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Manolo Nebot. Cuando el jazz se vive a través de un objetivo

Manolo Nebot es periodista gráfico del periódico Mediterráneo y un completo enamorado del jazz. Aprovechamos que desde Estados Unidos han elegido una obra suya como la mejor fotografía de jazz del año para hablar con el fotógrafo de Vila-real sobre música, míticas salas desaparecidas, la tristeza de Miles Davis y el panorama actual del jazz.
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La mejor fotografía de jazz del año: Cecile McLorin en el festival de Peñíscola 2016. Foto: Manolo Nebot

Eran las 23:00 del 22 de julio de 2016. Cecile McLorin, una de las mayores referentes de la escena jazz actual, subía al escenario del Palau de Congresos en una de las actuaciones más potentes del XIII Festival Internacional de Jazz de Peñíscola. Delante, curiosos, aficionados del jazz, enamorados de este estilo musical y Manolo Nebot con una Nikon D-4. Siempre Manolo Nebot. El fotógrafo castellonense no falló a su cita con eso que tanto le apasiona, el jazz. Y menos mal que no lo hizo, porque fue exactamente ahí donde se gestó la mejor fotografía de jazz del año de todo el planeta. O eso asegura la Asociación de la Prensa de Jazz de Estados Unidos. Un reconocimiento más que justo para uno de los mejores fotógrafos de jazz del país, con más de 30 años de capturas en todo tipo de salas y conciertos.

Somos lo que hacemos, dicen. Parece que nuestro trabajo, o la forma en la que decidimos gastar el tiempo que tenemos, nos define. Uno puede estar más o menos de acuerdo con esta afirmación. Pero en el caso de Manolo Nebot no puede tener más sentido. Fotografía y jazz, dos corrientes de la misma persona, dos estratos que moldean la identidad del fotoperiodista de Vila-real. Por mucho que parezca imposible que el ritmo y el movimiento de un tipo de música tan dinámica como es el jazz pueda reflejarse en una imagen estática, Nebot lo logra. Sin embargo, matiza: “No hay una fórmula. Hay que buscar el momento, sentir la música y sentir la fotografía, saber lo que buscas y, aún así, muchas veces no lo conseguirás”. Asegura que existe una relación directa entre el jazz y su cámara, puesto que “si un músico no me inspira, la fotografía no me sale bien ni me convence”. El cajón del fotógrafo está lleno de conciertos que no llegaron a alcanzarle.

Nebot descubrió aquella cosa llamada jazz de muy pequeño. O más bien el jazz lo descubrió a él. “No sabía lo que era cuando lo escuchaba por la radio, pero sí que me producía una serie de sensaciones muy alejadas de lo que sentía con el resto de la música”, confiesa el periodista, que añade: “Quizá es una música un poco complicada. Yo la disfruto y traslado esa pasión a la fotografía, pero la realidad es que es un género minoritario”. Aunque no hay que hacer dramas. El jazz es minoritario porque funciona así, asegura. Lo compara con la música clásica. Música de calidad que llenarán un auditorio pero lejos están de traer 30.000 personas a un festival. El jazz es otro estilo, es otra forma de entender la música y vivirla. En palabras del fotógrafo: “Esta es, exactamente, la virtud del jazz. La conexión entre artista y público y la forma en que la distancia entre ellos desaparece. Es música participativa. En cualquier otro ámbito, un músico no tocaría para 100 personas mientras que un artista de jazz lo hace encantado y lo disfruta”.

Manolo Nebot posa en el vestíbulo del Teatre del Raval junto a algunos de sus 'Portraits of jazz'.

Y es que la verdadera esencia del jazz está en los clubs. Nebot todavía se ve a sí mismo sentado en primera fila del desaparecido Café del Mar del Grao de Castellón, allá por los 90, “casi chafándole el zapato al músico”. Un club que, tras veinticinco años de historia, tuvo que cerrar. No es un caso aislado. El periodista todavía recuerda una provincia de Castellón con mucho jazz. Pero poco queda de aquello, puesto que “en los últimos cuatro o cinco años han desaparecido al menos tres convocatorias de jazz”. El periodista pone nombres sobre la mesa, entre lo que destaca el ciclo Avui Jazz. “Esta edición haría veinte años, pero se lo cargaron. Yo estaba en su primera edición en el 97, inaugurándolo con una exposición. Ahora hablan de otro festival diferente, pero no sé lo que pasará”, explica, mientras agrega: “Es una lástima porque a veces las cosas funcionan. El festival Jazz a Castelló ha sacado el jazz a la calle y ha dado muy buen resultado”.

La oferta de la provincia ha pasado a ser limitada, y tiene que adaptarse. Cambiar y evolucionar. Como el propio jazz. “Es una música que evoluciona constantemente, y nunca ha dejado de hacerlo”. Nebot pone sobre la mesa la gran obra referencia del género, Kind of Blue, de Miles Davis, como pretexto para confesar su predilección por el jazz más puro y clásico. “A partir de los 70, Davis se dedicó a a hacer otro jazz y se alejó de esa corriente clásica en muchas cosas con las que no termino de conectar. Pero así era su jazz y así es el de ahora. Nunca ha dejado de cambiar”. Cambio con el que han nacido nuevas formas de expresión artística que se adueñan de esta corriente, y parece que lejos quedan nombres como Armstrong, Coltrane, Chet Beker o el propio Miles Davids. O no. Nebot defiende que “la herencia sobrevivirá. El jazz más clásico siempre estará en todo lo que surja. No existe un estándar de jazz, ya que cada canción puede tocarse de mil formas diferentes y nunca será la misma”. Para ejemplificarlo, pese a no ser muy dado a las comparaciones, confiesa que incluso Cecile McLorin, con todo su potencial y su gran cantidad de registros, parece recordar, a veces, a la propia Ella Fitzgerald.

Para Nebot el jazz es un concepto. Algo que cambia y se adapta, pero nunca se desvanece. “La música de las mil formas”, ya que cada artista tiene su propia forma de interpretar el género, o una misma canción. Un estilo de música que parece no poder domarse. Es posible escuchar una canción de jazz miles de veces y que siempre parezca nueva. Un poco como el trabajo de Manolo Nebot. Cada vez que miramos la coronada mejor fotografía de jazz del año, descubrimos algo nuevo, como si no la hubiéramos visto antes. Una obra en la que, escondido entre la fuerza de Cecile McLorin, sobresale el respeto y la pasión de Nebot por el jazz.

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