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Resaca de susurros y decibelios

El Tanned Tin llegó a su fin y nos regaló una bendita resaca de sensaciones, mayoritariamente agradables, y sorpresas que pusieron el Teatre Principal patas arriba, como The Wowz. Hubo casi pleno de luces y alguna sombra.
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Julie LaMendola, de The Wowz, una de las sensaciones-revelación del Tanned Tin 2010. Kike Galdu/Escuela Blank Paper

Julie LaMendola (The Wowz), una de las sensaciones-revelación del Tanned Tin. Kike Galdu/Blank Paper

Más de 40 conciertos dan para mucho. Y más si son del Tanned Tin. El festival de las apuestas arriesgadas se reivindicó no ya como el de las bandas del futuro, sino como el de las desconocidas que merecen mayor reconocimiento desde ya. Y, sin duda, The Wowz encaja a la perfección. Encabezan la lista de triunfadores, porque hubo más de uno. Subieron al escenario del Principal el sábado por la noche, el gran día, con el cartel más completo. Y arrastraron al personal hasta un delirio de felicidad colectiva, con los palcos puestos en pie, bailando y pidiendo un bis que se vio recompensado. Pero de los de verdad, no de los que van incluidos en el guión.

Los estadounidenses se unieron por partida triple con Ching Chong Song, que actuaron por la mañana en la Sala Opal y por la noche en el vestíbulo del Principal, en formato acústico, entre concierto y concierto. Así, juntos y revueltos (algunos de sus miembros comparten proyectos), mejoran sus respectivos directos. Sam James, Simon Beins y Johnny Dydo ganan mil enteros con la voz de Julie LaMendola, artistaza como pocas, con una voz tan dulce como potente y una felicidad que contagia a varios kilómetros a la redonda.

Guitarras, piano, batería apagada con toallas, una sierra y cuatro grandes voces, con coros estratosféricos, es su original fórmula del éxito.

Fue el punto álgido de un gran sábado, en el que Sea of Bees encandiló al respetable con su mezcla de dulzura y particular simpatía. La figura de Julie Baenziger se iluminó cuando cantó sola, sin banda, con el único apoyo de su guitarra.

ddmmyyyy sorprendieron sobre el escenario y en el puesto de venta: ¡vendían casetes de su disco! Carme Ripollès/ACF

ddmmyyyy sorprendieron sobre el escenario y en el puesto de venta: ¡vendían casetes! Carme Ripollès

Para los amantes de la potencia, DD/MM/YYYY y Savage Republic, quienes hicieron temblar los cimientos del teatro con todo tipo de ritmos y percusiones. Al igual que The Third Eye Fundation, te atrapan o te sacan del teatro. No hay medias tintas.

Y como otro plato fuerte, Dean Wareham (y Britta) interpretando a Galaxie 500, un exclusivo vistazo atrás, por primera vez en España y por tercera desde que se disolvieran en 1991, que el público agradeció como se hace con los clásicos. Sonidos añejos pero que no han perdido su vigencia, que dejaraon algunos de los momentos más emotivos del festival al sonar canciones como "Ceremony".

Dean Wareham y Britta Phillips recuperando el legado Galaxie 500. Carme Ripollès/ACF

Dean Wareham y Britta Phillips recuperando el legado Galaxie 500. Carme Ripollès/ACF

Y para acabar con el sábado (y con lo bueno de esta jornada) los estadounidenses L'Altra, quienes se vieron perjudicados por el cambio de horario y salieron al escenario pasadas las dos de la mañana. Una pena, pero los enlaces aéreos obligan. Pese a ser los últimos, había bastante público. Sus canciones lo merecen, con la cuidada guitarra de Joseph Costa y la suavidad de Lindsay Anderson a los teclados. Acompañados por banda, sus crescendo crecieron más y supusieron un meritorio punto y final a las actuaciones en el Teatre Principal. Una curiosidad: son de Chicago, pero Lindsay estudió en Valencia y de ahí el nombre de la banda.

Lindsay Anderson y Joseph Costa de L'Altra en su brillante concierto. Carme Ripollès/ACF

Lindsay Anderson y Joseph Costa de L'Altra en su brillante concierto. Carme Ripollès/ACF

Durante las dos noches anteriores de conciertos, en ese mismo escenario, también hicieron disfrutar Lacrosse, poniendo de pie a todo el teatro el primer día; Giant Sand homenajeando a Johnny Cash; Dean & Britta, que mejoraron con el repertorio de Galaxie 500; así como los instrumentos raros (arpa-laúd y guitarra sin cuerpo) de Thee, Stranded Horse, otro gran descubrimiento; o Picastro; y cómo no Callers, con otra gran voz femenina arropada por guitarra y batería, y Sleep Whale. Sin más. Ni menos.

Por su parte, Luke Haines tuvo que defender en solitario sus buenas canciones (pidió incluso al público que se las imaginara sonando con banda), mientras Robin Guthrie (Cocteau Twins) y sus mil mecanismos relajó en exceso al personal.

También volvieron a triunfar (como siempre allá donde van) The Wave Pictures, quienes presentaron algunas canciones de su próximo trabajo, que tiene la pinta de imprescindible (como los anteriores).

Los británicos participaron en los miniconciertos acústicos que el Tanned Tin organiza en el descansillo de la segunda planta para evitar los vacíos que provocan los cambios de grupo en el escenario del Principal. Y lo bordaron. Hasta el batería, Jonny Helm, canta como los ángeles.

Este es otro de los grandes aciertos del Tanned Tin, pues se crean atmósferas muy especiales, de cercanía absoluta, entre el público (que guarda un silencio reverencial) y los artistas, que tocan y cantan a pelo. Para enmarcar en este apartado, además de a The Wave Pictures, The Clientele y Ching Chong Song.

La Sala Opal, uno de los aciertos de la undécima edición, con Jamie Stewart (Xiu Xiu) sobre el escenario. Paco Poyato/Blank Paper

La Sala Opal, una de las novedades de esta edición, con Jamie Stewart (Xiu Xiu) sobre el escenario. Paco Poyato/Blank Paper

La otra gran novedad de esta edición era el traslado de las sesiones matinales del Casino Antiguo a la Sala Opal; una buena idea que hay que pulir. Es un buen lugar para hacer conciertos y para comer (buena música, cerveza y buffet libre por 4 euros... ¿quién da más?), pero no se puede hacer todo a la vez. O en el mismo espacio.

Todo intento de clímax musical se rompe cuando un vaso cae al suelo y se hace trizas o una camarera pasa justo por delante del escenario. Es una buena iniciativa (hubo lleno el sábado y el domingo), pero no se puede alimentar a la vez el alma y el buche. Así que habrá que separar ambos espacios, reservar una hora para comer o quizás hacerla coincidir con las sesiones de dj's.

Dicho lo cual (y pese a lo cual) hubo grandes momentos, como el virtuosismo de Sir Richard Bishop con la guitarra; el show cabaretero de Ching Chong Song (una diversión absoluta); el concierto intimista de Joe Pernice, quien rescató algunos de los mejores temas de Pernice Brothers; las nuevas y cadenciosas canciones de Mi and L'au y la actuación de The Clientele, que no acabó de paladearse bien debido al ruido de bar que merodeó su actuación. Pese a ello, nunca olvidaremos "Since K Got Over Me" y algunas perlas de su último y excelente álbum, "Bonfires on the Heath".

Y el Tanned Tin acabó como empezó, a todo meter. Arrancó con Betunizer y llegó a su fin con The Joke K-Plan destrozando los tímpanos con sólo una guitarra y una batería repletas de poderío... un domingo a las 16.00 horas.

Es lo que tiene este espléndido festival, que arriesga en la programación como casi nadie hace ya y que, para colmo, casi siempre acierta.

El año que viene más. Esperemos que en Castellón...

The Clientele, en el acústico del Teatre Principal. Galcerán de Born

The Clientele, en el acústico del Teatre Principal. Galcerán de Born


  1. Ha sido un gran festival, con momentos mágicos y muy buena música. La crónica resume muy bien lo que ha sido este certamen. Especialmente de acuerdo con la descripción de Julie LaMendola y sus bandas, para mi los mejores conciertos del Tanned Tin, un descubrimiento maravilloso.


  2. Yo he vuelto a casa de mi primera experiencia con el Tanned Tin bastante satisfecho. Me quedo con los momentos especiales de Galaxie 500 o Luke Haines. Conciertos que han colmado mis espectativas como Thee Stranded Horse, Picastro, Arborea, Wave Pictures, McEnroe, Richard Buckner, Sleep Whale, David Thomas y otros tantos más. Y alguna decepción como L'Altra, Sea of Bees o Callers, así que me venga a la mente...

    En lineas generales bastante bien teniendo en cuenta los contratiempos que ha tenido la organización. El Teatro es un lujo y salir a comprar el disco a tu artista favorito es una pasada. Volver a casa con el disco de Galaxie 500 firmado por Dean Wareham no tiene precio...

    Me arrepentí muchísimo por no asistir el año pasado pero a partir de ahora no faltaré a la cita...

    Saludos,




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