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Daniel Sánchez Arévalo convierte su novela 'La vida de Alice' en su propio refugio

"Necesitaba volar, sentirme libre. Me ha salido de mis entrañas". Así resume el escritor, guionista y director Daniel Sánchez Arévalo su última novela, 'La vida de Alice', finalista del Premio Planeta. Le presentan como un director convertido en escritor, pero lo cierto es que, como él mismo confiesa, siempre ha sido escritor. Daniel Sánchez presenta este thriller en Castellón desnudando algunas de sus páginas, descubriendo la similitud entre sus películas y esta novela a la hora de dar forma a las historias y a los personajes y, de paso, conociendo un poco más sobre el propio autor.
  
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Daniel Sánchez Arévalo, durante la presentación de su novela en el Edicificio Hucha de Castellón. Foto: Fundación Caja Castellón.

Hablan de él como un guionista y director de cine que ahora, casi por sorpresa, escribe libros, pero lo cierto es que Daniel Sánchez Arévalo lleva muchos años escribiendo. Conocido por sus películas Azuloscurocasinegro (2006), Gordos (2009), Primos (2010) y La gran familia española (2012), además de su trabajo también en televisión, ahora presenta su novela La isla de Alice, finalista del Premio Planeta 2015. Y lo hizo en el Edificio Hucha de Castellón, de la mano de la Fundación Caja Castellón, la pasada tarde del 27 de enero.

Que Daniel Sánchez esté presentando una novela no es la sorpresa, porque como él mismo afirma: “Llevo 23 años ganándome la vida como escritor”. Casi los mismos años que tenía cuando escribió su primer guión para Antena 3, en concreto para Farmacia de Guardia. El entonces estudiante de empresariales combinaba los números con su afición por escribir, hasta que un día, animado por su hermano, decidió probar a crear su primer guión. A partir de ese momento la historia ya la conocemos todos.

La novela acaba convirtiéndose en un viaje dentro de uno mismo, que se podría haber titulado perfectamente La isla de Daniel Sánchez Arévalo. Su refugio y ese lugar en el que encontrar fuerzas ya que, durante el tiempo que estuvo inmerso en la novela, coincidió con el momento en el que el actor Héctor Colomé, pareja de su madre y que él considera prácticamente como un padre, enferma de cáncer de páncreas, del que fallece. Daniel construye la novela durante este tiempo, de la misma forma que ésta le rescata. Su isla: “Cuando mi madre se leyó la novela, vino con lágrimas en los ojos y me dijo: Esto es lo bueno que nos ha dado la enfermedad”, la mejor de las críticas según él cuenta.

La isla de Alice es mucho más que un libro, ya que este thriller respira directamente del propio autor. Y no es que de repente Daniel ahora se presente ante el mundo como escritor; son cuatro años los que lleva recopilando y almacenando material con dos años dedicados enteramente a la novela. Daniel Sánchez confiesa que durante ese tiempo le obsesionaban dos cosas: la primera, que la novela pareciese escrita por una mujer –ya que su protagonista lo es- y, la segunda, que no pareciese escrita por un español, es decir, que pareciese que quien había escrito cada una de las líneas del thriller sentía y respiraba de ese ambiente estadounidense que La isla de Alice representa. Y es que son muchas las referencias que hace la novela a los estereotipos de la vida americana, como el ideal de pareja, la obsesión por el control y la seguridad, las apariencias, etc. Referencias de la temporada que pasó en Estados Unidos, en donde realizó un máster en cine.

El argumento de la novela parte desde el fallecimiento en un accidente de tráfico de Chris, la pareja de Alice. Pero el accidente sucede muy lejos del lugar en el que se supone que se encontraba Chris, lo que provoca que Alice empiece a sospechar sobre su matrimonio y quién ha sido su marido. Desde ese momento Alice empieza a obsesionarse con esta idea e investiga sobre los pasos de su marido ese día, hasta llegar a Robin Island, una isla que esconde más de un secreto. A partir de su llegada a la isla, Alice, se mete en la vida de las personas que la habitan, intentando encontrar la verdad sobre su marido… Y hasta aquí se puede escribir, lo que sí se puede desvelar es la forma en la que esta isla acaba adquiriendo múltiples significados de varias formas y de qué manera, y como es propósito del autor, es el lector el que dirigirá esta película, en la que se puede encontrar un abanico enorme de posibilidades.

Cada uno de los personajes ha sido creado con el mismo mimo con el que el también guionista y director lo hace con sus películas, dotándoles de múltiples rasgos con los que poder empatizar. Además, adelanta que siempre vuelca un poco de él en sus personajes y admite sentirse identificado con Olivia (la hija de Alice): “Es un mini yo”. Pero se puede percibir mucho más del Daniel del cine en esta novela, y es cómo durante las más de 600 páginas que tiene juega con el ideal de la apariencia, de la perfección, todo aquello que en el fondo esconde desastres; como en La gran familia española, en la que se trata una historia tan corriente como una boda y una familia, pero dándole esa vuelta tan característica de sus trabajos -y con banda sonora de Josh Rouse, cabeza de cartel en la Fiesta Nomepierdoniuna del quinto aniversario en 2013-. Eso sí, confiesa que todo desastre acaba teniendo su lado positivo: “Pesimista, optimista. Encuentro la luz para dejarlo todo colocado”. Y, es que, en todos sus trabajos siempre se repiten dos dogmas básicos: Encontrar un sitio en el mundo y amar y ser amado.

Cuando escribe tiene la necesidad de ver la novela, es decir, de tratarla como si fuese el guión de una de sus películas. Muchos le preguntan si La vida de Alice acabará siendo una película, pero Daniel tiene claro que esta obra había nacido para ser una novela por su complejidad y, sobre todo, porque la sentía como necesidad: “Volar, sentirme libre. Me ha salido de dentro de mis entrañas”; aunque no descarta la idea de llevarla a la pantalla de alguna manera: “Está más cerca de una mini serie que de las dos horas de una película”.

El futuro de Daniel lo dibuja él mismo siguiendo esa constancia de querer llegar a los sitios, pero sin ahogarse; la misma constancia que le impulsó a presentarse  al Premio Planeta. “A mí me ha funcionado muy bien el ir poco a poco”, explica, guiándose más en lo que siente que por la ambición, las obsesiones o el dinero.

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