Hace tiempo ya que las ciudades reclaman su memoria, sus vivencias. Los lugares nos apelan reclamando su unicidad y particularidad, como un valor ignorado e invisible a los ojos de generaciones en las que las prácticas artísticas marcaban otros compases.
El arte urbano mucho más cercano a su entorno social en tiempo, forma y contenido iba conquistando espacios de nuestros barrios y plazas, en un ejercicio transgresor por reivindicar espacios para acompañar realidades sociales normalmente de un modo ajeno al sistema y con un final bastante sentenciado desde su inicio.
Sin embargo, esas conquistas no han sido el final de la guerra y han alentado desde décadas corrientes artísticas reflexivas y constructivas con el espacio. Las historias albergadas por rincones, plazas y paredes llevan tiempo luchando por cobrar protagonismo. El paso de gentes, culturas y estilos de vida ha ido dejando sus huellas deseoso de trascender lo metafísico para formar parte de la vida de los ciudadanos en forma de arte.
Estamos ante la corriente de generar creaciones escuchando a los lugares. Arte con especificaciones demandadas por el lugar frente al concepto de arte aislado de su entorno.
Esta corriente nacida en Estados Unidos, cuyas manifestaciones primeras consistieron en el land art de finales de los años 60, cobra especial significación en las ciudades. Pudiéndose a través de ella, recuperar y redefinir con los términos de la contemporaneidad, espacios olvidados, degradados o desterrados de nuestra cotidianidad.
En los últimos tiempos, no son pocos los municipios e instituciones que han apelado a creadores, artistas y estudiantes a reflexionar sobre el entorno para ofrecer soluciones desde la intervención artística, arquitectónica o del desarrollo de proyectos sociales, integrando así los barrios y rincones olvidados, en la vida cultural y social de sus ciudades.
Desde este pasado octubre, el Espai d'Art Contemporani de Castelló, ha iniciado ese diálogo necesario con los espacios de nuestra ciudad convocando a aquellos que la conforman y moldean, sus ciudadanos, mediante el concurso Racons públics, participa en el diseño de la ciudad.
El primer espacio de los ocho que serán puestos en juego, se trata del pasaje del Mercat Central que conecta las plazas Mayor y Santa Clara, poniendo especial atención en la medianera blanca con el antiguo marco para anuncios de carácter municipal, ahora en desuso.
En la convocatoria, que está abierta a todo el mundo, no se ha querido cerrar ni la disciplina empleada ni los límites de intervención espacial, pudiéndose ofrecer acciones que abarquen desde sólo un fragmento de esa pared hasta todo el pasadizo, siempre que su presupuesto en caso de una posible ejecución no sobrepase los 180.000 €. Lo que sí queda claro es la voluntad, como desde la propia institución se indica, de escuchar esos rincones y a la sociedad que los vive para generar debate de hacia dónde queremos que vaya nuestra ciudad y conseguir soluciones urbanas creativas más allá de una disciplina urbanística meramente funcional.
La primera convocatoria para rehabilitación del primer Racó finaliza el 30 de noviembre y está dotada con un premio de 1.251 euros, con la posibilidad no vinculante de que el proyecto pueda ser llevado a cabo por el Ayuntamiento de Castellón.