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Singin' in the Cave: 49 conciertos inolvidables y una duda. ¿Realmente nos gusta la música en directo?

Raúl Rubio, impulsor y director artistico del ciclo 'Singin' in the Cave', hace balance de cinco años de conciertos únicos en les Coves de Sant Josep de la Vall d'Uixó. También reflexiona para Nomepierdoniuna sobre la respuesta del público a la música en directo durante la pandemia del coronavirus. Abriendo y cerrando paréntesis.
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Abro paréntesis.
Creo que como sociedad estamos fracasando. Lo retomaré más adelante.
Cierro paréntesis.

Fue un embarazo largo. Meses durmiendo en un cajón -el proyecto, claro, no quien escribe- y yo que seguía empecinado en que el Singin' in the Cave podía ser una buena idea. Decidí empezar, aunque fuera programando una cena-concierto en un restaurante cercano, dentro de una cueva (¿dónde si no?). Alguien lo descubrió entonces y, al menos, pudo hacerse el acústico desde la barca en la Sala de los Murciélagos de les Coves de Sant Josep. Sentía una felicidad enorme. Tenía un agujero en el bolsillo.

Había pasado casi un año y poco después se ponía en marcha la primera edición del Singin’. Con poco tiempo para prepararlo, poco presupuesto (algunas cosas nunca cambian) y una ilusión desbordante (esto tampoco cambia). Fue un “sí” valiente por parte del equipo de gobierno local y el tiempo ha demostrado que esta colaboración público-privada funciona. Nada es mejor por el mero hecho de su carácter público, privado o mixto; lo importante es el resultado.

Después de 49 conciertos podemos afirmar que el Singin' es una experiencia realmente única. Que permite redescubrir las Coves de Sant Josep de un modo diferente. En la que la música resuena diferente. Llega al público de un modo diferente. Se siente diferente. Se sale diferente.

Concierto Maika Makovski en les coves de Sant Josep de la Vall d'Uixó (Singing in the Cave). Foto: Carme Ripollès (ACF).

Contaba este verano Maika Makovski, después de su actuación y citando a David Byrne, que la música, para ser sublime, debe ser interpretada en el lugar ideal. “Y a mí me gusta más la música aquí de lo que me gusta en el resto del mundo”, confesaba refiriéndose a la Sala de los Murciélagos de les Coves de Sant Josep. Por su belleza y por su acústica, con esa reverb tan larga y bonita que, según Coque Malla, “te acaricia el oído”. “La sensación es tremenda, con una fidelidad acústica que para mí ha sido una experiencia no vivida antes”, nos explicó en su día Santiago Auserón. La palabra más repetida por público y músicos para describirlo es “magia”.

Queremos que 50 personas (30 este año, por la reducción de aforo) recuerden un concierto el resto de sus vidas. Para nosotros, es un objetivo tremendamente ambicioso. En 2020, el reto resultaba mayúsculo.

Contratamos servicios externos de asesoría en seguridad sanitaria y añadimos nuevos aspectos al propio protocolo de Coves de Sant Josep. Coordinadamente, se optó por ser muy cautos: mismo número de barcas y mayor reducción de ocupación de lo que establecía la normativa; eliminar el set amplificado del Embarcadero y mantener sólo el set acústico de la Sala de los Murciélagos -donde la distancia entre músicos y público es de unos 8 metros-; acortar el recorrido de la visita previa a les Coves; limitar a dos músicos como máximo en la barca para mantener la distancia de seguridad y uso de mascarilla FFP2 para los barqueros... Además, para el público: uso obligatorio de mascarilla, toma de temperatura, limpieza de suelas en la entrada, limpieza de manos con gel hidroalcohólico... Y una mayor desinfección del espacio.

El objetivo era que el público estuviese (y se sintiese) cómodo y seguro. Y con ello conseguimos, además, acabar el ciclo con las mismas normas con las que lo iniciamos. Gracias a esa decisión, y al compromiso con una cultura segura -deben seguir ambos: el compromiso y la cultura- pudimos celebrar el quinto aniversario con seis propuestas musicales de enorme nivel (Raquel Lúa, Andrea Motis&Josep Traver, Maika Makovski, Anni B Sweet, Ede y Escuchando Elefantes), con la guinda final de Amaral como Singin' extra con motivo del Día Internacional del Turismo.

 

Falsos mitos sobre el Singin’

Volvamos por un instante la vista atrás. Con la confianza del público y de los músicos, el apoyo de varias instituciones públicas (Ajuntament, Turisme Comunitat Valenciana e Institut Valencià de Cultura), la colaboración de Nomepierdoniuna y Ràdio la Vall d'Uixó-Cadena SER, y la implicación, incluso vital, de algunas personas, el proyecto pudo seguir. Y crecer. Año tras año. Tanto, que incluso se han generado falsos mitos respecto al ciclo. Veamos...

-Las entradas vuelan: En algunos conciertos se agotan en horas. En otros, tardan semanas.

-Las entradas son caras: Una visita a les Coves de Sant Josep cuesta 10 euros. Desde la primera hasta la tercera edición, hubo Singin’ (visita a les Coves + concierto) por 15 euros. En la cuarta, por 20 euros. Y todo ello, con sólo 50 entradas a la venta. Y en 2020, con 30 entradas a la venta, desde 30 euros. ¿Realmente alguien piensa que es caro? Las entradas se han agotado en la práctica totalidad de los conciertos programados, lo que invalidaría dicha afirmación. Nuestra intención fue siempre una propuesta exclusiva, pero no elitista.

El ciclo Singin'in the Cave se adapta. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Y llegados a este punto, hablemos de valor y de dinero.

Abro paréntesis.
Durante el confinamiento, músicos (o creadores en general) compartieron gratuitamente su arte a través de sus redes sociales. Hay músicos que creen que se equivocaron, pues restaron valor a su trabajo. Algunos recibieron incluso ofertas de entidades privadas (y también públicas, ojo) para que regalaran conciertos online a cambio de “visibilidad”. Menudo alimento.

Yo opino que no, que los músicos no se equivocaron, que al igual que otros sectores que dieron lo mejor de sí mismos durante aquellos meses nefastos, ellos querían contribuir ofreciendo su arte. La cuestión es que después nosotros, como sociedad, no hemos sabido corresponderles. Les hemos fallado. Mucho like online, pero bastantes conciertos sin sold out cuando volvió la música en directo, pese a los aforos reducidos y al cumplimiento de protocolos. En el Singin' sí hemos agotado todas las entradas (sí, son muy pocas) pero todos sabemos que esto ha pasado.

Entonces, visto lo visto, ¿realmente nos gusta la música en directo? ¿O utilizamos los conciertos como photocall para llenar de Instagram nuestras vidas vacías?

Singin’ in the Cave es una propuesta diferente, pero otra más. Igual de válida (o no) que cualquier otro ciclo o festival. Grande, pequeño o mediano. Pero considero que la balanza ocio/cultura se ha decantado hacia un lado. Y esa ha sido la excusa para imponer unas restricciones durísimas y, en algunos casos, injustificadas, durante la “nueva normalidad” (sic). Omitiré agravios comparativos, pero no el impacto que ello ha provocado.

Aunque más allá de las normas, están las actitudes. El compromiso. La responsabilidad. Individual y colectiva. Leo en un post de Facebook críticas por celebrar un concierto con el siguiente argumento: “Habría que destinar ese dinero a hacer PCR”, dice uno. “Oye, que los músicos no han cobrado por tocar”, contesta otro. Y no sé cuál de las dos frases resulta más hiriente. Todos sabemos que cualquier profesión es más digna que la de músico.

Me da la sensación de que no somos conscientes del enorme esfuerzo que ha supuesto para todos (artistas, programadores, agencias, técnicos...) organizar un concierto en las circunstancias actuales.

Constato, por todo ello, que nuestro respeto por la creación, por la cultura, está bajo mínimos. Y creo que como sociedad vamos camino del fracaso.
Cierro paréntesis.

El Singin’20 era el del quinto aniversario. Queríamos celebrarlo de otra forma. Al final, el mero hecho de poder programarlo ha sido el mayor éxito que pudiéramos imaginar.

Yo no concibo la vida sin música. Estoy y estaré eternamente agradecido a todos y cada uno de los músicos que me han hecho vibrar, bailar, llorar... Y a aquellos han pasado por el ciclo, sobre todo, a los que participaron en el primer año, que dijeron 'sí' a una explicación telefónica o vía mail que sonaba muy rara. Pero se atrevieron. Confiaron. Y sí, la idea sonaba rara, pero resonaba a gloria cuando ya estaban en la barca.

También al público, que ha agotado las entradas disponibles en todos los conciertos casi desde el inicio y que siempre se ha mostrado respetuoso.

La Vall d'Uixó ya aparece en el mapa musical con un ciclo de referencia.

Hasta aquí hemos llegado. De momento. Que no es poco.

Y aún tenemos ganas de seguir remando.

Maika Makovsky recorriendo les Coves de Sant Josep junto a Raúl Rubio. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Raúl Rubio es programador e impulsor del ciclo Singin'in The Cave de les Coves de Sant Josep (Vall d'Uixó).

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