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'La infamia' y Marta Nieto, una suma que turba al Teatre Principal de Castelló

'La infamia' relata el secuestro 'oficial' de la periodista mexicana Lydia Cacho por sus publicaciones sobre una trama de pederastia en su país. La cruel historia y la sobresaliente interpretación de Marta Nieto en esta mezcla de teatro y cine provocan una sensación de congoja en el espectador.
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Imagen de archivo de Marta Nieto, con una cámara como testigo, durante la representación de 'La infamia'. Foto: Produccioones Come y Calla.

Sobrecogedoras. La historia real que presenta La infamia y la interpretación que desarrolla Marta Nieto de la periodista mexicana Lydia Cacho durante el día de su detención/secuestro policial. Su suma es demoledora. Un acumulado causante de una sensación de congoja en el espectador. Una acción que durante una hora y cuarto no deja ni una opción a la sonrisa y a cambio provoca una mirada fija en el escenario y una perturbadora reflexión con la que abandonar el teatro (el Principal de Castelló en este caso; domingo 23 de octubre). Un texto duro para una historia tremenda -la de una detención/secuestro policial- que tiene su origen en una realidad inhumana, como es la red de pederastia liderada desde Cancún por el empresario de origen libanés Jean Succar Kuri. Un entramado reflejado en el libro Los demonios del edén: El poder que protege a la pornografía infantil (2004). Esa publicación desata toda la trama contenida en el libro Memorias de una infamia (2016), cuya adaptación teatral sitúa a Marta Nieto en la parrilla de salida de premios como el Max a la Mejor Actriz, sin obviar la dirección de José Mestret.

La coproducción de Teatro Español y Producciones Come y Calla apuesta por una fórmula de teatro/cine. Todo lo que interpreta Marta Nieto es retransmitido en directo a través de la cámara manejada a corta distancia por Alicia Aguirre, más la colaboración de una serie de cámaras fijas repartidas por el escenario. La edición instantánea permite que cada gesto de la actriz -fundamental para transmitir su angustia- se aprecie en primer plano en una pantalla de gran formato.

Una mezcolanza artística cada vez más utilizada en el teatro actual, dejando también espacio a proyecciones grabadas -y reales- que sirven para mostrar el pasado de Lydia Cacho, incluido en el momento de su detención -acusada de "difamación y calumnias"- en la calle de Cancún donde estaban sus oficinas (16 de diciembre de 2005) para su traslado de 24 horas de duración por carretera hasta Puebla, destino no casual, puesto que el nombre del gobernador de este estado mexicano, Mario Marín, aparece vinculado a Kamel Nacif, otro personaje al frente de la trama criminal. Dentro de la monstruosidad de la historia en sí, llegan a aparecer unas imágenes registradas con cámara oculta del cabecilla principal admitiendo sus prácticas sexuales con menores.

Se trata de teatro documental basado en la reproducción de un texto no escrito para ser representado en un escenario, lo que se conoce como teatro verbatim. Una puesta en escena en la que casi todo depende de la actriz. Ella ha de ser capaz de transmitir la sensación de violencia y tortura psicológica que sufrió Lydia Cacho durante el día de su detención, con evidente peligro real para su vida. Las cámaras solo hacen que trasladar con mayor detalle su interpretación. El coche, la celda e incluso el váter son elementos importantes, pero es la sobresaliente actuación de Marta Nieto la que hace creer -y casi visualizar- al espectador que está rodeada por policías que obedecen corruptas e ilegales órdenes. Ella sola es capaz de recrear una situación de violencia, de dos armados contra una detenida.

Aunque la verdadera protagonista principal de La infamia es la propia Lydia Cacho, una periodista implicada en la defensa de los derechos humanos, fundadora de CIAM Cancún, un centro de alta seguridad integral de atención a las mujeres. y sobre todo valiente en un país donde ser periodista y denunciar asquerosas realidades supone un peligro para la vida propia, tal como se refleja mediante cifras en pantalla.

La tensión se palpa en cada segundo de la función. Solo el aplauso final -algunos espectadores puestos de pie- la rasga. Marta reaparece junto a la cámara. Parece emocionada. Ha gustado y ha afectado las almas presentes.

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