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Amanda Mair, Casino Antiguo, Chris Brokaw, Eric Chenaux, Fasenuova, Lee Ranaldo, Lee Ranaldo Band, Massimo Volume, Negro, nova cançó, Pau Vallvé, Schwarz, Simone White, Sonic Youth, Tanned Tin, Tanned Tin 2013, Teatre Principal de Castelló, Teatro Principal de Castellón, Tigercats, Toti Soler, Tropa MacacaDesde el momento justo del anuncio de la presencia de Lee Ranaldo en el Tanned Tin, resultó inevitable que asomara en la memoria el concierto, doble también, de su colega en Sonic Youth, Thurston Moore, que visitó el festival un par de años atrás. Pero en la práctica, Ranaldo no hizo más que alejarse de la propuesta de Moore. En la actuación del sábado en el Teatre Principal, la cita más esperada del Tanned 2013, Ranaldo confirmó lo que había dejado entrever en la acústica del jueves. Si lo de Moore fue un ejercicio onanista, denso y enrevesado, lo de Ranaldo fue de comunión colectiva, vivísima y excitante. Si Moore se la peló, Ranaldo se nos tiró a todos. Si Moore se hizo el interesante, Ranaldo nos lo pareció. Certificada la habilidad de ambos para manejar su instrumento con maestría, la diferencia radicó en el envoltorio y la actitud. Si Moore exigió voluntad de comprensión, un enamoramiento previo, Ranaldo lo puso bien fácil y no paró de lanzar guantes a la concurrencia. Todo fluyó. Y funcionó. La conexión con el público desde el inicio, la banda aplicada en la escolta del líder y su guitarra, el legado del pasado Youth y la réplica de su actual disco. Incluso la hora. Lo suficientemente tarde para alcanzar un punto caliente de receptividad; lo suficientemente pronto para no sufrir el temido abrazo del oso de las butacas del teatro.
La cita con Ranaldo fue grande, pero no fue la única gran cita del sábado de Tanned Tin. No hay otro festival por ahí con las agallas necesarias para programar, uno detrás de otro, a un catalán de 63 años y a una sueca de 18. Toti Soler abrió la jornada con una sobriedad cirujana y un repertorio puramente instrumental. Ha sido este el Tanned Tin de las guitarras, de qué maneras tan distintas se han tocado, de qué maneras tan distintas han sonado. Y la de Soler brilló a la altura de cualquier otra. Después, la adolescente Amanda Mair mostró un potencial infinito, sin más armas que piano y voz, porque lo demás se perdió en el aeropuerto. Igual fue mejor porque, sin máscaras ni apoyos, exhibió un talento natural y un sentido escénico apabullante. Fue además muy dulce, tanto como una persona puede serlo sin llegar a empalagar, con una inocencia casi perturbadora, a media luz. Ay. Se hizo querer, dejémoslo ahí.
La noche la agitó Tigercats, el combo juvenil y bailable que vino de Londres, y se adentró en lo profundo con Chris Brokaw, un clásico primero, y los murcianos Schwarz, tan solventes como de costumbre. Massimo Volume, a continuación, firmaron un elogio profesional, quizá excesivamente mecánico. Tras el estruje y el sudor de Fasenuova, para el cierre con los portugueses Tropa Macaca sólo quedaron los valientes.
La guitarras, como decíamos, también fueron protagonistas de las matinales del Tanned Tin en el Casino Antiguo. Pau Vallvé hizo que llenaran la sala del primer piso haciendo de hombre orquesta, acompañado de otro guitarra y mostrando esas hermosas canciones que se cocinan a fuego lento para adentrarnos en su frondoso bosque. El mismo sábado, Simone White se mostró más frágil y minimalista para enamorar a todo el público con su pop cristalino. Y el domingo, en el cierre del festival, Negro y Eric Chenaux se dedicaron a hacer peripecias inverosímiles con las seis cuerdas, utilizándolas como paleta de colores para dibujar paisajes sonoros. Un gran acierto recuperar el Casino para las matinales, por cierto.