
Un total de trece espectáculos dieron forma a la programación de la sexta edición de MUT! 2021. Foto: Carme Ripollès (ACF).
2020 y 2021 están siendo años moviditos, por decirlo de alguna forma; y sobre todo si miramos hacia la cultura. El porqué todos lo tenemos en mente, y es que sigue rondando y parece no querer irse, pero también hemos aprendido cosas. Por ejemplo, que podemos decir un montón de cosas sin necesidad de articular palabra. Y esto nos lo ha enseñado también el Festival Internacional de Teatre Sense Text MUT! Lo hizo en 2020, derribando la inexpresividad de las mascarillas; y lo ha vuelto hacer este año, en su sexta edición (24-26 septiembre), comunicándose con su público. Porque si de algo sabe el MUT! es de hablarnos de muchas otras formas.
El MUT! sigue apostando por el teatro de calle como herramienta transformadora a partir de una programación que, un año más, ha puesto el nivel en lo más alto y se ha ganado al público. El mejor ejemplo de ello: Perceptions de la compañía francesa Bivouac. Espectáculo de circo sobresaliente, tanto en la puesta en escena (con una estructura protagonista que se transformaba durante el show) como por la interpretación y la música en directo. Bivouac deja con la boca abierta al público en cada cambio, juega con el espacio y con la percepción; y hasta con el tiempo, que parece pasar volando al verles en directo. Fue el espectáculo que dio el pistoletazo de salida a esta edición -oficialmente, porque Tom, Tom & Tom (cía. Ravart) ya habían hecho de las suyas por las calles del centro-. Y qué arranque. Eso sí, con la organización mirando hacia las nubes y la duda de si la lluvia permitiría que el festival se pudiese desarrollar al completo.
Pero sí que pudo, aunque la lluvia supuso una amenaza constante también durante toda la jornada del sábado. Los asistentes al espectáculo ¡Fuera! de la cía. Murmuyo en la plaza Huerto Sogueros miraban de reojo el techo grisáceo de nubes y se escuchaba algún que otro grito de sorpresa al ver caer los rayos. Pero nada que Murmuyo no pudiese apagar a base de carcajadas. De todas formas, a este clown no le hizo falta la lluvia para que su público acabase mojado, porque ya se encargó él de eso lanzando dos grandes cubos de agua desde uno de los balcones del Menador (algo que no sentó del todo bien a algunos de los asistentes).

Murmuyo se adelantó a las previsiones de lluvia mojando a sus espectadores en '¡Fuera!'. Foto: Carme Ripollès (ACF).
Y después del agua, una llamada de desahucio. Colchones, sábanas, sillas, una mesa, un perchero... Su casa saliendo por la ventana en una cuerda hasta el suelo en donde el propio público le ayudó a montar su nueva casa. En ¡Fuera!, la intervención del público es fundamental para que se desarrolle la obra; ya sea para montar una improvisada pista de bailes de salón o para formar una nueva familia. Otra de las claves del espectáculo fue la gran capacidad de improvisación del clown chileno, sabiendo adaptarse a la perfección a los estímulos externos a la obra, como el paso de un coche patrulla con las sirenas encendidas al que respondió arrodillándose al instante con las manos en la cabeza y mueca asustada. Su moraleja final guardaba un mensaje claro: el hogar no es la casa en la que se vive, sino la gente que te rodea. Y tal vez el MUT! ya se ha convertido en casa.

Los vinilos de Murmuyo articularon la segunda mitad de su espectáculo, convirtiendo la puerta del Menador en una sala de baile. Foto: Carme Ripollès (ACF).
De la cía. chilena Murmuyo en la Plaza Huerto Sogueros a la italiana Teatro Necessario en el Passadís de les Arts en el Parque Ribalta. Clown in libertà ofrecía una propuesta clown más clásica que la anterior, con tres artistas que acompañaban sus consecutivos gags con interpretación de música en directo (mediante un clarinete, un bombardino y un pequeño set de percusión). Sin mediar palabra, encadenaban un juego de acrobacias tras otro, indicando solamente al público cuando habían de aplaudir mediante un simpático cartel.

La compañía de clown italiana llamó al escenario a varios voluntarios al final de su espectáculo. Foto: Carme Ripollès (ACF).
Para presentar el número final, el clown principal tomó un micrófono para dirigirse al público y pedir voluntarios sobre el escenario (salvando las dificultades del idioma con su propio gag). Los asistentes, niños y niñas en gran parte, fueron llamados para integrarse en el espectáculo mediante la interpretación de instrumentos cuando los tres clowns realizaban su complicado número final. Finalizado el último truco, la conclusión del espectáculo fue anunciada nuevamente al público mediante una indicación escueta.

Los carteles utilizados por los artistas de 'Clown in libertà' se convirtieron en una de sus principales bazas cómicas. Foto: Carme Ripollès (ACF).
La cálida jornada del domingo, ya con una reducida amenaza de lluvia, albergó gran parte de su programación en el Passadís de les Arts. Como Smashed, de la cía. inglesa Gandini Juggling. La propuesta prometía, mediante números de malabares, tratar temas como la discriminación de género y así fue. Siete artistas masculinos y dos femeninos salieron al escenario con semblante sonriente para realizar lo que parecía en principio ameno malabarismo con manzanas.
A medida que avanzaban los minutos, los ejercicios de Gandini Juggling se mostraban más oscuros y mostraban un explícito tratamiento de temas como el acoso sexual (cuando uno de los artistas insistía en cortejar a las malabaristas pese a su rechazo) o el mansplaining (cuando los hombres interrumpían los trucos de sus compañeras femeninas para rectificar sus movimientos). En cambio, la crítica a fenómenos sociales dio paso al delirio cuando, en la recta final del espectáculo, los artistas empezaron a romper contra el suelo del escenario las manzanas con las que previamente habían exhibido su destreza o un tópico juego cerámico de té británico. Desde el escenario, algunos de los protagonistas amenazaban con lanzar sillas al público mientras que otros devoraban los frutos rojizos de forma lunática. Un final dantesco para uno de los espectáculos más interesantes de toda la programación, que vio la posibilidad de verse afectado cuando unos intrusos trataron de encararse contra la seguridad del festival.

El MUT! sigue conectando con el público a pie de calle. Foto: Carme Ripollès (ACF).
Y si el arranque de esta sexta edición nos había dejado con la boca abierta, el cierre el domingo 26 tampoco se quedó atrás. El MUT! se despedía en la plaza Huerto Sogueros con O2 Oxygen de la compañía portuguesa PIA (Projectos de Intervenção Artística). Con el público sentado alrededor de un tótem colocado en medio de la plaza -y que se convertiría en eje de la representación- formado por cajas de cristal con bonsáis en su interior. PIA nos traslada hasta un futuro apocalíptico y distópico de gente individualista que se mueve por el interés y por una cosa muy básica: conseguir oxígeno. El misterioso tótem se convierte en la máquina que dispensa ese oxígeno tan codiciado. Pagar por respirar aire puro; la oferta y la demanda de un bien convertido en un privilegio a manos de la figura de un magnate que, ante el aumento de la demanda, sube los precios hasta hacerlo prácticamente inaccesible.

La supervivencia de los personajes de 'O2 Oxygen' estaba ligada a los bonsáis que generaban oxígeno en su tótem. Foto: Carme Ripollès (ACF).
La historia nos la cuentan sobre zancos y con unas extrañas máscaras que les cubren toda la cara. En escena, las luces y el sonido se llevan parte del protagonismo y marcan la tensión de la historia. Mientras, el abuso del oxigeno y la sobreexplotación de esos bonsáis -de los recursos- acaba provocando que las máquinas fallen y, por tanto, estos particulares habitantes se queden sin oxígeno. Pero la conciencia por mantener la sostenibilidad de uno de ellos les salva la vida y acaba con la avaricia, encarnada en el magnate que queda atrapado y sin oxígeno en la propia estructura.

El MUT! se despide haciéndonos reflexionar sobre la sobreexplotación de los recursos. Foto: Carme Ripollès (ACF).