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La vida de las canciones en Sílvia Pérez Cruz

Un concierto hecho de anhelos, viajes, memoria, canciones sin fecha, músicos en estado de gracia. Y una voz única, llena de amor, resonancias y generosidad. Sílvia Pérez Cruz dejó una actuación para el recuerdo en el Teatro Principal de Castellón. Pura emoción.
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Foto: Daniel Alonso.

Sílvia Pérez Cruz cuenta historias llenas de vida con sus canciones. Incluso en las que habla sobre la muerte, como en esa joya llamada “Mañana”, que pone música mexicana a un poema de no-despedida de Ana María Moix. Historias que, con la enigmática resonancia de su voz, llegan directas a nuestro corazón. Sin filtros. Las cuenta en las presentaciones, muy atinadas, con la expresividad de sus manos, con lo que dicen las letras y, sobre todo, las cuenta cantando, con sus cuerdas vocales entrelazadas haciendo filigrana con un quinteto de cuerdas fuera de serie. Vestida de nit, el último disco de la música de Palafrugell, sonó a gloria en el Teatro Principal de Castellón el pasado sábado. El público, que llenó por completo el aforo, se lo agradeció con repetidas e interminables ovaciones. Más de dos horas de pura emoción.

Las canciones de Sílvia Pérez Cruz hablan con la misma credibilidad de aspiraciones de paz mundial, por ejemplo bordando el “Hallelujah” de Leonard Cohen, que de raíces y Mediterráneo con la canción familiar que da nombre al disco, que clama por la injusticia de los desahucios. Su voz hilvana con naturalidad lo más personal con lo más universal y un muestrario de culturas, músicas y esencias americanas, desde Venezuela hasta el Perú (¡qué preciosa “Mechita”!) pasando por la bossa nova brasileña, que te hacen viajar sin moverte de la butaca. Recién llegada de Brasil, donde se dio el gusto de cantar “Tonada de luna llena” con Caetano Veloso, y Estonia y justo antes de girar por Japón. Ella explica y canta. Canta y cierra los ojos, y entonces se hace la luz en tus oídos.

Su música, sus conciertos y su brillante trayectoria, son una certera mezcla de talento natural, tradición, técnica, trabajo, buenas decisiones y casualidades. Esos puntos que se conectan, a veces de forma casi misteriosa. Como los que hicieron que Eduard Cortés le encargara para el musical Cerca de tu casa una canción “rollo Shakira” (risas en la sala) -a última hora, después de haberse currado toda la banda sonora, porque los derechos de aquella para que sonara de fondo en una escena eran inasumibles-, y se sacara de la chistera un “Ai, ai, ai” que le terminaría dando el Goya a la Mejor Canción en 2017, lo que ella aprovechó para cantar el estribillo de “No hay tanto pan” al recoger el premio.

Una de las conexiones más importantes para que el sábado disfrutáramos de un gran concierto en Castellón fue la de Sílvia Pérez Cruz con el quinteto de cuerdas que le acompaña, cuyos nombres e instrumentos repitió y agradeció en infinidad de ocasiones, y con razón: Elena Rey y Carlos Monfort (violines), Anna Aldomà (viola), Joan Antoni Pich (cello) y Miquel Àngel Cordero (contrabajo). Y, sí, la aventura surgió de otra casualidad. La que hizo que un encargo para un solo concierto en el Auditorio Nacional de Música de Madrid en 2014 se convirtiera en una grabación en directo de solo dos días en 2016 y en una extensa y celebrada gira internacional.

Desenlaces inopinados, pero también buenas decisiones, perfectamente conscientes. Como la selección de canciones, los arreglos (ahí hay más de dos tardes inspiradas), las composiciones propias o la producción del disco, a cargo de la propia Sílvia Pérez Cruz. Y una decisión clave para que el concierto en Castellón fuera memorable: que el programador eligiera el Teatro Principal, con su cálida acústica y su poso. En el mismo escenario que en 2007 pudimos ver dentro del Tanned Tin al Refree más experimental, importante en la trayectoria de la artista gerundense con el proyecto conjunto Granada (2014), aunque sin escuchar el “Pequeño vals vienés”. Todo no podía ser perfecto.

Como dice el guitarrista Alfred Artigas en los textos del disco Vestida de nit, “Sílvia siempre ha perseguido la resonancia, quizás porque sabe que es la única que puede unir dos puntos distantes en una misma vibración”. Y eso es precisamente lo que hizo el sábado pasado en el Principal: unir a un público diverso bajo una misma vibración, hasta el punto de que a ella le pareciera que nos hubiéramos puesto de acuerdo para ir a su concierto. No lo sabíamos, pero fue así.

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