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La Teta Calva planta en el Paranimf de la UJI un muro de sueños estrellados

Entre la comedia y el drama. Y en muchos momentos unidos en una misma escena. Así es 'El muro', la producción de la compañía valenciana La Teta Calva que pudo verse en el Paranimf de la UJI. Una obra que parte del aislamiento de 'The wall' de Pink Floyd para construir un universo de decadencia dentro de la habitación de un motel de carretera.
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Leo de Bari y Mercé Tienda, más bocadillos de panceta y una habitación de motel sin glamour. Foto: Antonio Pradas.

'El muro', por La Teta Calva. Escrita por María Cárdenas y Xavo Giménez (director de la obra). Intérpretes: Merce Tienda, Leo de Bari, Xavo Giménez y Carles Chiner. Paranimf de la UJI de Castelló. Viernes 21 de febrero de 2020 (20:00). Duración: 1:20. Espectadores: 130. Entradas: 8/10 euros.

La compañía valenciana La Teta Calva construye un muro con ladrillos de formas irregulares que parecen no encajar entre sí, pero que acaban formando una pared infranqueable salpicada por las manchas de las ilusiones destrozadas. María Cárdenas y Xavo Giménez proponen al espectador un juego de reglas no claras. Al espectador y a los propios actores/músicos, que por momentos parecen salirse del guión para en busca de respuestas a lo qué están haciendo sobre el escenario o para cuestionar el contenido de la obra, preguntando "¿de qué va?", e incluso hacer un guiño a sus otros proyectos (Carles Chiner suelta que "jo volia ser la veu d'un poble", tomando las palabras de Vicent Andrés Estellés, y en referencia indirecta a su grupo Gener).  Un juego que en un mismo momento presenta señas de la comedia y del drama, sin que el espectador tenga claro si ha de reírse o sumergirse en la congoja ante una escena. En realidad, el global no puede ser más dramático: la caída sin freno de un personaje (Rosi, interpretado por Merce Tienda). La comedia la suaviza, la transmite de un modo más ligero al espectador, pero no impide -ni lo intenta- la colisión contra El muro.

"Estamos representando El muro, de Pink Floyd", le comenta en un momento de la representación Carles Chiner al personaje interpretado por Xavo Giménez (bueno, a uno de sus personajes, porque no siempre queda claro de primeras a quién está representando en ese instante; solo la protagonista de la parte dramática lo percibe). En realidad, están contando la historia de Rosi (derivación de Pink, el personaje de la película dirigida por Alan Parker a partir del mítico disco doble del grupo británico), quien encuentra en un motel de la carretera entre Valencia y Madrid (allá por Cuenca), su refugio del mundo, con Leo de Bari como último apoyo. La afirmación de Carles es cierta hasta un punto: la creación de La Teta Calva parte de ese referente y asume el concepto de aislamiento y soledad, pero no es una adaptación, sino que construye su propio mundo, cutre y al tiempo de agobiante atmósfera, con instantes propios de una película de David Lynch.

Momentos de atmósferas opresivas. Foto: Antonio Pradas.

Las canciones compuestas y cantadas por Carles Chiner enmarcan ese contexto, aludiendo a las navajas de los expositores y al olor a panceta habituales con los que se topan los viajeros de paso por un motel de carretera. Dos señas características casi por definición de estos espacios alejados del glamour con el que en algún momento soñó Rosi, enfrentada ahora a los fantasmas que han marcado una vida que pasa lánguidamente tumbada en un sofá viendo en la tele de una habitación con rastros de mugre programas como Forjado a fuego (con varias alusiones incluidas a Doctor en Alaska), convertido ahora en el punto máximo de ilusión en su día a día.

A pesar de insistir La Teta Calva en que se trata de una "comedia musical" (lo segundo queda claro, llegando a ejercer como músicos los cuatro intérpretes), la historia en sí y la manera de contarla lo ponen en duda, aunque tampoco lo desmienten. Es el juego de sus autores. El espectador contempla varios momentos dramáticos en la vida de una perdedora social y profesional. Bordea la muerte física y busca su última oportunidad ante un muro de la comedia convertido en un muro de fusilamiento. Ni siquiera el discurso final de Xavo -al modo del célebre de Charles Chaplin en El gran dictador- despeja las dudas, apelando a la necesidad de reír con un fondo -y trasfondo- dramático. "Reír, reír... por no llorar".

Si alguien desea encontrar una respuesta clara, es posible que la encuentre en entrevistas concedidas por María Cárdenas y Xavo Giménez: "Detrás de la historia hay una crítica al inmovilismo, a las personas que no dejan huella por no molestar".

Carles Chiner, en un momento musical de 'El muro'. Foto: Antonio Pradas.

En El muro se constata, una vez más, la capacidad musical de Carles Chiner, creando e interpretando en castellano una banda sonora alejada del universo particular de Gener -más una versión de "Eres mi chica soñada" de Bruno Lomas- con su potente y versátil voz, y haciéndose cargo de guitarra y teclados, llegando a formar en escena una banda junto a sus otros tres compañeros de obra. Del tango al punk, pasando por algún momento psicodélico que le aproxima a su grupo musical. En sí, el apartado musical ya goza de suficiente atractivo.

Obviamente, detrás de la historia, hay una crítica. Esa crítica está dirigida a entre otras cosas, al inmovilismo, a aquellas personas que no dejan huella por no molestar, a quienes renuncian a sus sueños.

Deja una sensación interior incómoda en quien contempla El muro, quien hasta que abandona la sala mantiene la duda de si le ha incomodado o la ha disfrutado. O ambas sensaciones a la vez, aunque quizás esa indefinida mezcla de sensaciones impide que el aplauso final sea más entusiasta.

Xavo Giménez, en 'El muro' de la comedia y del final de los sueños. Foto: Antonio Pradas.


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