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¿Un futuro para el cine español? I

El cine español está de capa caída. Cada año se realizan más películas, pero se estrenan menos. Pocos espectadores, bajos presupuestos, irrisoria recaudación. En un curso de verano en la UJI se reunieron diferentes ponentes de todos los sectores de la industria para preguntarse si hay un futuro para el cine español. En este primer capítulo, con ponentes como el director Paco Plaza o el profesor Barry Jordan, resumimos el análisis sobre financiación y distribución.
  
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El curso de verano ¿Un futuro para el cine español?, organizado por la Universitat Jaume I el pasado mes de julio, planteó una pregunta muy concreta. Vicente J. Benet y Barry Jordan, directores del curso, convocaron un variopinto grupo de ponentes que analizaron el panorama cinematográfico español desde diferentes perspectivas. Con la decimoquinta edición del Festival Internacional de Cortometrajes Cineculpable a la vuelta de la esquina –se celebra del 26 al 30 de noviembre en Vila-real- hemos pensado que era una buena ocasión para resumir los aspectos más relevantes que allí se trataron. Este artículo lo dedicaremos al análisis de la industria del cine español. En la próxima entrega nos centraremos en los aspectos más creativos.

El mismo Barry Jordan, profesor de la Montfort University de Reino Unido, fue el primero en poner sobre la mesa esa “búsqueda del espectador perdido” que ha sufrido el cine español en la última década, después de un boom en los años noventa, y en caída libre desde el año 2006. Jordan expuso que el cine español se sustenta en base a 3 o 4 películas que arrastran la taquilla. Si atendemos a los años que mejores cifras a recaudado nuestro cine (2001, 2003 y 2005), esto se debe al estreno de un par de películas exitosas. Por ejemplo, en 2001, Los otros (Alejandro Amenábar) o Torrente 2: Misión en Marbella (Santiago Segura). Otro de los problemas que se dan es el exceso de producción y de productoras. Cada año se hacen más películas, con un menor presupuesto, y que no llegan a estrenarse en salas. En 2010 este problema llega a su cénit. Para paliar esta situación, Jordan comparó el modelo de producción español (subvenciones estatales y compra de los derechos televisivos, por lo que el Estado obliga a invertir en un cine que no se vende) y el modelo tradicional. En España se produce mucho cine que apenas es rentable, “un cine barato que exige proteccionismo del estado y heredero de modelos autárquicos del franquismo”. Las conclusiones, o posibles soluciones a las que se llegó fueron, entre otras, pensar mejor aquello que queremos vender, y, aumentar las coproducciones, pues el futuro del cine español está fuera de España, dónde hay un gran mercado (sobretodo en festivales especializados) que demandan nuestro cine.

Paco Plaza.

En este mismo tema abundó Paco Plaza, director de [Rec3] Génesis (2012), quien también apoyó esa salida al exterior. Con el ojo del cineasta que estudia el mercado y visita toda una serie de festivales internacionales presentando sus películas, Plaza reconoció que la imagen internacional del cine español es buena y que el circuito que nuestros films recorren por todo el mundo es fruto de la calidad y no de pensar en la distribución o “un rodaje en inglés”. Su ponencia estuvo más enfocada sobre el criterio artístico dentro de la industria cultural, en la que se necesita un encuentro con el público. “Lo que el sistema debe favorecer es que se hagan mejores películas”, expuso Plaza.

Por su parte, Rafael Rodríguez Tranche, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, presentó una serie de datos cuantitativos, extraídos de la revista especializada Academia, para contextualizar la situación del cine español durante los últimos diez años. Las producciones, los estrenos, el coste y las recaudaciones se beneficiaban de aquellos años donde las ayudas públicas habían sido más cuantiosas. El informe constataba ciertos problemas endémicos, como la falta de promoción de las películas producidas  y la necesidad de encontrar un público fiel. Las sucesivas leyes de los últimos años han permitido producir más, pero no recaudar más ni consolidar una industria, ni tampoco crear o afianzar nuevos directores, ya que fueron muchos los que despuntaron en su momento, pero la mayoría no pasan de su primera o segunda película.

Tras este marco introductorio sobre el estado del cine español, Tranche teorizó sobre las tres vías que se estaban siguiendo. En primer lugar, una vía comercial, financiada y fomentada por las instituciones públicas precisamente por su rentabilidad industrial. Como alternativa opuesta, hace lo que puede la vía del cine de autor, un cine al margen de la industria, que internacionalmente dota de prestigio a nuestro cine pero que, sin embargo, provoca indiferencia al público masivo, distribuidores y exhibidores dentro de nuestras fronteras. Entre la autoría y la comercialidad, el conferenciante planteó una tercera vía, ejemplificada en dos películas con una carrera comercial discreta pero significativa y un buen funcionamiento internacional: Lo que sé de Lola (Javier Rebollo, 2006) y La mitad de Óscar (Manuel Martín Cuenca, 2010).

El ponente analizó algunos aspectos de estas obras, incidiendo en cómo, a pesar de contar con un componente comercial (sus conocidas protagonistas, Carmen Machi y Verónica Echegui, por ejemplo), estas propuestas habían apostado por narrativas más elaboradas, “propias de cineastas que han visto mucho cine”. Se desconoce si esta tercera vía puede representar un hipotético futuro para la cinematografía española, desprovista de un tejido que agrupe a todos los sectores implicados, huérfana ya definitivamente de interés estatal por promover un cine alejado del blockbuster.

Para abordar el punto de vista de la exhibición se organizó una mesa redonda con la participación de Óscar Martín (productor independiente en Xerea Films), Juan Francisco Fandos (del Espai d’Art Contemporani) y Marina Díaz (del Instituto Cervantes). Martín expuso que el modelo que se propone en el actual cine español es una “ley de mecenazgo”. Surgen nuevos métodos de producción como la moda del crowdfunding, con la que el productor también se mostró escéptico: “No deja de ser una amauterización del cine. Se harán películas con ilusión pero no podrás vivir de ello”. Frente al recorte de la ayudas, Martín optó por mantenerlas para dar una mayor vida comercial al producto y utilizar las salas alternativas como lugar en el que dar a conocer aquellas propuestas más independientes.

Como sala alternativa, Castellón cuenta, entre otras, con el Espai Cinema del EACC, y Juan Francisco Fandos es el encargado de programar los ciclos de cine, que deben ajustarse entre ”aquello que nos gustaría (películas no distribuidas en España pero esenciales) y sus imposibilidades (el presupuesto)”. Aunque el EACC ofrece ciclos de carácter internacional, siempre encuentra algún hueco en el que proyectar una cinta de producción o coproducción española, como ha sido el caso de Madrid, 1987 (David Trueba, 2011) recientemente. Fandos termino exponiendo que “los espacios de arte deben ser un lugar para incitar a la reflexión de aquello que está pasando”. Los museos y centros de arte pueden ser un salvoconducto para toda una serie de cineastas y apuesta fílmicas alternativas.

Pero esto también está complicado debido a los recortes de presupuesto, como expuso Marina Díaz. En su caso particular, explicó que la compra de largometrajes de la filmoteca particular del Instituto Cervantes se ha visto reducida a dos auxiliares comprando DVDs. Díaz reivindicó que, desde el punto de vista institucional, el Cervantes debería ser el organismo encargado de la difusión internacional del cine. Pero son los agentes de ventas quien más trabajo están haciendo para comercializar el cine español fuera de nuestro país. Que, como conclusión a todas las ponencias, parace que es la única vía de salvación para lograr un horizonte, al menos, de supervivencia.

Vicente J. Benet, el vicerrector de Cultura de la UJI, Wenceslao Rambla, y Barry Jordan, en la inauguración del curso de verano (de izquierda a derecha).

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