El título de este texto bien podría haberse tomado prestado del de una película de ‘Cinema Giallo’ italiano. Algo así como un híbrido entre El pájaro de las plumas de cristal (L’Uccello dalle plume di cristallo, Dario Argento, 1970) y Una mariposa con las alas ensangrentadas (Une farfalla con le ali insanguinate, Duccio Tessari, 1971). Y es que en el Festival pudimos ver un siempre disfrutable documental sobre la figura de Dario Argento: Dario Argento: Panico (Simone Scafidi, 2023), se le otorgó el Premi Màquina del Temps al icónico Lamberto Bava e incluso pudimos disfrutar en una sesión de Sitges Clàssics de la fundacional La máscara del demonio (La maschera del demonio, 1960) dirigida por su padre, Mario Bava. Además, también en ‘clave giallo’, asistimos a la entrega del Premio Nosferatu para la actriz Barbara Bouchet, un mito de este subgénero, que nos confiaba, entre su agradecimiento y sorpresa, que ella se dedicó a hacer películas que en su época “nadie se tomaba en serio”.
Pero no fue este colorista subgénero de terror italiano el leit motiv de Sitges 2023. El 56é Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya contó este año no con una, sino con varias efemérides que fueron impregnando las proyecciones y las actividades de quienes por allí estuvimos —como ese pájaro o mariposa con las manos ensangrentadas— pululando por sus localizaciones estos pasados días del 5 al 15 de octubre. El siempre maravilloso cartel , así como sus dos ocurrentísimos espots promocionales —con estética de cine de ghetto afroamericano ochentero el primero, y de discusión amor fou de la Nouvelle Vague el segundo— que pudimos ver abriendo cada proyección ya apuntaba al 60 aniversario de Los pájaros (The Birds, Alfred Hitchcock, 1963) que, efectivamente nos tiene, desde su estreno: “60 años mirando al cielo con miedo".
Sin embargo, no solo el clásico hitchcockiano sobrevolaba la temática de Sitges 2023. También se cumplía medio siglo de una de las películas más importantes, impactantes e influyentes de la historia del cine —ya no solamente del terror—, que es El exorcista (The Exorcist, William Friedkin, 1973). El festival la homenajeó proyectándola en 4k e incluso entre las numerosísimas actividades paralelas que se programan, en la King Kong Meeting Area, uno de los episodios de Podcast que allí se grabaron en directo, el de Tarde de Perros de Alejandro G. Calvo, se dedicó a analizarla. Acompañaron al crítico de Sensacine Desirée de Fez, Jordi Sánchez Navarro y Xavi Serra.
Siguiendo con este universo de oferta cinéfila que orbita alrededor de las proyecciones del Festival, también Desirée de Fez, una de las voces de la crítica cinematográfica más sensatas e inteligentes del panorama actual, condujo como siempre un nuevo episodio del Podcast Marea Nocturna grabado en Festival que contó con la participación estelar de Álex de la Iglesia. El cineasta no solamente es un nombre clave del fantástico español —probablemente su El día de la bestia sea una de las películas más importantes del género en nuestro país— sino que venía al Festival a promocionar su nueva temporada de 30 monedas (HBO MAX, 2020-) y acompañar la proyección especial en la sección Sitges Clàssics de su opera prima Acción Mutante (1993).
Tratándose de podcasts, tampoco podemos obviar la grabación en directo de un nuevo episodio de Cuidado con las Macros Ocultas, el podcast de la empresa tecnológica Cuatroochenta -también editora de este webzine-, que tuvo lugar el 13 de octubre y que versó sobre la influencia de la tecnología en el cine, a través del desarrollo de los efectos visuales y especiales y el creciente protagonismo de la inteligencia artificial generativa. Participaron Toni Mena, Conxita Casanovas y Anna Giralt.
En la carpa Fnac se celebraron, como cada edición, numerosas presentaciones de libros dedicados al fantástico. En este punto no puedo sino hacer patente mi agradecimiento personal a Àngel Sala y al Festival —e ineludiblemente también a Desirée de Fez, que aceptó nuestra propuesta— por encontrar un hueco para presentar el volumen Annette/Titane: un cuento de canciones y furia, co-escrito con Shaila García Catalán y editado por Shangrila, así como a todos aquellos que asistieron al acto en forma de conversación distendida entre amigos sobre las relaciones entre estas dos recientes películas extraordinarias del fantástico francés, sobre el análisis fílmico, la crítica cinematográfica, el cine y la vida en general.
El lector del presente artículo que haya llegado hasta aquí tendrá todo el derecho a preguntarse… ¿y las películas, qué? El Festival de Sitges, para quienes lo consideramos un lugar de peregrinación anual casi místico, es muchas cosas, pero es sobre todo un espacio en el que disfrutar —e incluso en ocasiones, sufrir— muchas, muchas, muchas películas. 182 largometrajes y 67 cortometrajes se proyectaron en Sitges 2023 y algunos de ellos vinieron para instalarse en nuestras retinas para siempre. Vamos con una selección de lo mejor que pudimos ver porque, en efecto, de algunas de ellas se hablará —y mucho— en el próximo curso cinematográfico y es mejor que vayamos prevenidos.
Todos los festivales de cine —y especialmente el de Sitges— tienen múltiples secciones dentro de su programación. En Noves Visions, Órbita, Panorama, Anima’t, Brigadoon o Midnight XTreme se pudieron ver piezas muy destacadas que se comentaban en los corrillos entre críticos y asistentes a esta fiesta del fantástico. No obstante, al igual también que en todos los festivales, la Sección Oficial Fantástico a Concurso (SOFC) es siempre el escaparate de lo que un festival propone al mundo desde su atalaya, una suerte de termómetro o estado de la cuestión de lo que su posición en la industria, el mercado o el imaginario ofrecen a los espectadores. Haremos por tanto un —inevitablemente— breve recorrido por las películas más destacadas de esta sección, toda vez pudimos dar puntual cuenta de todo ello a través de nuestras redes sociales en el fragor peligrosamente —y a veces deseable— en caliente de los instantes previos y posteriores a las proyecciones.
Empezaremos por la ganadora: Cuando acecha la maldad del argentino Demián Rugna. Probablemente la propuesta más puramente de género y más aterradora en el sentido genuino y clásico del término. Muchos fuimos los que celebramos que el jurado se decantara por ella tras una última ganadora el año pasado, la finlandesa Sisu (Jalmari Helander, 2022) que muy pocos pudimos ver y que resultó ser una sorpresa poco afín al alma de Sitges, por más que la siempre aplaudida violencia y casquería del film se presentaba a raudales. En la ganadora argentina de este año —la primera película latinoamericana en conseguirlo en la historia del festival— seguimos, en un pueblo remoto, a dos hermanos que descubren a un hombre infectado por fuerzas malignas que está a punto de dar a luz a un demonio. El director Demián Rugna ya nos aterró, nunca mejor dicho, con su anterior Aterrados (2017), que se presentó en Sitges hace años y dejó una estupenda tarjeta de visita. La ganadora de este Sitges 2023 se podrá ver en todos los cines españoles a partir del próximo 19 de enero de 2024. Ahora bien, la película tiene algunas de las imágenes más impactantes y sobrecogedoras de todo lo que pudo verse en el festival. Avisado queda.
No hace falta tampoco ser crítico de cine ni dedicarse a la escritura o el análisis fílmico para, como cualquier espectador, dejarse llevar felizmente por el ejercicio de decantarse por la favorita de uno. Da igual que sea un festival de cine como Sitges o el de la canción de Eurovisión. El caso es que mi apuesta personal —también la de muchos de los que allí estuvimos— fue Late Night With The Devil, película australiana de los hermanos Cameron y Colin Cairnes que se alzó con el premio al Mejor Guion del festival —por más que su propuesta sonara durante toda la semana para llevarse mayor reconocimiento—. Se trata de un sofisticado, exquisito e impresionante found footage de un late night de la televisión norteamericana setentera en el que el maligno toma el control del directo televisivo. Una suerte de episodio de La dimensión desconocida en el que un carismático presentador —a lo Pepe Navarro— empieza a enfrentarse a sucesos paranormales en el plató como si del matrimonio Ed y Lorraine Warren se tratase. Una versión extendida —y muchísimo más seria y terrorífica— de aquel pasaje de El día de la bestia de Álex de la Iglesia en el que el maestro Cavan hacía ocultismo con los espectadores. Con una estructura narrativa en un in crescendo epatante, la película introduce a los espectadores poco a poco en un supuesto suceso real en el que deben enfrentarse a un mecanismo metadiscursivo y autoconsciente que nutre la credibilidad de un espectáculo en el que, por aquel entonces, la televisión lo podía —y nos hacía creer en— todo. De momento Late Night With The Devil no tiene todavía fecha de estreno en España.
Otro de los títulos de la SOFC que traía Sitges procedente de otros festivales donde se había hablado mucho —y muy bien— de él era Las habitaciones rojas (Les Chambres Rouges) de Pascal Plante, film canadiense que nos arroja un estremecedor y punzante retrato de la condición humana post-pandémica: gélida y alienada. Perturbadora —aunque podría haberlo sido más— funciona como una Tesis de Alejandro Amenábar (1996) actualizada a las monstruosidades de nuestro tiempo, las redes sociales y la dark web. En Las habitaciones rojas, una joven está obsesionada con el caso de un asesino en serie y, durante la celebración de su juicio ante un jurado popular —qué extraordinario es su plano secuencia inicial— su relación con todo el enfermizo universo de la realidad de los hechos se entremezclará con sus fantasías morbosas. Película fría e incómoda a la par que magnética y fascinante, se fue de vacío de este Sitges 2023 y tampoco tiene fecha de estreno en nuestro país, pero haríamos bien en no dejar de verla porque es una verdadera joya, muy de la cuerda de Mantícora de Carlos Vermut (2022).
Premio al Mejor Actor de la SOFC para el adorable Karim Leklou —que agradeció el premio en un simpático video en un vagón de tren en el que parecía seguir huyendo sin haber salido del personaje que encarna—, destacamos también la francesa Vincent debe morir (Vincent doit mourir). Ya desde la disposición gráfica de unos créditos que reflejan líneas y ventanas, la película de Stéphan Castang —que se llevó también el premio al Mejor Director Novel—, Vincent debe morir se alinea con el falso culpable hitchcockiano y le impregna del tono fantástico cuando todo el mundo, sin explicación ni motivo aparente —hace muy bien el filme en tampoco explicarlo al final— comienza a perseguir y querer matar despiadadamente a Vincent. Porque sí. La película es una sátira sobre la violencia de la mirada —Vincent descubrirá que puede evitar ser atacado si no cruza la mirada con nadie— cuya fuga desesperada le unirá a otra mujer con la que irá —ocasionalmente y no sin cierto componente erótico— esposado —en otra clara referencia hitchcockiana a Los 39 escalones (1935)— en la que referentes tan destacables y aparentemente indisociables como It Follows (David Robert Mitchell, 2014) o La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead, George A. Romero, 1968) logran sellarse empleando la genialidad del humor absurdo del fantástico francés. Ojalá textos como este sirvan para que se hable de este tipo de películas y consigan llegar a un mayor público más allá de los circuitos festivaleros, y es que ahora mismo, en estos momentos, tampoco Vincent debe morir ha encontrado distribución en España.
Además de estas propuestas selectas, fueron muchas las películas de la Sección Oficial que nos llamaron la atención pero para las que no podemos disponer de mayor espacio en este escrito; como la austríaca Club Zero (Jessica Hausner) —ganadora de la Mejor Música—, una bizarra película sobre terror alimentario en la que su calculadísima puesta en escena (angulares, zooms, banda sonora de percusión, vestuario…) estupidiza todo el discurso de las dietas y pone el acento en los trastornos alimenticios. Suya es una de las escenas más asquerosas e indigestas —en el más estricto y literal sentido de la palabra— de todo el festival. También la hispanoargentina Moscas de Aritz Moreno, un Relato Salvaje —como aquellos de Damián Sczifrón de 2014— fragmentado y capitular a lo Tarantino bonaerense en una urbe oclusiva —se llevó Mención del Jurado por su representación de la ciudad de Buenos Aires— en la que un despiadado ejecutivo —un enorme Ernesto Alterio que sostiene todo el filme— vive un tour de force tan chistoso como angustiante deshaciéndose de un cadáver en el maletero. Por último, también destacaremos la norteamericana Riddle of Fire de Weston Razooli —merecedora de la otra Mención Especial del Jurado—, una aventura hippie familiar de cuatro adolescentes en los bosques de Wyoming en busca de un huevo moteado que les permita cocinarle una tarta de arándanos a su madre enferma y, a cambio, tener dos horas de su videojuego favorito al que no habían podido jugar por el control parental. Una delicia con la textura nostálgica de los mágicos 16 milímetros y una banda sonora de feria medieval sintetizada que nos transportó a Cuenta Conmigo (Stand By Me, Rob Reiner, 1986) o a Los Goonies (The Goonies, Richard Donner, 1985) como si de un videojuego de misiones y aventuras gráficas a lo RPG se tratase.
Pero Sitges 2023 se recordará porque fue la edición en la que pudimos ver Pobres Criaturas (Poor Things). De eso no me cabe la menor duda. Qué barbaridad. Ya venía con la vitola —que no es poca cosa— de haber ganado el prestigiosísimo León de Oro en el pasado Festival de Venecia, lo que unido a las expectativas de ser el nuevo film del controvertido cineasta griego —de quien aún no se olvida su proyección de El sacrificio de un ciervo sagrado en Sitges 2017— Yorgos Lanthimos, la convertía en el título más “mediático” —con el permiso de La sociedad de la nieve de J.A. Bayona— de todo el festival. Los que allí estuvimos presenciamos una obra de arte libre y fascinante, reverso perverso y sexualizado de la Barbie de Greta Gerwig, donde la Maria expresionista de Metropolis (Fritz Lang, 1927) se cita con el relato clásico de Frankenstein en una versión inspirada de un episodio de American Horror Story donde Ryan Murphy ha sido poseído por el genio de Lars von Trier y el aparato formal de vanguardia centroeuropea y realismo poético francés del Jean-Pierre Jeunet de La ciudad de los niños perdidos (La cité des enfants perdus, 1995). Aún faltan tres meses para que se estrene en nuestras pantallas Pobres criaturas, y lo peor es que la espera promete hacerse muy larga. La película estará con total seguridad en la terna de los Oscar en las categorías importantes —Emma Stone está absolutamente extraordinaria— y toda su disposición estética y artística apuntan a que estamos ante una de las películas más descomunales, provocadoras y admirables de los últimos tiempos.
Con todo, lo primero que uno hace nada más cuelga su acreditación de prensa en el despacho, de vuelta al trabajo y a las clases, todavía con los tuits calientes y el ánimo de escribir unas líneas como las precedentes, es ponerse a soñar con la llegada de Sitges 2024. Allí estaremos.