El domingo ocurrieron muchas cosas impactantes en el FIB. Todas ellas ilustrativas de su enorme fuerza y poder de convocatoria, cimentados desde 1995. The Killers puso a reventar y del revés el escenario Maravillas, logrando una agitación general del público como no se había visto durante los cuatro días de festival. Woodkid ofreció un concierto colosal en el Trident Senses, probablemente el mejor de este año en Benicàssim. A sus 19 años, Jake Bugg se convirtió en una de las sensaciones de la jornada. En el FIB Club, el holandés Jacco Gardner y los noruegos I Was a King pusieron la nota más alta de las propuestas emergentes en el festival. Dorian reivindicó entre hits revisitados el espíritu fundacional de la cita. Dos guerras de polvo de colores tintaron gran parte del recinto y de sus asistentes. Y todo eso teniendo en cuenta que Azealia Banks, una de las más esperadas, había caído del cartel. Un carrusel de emociones que hizo remontar hasta lo más alto a un FIB 2013 que anduvo renqueante durante las tres primeras jornadas, pero que terminó por explotar con The Killers, un auténtico fenómeno de masas que no quiso perderse ni la princesa Letizia, quien asistió al concierto de incógnito pero con seguridad y traslado pagados por todos. El festival, en concurso de acreedores, comenzó con retrasos en el montaje y proclamando en su cartelería que “Elvis vive”, continuó titubeante a nivel musical y terminó con fuegos artificiales ante el clamor de más de 35.000 personas. Una edición que parecía de transición y que terminó en apoteosis de autoafirmación. Delirante.
En ese delirio encaja perfectamente que, en medio de un festival con un cartel aplastantemente británico, fuera una banda norteamericana, más concretamente de Las Vegas, la que lo removiera todo. Y también que su barroca propuesta musical y estética, trufada de clichés y prácticamente calcada a la que ofrecieron en 2009 sobre el mismo escenario, fuera acogida con tanto entusiasmo. Pero lo bien cierto es que saltó la chispa, que hubo conexión, que todo cuadró, y que el carrusel de hits de The Killers desató la locura entre un público que abarrotó la explanada del escenario Maravillas, dejando una espectacular estampa de brazos al viento y ojos cerrados de miles de personas abducidas por la pirotecnia sonora y visual de la banda de Brandon Flowers.
The Killers ofreció un concierto pletórico de casi dos horas, con el que saciaron las expectativas de sus miles de seguidores. Durante toda la tarde se podía ver por el festival, además de gente de colores, camisetas con el nombre de la banda. Estaba claro quiénes eran los “reyes” del cartel. Y su momento llegó. Brandon Flowers, cantante del grupo, aparece en el escenario: “¿Estáis preparados para lo auténtico?”. Suena “Mr. Brightside” y se desata la locura. El líder de la banda de Las Vegas interactuó con el público y no se estuvo quieto durante todo el concierto -incluso se atrevió con el castellano-, apoyado en una iluminación y puesta en escena tan cargantes como cuidadas; proyecciones que representaban cielos y galaxias que combinaban a la perfección con su camisa estrellada. Suena “Human” y Benicàssim implosiona. Fuegos artificiales, confeti y un pequeño castillo de fuegos artificiales como despedida. En el bis, Brandon Flower apareció vistiendo una camiseta de la marca de ropa Vince, ¿pura coincidencia? Es inapelable, fue el concierto del festival para la inmensa mayoría de sus asistentes.
Poco antes, en el escenario Trident Senses, Woodkid se descolgó con un concierto absolutamente apoteósico. Con sólo un disco de debut como tarjeta de presentación, The Golden Age, el francés se convirtió en la gran sorpresa del FIB 2013 a bordo de un espectáculo total: una voz impresionante que por momentos recordaba a la del gran Antony; percusiones apocalípticas a cuatro manos; proyecciones con una gran potencia visual y artística; una sección de viento-metal con tuba, trombón de varas y trompeta; bases electrónicas perfectamente empastadas; una actitud arrolladora sobre el escenario por parte de toda la banda… y, encima, canciones. Impresionante. Una de esas actuaciones en las que te dejas caer con unas pocas referencias (el francés que ha realizado videoliclips para Moby y Lana del Rey) y escuchas superficiales, pero que termina dejándote la cara desencajada y los ojos como platos. Su líder, Yoannn Lemoine, empezó pareciendo un rapero despistado sobre el escenario y terminó como un gigante, subiéndose a caballo de sus compañeros y con una sonrisa de oreja a oreja ante el clamor del público. Una apoteosis de música cinematográfica con un sonido y una puesta en escena fulgurantes, por momentos apocalíptica y con un exceso de grandilocuencia, pero perfecta para funcionar como banda sonora del FIB 2013. El año que viene en el escenario Maravillas, por favor.
Lo que ocurrió con Black Rebel Motorcycle Club fue doloroso y lo malo es que se veía venir. Doce años después de su triunfal estreno en el FIB, la banda californiana, esa que tanto nos estimuló como relevo de Jesus & Mary Chain, aburrió hasta el bostezo con un repertorio pesado y sosaina, sin remontar el vuelo hasta que tiró de clásicos como “Spread Your Love” o “Whatever Happened to My Rock’n’Roll?”. Y ni por esas. The Killers, además, se encargaron de borrar de la memoria su paso por el festival.
Todo lo contrario de lo que pasó con Jake Bugg sobre le mismo escenario esa misma noche. El jovencísimo músico inglés llegaba a Benicàssim con una excelente carta de recomendación: telonero de Stone Roses, The Killers y Noel Gallagher. Antes del concierto, en la zona VIP se le ve jugando al ping-pong dejándose la piel; por un momento parece que este inglés de 19 años podría responder a un fenómeno a lo Justin Bieber. Hasta que se cuelga la guitarra, encara el micrófono y entiendes el por qué de tanta expectación. Jake Bugg cambia de guitarra en cinco ocasiones; y a cada cambio guitarra, cambio de registro. Viajes sonoros entre folk eléctrico, rock y pop, todo con el sello Bugg. Suena “Broken”, la banda de acompañamiento desaparece, sólo están él y su guitarra sobre el escenario. La carne de gallina. El cantante, un poco tímido y siempre en su sitio sobre el escenario, mueve a gran cantidad de gente. Entre el público se puede leer en un cartel “Take me to the pleasure town”. Y así fue. Una voz característica, tierna y suave, reconvertida en diferentes registros y muy bien combinados que hacen prever que cuando adquiera más tablas sobre el escenario será alucinante. Abandona el escenario principal colgando su guitarra y acercándose al público para despedirse. Una despedida que seguro –y esperemos- será un hasta luego.
Palma Violets fueron los encargados de abrir por última vez en esta edición el escenario Maravillas. Más espectáculo típico de grupo de punk-rock desfasado que concierto en cierta manera. La locura y aspavientos del bajista y también vocalista Alexandre “Chili” Jesson, una combinación entre Sid Vicious y Macauly Culkin, destacaba con su fuerza y garra. Garage rock puro, guitarras rasgadas, batería marcando y aullidos, todo con un toque de rock psicodélico con el teclado. Suena “Best of friends”, la canción con la que se hicieron conocidos. El público estalla. 180 es el título del primer álbum de los londinenses, rock sucio en el Maravillas que provoca que se forme un círculo de auténtico pogo entre el público. La música de estos londinenses queda un tanto eclipsada por un batería que se sube sobre los altavoces y lanza las baquetas hacia los platillos o un Alexandre que se tira al público antes de acabar la actuación y desaparece… Jeffrey Peter Mayhew, teclista del grupo, permanece inmóvil durante todo el concierto, hasta que decide abandonar las teclas y… ¡milagro! Tiene sangre en las venas y sabe moverse. El público también parecía poseído, pero de otra manera.
El cierre del Maravillas en el FIB 2013 lo puso Madeon. Hugo Pierre Lecrecq consiguió que la gente se olvidara del cansancio y fuera capaz de saltar y bailar al ritmo de electrónica y dubstep. Hugo es realmente joven y realmente hábil con los platos. Subidones progresivos y mucha fuerza en un set que provocó que el público se dejase llevar por completo, desatándose la locura. El joven dj está constantemente pendiente de su mesa, saltando y sintiendo la música como si realmente no hubiese nada más, como si no estuviese pinchando en el escenario principal del FIB. Un placer ver a alguien tan joven produciendo tan buena música y sintiendo cómo fluye.
Mientras la marabunta se desplaza corriendo entre el escenario Maravillas y el camping y/o el botellón, en el escenario Pringles Fibclub suceden un montón de cosas interesantes, desde el mismo momento que Splashh abrió los conciertos del domingo. Por fin la legendaria clase media del FIB asoma cabeza después de tres jornadas desoladoras. A destacar el viaje lisérgico y ensoñador del holandés Jacco Gardner, basándose en el pop psicodélico de su disco, Cabinet of Curiosities. Y también los noruegos I Was a King, quienes presentaron su estupendo cancionero heredero de Big Star y Teenage Fanclub, pero con personalidad propia. A todos ellos nos gustaría poder disfrutarlos en sala, con más tiempo y menos atropellos, este próximo invierno.
Contra todo pronóstico, uno de los mejores horarios en el mismo escenario Pringles Fibclub lo disfrutó un grupo español. Aún quedan restos de pintura en el suelo de la Holi Colour Party. Bueno, en el escenario y en los rostros y vestimenta de gran cantidad de gente que se pasea por el festival con una mezcla de colores después de la batalla de pintura. Hay una segunda batalla, pero antes es el turno de Dorian. Tras los problemas de sonido que provocaron que en ocasiones la voz del cantante, Marc Gili, se quedase ahogada, la banda barcelonesa ofreció uno de sus habituales conciertos rutilantes, a hombros de su inquebrantable batería de hits. Indie pop con toques de electropop que consigue conectar con el público, ritmos electrónicos un tanto lineales y similares en algunas ocasiones. Los catalanes repasaron sus álbumes La Cuidad Subterránea y La Ciudad del Vacío, del que interpretaron el primer single “El temblor”, con el que Marc pidió al público que le acompañaran en su viaje mental por la jungla mexicana. “A cualquier otra parte” y “Tormenta de arena” fueron dos de las canciones que nunca fallan –y no lo hicieron- y las más coreadas. Antes de despedirse, el grupo manda un deseo claro sobre el futuro del festival: “Que dure muchos años más y recupere su espíritu”. Amén.
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