Por tercer año consecutivo, el Espai d’Art Contemporani de Castelló colabora con la Universitat Jaume I para realizar el curso de verano Instantáneas. Accesos indirectos a la cultura contemporánea. Entre los días 23 y 25 de julio cualquier persona interesada puede apuntarse a unas sesiones que “tienen la intención de ser una plataforma de debate que nos ayude a plantearnos nuestro papel como ciudadanos, pero también aquellos modelos sociales, políticos, económicos o culturales que forman nuestras sociedades contemporáneas”.
Instantáneas es un curso multidisciplinar donde ponentes reconocidos de diferentes disciplinas mostrarán su enfoque en sus respectivos campos y su relación con nuestra sociedad. Formarán parte los escritores Miguel Ángel Fernández, Mª Àngels Cabrè, Jordi Carrión y Juan Francisco Ferré, el científico Francisco Mora, el cómico Carles Flavià, los historiadores Victoria Cirlot, Antoni Segura y Antonio Weinrichter, la fisioterapeuta Bibiana Badenes, los periodistas Enric Juliana y Toni Pou; y los cineastas Basilio Martín Patino y Carla Subirana.
Con ella, con Carla Subirana, hemos tenido la oportunidad de hablar antes de que venga a presentarnos su último largometraje, Volar, que podrá verse en el ciclo EspaiCinema Estiu del EACC, precisamente entre los días 22 y 25 de julio, coincidiendo con el curso de verano. Subirana cuenta en su filmografía con dos magníficos largometrajes documentales, como son Nadar (2008) y la citada Volar (2012), además de un capítulo en la película colectiva Kanimambo (2011). Con estos trabajos, su dedicación a la docencia en la Universidad Ramon Llull y su implicación con ese “cine invisible” español que está ganando peso, Carla Subirana se ha convertido en una de las voces de referencia de nuestro cine. Por ello, le hemos preguntado acerca de la situación del cine y de la mujer en el audiovisual español contemporáneo, de sus preocupaciones como cineasta y de la película que va a presentar en el curso de Instantáneas, al que todavía hay tiempo para inscribirse.
>Volar forma parte de este núcleo de cine español emergente formado por cineastas “a los márgenes de la industria”, pero que poco a poco están encontrando un hueco en salas de cine. ¿Podrías comentarnos como está siendo el recorrido de Volar?
El recorrido de Volar es lento pero certero… Es una película producida con poco presupuesto y con mucho esfuerzo. Solo hemos contado con el apoyo de TVE y, como tantos proyectos en este país, ha salido adelante por la pasión de algunas personas. Volar se estrenó en el Festival de Cine Europeo de Sevilla y ha estado en BAFICI, el D’A, Transcinema de Perú… También está siendo programado en un circuito de salas en museos y filmotecas, que se está convirtiendo en el circuito habitual para este tipo de películas después de haber sido “expulsados” de las salas de cine convencionales. Lugares como ahora es el caso del EACC.
>Como decíamos, este cine del que formas parte, está emergiendo principalmente gracias a plataformas como Márgenes o Plat, y lugares como la Cineteca o el CCCB. ¿Cuál crees que puede ser su futuro?
Este tipo de cine nace invisible, y gracias al trabajo, al cariño y la dedicación de los propios directores y productores se consigue asomar la cabeza y tener una cierta visibilidad, pero es muy complicado. Prácticamente no hay apoyo institucional, son apuestas suicidas y en la que te mueves por terrenos resbaladizos, o por lo menos es así como yo me siento… Ahora, prácticamente, solo puedes ir al cine a ver películas mainstream. Pero hay que ser optimista y mirar hacia delante sin dejar de luchar por aquello en lo que se cree. Por otro lado, inevitablemente volveremos a la cultura del cine-club, donde un grupo de amigos se reúne y comparte una buena sesión de cine y conversación. O salas pequeñas con un bar acogedor, donde confíes en la programación y se acaba convirtiendo en un lugar de encuentro… Programadores y lugares como Fisuras Fílmicas en Murcia, Niemeyer, CCCB , EACC, MUSAC son imprescindibles y necesarios.
>Centrándonos en tu carrera. En Nadar narrabas que tu abuela trabajaba en el cine Alexandra, con lo que pasabas mucho tiempo allí. ¿Cómo surge tu interés por el cine? ¿Hay alguna película en concreto que te llamase la atención y que al verla dijiste: “Quiero hacer cine”?
Mi abuela era una trabajadora, era la señora del lavabo del cine Alexandra, y no sé si esas tardes en las que hacía piruetas en ese precioso hall, han influido en mi decisión. Sea como sea, es un bonito relato ¿no? De hecho, entraba en la sala a escondidas para que no me viera el encargado del cine, el señor Maldonado, y era una doble satisfacción: ver una película y hacer algo “prohibido”. Por otro lado, un día vi en la tele una especie de making of de una película de Hollywood de los años 40 y me fascinó ver lo que hay detrás de las cámaras, lo que nunca se ve… Ahí empezó todo. Después, el hecho de vivir la vida se encargó del resto… había una serie de vivencias personales que sentía que debía expresar y compartir. De ahí surge mi ópera prima, Nadar.
>En tu cine hay un componente muy enérgico, las mujeres luchadoras, fuertes, casi al estilo de Howard Hawks. ¿Podrías comentarnos un poco la forma y cómo se introduce este aspecto desde lo personal?
Mi familia está llena de mujeres fuertes, de campo, trabajadoras. Mis propias experiencias personales se filtran en mi cine, en mis personajes. Ellas son mi madre, mi abuela, yo misma. Las tres generaciones hemos vivido la vida superando retos complejos. Mi abuela Leonor fue madre soltera, mi abuelo era un anarquista que fue fusilado por cometer “presuntamente” tres atracos a mano armada en el año 40. En fin, esa información corre por nuestra sangre.
>Además, también estás bastante implicada en actividades a favor del cine de mujeres, como la Mostra Internacional de Films de Dones, y apoyando a realizadoras como Neus Ballús, Judith Colell o Roser Aguilar. ¿Cómo ves la situación de las mujeres en el cine contemporáneo?
No muy diferente que en cualquier otro ámbito laboral y, quizás en estos momentos actuales, entrando en un peligroso sendero de retroceso. Hay un cierto desconocimiento del camino recorrido por las mujeres y como poco a poco han ido conquistando territorio históricamente masculinos. O quizás se subestima ese esfuerzo porque se da por conquistado, cuando no es así. En nuestra generación, que no hemos tenido que lucharlo como nuestras antecesoras, existe cierta confusión hasta con el término feminismo. Yo defiendo la verdadera igualdad entre hombres y mujeres y sinceramente pienso que todavía queda mucho por hacer. Vivimos en una falsa apariencia de igualdad y eso es muy peligroso. Por tanto, cualquier ocasión que tenga de apoyar a cineastas como las que mencionas, lo haré, al igual que lo haré con la misma determinación con hombres cineastas. Siempre que haya talento por medio, por supuesto.
>“Cada película tiene su propia forma” decías en una entrevista para Cahiers du Cinéma-España. Y es algo que se hace evidente en tus dos películas, pues formalmente nada tienen que ver la una con la otra. ¿Cómo llegas a descubrir la forma que crees que más le podría beneficiar al film y a lo que quieres transmitir?
Nadar, mi ópera prima, es una película autobiográfica que reflexiona sobre cómo reconstruimos nuestra memoria, cuáles son nuestros mecanismos para convertir aquella historia que sucedió en otra historia, puede que en una película. En aquella ocasión, cuando escribía el guión, trabajé con elementos reales de mi familia y construí un relato con las herramientas de la ficción. Era necesaria una mirada al pasado. Iba a ser una película narrada en voz en off, en primera persona, con una estructura de guión en forma de árbol, con sus ramificaciones temáticas, y formalmente como un mosaico. En el caso de Volar, el proceso fue algo más complejo. Quería dibujar fragmentos de otras vidas y crear una película donde se mezclara el cine de reflexión personal con el cine más observacional. Se trata de una mirada introspectiva basada en la concentración del interés en el detallismo y en lo aparentemente insignificante y dejar así que, aquello que capte la cámara, acabe por ser revelador para el espectador. El detalle del gesto supone la creación de un lenguaje que habla más allá de lo aparente.
>Teniendo en cuenta esa variante de estilos, ¿cuáles son tus principales referentes o cuáles son aquellos cineastas que más te han enseñado un posible camino?
En cuanto a los referentes siempre está presente Robert Flaherty, el documentalista-explorador, tal y como le define Barnouw. Ese acercamiento a lo desconocido, la fusión entre esa mirada más antropológica y las necesidades de la dramaturgia cinematográfica, al servicio del relato, han influido claramente en mi modo de trabajar. Por supuesto, y en el caso de Volar de un modo más evidente, la obra de Wiseman tiene que ver con mis películas. Esa paciencia, ese estar en el lugar, cerca de las personas, esperando a que llegue la secuencia que acabará encontrando su lugar en la sala de montaje. En cuestiones formales, también siento la presencia de Agnès Varda, esa mezcla de intimidad mientras se peina y descubre sus canas y la reflexión que propone en su film-mosaico Los espigadores y la espigadora (2000) sobre la sociedad de consumo en la que vivimos me parece, simplemente genial. Destacaría su arrojo, valentía y compromiso. Me descubro el sombrero ante ella.
>En tus películas hay una preocupación clara por la puesta en escena. Tus películas demuestran que todo son películas, y que el documental es la suma de ciertos aspectos que ayudan a construir una película. ¿Cómo trabajas el material documental para convertirlo en una película? ¿Podrías hablarnos de tu posicionamiento en este “debate” ficción/documental?
Para mí no existe el debate o me parece un debate estéril. Para mí el cine es cine y las películas son películas. Tanto la ficción como el documental se alimentan de la realidad, ese es el único dato certero. En primer lugar, pienso desde una perspectiva de ficción en cuanto a las herramientas y las estructuras del guión y una vez tengo localizadas a las personas que quiero filmar pienso en ellos como personajes que entran y salen del relato desde una perspectiva narrativa. La puesta en escena propia de la ficción está siempre presente en mis películas. El guión es un punto de partida porque después la realidad te va sorprendiendo y todo varía. Pero si me parece importante tener claro algunas ideas que quieras que estén presentes para poder rodar con intención.
>También haces un uso muy importante de figuras poéticas, como la metáfora de sumergirse en la piscina/sumergirse en la memoria en Nadar o el halcón en Volar. ¿Crees que la poética es la mejor herramienta para llegar al espectador?
Se trata de evitar la línea recta y llegar al espectador pero de un modo más sutil, más elegante, dándole poder, espacio en el visionado y, sobre todo, dando por sentada su inteligencia. Jamás hay que subestimar al espectador.
>Entrando de lleno en Volar, pero dejando algo de misterio para su presentación en el curso de verano, Instantáneas: háblanos brevemente de cómo surge la idea de realizar está película.
Mi hijo Mateo tiene 8 años y se pasa el día jugando a la guerra. Nunca le he comprado un arma de juguete. No importa, su dedito, en forma de pistola, es suficiente. He intentado explicarle que en la guerra todos pierden. Pero a Mateo le gustan los juegos violentos, las explosiones y las armas. Ese mundo le fascina. Le gusta la guerra. Me he dado por vencida, es una batalla perdida. Este es uno de los puntos de partida de Volar. La fascinación de los niños por la violencia. Volar propone adentrarse en el mundo militar que sólo es conocido por el espectador a través de la ficción, y romper esa barrera, hasta ahora infranqueable entre el Ejército y la sociedad. Conocer más profundamente una institución que ha permanecido hermética durante siglos. Nunca antes una cámara documental había tenido acceso a una Academia militar española durante tanto tiempo.
>¿Cómo fue este proceso de grabar dentro de la Academia militar?
El rodaje se llevó a cabo con un equipo muy reducido y una de las condiciones que nos pusieron en la Academia es que no podíamos alterar el ritmo cotidiano de sus actividades. Por tanto, teníamos que adaptarnos a su agenda trepidante y cambiante. Como contrapunto y, a modo compensatorio, también es verdad que muchas de las actividades que hacen se repiten hasta la saciedad y a lo que no llegábamos un día podíamos volver otro día y seguía habiendo raccord de vestuario… Pero hay muchas secuencias de toma única. En multitud de ocasiones nos lo jugábamos todo a una carta y es cuando el diálogo con el equipo se torna imprescindible.
>Impresionan mucho las tomas de vuelo, sobretodo por el magnífico trabajo de sonido. Tuviste como sonidista a la más que reconocida Amanda Villavieja. ¿Cómo fue trabajar con ella?¿Cómo se trato el sonido en la película?
Colocamos dos pequeñas cámaras en los aviones. Una de fotografía que grababa en HD, del director de fotografía Julián Elizalde, y otra de esas mini cámaras que se utilizan para filmar escenas deportivas. Fue un proceso lento y complejo. Aunque lo más difícil fue el sonido, ya que la experiencia de colocar cámaras en los aviones ya se tenía, pero colocar un micro y captar a la vez la señal del instructor de vuelo y del alumno, no. Amanda Villavieja tuvo que ingeniárselas para resolver el tema. Ya trabajé con ella en Nadar y también lo he hecho en Kanimambo, siempre es un placer tenerla en el equipo por su rigurosidad y por su criterio. Habla poco, pero lo que dice siempre merece ser escuchado. Durante la fase de posproducción quería evitar que las secuencias de vuelo se convirtieran en algo simplemente bello y placentero. Al fin y al cabo esos aviones que aprenden a pilotar tienen una finalidad militar y con el sonido quería crear un atmósfera inquietante que combinase esa aparente armonía del cielo con cierta tensión.
>La película es una iniciativa del Master en Documental Creativo de la Pompeu Fabra. Parece complicado sacar adelante un buen proyecto como este, que además contaba con ese plus de ser la primera película en entrar en una academia militar en España. ¿Cómo fue el proceso de financiación del film?
Gracias al Master de Documental Creativo de la UPF logramos que TVE entrase en el proyecto y ahí se acabaron las fuentes de financiación. Aunque sí habíamos obtenido ayuda en la fase de desarrollo del CONCA y del Institut Català de les Dones. Producir una película, con cierta dignidad para todo el equipo, hoy en día, es una quimera.
>Para terminar, y motivar a la gente a que se apunte a este curso de verano, ¿qué puede aportar interesarse por el cine y la cultura en una sociedad que parece estar perdiendo estos valores?
La verdad es que es un programa muy atractivo y denota una cuidada selección. Creo que hoy en día, donde la urgencia de lo cotidiano arrasa con todo, donde la aparente hipercomunicación solo esconde un gran vacío, el hecho de dedicar un tiempo a la reflexión se torna absolutamente necesario.
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