del lago Gwanggyo. Niños y niñas de colegios de Suwon que estaban de excursión se acercaron a ver el duro proceso que suponía moverlo todo de un lugar a otro. El trabajo en equipo, pieza clave en el proceso de creación de las obras de Xarxa Teatre, amenizó la faena y no tardaron mucho en acabar.

Mientras esperábamos a los coches que nos llevarían al lago donde montar el escenario, frente a la fortaleza comenzó un espectáculo donde soldados imperiales hacían una especie de danza y demostraban sus habilidades con la espada cortando cañas de bambú. Algunos de los actores se acercaron a ver, y yo con ellos para grabar cómo descubrían un poco la cultura coreana. Alguno de ellos, principalmente Marina, la bailadora de flamenco del anuncio que me trajo hasta aquí, quería hacerse una foto con los actores-soldados.

Llegaron los coches. Por falta de lugar nos dividieron en tres grupos. Yo fui con una traductora, con Manuel V. Vilanova y con Pere, uno de los actores. El chófer nos perdió y nos dejó a varios kilómetros del parque. Se lo advertí a mis compañeros y la traductora hizo un par de llamadas para que nos vinieran a recoger y llevarnos al lugar correcto. Al llegar, buena parte del material ya estaba descargado, dispuesto para ir montando el escenario.

Habían cuatro grupos de trabajo. El de Leandre y Óscar, al que se unía Ángel de vez en cuando para ir controlando, y que iban pensando dónde y cómo montar el escenario en función de las marcas del días anterior. El equipo de luces, donde Ángel iba siempre acompañado de una traductora que le ayudaba con el encargado principal para decidir dónde y cómo colocar las torres de las que colgar los focos, y que delimitarían el espacio central de la actuación. Y el equipo de sonido, que debía esperar a las torres de luces para conectar junto a ellas los altavoces. Mientras tanto, todos los actores iban bajando cosas de los camiones, y poco a poco montando piezas que luego serían parte de la escenografía: grandes barriles blancos, bloques de cañas, hierros y plataformas, móviles, paneles, etc. Una actuación de gran formato con letras mayúsculas.

Después de comer una pizza que salió a casi veinte euros debido a problemas de comunicación, siguió la instalación del escenario. Sin parar, en pequeños grupos. Cientos de piezas que acoplar, un fallo implicaba desmontar y volver a montar. Cierta tensión. Lo mismo que para las torres de luces, que no cumplían estrictamente, digámoslo así, la norma estándar. El calor era sofocante. Algún que otro actor y yo nos quemamos la piel. Yo iba saltando de un grupo a otro intentando abarcarlo todo. Cuando el sonido estuvo instalado comenzaron las pruebas con la música que formaría parte del espectáculo. Ya se intuía que no habían traído equipo suficiente y se escuchaba relativamente bajo. Ángel comenzaba las pruebas de luces. Sobre las nueve de la noche se dejó prácticamente terminado todo el escenario y las plataformas móviles.

Los actores y yo nos fuimos al hotel. Ángel y Leandre se quedaron para preparar los juegos de luces, algo que había que hacer en la oscuridad y que requería de mucho tiempo y paciencia. Debieron terminar alrededor de las dos de la madrugada. Yo aproveché que ya se habían empezado a hacer pruebas antes de irnos y con eso tenía grabado suficiente para dar cuenta de ello.

Día 3. 1 de mayo. Ensayos

“Feliz día 1 de mayo. Día del trabajador y nosotros trabajando”, saludó uno de los actores al llegar al autobús que nos llevaría a nuestro lugar de trabajo, pero que no nos llevó. Como el día anterior, el chófer nos dejó en un parking alejado del lugar correcto. Indicándole a duras penas, y preguntando éste al guarda del parking al final nos dejó en el lado del parque del lago Gwanggyo donde estaba montado el escenario.

La pirotecnia ya había llegado y algunos de los comediantes se metieron dentro de un par de carpas, que a la vez hacían de horno, para ir preparando el material. Otros remataban la escenografía. Ese día yo esperaba el momento de los ensayos, así que aproveché la mañana para hacerle una entrevista a Manuel V. Vilanova. Hablamos de los orígenes de la compañía, de sus más de 30 años en el circuito y lo complicado que es seguir en él dentro del contexto de crisis cultural, social y política en el que se encuentra nuestro país, sobre la obra Ara Pacis II y el contexto en el que se encuentra al representarla en Corea y de la unidad familiar que hay dentro de Xarxa Teatre.

Por la tarde llegaron los extras. Un chico y cinco chicas coreanas en edad universitaria, sin experiencia teatral y muy delgados para el trabajo físico que requiere actuar en las obras de Xarxa. Pero con toda la ilusión del mundo siguieron las indicaciones que Óscar y la traductora les iban dando y lo intentaron hacer lo mejor posible. Primero fueron explicándoles una por una las escenas en las que debían participar y trataron de ensayarlas por su cuenta. Ya por la noche, cuando parecía que el día no tendría fin, pues la infinidad de detalles en la escenografía hacía que la instalación nunca terminase, los extras y los actores ensayaron juntos las escenas más importantes, junto con la música y las luces.

Adrián Tomás Samit, rodando el ensayo de Xarxa Teatre para su documental.

Surgieron problemas, como una sombra que daba justo en la estructura del Ara Pacis donde debía de actuar Javier. Tocó mover la plataforma y reestructurar el espacio. Algunos extras no tenían muy claro lo que debían de hacer, con lo que algunos actores les iban dando indicaciones o sustituyéndoles para que lo vieran ejemplificado. En la secuencia de la guerra había que ajustar posiciones y movimientos. El cambio de la estructura de Ara Pacis había provocado que ciertos elementos no se vieran y se tuvieran que volver a replantear su posición. Al final se optó por un escenario más catastrófico y apocalíptico, pero también más visible en su conjunto.

La semana anterior se había ensayado en el estudio de Xarta Teatre, pero sin la música final, que la escuchaban ahora como nueva, en todo su esplendor. Tampoco estaban los extras, y el espacio había cambiado radicalmente. Casi habían tenido que prepararla desde cero. Surgió algún debate y se llegaron a acuerdos, todos ponían de su parte para lograr el mejor espectáculo posible. Nos fuimos alrededor de las once de la noche. Y una noche más, Ángel y Leandre se quedaron para configurar la iluminación.

 

Día 4. 2 de mayo. El espectáculo.

Fui caminando hasta el hotel después de comerme un cruasán y beberme el zumo de naranja de cada mañana. Mientras todos iban llegando, Paula, una de las actrices, me habló sobre los orígenes de la danza jamaicana, cosa que encontré muy interesante. Subimos al autobús con el temor de que hoy también se equivocaran. Para evitarlo, nada más divisamos el parque, los comediantes se pusieron a gritar en inglés: “¡Aquí, aquí! ¡Ok!”.

Miny debía de llegar sobre las cuatro de la tarde para ayudarme a grabar la actuación, pero conociéndola me temía que vendría tarde. A la una, tras grabar un poco a los actores siguiendo con la pirotecnia y pintando algunas chaquetas militares, la llamé. Miny cogería el autobús de las tres y media, con lo que llegaría a Suwon media hora antes del espectáculo. El día, que lo esperaba tranquilo y sin grabar demasiado dejándolo todo para la actuación se volvió el más estresante.

Diez minutos antes de que comenzara el espectáculo, con las extras coreanas ya vestidas de atrezzo y los actores terminando de maquillarse, Miny me llamó. Resulta que el taxista la había dejado al otro lado del parque. Le pasé ell teléfono a una traductora de Suwon y le indicó cómo llegar. Cinco minutos después nos encontramos. Le expliqué rápidamente cómo y desde dónde grabar y comenzó a sonar la música que daba comienzo al espectáculo.

La grabación fue muy intensa. Lo principal, como siempre que grabo a gente trabajando, era no molestar. Para ello, tuve que correr de lado a lado, grabar desde detrás de la gente y de los actores desde la distancia adecuada, y en alguna ocasión subirme al puente que pasaba por encima del parque. El calor de los días anteriores provocó una intensa lluvia que le dio un tono más épico a la actuación, pero nos dejó a todos empapados, cámaras incluidas. La hora de actuación se pasó en un suspiro. Podía escuchar al público jaleando con sorpresa y disfrutando de cada momento. Fue mágico para ellos… y para nosotros. Espacialmente para mí, al formar parte de un proceso de creación tan rápido como complejo, duro pero maravilloso, familiar y muy interesante. Pocas veces se puede tener una experiencia como ésta, que nos hace conscientes de todo el trabajo que hay detrás de una actuación teatral y nos hace crecer como personas.

Mi experiencia con las chicas y chicos de Xarxa Teatre, esos días veloces e intensos, la labor detrás de la magia, las dificultades de comunicación y la visión extranjera en un país como Corea, la unidad dentro del grupo donde todos son protagonistas y no hay cabida para el individualismo… todo estoy y mucho más es lo que he podido descubrir estos días y lo que se va a reflejar en el documental que estoy preparando: Alegrías del incendio. Ahora entra en fase de posproducción y estamos buscando una productora que nos ayude a terminarlo, pulirlo y darle salida a esta historia única que cuenta cómo una compañía de teatro de Vila-real nació hace 30 años, creció y ha llegado hasta el otro lado del mundo gracias al esfuerzo y la ilusión. Si queréis formar parte del proyecto os podéis poner en contacto con nosotros.

PS: Al llegar a España se produjo la muerte de Leandro Escamilla, padre de Leandre, codirector de Xarxa Teatre. Una noticia muy triste. Desde aquí le mandamos a él y a toda la compañía un fuerte abrazo. Vuestra magia irá con él a todas partes.


  1. gran comentario y seguramente grandioso expectaculo como nos tiene acostumbrados XARXA TEATRE, pero lo màs grandioso es la repercusiòn que tiene al llevar el nombre de Villarreal y el de Castellòn por todo el mundo. Gracias XARXA.

  2. Pingback: De Xarxa a Biuro Podrózy, tres días de teatro MUT! | nomepierdoniuna

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