"A mí me produce emoción volver a tener un espectáculo con público y que haya obtenido esta respuesta". Era un comentario de Alfonso Ribes momentos antes de comenzar la actuación de Enric Monfort en el reinicio de la actividad pública del Espai d'Art Contemporani de Castelló (EACC) después del parón total a causa de la coronavirus. El gestor del Institut Valencià de Cultura (IVC) en Castelló miraba a su alrededor en la plaza aledaña al edificio cultural y veía el set central en el que se situaba el percusionista rodeado por 70 sillas separadas por una distancia de unos dos metros -todas ellas ocupadas- y unas 50 personas de pie, distribuidas por los laterales y partes posteriores. La mayoría de ellas con mascarillas, al menos hasta el momento de tomar asiento, con la preventina distancia social respecto al vecino. Un viernes -el del 12 de junio- especial. Regresaba la música en vivo a la ciudad después de tres meses de parón total. Y hasta el céntrico lugar acudió buen número de los habituales de la cultura de Castelló, como también algunos músicos que conocían a este percusionista de sus años de juventud y al que siguen ahora que desarrolla su carrera desde Amsterdam.
Público en el silencio que aconsejaba una acción sonora en la que junto a una batería con añadido percusivo y dos bombos se podía ver botellas, una plate bell -campana en lámina plana-, un vibráfono y un ordenador, sonorizados en disposición de cuadrofonía (altavoces en las cuatro aristas de un rectángulo) por Juanki Tomás (La Seta Azul) y Víctor Tomás. En medio de este equipo, Enric Monfort, compositor e intérprete de una pieza preparada en tres semanas con el título de 32º 49’ Latitud Sud. Sus únicas palabras se escucharon en el inicio, para introducir y contextualizar su producción.
"Ha sido un proceso de elecciones rápidas, ya que todo se empezó a mover hace tres semanas, cuando me invitó Alfonso Ribes a inaugurar las actividades del IVC. Empecé a desarrollar ideas en varias direcciones a la vez, y a trabajar con el software musical también. En el momento en el que leí la noticia sobre el mensaje en la botella más antiguo encontrado, naturalmente bajó a tierra la importancia de las botellas en la pieza". (Enric Monfort)
Su mensaje leído al público hacía referencia al hallazgo en una playa de Australia del mensaje en una botella más antiguo que se conoce (la curiosidad anecdótica es que en el grupo de personas que la encontraron estaba la madre de Daniel Ricciardo, piloto de Fórmula 1). En el papel introducido en la botella estaba escrito el siguiente texto: “Esta botella fue lanzada por la borda el 12 de junio de 1886 en 32º 49’ Latitud Sur y 105º 25’ Longitud desde Greenwich Este. Desde Bark Ship: Paula Home (puerto): Capitán Elsfleth. En su viaje de Cardiff a Macasar. Quien la encuentre debe enviar recibo de la botella al observatorio naval en Hamburgo o al consulado más próximo para el retorno a la agencia después de completar la información posterior”.
"Estuve buscando inspiración en música coral ortodoxa rusa y de ahí salió la idea de utilizar solo una campana, a la que le añadí esa transformación electrónica de la resonancia y la voz en alemán con el mensaje original. El movimiento final está basado en material que había empezado a explorar durante el confinamiento, así que me pareció lógico que cerrara el concierto. Pienso que he conseguido un buen balance entre las partes y esa sensación de linealidad, de viaje sonoro que buscaba".
Esa información previa justificaba que Enric empezase su actuación soplando unas botellas afinadas, provocando una atmósfera suave, relajante, asemejando una brisa marítima instalada sobre la plaza del EACC. Jugó con diversos objetos y programaciones hasta desarrollar en un parte final más convencional, sentado en una batería. Una demostración de técnica y de ingenio a cargo de uno de los músicos más internacionales surgidos de Castelló. Tras ella, aplausos de prácticamente todos los presentes, pero una sensación distinta, extraña, producto de la nueva situación, sin esa abundancia de corrillos habituales después de un concierto (aunque algunos se registraron). Y es que entre los presentes había ganas de música en vivo, pero la salud establecía sus barreras, como será habitual en los espectáculos más tranquilos hasta estar instalados en una nueva fase sanitaria.
"Estuve muy concentrado en la música y disfrutando con un público bien atento y respetuoso. Tuve la sensación de una bonita conexión, como si hubiéramos hecho un pequeño ritual colectivo. Una vez acabada la actuación, no me encontraba diferente de otras ocasiones. Fue más tarde cuando poco a poco me fui dando cuenta de la importancia de haber sido el primer concierto en Castelló en tres meses".