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Singin'in the Cave (o el concierto que "nunca olvidará" Ángeles Toledano)

El sitio más "especial" en el que ha cantado nunca. Nos lo contaba Ángeles Toledano mientras, sobre las barcas que navegan les Coves de Sant Josep de la Vall d'Uixó, entendíamos perfectamente a lo que se refería. Prometía "no olvidarlo jamás". Y es que el arranque del Singin'in the Cave ha vuelto a demostrar la singularidad e intensidad del ciclo.
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Ángeles Toledano dió inicio a la primera sesión, el domingo 5 de marzo, del ciclo Singin' in the Cave. Foto: Carme Ripollès

Ángeles Toledano inauguraba nueva temporada de Singin'in the Cave el pasado 5 de marzo. Una mujer andaluza, que le canta al amor y a lo que hay después del amor. Pero que, sobre todo, le dedica su canto a la orilla del río que rodea su hogar –y esta vez, desde el rio subterráneo de otro lugar–. Nace en Villanueva de la Reina, un pueblo a orillas del río Guadalquivir de la provincia de Jaén, y es que, en su canto, se percibe un amor por el flamenco desde la cuna que la conduce a despuntar a nivel internacional.

Un concierto que prometía (como en realidad siempre pasa en el ciclo de les Coves de Sant Josep de la Vall d'Uixó) cuajar a la perfección con el consolidado formato: una gran voz en un paraje inmenso que depura lo superfluo y saca a relucir la más pura verdad.

Los asistentes realizan un recorrido previo a la actuación. Foto: Carme Ripollès

Las cuevas son cálidas, las paredes son amables y el azul eléctrico embellece –más si cabe– el paraje casi onírico. El agua queda suave al tacto y la barca se mueve amablemente por encima de la arena clara. Ojos que observan, expresiones relajadas y miradas cómplices entre los espectadores (como quien quiere decir: estamos compartiendo este dulce momento).

El paseo por los subterráneos de la cueva termina con unas notas que parecen llamarte y que sientes cada vez más cerca. El silencio irrumpe en todos los espectadores, que quedan atrapados por un canto que no se ve, pero que cada vez se escucha con más claridad a medida que la barca avanza. Y en ese justo momento, cuando la barca frena, el sonido de la guitarra se entremezcla con el de la cantante para rebotar por las paredes rocosas y con las gotas que hasta parece que empiezan a caer al mismo ritmo. Y es cuando te adentras en una realidad sensible a la vez que vehemente, que desmenuza el tiempo y espesa el aire.

En la Sala de los Murciélagos las barcas se detienen y da comienzo el concierto. Foto: Carme Ripollés

El concierto era alternado con confesiones de la artista, solos de guitarra y aplausos de unos espectadores agradecidos y pletóricos que ocupaban toda la sala de los Murciélagos. En la última canción, la jienense, con las luces de la sala apagadas, la cantó a capela, tan solo con la compañía de los sonidos naturales de la cueva, que parecían que iban al ritmo de las notas que emitía la cantaora.

Ángeles Toledano aprovechó el espacio para exponer su voz sin artificios. Foto: Carme Ripollès

Durante el concierto, la artista compartió repetidas veces que nunca se hubiese imaginado tocar en un sitio tan bello como les Coves, que ese recuerdo quedaría por siempre en ella; los asistentes, mientras la mirábamos, entendiendo que tampoco nunca vamos a ver otro concierto en un formato similar.

El resultado, un concierto de voz y guitarra que dejó embelesados a las 7 barcas repletas de espectadores que miraban casi hipnotizados a la cantaora y al músico. No hay nada más sano, ni más útil, que la experiencia de ver música en directo en Singin'in the Cave.

Los músicos agradecían a todos los asistentes su acogida. Foto: Carme Ripollès.

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