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La memoria de Joaquín Jaques Celma, "y no la memoria del odio y del rencor"

"(...) Poder estar tranquilo por mis obras", escribía Joaquín Jaques Celma a su mujer desde la prisión antes de ser fusilado en noviembre de 1940. Con la misma serenidad y paz, su sobrino Fidel nos contaba su historia durante la exhumación de Joaquín en el cementerio de Castelló: "Saber el final". Una historia heredada a la que ahora Cecilia, hija de Fidel, sigue poniendo voz. La historia de una de las más de 970 víctimas de la represión en Castellón.
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“A mí solo una cosa me da valor, y es el poder estar tranquilo por mis obras. Yo te prometo que de nada tengo que arrepentirme. Mi actuación fue siempre la misma, antes y durante la guerra [Civil Española]. No puede haber nadie que le haya ofendido ni con una palabra ni que lo haya perjudicado”. Esto lo escribió en una carta desde la prisión Joaquín Jaques Celma, ‘Joaquinet’, a su mujer. El 22 de noviembre de 1940 le fusilaron en Castelló.

Con el semblante tranquilo, pero con los nervios y la intensidad del momento reflejándose sólo en cómo sujeta su bastón. “Botón de nácar”, dicta una de las arqueólogas de ArqueoAntro a su compañero. Fidel Jaques Celma sigue con atención la exhumación de su tío -hermano de su padre- ‘Joaquinet’. Es 23 de septiembre de 2019 y el equipo de ArqueoAntro está trabajando en la segunda fase del proyecto de exhumaciones impulsado por el Ayuntamiento de Castelló en el cementerio de San José. Fidel se recoloca en su silla. Con la mirada limpia de quien está tranquilo y tiene la seguridad de estar haciendo las cosas bien. Con mucha paz, me dice: “Tengo ganas de que termine”.

Fidel Jaques Celma esperando la exhumación de su tío, Joaquín Jaques Celma, fusilado en Castellón.

Nº 5140-C

Fidel me cuenta que su tío era de La Sénia (Tarragona). Presidente de UGT y fundador del Centre Obrer del pueblo, trabajaba en la fábrica de brochas y pinceles y fue elegido como Concejal del Ayuntamiento en 1933 y 1936: “La política le llevó a ser un hombre de entrega total al pueblo”. Durante ese periodo, junto al alcalde socialista, incluso ayudó a salvar la vida de tres personas del pueblo, “pero después a estos tres o cuatro les pidieron colaboración y acentuaron más lo que no les hicieron que lo que les hicieron”, lamenta Fidel. En 1936 algunos de sus compañeros decidieron huir a Francia, pero Joaquín prefirió quedarse en su pueblo porque, como le explicaba a su mujer en aquellas cartas, estaba “tranquilo por mis obras”... Hasta que fue arrestado: “Estuvo mucho tiempo en prisiones esperando a que viniera algo que lo eximiera... Al final llegó la orden, hubo una sentencia sumarísima y pasó al paredón. Lo mataron en el río, que es donde se solía fusilar a la gente”. El río -concretamente en su cauce- del que habla Fidel es el Río Seco, justo delante del cementerio civil y en donde ahora podemos encontrar una estatua en memoria de las víctimas de la represión franquista; uno de esos rincones de la ciudad con pasado siniestro por los que pasamos día a día sin ser conscientes de lo que ocurrió allí. “Y aquí acaba la historia”, me explica Fidel señalando la fosa en la que sigue trabajando ArqueoAntro.

Exhumaciones Castelló (septiembre 2019)

Pero lo que le pasó a Joaquín no es tan sencillo de resumir, ni tampoco acabó en septiembre de 2019. Fidel estuvo más de 20 años buscando a su tío. Él nunca lo conoció, pero fue su padre quien le contó su historia: “Esto me ha marcado toda la vida”, confiesa. El miedo y el terror que sembró el franquismo provocó que este tipo de temas acabasen siendo tabú en las propias familias que habían sufrido la represión; e incluso hoy en día lo sigue siendo. Fidel tenía 30 años cuando su padre le explicó, hasta dónde sabía, qué había pasado con Joaquín: “Mi padre se quedó con todo eso, y empieza a mover papeles a partir de los 45 años”, nos explica por videollamada Cecilia Jaques, hija de Fidel y sobrina nieta de Joaquín, “lo recuerdo sentado delante de su Olivetti escribiendo. Empezó a dar palos de ciego y confiaba en que algo saldría: bibliotecas, archivos,  registros civiles de otros ayuntamientos de la comarca, de Benicarló, Castelló... Escribió también al Archivo General de Simancas, al Ministerio de Justicia, a asociaciones de memoria histórica...”.

Leer algunas de las muchas cartas que Fidel envió hace adivinar la frustración de todo este proceso. Pero él no cesó nunca: “Mi padre era el que me lo explicaba todo y me inyectó un sistema de paz y tranquilidad”, contaba Fidel. Él y su familia también guardan el procedimiento sumarísimo de Joaquín, el cual hemos podido consultar: Nº 5140-C.

Joaquín Jaques Celma.

A Joaquín se le acusaba, entre suposiciones, contradicciones y afirmaciones vagas, de: filiación política y sindical e “ideología francamente izquierdista”; ser “directivo desde su fundación” del centro socialista de La Sénia; y porque era influyente y propagandista (“leer prensa marxista y unida a su cultura se destacaba entre los de su clase e ideología”, justifica el documento). Por haber sido “elegido concejal en las elecciones” y enlace de la CNT y UGT (“no se tiene la firmeza, pero dado su cargo y cualidades es de opinión pública que ejerciera tal servicio”); ser autor moral de asesinatos cometidos (“responsable moralmente de los desmanes cometidos por la horda marxista, sin que esto pueda determinar hechos concretos por no haber sido posible su comprobación”); haber intervenido en las incautaciones y recogida de armas “pertenecientes a varias personas de derecha” (“no se ha podido comprobar si intervino directamente, pero es público y notorio que era de los que ordenaban tales servicios”) e intervenir en el saqueo e incendio de la iglesia (“no se tiene conocimiento de que interviniera directamente, pero que al parecer tampoco puso de su parte para evitarlo”). En definitiva, “adhesión a la rebelión” [sic], como determina el informe pericial, y que le valió la “pena de MUERTE”.

Joaquín Jaques Celma fue fusilado con 40 años el 22 de noviembre de 1940 o, como de forma abyecta reza la sentencia sumarísima, “haber fallecido a consecuencia de hemorragia producida por pequeño proyectil”. Joaquín fue fusilado por política y por su ideología: “Era ingenuo porque creyó que a él no le harían nada porque no tenía las manos manchadas de sangre”, explica Cecilia, “en sus cartas le decía a su mujer que no tenía nada de qué arrepentirse en la vida. Era una persona buena y con mucha conciencia, pero era ingenuo de no ver la maldad que había, de no ver la injusticia y de creer en una justicia que no existía”.

Carta de Joaquín Jaques Celma a su mujer desde la cárcel.

Fidel sabía que Joaquín pasa de la prisión de Benicarló a la de Castelló, y pierde la pista. Durante el periodo que pasa en la prisión de Benicarló fallece su hija, Nati, de difteria (su mujer e hija se mudaron a una casa en el campo de Benicarló para estar cerca de él): “Cuando pasó el entierro delante de la prisión, que está al lado del cementerio, pidió poder salir y no le dejaron”. “Lo estuve buscando en todas partes, porque lo mismo podrían haberle matado en Castelló, como en otro sitio o vete a saber qué... Así que hace 20 años vine aquí [cementerio de San José] y había un señor en la puerta, el encargado del cementerio, que me enseñó el libro de registro. Y ahí estaba su nombre y el sitio en el que estaba enterrado: fila 9, número 50”. Fidel también contacta con el Grup per la Recerca de la Memòria Històrica de Castelló, colectivo que lleva desde 2004 desarrollando distintos proyectos y actividades en Castellón con trabajos de investigación histórica sobre la Segunda República, la Guerra Civil y el Franquismo con el objetivo de recuperar y dignificar la memoria histórica. Entre esos proyectos se encuentra “la localización e investigación de las víctimas del franquismo: dónde estaban localizadas y ubicadas”, explica Juan Luis Porcar, historiador, documentalista de la Universitat Jaume I (UJI) y miembro del Grup per la Recerca de la Memòria Històrica. Como anécdota, una errata en las letras de la lápida colectiva: “Joaquín Jarques Celma”, casi frustran la búsqueda.

En septiembre de 2019 tiene lugar la exhumación de Joaquín, y Fidel vuelve al cementerio de Castelló. Cecilia, junto a su hermana Vanessa y su madre María Pilar Querol, también acompañan a su padre: “Ese día no lo olvidaré. Él [Fidel] estaba nervioso y emocionado y, por otra parte, sereno. Era el día que iba a ser la culminación de aquello por lo que su padre también había esperado tanto”; “había tenido la oportunidad de ver los restos de mi tío [Fidel siempre ha compartido la historia de Joaquín y su búsqueda con su familia de tal forma que sus hijas lo consideran “una persona muy cercana a nosotras”, por lo que Cecilia también se dirige a él como “tío”, tal y como hacía su padre], al que no conocía y por el que su vida había estado muy marcada; la persona que mi abuelo había querido tanto y por la que también había luchado”, recuerda Cecilia. “Eso también nos dio el ejemplo de que, al final, uno tiene que acabar luchando por lo que cree que tiene que luchar; y que tiene que acabar llevando a cabo, en la medida de lo posible, las cosas que cree que tiene que hacer en la vida. Y eso para nosotras era un ejemplo”.

Fidel junto a su hija Vanessa durante la exhumación. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Exhumar para curar (y divulgar)

“Por los archivos de la provincia, del cementerio, del archivo de la prisión de Castelló y los Consejos de Guerra logramos documentar la represión de la provincia; y gran parte de esa represión se concentró en el cementerio civil de Castelló”. Según los estudios de Porcar, en el cementerio de Castelló hay 110 víctimas exhumadas de las 530 víctimas que fueron enterradas en el cementerio civil (aunque cerca de 30 exhumaciones se realizaron de forma no científica en los 80 y 90s). A estos datos hay que sumarle la parte católica del cementerio, con 440 víctimas: “Estamos hablando, en total, de unas 970 víctimas de la represión en Castellón, aunque solo pueden recuperarse las enterradas en el cementerio civil”, concluye Porcar.

El trabajo conjunto entre el Grup per la Recerca de la Memòria Històrica (GRMH) y ArqueoAntro es fundamental. Por un lado, el GRMH Castelló se encarga del trabajo de localizar a las víctimas en las fosas y a sus familiares: “Es un trabajo de muchísimas horas de investigación”, explica Porcar, “en Castelló el trabajo ha sido muy minucioso y se han cotejado los datos de la fuentes del GRMH con los datos que aportaban los trabajos antropológicos y la localización y posición de los restos; las evidencias materiales que han aparecido coincidían con información que teníamos de fuentes documentales y orales”. Con esta información, el equipo de ArqueoAntro, con un trabajo exhaustivo y muy cuidado, establece los límites de las fosas en el cementerio para excavar la tierra que cubre los restos para empezar a exhumarlos. Los restos se envían al laboratorio de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), en donde son analizados por el antropólogo forense y también miembro de ArqueoAntro Javier Iglesias. Entre las muestras analizadas y las seleccionadas por el equipo de campo, se trasladan las muestras genéticas a la empresa que se encarga de cotejarlas con las de los familiares: “Es una forma de curar esa herida, que en algunos casos llevan arrastrando las familias más de 80 años”, explica Miguel Mezquida, arqueólogo y miembro fundador de ArqueoAntro, “a veces incluso es un trauma que se hereda”.

Equipo de ArqueoAntro trabajando en la exhumación de Joaquín Jaques Celma. Foto: Carme Ripollès (ACF).

“Era tan intenso lo que estaba viviendo... Cada vez que el equipo de ArqueoAntro avanzaba, mi padre estaba más intenso”, recuerda Cecilia de la exhumación de Joaquín. “Para nosotros es muy emocionante estar trabajando a pie de fosa con los familiares al lado”, explica Mezquida, “como profesionales no podemos sentir una satisfacción mayor que ver que estamos haciendo una labor importantísima para ayudar a las familias a llevar un duelo que arrastran durante años”. “No se trata de devolver la dignidad a esas personas, porque siempre la tuvieron, sino de significar realmente sus enterramientos y que puedan estar enterrados donde las familias quieran o en un sitio adecuado, y no como vemos en muchos casos que están tirados en fosas comunes donde hay centenares de personas”.

Miguel Mezquida, arqueólogo y miembro fundador de ArqueoAntro. Foto: Carme Ripollés (ACF).

Para que esto sea posible es necesario que las instituciones también financien y apoyen campañas de excavación y exhumación como las que se llevan a cabo en el cementerio de Castelló: “Desde hace más de 10 o 15 años que recibimos peticiones de familias que quieren localizar los restos; en aquella época solo podíamos orientar y dar información histórica sobre la localización, pero por la coyuntura política de la época no había posibilidad real de iniciar proyectos de exhumación”, explica Porcar, “con el cambio de gobierno, tanto en el Ayuntamiento de Castelló como en la Generalitat, se empezó a posibilitar tramitar proyectos, y desde hace 4 años ya podemos responder a las necesidades de las familias de poder exhumar los restos”.

ArqueoAntro. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Porque no solo es importante para aquellas personas que consiguen recuperar los restos de sus familiares, sino que estas campañas también tienen un papel social de divulgación y educación fundamental: “Es importante, y más ahora con el auge de la extrema derecha, que se hagan estos trabajos para mostrar a la sociedad a dónde podemos volver a llegar”, defiende Mezquida, “nuestro trabajo no es solo importante a pie de fosa, también es importante difundir el trabajo que se hace en pro de los derechos humanos”. “Es un tema que en nuestra sociedad aún no se ha sabido superar; en España aún tenemos un poso franquista, si no peor, y si no es con divulgación y educación no se va a poder superar nunca”. Además, en estas campañas también se realizan visitas de institutos para que el alumnado pueda visitar las fosas, ver el trabajo de ArqueoAntro y conocer historias como la de Joaquín: “Es vital poder enseñarles los resultados de la intolerancia y el fanatismo y que entiendan que una educación en democracia ayuda a superar este tipo de problemas”.

En el cementerio de Castelló se ha exhumado a más de 100 víctimas de la represión. Foto: Carme Ripollès (ACF).

"Memoria sin rencor”

Fidel fallece el 16 de septiembre de 2020. Casi un año después de la exhumación de Joaquín y de que nos contase su historia, sentado en aquella silla, sujetando su bastón, sereno y tranquilo después de décadas buscando: “La gente quiere recuperar esto, no para tenerlo en casa, sino para localizarlo y saber que está ahí y se acabó la historia. Saber el final”. La pandemia paralizó el análisis de los restos de Joaquín, por lo que Fidel nunca llegó a saber si el cuerpo exhumado era el de su tío, aunque sí consiguió el certificado del Ministerio de Justicia con la restitución del nombre de Joaquín. Ahora es su familia quien continúa contando su historia: “Él era la voz de su tío, y yo soy la de su tío y la de mi padre”, cuenta Cecilia emocionada.

Porque Fidel no solo estaba buscando a su tío. Fidel buscaba un final. Un final para Joaquín, pero también para su padre y para él. Porque nadie debería arrebatarle a otra persona el poder encontrar el final. El poder sentarte con la misma mirada limpia y tranquila con la que nos hablaba Fidel. "Es un legado. Forma parte de la historia de la familia. Te condiciona la forma de ver la vida, a ti y a los que vendrán después. Las vivencias quedan grabadas de alguna manera en el ADN de la familia”, explica Cecilia casi dos años después de que hablásemos con su padre. "La gran lección de todo esto es seguir adelante y no rendirte. Joaquín nunca se rindió; estoy segura de que miró a su verdugo con la cabeza alta. Esto lo he aprendido de ellos: a no rendirme en la vida. La otra lección es no hacer incidencia en lo que no aporta: quedarte en que lo traicionaron, en que no sé quién dijo qué... Eso solo es desasosiego y emociones tóxicas de odio y rencor, y esto ni mi padre ni mi abuelo nos lo transmitieron nunca. La memoria de la persona que fue, eso sí, y no la memoria del odio y del rencor”.

Durante todo el año se llevan a cabo distintas campañas de exhumación en el cementerio de Castelló; la más reciente: diciembre 2021-enero 2022. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Este reportaje no habría sido posible sin la amabilidad y el cariño de Fidel Jaques Celma por invitarnos a sentarnos junto a él durante la exhumación de su tío y compartir su historia sin tapujos y lleno de paz. Tampoco sin la paciencia de su familia, en especial de Cecilia, por querer retomar esta historia dos años después y compartir la documentación y fotos que guardaba su padre sobre la investigación del encarcelamiento y fusilamiento de Joaquín Jaques Celma. Agradecimientos también al equipo de ArqueoAntro, al Grup per la Recerca de la Memòria Històrica de Castelló y al Ayuntamiento de Castelló.

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