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Un año llamado crisis

Columna del escritor Robert Juan-Cantavella para Nomepierdoniuna.
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Ahí fuera las cosas no existen hasta que les ponemos nombre. Las cosas son las palabras que les echamos encima, como el fantasma de un cuento infantil es la sábana que lo cubre. Manejar el lenguaje es manejar el mundo.

Hasta hace diez años, por ejemplo, Nomepierdoniuna no existía. Circulaba por ahí una expresión popular parecida, formada por un montón de palabras sueltas, pero todavía no era la webzine de Castellón y a nadie se le ocurría escribirla toda junta. No fue la única palabra que aprendimos por aquel entonces: el año del Señor de 2008. También nos enseñaron a decir “crisis”. Pobres de nosotros, no teníamos ni idea de que, con semejante ampliación léxica de nuestro pobre entendimiento, daba inicio una nueva era que, a su vez, habría de traer consigo otras transformaciones terminológicas. Así, expresiones como “derechos laborales” o “Estado del bienestar” pasaron a formar parte del vocabulario de la literatura fantástica (su tipificación como apología del terrorismo está todavía en fase de estudio), y otras como “jornalero” fueron sustituidas por freelance.

En realidad, para cuando Nomepierdoniuna empezó su andadura, el vocablo “crisis” ya existía, lo que pasa es que no significaba lo que empezó a querer decir en 2008. Sucede lo mismo con la palabra “arroba”, que antes era una medida de peso y ahora es el centro de gravedad de tu dirección de correo electrónico. Hoy ya no pesamos con arrobas, pesamos con quilos, y tan mal no nos va. Pero lo de la palabreja “crisis” ha traído más cola. No faltan, por ejemplo, las lenguas maledicentes que aseguran que, para referirnos a lo que sucedió entonces (con Lehman Brothers a la cabeza y tu banco de confianza al quite) ya teníamos expresiones como “estafa”.

A veces me da por plantearme si esas lenguas viperinas tendrán razón, si aquello fue un timo de los de toda la vida, un desfalco, un sablazo, y no una crisis. Pero echo la
vista atrás, veo a los prohombres que entonces se encargaban de la cosa pública, y la
propuesta me parece del todo infundada.

No olvidemos que, en 2008 (el año de la Rata en el calendario chino), Rodrigo Rato acaba de abandonar la presidencia del incorruptible Fondo Monetario Internacional y se dispone a darnos una lección de gestión liberal a los mandos de Bankia; Mariano Rajoy nos informa de que Carlos Fabra es “un ciudadano ejemplar” (nombramiento que don Carlos celebra encargándole a Ripollés el enésimo “ninot de falla” rotondero); Iñaki Urdangarín decide que él no vivirá de rentas, que él se hará emprendedor (otra palabrita nueva al saco); Eduardo Zaplana es portavoz de su partido en el Congreso; Francisco Camps preside la Generalitat Valenciana; Gerardo Díaz Ferrán dirige la CEOE y Juan Carlos el Campechano reina en el reino.

O sea que no, con este dream team es imposible. Lo que yo decía, lenguas maledicentes. Seguro que sí fue una crisis... Y, si no, por lo menos vino acompañada de esta revista.

Robert Juan-Cantavella es autor de novelas como El dorado o, el más reciente, Nadia.

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