El anuncio del cierre de Alta Films, el presupuesto y la inversión de RTVE para/con el cine español, la degradación a la que se le está sometiendo a la La Filmoteca… No hay ninguna duda: hacer y ver cine independiente, cada día está más complicado. Especialmente en España. Pero el cine de autor no se detiene, aunque cada vez le hagan la vida más difícil. El lunes 27 de mayo, un día después de terminar el Festival de Cannes, el Espai d’Art Contemporani de Castelló reanudará su ciclo EspaiCinema, que se prolongará hasta finales de junio con cinco de las propuestas más interesantes y esperadas que llegaron a las pantallas del resto de España en los últimos meses. Las proyecciones serán lunes, martes y jueves a las 20.00 y los miércoles a las 22.00, con entrada gratuita hasta completar aforo.
Blue Valentine (Derek Cianfrance, 2010) será la primera en proyectarse, entre el 27 y el 30 de mayo. La película de Cianfrance llega con tres años de retraso, pese a estar protagonizada por los dos actores jóvenes del momento: Ryan Gosling (Drive, Los idus de marzo) y Michelle Williams (nominada a 3 Oscars, uno de ellos por este film). Convertida ya en una cinta de culto para el sector indie, Blue Valentine nos cuenta la historia de amor de toda la vida: chico conoce chica, se enamoran perdidamente, tienen una hija, se casan… y al cabo de unos años el amor desaparece. Lo que hace interesante a la película es todo lo que la construye: su narración a modo de flashbacks, las magnéticas interpretaciones de sus protagonistas y la sobriedad con que Cianfrance es capaz de contar esta historia vista mil veces de una manera totalmente diferente y con suma delicadeza.
Junio se abre con pasión por la pintura. El molino y la cruz (Mlyn I Krzyz, Lech Majewski, 2011) se inspira en la obra de Pieter Brueghel “el Viejo”: Cristo cargando la cruz. De ésta se extrajeron varios personajes y sus historias para dar forma a los acontecimientos que se sucedieron para lograr el resultado de la obra de arte. El mayor logro del film es su apartado plástico, en el que Majewski logra incorporar a sus personajes en el mundo de Brueghel formando así una pintura en movimiento de gran poderío e impacto visual. Una delicia para los que entienden el cine como arte que va más allá de la narración, y que podrá verse del 3 al 6 de junio.
Pero el estreno más esperado será el Mapa (2012) de Elías León Siminiani, del 10 al 13 de junio, que al igual que Blue Valentine o El árbol de la vida, se ha convertido en una película de culto mucho antes de su llegada a las salas. Y la verdad es que el director cántabro no decepciona. Una compleja telaraña de material de archivo que mezcla documental y ficción, o que, mejor dicho, demuestra que todo documental es una ficción, o que sin la realidad no podrían haber ficciones. Después de su despido, un joven cineasta emprende un viaje a la India para “buscar” su primera película y a sí mismo. Narrada con gracia y empatía, el film de Siminiani se lleva al público al bolsillo demostrándole que una película para entretener no necesita de grandes efectos especiales, sino de un gran corazón. Ganadora del premio al mejor documental en Sevilla, nominada al Goya y convertida en señera para el nuevo cine de autor español, los cinéfilos de Castellón tienen una oportunidad única para poder verla en pantalla grande.
Otro film que desde las redes sociales ha ido generando muchas expectativas es Tomboy (Céline Sciamma, 2011). Lo podremos ver entre los días 17 y 20 de junio. Tomboy nos cuenta la historia de Laure, una niña de diez años que se traslada a un nuevo barrio y a la que sus condiciones físicas le permiten hacerse pasar por un niño. Situaciones comprometidas, incluyendo el enamoramiento por parte de una amiga suya harán madurar a Laure. El premio del público en el Festival de Gijón y Berlín 2011, y el FIPRESCI en Buenos Aires 2012 la avalan. Sin dudas, una de las películas más interesantes de las proyectadas en el EACC dedicadas al mundo infantil y la madurez.
Y, como siempre, la variada programación, para todos los gustos, permite incluir la película larga, para algunos tediosa, para otros una obra maestra, para todos la apuesta de autor más personal y arriesgada. Érase una vez en Anatolia (Bir Zamaniar Anadolu’da, 2011) es el film más logrado del cineasta turco Nuri Bilge Ceylan. Una intensa narración sobre la búsqueda de un cuerpo asesinado por las estepas de Anatolia. Un paisaje monótono, sin horizonte, de bajas colinas que guardan pequeñas historias. Ceylan hace de la digresión narrativa el eje del relato, convirtiendo la búsqueda del cuerpo en un mero Macguffin al servicio del viaje iniciático para descubrir el mal y el remordimiento que habita en nosotros mismos.
Visualmente deslumbrante, con un ritmo intenso a lo largo de sus dos horas y media y una ética cinematográfica como pocas, esta película es una de las grandes propuestas del cine de autor. De ese cine que quiere hacer reflexionar a una sociedad a la que se intenta controlar, pero que, poco a poco, termina encontrando su hueco para reivindicarse. De ese cine que sabe que es mejor una buena metáfora que demuestre al espectador que es un ser inteligente con derecho a pensar, que un discurso directo e inhibidor de la reflexión.