Álex O'Dogherty, con su piano "armario" en el Paranimf. Foto: Álex Pérez.

El Día de las Paellas de Benicàssim del viernes 22 de enero era una dura competencia. Así se lo advirtieron a Álex O’Dogherty a su llegada a Castellón, quien llegó a bromear en las horas previas a su espectáculo colgando fotos en las redes sociales con un supuesto único espectador en el Paranimf de la UJI. El fin de semana también llegaba a La Plana cargado de humoristas muy conocidos: Carlos Latre (Auditori de Castellón), Santi Millán (Teatro Payà de Burriana) y Josema Yuste y Felisuco (Teatro Principal de Castellón). Muchos reclamos a la vez. El saldo numérico para el gaditano fue de unos 300 espectadores; el saldo anímico fue de triunfo total entre los asistentes al centro cultural universitario… que vació y volvió a llenar en la parte final de su espectáculo Mi imaginación y yo junto a La Bizarrería.

Álex se clasifica en el apartado de “cara conocida a la que no pones nombre”. Tal vez su apellido de raíz irlandesa contribuya a que su nombre no resulte tan popular como otros o quizás sea que aparezca dentro de repartos corales (Camera café) o que no sea el protagonista principal (Doctor Mateo). Pero méritos no le faltan, como lo atestiguan los casi 100 títulos que acumula entre cine, teatro y televisión. Y hay que sumarle los musicales… y no es precisamente un pardillo. Además de formar parte de La Banda de la María, ha compuesto bandas sonoras para cine y teatro. Esa mezcla de habilidades musicales -"habilidades" está más que bien empleado en este caso- y actorales le permite ofrecer un espectáculo distinto, como es Mi imaginación y yo, que se corresponde con el título del CD que ha grabado junto al solvente grupo La Bizarrería.

Álex O'Dogherty, eficientemente respaldado por La Bizarrería, en el Paranimf de la UJI. Foto: Álex Pérez.

El humor es el nexo de unión entre la parte hablada y la cantada del show. Con la compañía de un piano del que Álex va extrayendo instrumentos, se desarrolla un espectáculo cercano a las dos horas de duración en las que el protagonista principal va contando historias –reales o no- sobre sus –o no- experiencias en la vida. Canta de sí mismo –o no- y de sus relaciones –o de otros- con el género femenino, intercalando constantemente la música de divertidas letras y formal ejecución (jazz, rumba, blues, funk... ¡scratches con gafas!). El espectáculo se desarrolla con agilidad, buscando con frecuencia la interacción con el espectador, aunque la gran sorpresa llega al final, cuando Álex demuestra que es capaz de desalojar todo el recinto al ritmo de su canción "Mi imaginación y yo", como si de un enviado desde Hamelín se tratase y seguir con la fiesta en la calle.

Quien decidió escoger a Álex entre la dura competencia del fin de semana, a buen seguro que no se arrepintió de su elección. Las sonrisas en todos los rostros al término del espectáculo eran la evidencia.