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Reclam. El Paranimf de la UJI vuelve a sucumbir ante el quijotesco manual de La Zaranda

De principio a fin, el sello particular de La Zaranda quedó estampado en el escenario del Paranimf de la UJI. 'Manual para armar un sueño' es el tributo al oficio actoral por parte de la maestra compañía teatral andaluza.
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Como Don Quijote y Sancho Panza, los actores de La Zaranda siguen adelante por un camino lleno de obstáculos. Foto: Antonio Pradas.

'Manual para armar un sueño', de La Zaranda. Intérpretes: Francisco Sánchez (Paco de La Zaranda), Gaspar Campuzano y Enrique Bustos. Texto: Eusebio Calonge. Dirección y espacio escénico: Paco de La Zaranda. Paranimf de la UJI, de Castelló. Viernes 24 de noviembre (19:35-20:40). Alrededor de 200 espectadores. XXXI Mostra Reclam de artes escénicas.

El sello personal de La Zaranda queda bien marcado en cada una de sus producciones. A estas alturas no sorprende con innovaciones, pero a cambio desarrolla un destacable ejercicio de estilo propio, un manual de metateatro escrito por Eusebio Calonge en el que todo encaja dentro de una atmósfera que expira decadencia, de pasado arrinconado por el olvido que crece con el paso del tiempo y una débil luz de un futuro incierto y poco complaciente.

Al final de cada obra queda la sensación de que, posiblemente, sea la última de La Zaranda, pero esta compañía andaluza de ninguna parte, y siempre "inestable" (según su propia autodefinición) vuelve a imbuirse una y otra vez del espíritu de Don Quijote y Sancho Panza -como visualmente ocurre en Manual para armar un sueño- y regresa dispuesta a seguir luchando contra todos los obstáculos del mundo del teatro, y también contra la edad real de sus protagonistas (si la compañía nació en Jerez en 1978, y Francisco Sánchez y Gaspar Campuzano ya estaban ahí, a poco que se echen cuentas aproximadas…), más algunos inconvenientes que prefieren englobar como "personales" y que les lleva a definir como "milagro" el hecho de que Manual para armar un sueño haya llegado a los escenarios.

Un diablillo es testigo de las andanzas de los dos actores. Foto: Antonio Pradas.

Manual para armar un sueño es un tributo directo al oficio de actor, el que construye un ambicioso objetivo en sus inicios y se acaba topando con una serie de trabas burocráticas, de modas, de la necesidad de atraer público, de cifras, de la obligatoriedad de llamar la atención, dejando en plano secundario la propia labor de interpretación y el valor en sí misma de la obra. La crítica hacia su ecosistema -artístico y social- es otra de las particularidades de esta compañía considerada "maestra" dentro de su gremio, poseedora de un humor corrosivo producto del óxido de su dilatada experiencia, a través de un lenguaje llano y reiterativo, acorde con la edad de los personajes interpretados, que no dista de la real.

En las obras de La Zaranda aparece el subsuelo, en este caso representado durante sus primeros minutos por el trabajo en una mina (las entrañas del teatro). Porque siempre se mueven en el underground de la sociedad. Pero si se miran en el espejo se reconocen artistas, y un artista siempre desea seguir adelante, no queriendo ver variables que condicionan carreras hacia el éxito o, al menos, hacia la subsistencia. Confía en que siempre habrá asientos ya cargados de historias que seguirán esperando ser tomados por nuevos ocupantes.

El actor confía en que siempre haya un asiento para ser ocupado por un espectador. Foto: Antonio Pradas.

El recién llegado al oficio de actor (Gaspar Campuzano) se mira en el espejo de quien le ha precedido (Francisco Sánchez), sale del otro lado del cristal y busca consejo que le ilumine hacia el éxito. En Manual para armar un sueño se encontrará luz -la pone Peggy Bruzual-, pero es ocre, apagada, la que desprende alguien que no parece importar hoy a nadie a pesar de su largo listado de destacados papeles que solo él parece recordar. En su consejo más optimista le llega a comentar que aunque consiga alcanza el éxito, luego le dejarán tirado.

Como es habitual en las producciones de La Zaranda, todos los elementos escénicos (espejo, tablones que mueven de modo constante, soportes metálicos que funcionan como puertas y como perchas, capazos...) están iluminados con unos tonos que acentúan la buscada sensación de ocre decadencia. Una atmósfera perfecta y sin resquicios dentro del mensaje transmitido.

Sobre el escenario aparecen carteles de varias producciones de La Zaranda. Foto: Antonio Pradas.

Fieles a su costumbre, ni se despiden del público al acabar. Los habituales a las visitas de La Zaranda ya lo saben, los nuevos seguirán sorprendiéndose por estar aplaudiendo a un escenario vacío, sin tener claro si reaparecerán los actores o incluso, en los primeros instantes, si la obra ha llegado a su final. ¿Será su última vez? Ni el diablillo (Enrique Bustos) que observa a los dos actores en la ficción sabe responder esa pregunta. En su perspectiva: esperar que llegue un nuevo papel que interpretar. Un nuevo cartel que poder lucir, como los que exhiben en Manual para armar un sueño.

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