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El Rototom que inspira el cambio

El festival de reggae de Benicàssim despide su edición “The power of utopia” junto a 204.000 personas de 113 países. El 40º aniversario de ‘Legend’ con The Wailers, Beenie Man, los 30 de SFDK y los 20 de Green Valley, Los Chikos del Maíz (con polémica incluida), Anier o Etana han marcado el camino de un Rototom Sunsplash que empieza la cuenta atrás de su 30º edición.
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Guillem tiene dos años. Cuando pasa con el coche cerca del recinto de festivales de Benicàssim grita: “¡Rototom!”. También que le gustan las batucadas (“aluladas”, en su particular idioma). Vivió su primer Rototom Sunsplash en 2022, con cinco meses; entre los brazos de su madre, su padre y sus tías, durmiendo al compás del concierto del escenario principal. Ahora, corretea por el área Mágico Mundo (con programación pensada para bebés y niños/as), se quiere subir al rocódromo como los mayores, juega con la arena, le hace un dibujo a su madre y lee cuentos con su padre. Investiga por el recinto junto a su amigo Pau (que pisa su primer Rototom con un año) y devora un trozo de pizza de los Elfos con Buster Bloodvessel de fondo. Además, con su entrada ha donado* 10 euros a L’Aurora-Grup de Suport. Pasa por el camino que conecta los dos escenarios del festival y en el que te encontrabas con diferentes murales. En uno de ellos se podía leer una frase -de autoría anónima-: “Utopía no es un lugar real, sino una idea que inspira el cambio”. El cambio para alcanzar un mundo más justo y libre.

La música reggae -y también la cultura jamaicana y africana- habla constantemente de esa utopía: esperanza, resistencia, liberación, paz, amor, igualdad, transformación… Un mensaje que el festival ha sabido transmitir y alimentar durante sus 29 ediciones a través de su programación musical, pero también en las diferentes áreas y programaciones que componen este particular Zion (término rastafari que se suele utilizar para hacer referencia a su mundo utópico) durante seis días en los que el recinto de festivales de Benicàssim (del 15 al 21 de agosto) se ha tintado de rojo, amarillo y verde** bajo el lema “The power of utopia”; y que este año cobra mucho sentido: “En un escenario internacional tan convulso como el actual, reivindicar el poder de la utopía nos parece más necesario que nunca”, destaca Filippo Guinta, director del Rototom.

Rototom Sunsplash 2024

Álbum de fotos completo en este enlace.

En realidad, el Rototom siempre ha ayudado a construir ese camino hacia la utopía, presentándonos diferentes mundos, culturas, ojos y realidades. Ya lo decía Simone Firmani, coordinador del Foro Social del festival, referenciando a Fernando Birri y Eduardo Galeano en el escenario principal: “La utopía sirve para caminar”. Este año, han caminado junto al Rototom una media de 34.000 personas cada día (204.000 asistentes en total, según ha confirmado la organización; un incremento respecto al año pasado que ya se pudo notar en los accesos de las dos primeras jornadas). Un camino que tiene muchos puntos de partida, con un público que llegaba a Benicàssim desde 113 países diferentes (77 países en 2023); la mayoría desde España, Francia y Alemania, pero también desde Singapur, Vietnam, Sri Lanka, Etiopía, Nigeria, Jamaica, Trinidad y Tobago, Guatemala, Puerto Rico, Chile…: “Hemos articulado un encuentro con el público para construir nuestra pequeña y sólida utopía”, explica Filippo, “con personas llegadas de diferentes lugares que se unen para compartir una misma filosofía de vida; unidos por los valores de paz, respeto, solidaridad y sostenibilidad”. Sin olvidar otro de los tentáculos más fuertes del festival: la emisión en streaming de sus conciertos y debates; “con un aumento del 150% en el seguimiento respecto al año pasado”.

El Rototom Sunsplash reúne a más de 200.000 personas en 2024. Foto: Carme Ripollès.

De esa utopía y Zion, entre otras cosas, hablaba mucho Bob Marley; uno de los rostros más conocidos y representativos del reggae. Mensaje que The Wailers -con Aston Barrett Jr al frente- llevaba al Main Stage dentro de su gira por el 40º aniversario del álbum recopilatorio de Legend. La banda, que originariamente fue creada por Bob Marley, volvía a Benicàssim para latir al ritmo de “No woman no cry”, “One love”, “Could ypu be loved”, “Get up, stand up”… Himnos del reggae coreados de principio a fin en un concierto que tuvo una magia muy especial.

El Rototom es una oportunidad prácticamente única para ver a algunos artistas reggae internacionales. Como al grupo jamaicano Black Uhuru, que aunque no conserva su formación inicial (ligada a una particular batalla legal por derechos ya pasada), su música es una auténtica referencia si hablamos de roots reggae. También único concierto en España de The King of the Dancehall: Beenie Man, encargado de cerrar el escenario principal en la última jornada del festival sudando la gota gorda a base de dancehall y raggamuffin; con felicitación de todo el público y tarta de cumpleaños incluida.

Johnny Clarke. Foto: Carme Ripollès.

Otra de las singularidades del festival es que pocos carteles similares encontrarás en los festivales nacionales e incluso, a veces, no verás en otras citas a algunos de los artistas de su cartel, por lo que no te importa ver, por ejemplo, un año más en el recinto de Benicàssim a otro de los referentes del dancehall como es Busy Signal para decirle “Come over (missing you)” o para bailar ska -porque no te queda otra opción si suena “My girl lollipop”- con los ingleses Bad Manners, toda una referencia del movimiento en los años setenta, fundadores del tow-tone. También con los míticos Johnny Clarke o Twinkle Brothers; estos últimos, activos desde 1962, que se dice pronto, y firmando uno de los conciertos destacados de esta edición.

No se quedan atrás las nuevas sonoridades reggae, como la de Romain Virgo. Su particular voz vestía el recinto; sonaba “We not worry about them” y pasaban cosas, pero lo cierto es que, pese a cerrar un concierto más que notable, tampoco era nada que no hayamos visto en otras ediciones en su directo.

Romain Virgo, protagonista de la primera edición (viernes 16). Foto: Carme Ripollès.

Es el caso también de Green Valley, que ya suma unas cuantas ediciones a sus espaldas. La representación, junto a Swan Fyahbwoy, del reggae nacional y en una gira especial por los 20 años de trayectoria de Ander Valverde y su banda que se traduce en un auténtico recorrido en directo por lo más destacable de su discografía: “No me voy a rendir”, “Hijos de la tierra” o, cómo no podía ser de otra manera, “Si no te tengo”. También “Los sueños”, con la intervención del colectivo Top Manta (también presente en Jamkunda): “Ayudemos a humanizar Europa y occidente”.

Por su parte, Fyahbwoy (aka El Chico de Fuego) volvía a pisar el escenario del festival con dancehall y reggae junto a la Forwards Ever Band y el músico GranKhan. Con su referencia más reciente (Buddokai7), pero también volviendo a esos “Fenomenal”, “Baila como le da la gana” o “Forget & Forgive”. Sonó “Blondapetit” y parecía la intro a lo que pasaría unos días después con la llegada de SFDK al festival. El rap, que en cierta manera ha estado presenta en las últimas ediciones, este año ha ganado gran protagonismo. La principal muestra, que el Rototom ha sido una de las paradas de la celebración del 30º aniversario de los sevillanos Zatu y Acción Sánchez (esto es anecdótico, pero es que nunca habríamos imaginado que escucharíamos a un sevillano quejarse del calor de Castellón). Toda una referencia del hip hop nacional y lo dejaron clarísimo en el Main Stage. Cómplices con el público, por las canciones de SFDK no parece que pase el tiempo, adaptando su sonido, con el bombo y caja por bandera y letras que acaban dibujando, con ironía y guasa, la realidad desde hace 30 años. Suena “Pruébalo” y todo por los aires. La “pompa de reggae y rap”.

Swan Fyahbwoy volvía a un escenario del Rototom; esta vez, junto a GranKhan. Foto: Carme Ripollès.

Y de los veteranos SFDK a uno de los nombres recientes de la escena rap nacional: Fernandocosta, pisando el escenario principal al grito de “Que viva el rap chávales”. Integrando muy bien el concepto de banda con las bases de sus canciones; tanto, que parecía natural (“Nana”); musicalidad y calle. El marco de una escena rap nacional que tiene muy buena salud y que, además, cada vez se encuentra más cómoda en el Rototom: “Shorty”, “Para aguantar”, “Hustlers”, “Fumando serio” o cerrando con “Hasta cuando” especialmente acompañado: “Un ruido para los niños que son el futuro. Es lo que más tenemos que cuidar; gracias a toda la gente por venir con sus hijos”.

Más rap también en el Lion Stage. Esta vez, sobre despedidas (aunque es más bien un hasta luego que un adiós). La Tregua Indefinida de Los Chikos del Maíz. Rap político, sin concesiones. Toni Mejías y Nega, acompañados por Dj Plan B (con el 13:12 de fondo), también hacían un repaso de una hora a algunos de los temas que más han definido sus últimos años de carrera; desde los más recientes (“Nómadas”) hasta los que ya son su insignia (“Pasión de talibanes”, “No pasarán”).

Tonia Mejías y Negas, Los Chikos del Maíz. Foto: Carme Ripollès.

Sin pelos en la lengua, como es habitual (“Vicente Barrera (fascista de primera)”); también aprovechando para hablar sobre la causa Palestina y visibilizar la Campaña por el Cierre de los Centros de Internamiento y el Fin de las Deportaciones. Y no solo eso. El grupo se despedía con una pancarta en la que se podía leer “Ortolá caraculo” (referencia a Antonio Ortolá, concejal de Seguridad en el Ayuntamiento de Castelló y representante de Vox), mostrando su apoyo a La Cosa Nostra y visibilizando la lucha antifascista en Castellón, y que ha terminado generando polémica.

La pancarta de la polémica. Foto: Carme Ripollès.

Por el Lion Stage también pasó la rapera Santa Salut, con acompañamiento de guitarra y viento. Empoderamiento y mensaje claro, directo y combativo (“Real OG”); con una combinación de la rama más old school del rap con influencias de la electrónica y el techno. También vimos en este escenario a Anier, que se encuentra, tal y como ella misma explicaba, en una gira de cierre de un ciclo y transición hacia nueva música. A la barcelonesa le costó conectar al 100% con el público, pero fue precisamente a partir del bloque en el que anunció nuevos caminos en su sonido cuando la actuación terminó estallando con “Carnaza” y hasta con un pogo cabalgando sobre guitarra metalera en "Aires". En la recta final la rocosa sonoridad de guitarra-batería, especialmente con Diddy Stain dando leña con las seis cuerdas, hicieron cabalgar de forma trepidante los versos crudos y emocionales de Anier. Una tipa que sabe transmitir desde las entrañas, seguramente más disfrutable en sala.

El Lion Stage es el escenario en el que mayor representación femenina pudimos ver, aunque se queda como tarea pendiente de la particular utopía del festival (tan solo tres -Etana, La Mari e Iseo- en el Main Stage). Por aquí también desfilaron artistas emergentes y con mensajes muy potentes sobre feminismo y antirracismo, como es el caso de la joven artista reggae jamaicana Naomi Cowan; la garra de la cantante y activista brasileña Bia Ferreira con un aire más funky; o la conexión con Khalia, nacida en Jamaica pero afincada en Londres, influencias que se pueden palpar en una propuesta reggae con toques de r&b. También la potencia y un sonido más roots reggae de la australiana Nattali Rize y Mo’Kalamity abriendo el escenario secundario en la primera jornada.

Naomi Cowan en el Lion Stage. Foto: Carme Ripollès.

Pasaron más cosas en el Lion Stage, que se convierte en un escaparate mundial de la música jamaicana y géneros y artistas influenciados por ella. En este escenario también vimos uno de los directos más destacados de esta edición, el del trombonista Samuel Blaser en un concierto tributo a Don Drummond (miembro y compositor de Skatalites) junto a Omar Puente (el violinista cubano estuvo sobresaliente), Alex Wilson, Colin McNeish y Kendrick Rowe. Impecables de principio a fin.

No tuvimos la misma sensación en el concierto de Iseo & Dodosound. El dúo está muy ligado al festival, al que ya consideran como una casa, y así se lo hicieron ver al público con una sorpresa a cargo de Iseo, que se hizo con una guitarra. Tal vez ganan mucho más en las distancias cortas, sin prácticamente acompañamiento y mostrando su cara más dub (como hicieron el año pasado en la Dub Academy), pero faltaba un algo que sí encontramos en otros conciertos.

Iseo & Dodosound, en casa. Foto: Carme Ripollès.

La que también ha parecido que no acababa de cuajar era Chambao, que vuelven a los escenarios tras un parón; una propuesta que no acabó de conectar con el público como sí hizo, por ejemplo, Etana. Mucha actitud (además de una cola con los colores del reggae que sería la envidia de la Feria de Abril) y ¡qué voz! Mezcla reggae, soul y afrobeat, incluso con guiños al ska; maldiciendo no haber estado junto a Alborosie (“Blessings”) por problemas logísticos.

Etana. Foto: Carme Ripollès.

Alborosie es otro de los sospechosos habituales del festival, pero podemos asegurar que el público del festival nunca se cansa de verle en directo ni de corear ese “Kingston Town”. Esta vez, especialmente acompañado por “mis amigos”: los raperos italianos Clementino y Gué Pequeno, el jamaicano Stylo G, el trío reggae italiano Sud Sound System o la cantautora Nina Zilli, entre otros; y con versiones de “The next episodie”, “Here comes the hotstepper”, “Could you be loved”, “Ready or not”… El artista reggae italiano volvía a dejar uno de los conciertos más potentes. Todo hay que decirlo, sobresaliente la banda y el coro que le acompañaba. También se subió al escenario Manudigital, que consiguió que todos los sonidos empastaran a la perfección.

Desde hace varias ediciones el festival tiene como objetivo visibilizar, no solo la cultura, sino la música africana. Este año el Main Stage ha sonado a afrobeat a través del potentísimo directo de Flavour. El cantante nigeriano repaso los principales hits de su carrera (“Sexy Rose”, “Chinny Baby”), poniendo a bailar a todo el festival hasta el final (“Nwa Baby”).

El afrobeat de Flavour y sus bailarinas encendieron el Main Stage. Foto: Carme Ripollès.

El mapa del festival sigue modificándose y adaptándose al público. Este año, por ejemplo, las áreas Pachamama y Jamkunda han intercambiado su ubicación. Esta última, dedicada a poner en valor la cultura africana, cada año gana más peso, tanto en espacio (con carpa renovada y mucho más amplia respecto a otros años) como en su programación. Las dos caras de Jamkunda: por las tardes convertida en Ataya (referencia a la tradicional ceremonia de té, un ritual cultural de muchas comunidades africanas que simboliza la convivencia), con charlas y encuentros y por donde hemos podido escuchar a referentes como Louelia Mint El Mamy y Sani Ladan, entre otros, y en escuela de baile afro; mientras, por la noche, se transformaba en un club de baile afrobeat.

Jamkunda, el espacio de África en el Rototom. Foto: Carme Ripollès.

También ha habido más cambios, el Lion Stage -escenario secundario- pasaba al final del recinto para abarcar más público y la Dub Academy gobernaba la entrada/salida del recinto. Las áreas No Profit y House of Rastafari también cambiaban de ubicación; y el Rototom Circus compartía espacio con Jumping. Y el Foro Social (este año, con Stella Assange, Arkano, Adela Cortina, Álvaro Pascual-Leone, Andreu Escrivà y Andrés Pedreño, entre otros), que trasladaba su programación al Teatre Municipal de Benicàssim, en el centro del pueblo, con el objetivo de abrirse a todo el público (para acceder no era necesaria entrada al festival), pero que la verdad es que ha dejado huérfano ese espacio que era tan importante en el recinto.

También nuevas incorporaciones a la estructura, algunas no muy relevantes como la carpa de música latina (que parecía un poco pegote) y otras que sí que han tenido tirón: Discovery Lab, un espacio en colaboración con el CERN que tenía como objetivo acercar la ciencia al público del festival y por el que han pasado expertos como Iván Martí-Vidal, Vicent J. Martínez, María Alandes Pradillo o Eduardo Sáenz de Cabezón, entre otros. Una idea que, para qué nos vamos a engañar, sonaba un poco marciana cuando se anunció, pero que ha acabado cuajando dentro del festival, tanto a través de las charlas como en los propios talleres.

Adela Cortina en el Foro Social del Rototom, que se trasladaba al Teatre Municipal de Benicàssim. Foto: Carme Ripollès.

El festival sigue sumando con algo que ya es su seña: viajar por distintos países con el paladar a través de los puestos de comida; platos jamaicanos y africanos, pizzas italianas, parrilla argentina y barbacoa japonesa; tapeo tradicional, comida indio-asiática y hasta la historia de toda una generación vendiendo maíz natural.

Sin olvidar sus tentáculos, que llegan a la playa del Grau de Castelló a través del chiringuito Solé Rototom Beach (que durante el festival amplía programación especial y se convierte en uno de los puntos más concurridos) o con acciones tan importantes como los conciertos en el centro penitenciario Castellón II (en Albocàsser), y por donde este año han pasado Lxs Nadie, Charlart58 y LCDM. También aquí el festival llevó a cabo una acción en julio con el desarrollo de un mural de gran formato a cargo de los artistas de arte urbano Rudiart y Jotalo.

Ese Guillem de dos años aún no lo sabe, pero en el Rototom está empezando a caminar hacia su utopía. Tampoco lo sabíamos en 2010, cuando el festival de reggae aterrizaba por primera vez en Benicàssim -el Rototom se celebraba en Osoppo (Italia) desde 1994 y se trasladó a España por presiones del gobierno de Berlusconi, que asociaba el festival y la cultura reggae con la promoción del consumo de drogas-. Desde entonces, el Rototom se ha consolidado como uno de los macro festivales con mayor peso internacional de los que se celebran en el estado español; siendo la casa de miles de personas que llegan a Benicàssim desde diferentes puntos del mundo durante seis días (los últimos años el festival tenía una duración de siete días).

No sabemos qué forma tiene esa utopía, pero seguro que tiene muchos colores. Que tiene conciencia y es combativa; que habla de antirracismo, feminismo y sostenibilidad. Que se encuentra en el mensaje de Twinkle Brothers, Khalia, Los Chikos del Maíz, Black Uhuru o cantando junto a un niño y Fernandocosta "Hasta cuando"; entre las matemáticas de Eduardo Sáenz de Cabezón, en un plato de Maafé, en una niña que ha hecho su primer cargador solar, bailando afro o en el escenario Jumping con Natty Bo. Hablando con el equipo de L’Aurora-Grup de Suport, dibujando y cantando con ZOO Il·lustrat (I, Malgrat tot, Palestina) o escuchando a Ferran Mestre explicando la filosofía de producción de Malaerba. Está en cada vez que se ha recordado el genocidio que está sufriendo el pueblo palestino. Como decía la frase del filósofo y escritor Francisco Martorell Campos: “The goal of utopia is to transform reality, not to escape from it (la meta de la utopía es transformar la realidad, no escapar de ella)”. Mientras, el Rototom ya está contando los días para celebrar su 30º aniversario -el 15º en Benicàssim- en 2025.

*Las donaciones de las entradas de menores, jubilados/as y personas con discapacidad se podían destinar a AFA Castelló, Cocemfe Castelló, Fundación ANAR o L’Aurora. En 2024 el festival ha contabilizado 10.200 menores de 13 años y 10.800 mayores de 65.

**Son los colores con los que se identifica el reggae y que ya de por sí referencian esa utopía: rojo, por la sangre de quienes lucharon por la libertad y la igualdad; amarillo, la luz, la riqueza y la espiritualidad; y el verde, por la naturaleza y la tierra y su prosperidad.

El Rototom celebraba su edición 'The power of utopia' del 16 al 21 de agosto de 2024. Foto: Carme Ripollès.

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