El ciclo de música Sons son José Luis Cuevas, Toni Falomir, Vero Martínez, Mónica Breva, Ramon Godes, Luis Martínez Cháfer y Xavi Muñoz (promotores, músicos y/o melómanos impenitentes) sobreponiéndose a todas las adversidades y haciendo de la necesidad virtud. Sacando tiempo de donde no lo tienen para organizar entre tres y cinco conciertos por trimestre, haciendo malabarismos para llevar adelante la producción, tratando a los músicos como si fueran familiares cercanos, interpelando a instituciones duras de oído y tramitando convocatorias de ayudas en el límite del plazo. Sin ver nunca ni un céntimo como asociación cultural que son, reinvirtiendo todo en próximas peripecias, cuadrando las cuentas por los pelos. Después de 17 años (durante muchos solo con los dos primeros citados al frente) y en medio de una pandemia mundial que lo ha girado todo del revés, poder disfrutar de un nuevo cartel del Sons es un auténtico milagro que le tenemos que agradecerles a ellxs. A ellxs y a las personas que acuden a los conciertos, la mayoría de las veces con muy pocas referencias de lo que van a ver y escuchar, fiándose a ciegas de su criterio para terminar dejando su aportación económica al término de la actuación, dando calor absolutamente contracorriente.
Y a los artistas, claro, que, seguramente por todo eso, porque lo perciben desde que bajan de la furgoneta y hasta que se ponen detrás del mostrador del vestíbulo del Teatre del Raval con sus discos, camisetas y su sonrisa agradecida después de actuar, acostumbran a dejar en Castelló su mejor versión. Conciertos crudos, desnudos, sin procesar, sentidos; muchas veces, a flor de piel. Como los que nos esperan este otoño del imprevisible 2020, siempre en lunes a las 20:00, en el escenario de la calle Conde Pestagua y con entrada voluntaria: Arnau Obiols (28 de septiembre), Elena Setién (26 de octubre), Chavalan (9 de noviembre), Sara Zozaya (23 de noviembre) y Ruiseñora (14 de diciembre).
Uno de los sellos distintivos del Sons siempre ha sido su internacionalidad, especialmente de músicos norteamericanos y europeos con querencia por los sonidos de raíz. Pero la pandemia, además de los condicionantes que ya conoces para cualquier espectáculo (mascarilla, distancia, higiene de manos), ha obligado a que el cartel se haya tenido que basar en artistas del país. Como el que abre el curso, Arnau Obiols, procedente de la Seu d'Urgell y tras actuar en el BAM de Barcelona el día anterior para presentar Tost (Microscopi, 2019), un disco que pone al día la música tradicional pirenaica, los sonidos de sus bosques, árboles, fauna y montañas con su particular visión contemporánea, como batería que gusta de experimentar desde la perspectiva del jazz y la improvisación.
Tost son sonidos encontrados en un río, un valle, un pueblo deshabitado de l'Alt Urgell leridano, filtrados por su sencillo e hipnótico procesado, en una especie de canto contemporáneo a la montaña, de ritual sonoro íntimo y primitivo, que termina portando un aire fresco y purificador en medio de esta pegajosa pandemia. Esa que no deja tocarnos, abrazarnos, sonreírnos, besarnos, compartir el aire que respiramos; pero en la que todavía podemos buscar resquicios para encontrar algo de luz.