Etiquetas
Anthony Hopkins, Blog, Colin O’Donoghue, David Fincher, El desierto rojo, El discurso del rey, El exorcista, El rito, El último exorcismo, Elena Trapé, Gnomeo y Julieta, Kazuo Ishiguro, Kelly Asbury, La red social, Mark Romanek, Michelangelo Antonioni, Mikael Håfström, Mónica Vitti, Origen, Óscar, Santiago Segura, Secuestrados, Teatre Municipal Benicàssim, Torrente 4, Torrente 4: Lethal CrisisTras varias semanas sin sección dedicada al cine aquí en nomepierdoniuna.net, debo regresar de mi ostracismo para aproximarnos de nuevo a la actualidad cinematográfica española en general, y castellonense, en particular. Exilio éste en el que creo haberme llevado conmigo a nuestro admirado David Fincher, a propósito del estrepitoso tropezón que La red social protagonizó en la pasada gala de los Oscar. Ya se ha escrito y dicho mucho sobre aquella gala que en estas fechas suena ya caduca, pero mi silencio todo este tiempo quizá no sea sino fruto del aturdimiento que me generó la victoria de El discurso del rey. Aquí mismo recomendamos, en Navidades, el visionado de la cinta británica, pero de ahí a que se trate del mejor guión original del año —¿Qué hay de Nolan por la genialidad de Origen?—, de la mejor película y, sobre todo, del mejor director de todo 2010, no me saca del asombro. Cierto es que quien aquí suscribe, y gusta de dejarse llevar temerariamente por la pasión para hacer sus vaticinios en estos premios, lleva tres años fallando calamitosamente en sus apuestas, pues en 2008 fue Slumdog Millionaire y no El curioso caso de Benjamin Button —con la que David Fincher ya debería haber ganado— quien ganó los Oscar; así como en el pasado curso cinematográfico 2009, En tierra hostil relegó a Avatar a los premios menores cuando era mi favorita del año. Así, empezándome a plantear seriamente la idoneidad de mi etiqueta de especialista en estos lares, este 2010 daba a David Fincher y su película como triunfadoras, y efectivamente la Academia optó por ningunear a uno de los cineastas más brillantes de su generación y que, tengámoslo por seguro, no se volverá a encontrar en muchos años con una situación tan franca como ésta para llevarse su merecida estatuílla a casa. A este paso lleva camino de convertirse en un Martin Scorsese a la espera de la llegada de su Infiltrados particular.
Y del glamour de los Oscar toca descender al cine chusco patrio por antonomasia y al orgullo por la caspa que supura el estreno más taquillero de la historia del cine español en su primer fin de semana. En efecto: Torrente 4: Lethal Crisis ha recaudado en sólo tres días 8,5 millones de euros, casi la totalidad de su presupuesto —10 millones— en una semana en la que, precisamente, se han hecho oficiales los datos de recaudación en España en 2010. En las 49 salas de cine de Castellón se han recaudado 6 millones de euros, lo que la sitúan en la vigesimoquinta provincia de España en asistencia al cine. Esto quiere decir que la última entrega de Torrente ha recaudado ella sola, en tres días, más que todas las películas de todos los cines de Castellón durante todo el año pasado. Tampoco debería escandalizarnos en exceso porque los números de Torrente 4 son todo un hito, ni siquiera Avatar recaudó tanto en su primer fin de semana. Sin embargo, es de esperar que —como sucedía con Avatar— nadie tenga la necesidad de ir varias veces a ver la película al cine, o que tenga un fenómeno boca-oreja similar, o que se mantenga con tanta intensidad y continuidad como sucedió con el film de Cameron, por lo que parece que el torrente de Torrente 4 vaya a relajarse en las próximas semanas. Y más cuando ese sobrecogedor 3D promocionado en su cartel se resume básicamente en vómitos, esputos y demás lindezas escatológicas que se precipitan sobre el espectador. En definitiva, nada que no se nos vendiera ya en su teaser trailer inicial (abajo) y que, por cierto, Santiago Segura, en su chanza ya avanzaba casi oracularmente esa relación con Avatar que aquí hemos traído a propósito de sus resultados en taquilla:
El rotundo e incontestable éxito comercial de Torrente 4 en su primer fin de semana era de preveer dada la ausencia de alternativas en Castellón la semana pasada. Ésta, por el contrario, llegan tres películas con intereses dispares que pueden repartirse parte del pastel que la semana pasada se le sirvió entero al film de Segura. La primera recomendación es El rito, película dirigida por Mikael Håfström —artífice de Drowning Ghost o de 1408— y protagonizada por Anthony Hopkins. El rito sigue la estela de cine sobre exorcismos reciente —no en vano los productores son los de El exorcismo de Emily Rose— pero se le ha de agradecer que en medio de la vorágine de efectismos y estruendosos artificios digitales del cine contemporáneo opte por resoluciones formales más ásperas y austeras en busca de un cierto efecto de realidad que no se oculta ni desde su promoción como basada en hechos reales.
En este caso se trata de cómo un joven seminarista, Kovak —interpretado por un desconocido Colin O’Donoghue, lo que ayuda a su verosimilitud— cae en una crisis de fe que le lleva a encontrarse con un exorcista de El Vaticano, el experimentado y veterano Padre Lucas —Anthony Hopkins—, que le introducirá en la práctica de exorcismos y en la lucha contra el diablo invasor de los cuerpos de sus fieles. Evidentemente toda película sobre exorcismos menta inexorablemente a El exorcista, de William Friedkin, obra maestra del terror que en 1973 sentó las bases del subgénero. Se trata básicamente de dos premisas de confrontación: por un lado la de enfrentarse al mal encarnado en la posesión de un ser inocente y, por el otro lado: la diatriba interior del personaje religioso entre la razón y la fe. Sin ir más lejos, en El rito hay un guiño a ella cuando el Padre Lucas, al acabar un exorcismo sin ventanas que se abren y cierran ni niñas que levitan y bajan las escaleras del revés, ante la pregunta de su discípulo: "¿Y ya está?" le contesta "Y qué esperaba? ¿cabezas dando vueltas y puré de guisantes?". Así, El rito intenta desmarcarse del exceso para componer una película más contenida y por ello más cercana a ese tono documental de moda en el audiovisual de nuestro tiempo, sin por ello tratarse de una cinta que vaya a hacer historia en su género. Cine parar pasar un rato de miedo, aunque mucho menos angustioso que en Secuestrados, que sigue en cartelera y que yo sigo recomendando desde que la vi en Sitges en Octubre. A propósito de todo esto —Sitges+exorcismo—, recomendar El último exorcismo, film que se estrenó en el Festival de Cine Fantástico catalán y que llegará a salas el 6 de Mayo.
La otra película con presencia en Castellón este fin de semana es Nunca me abandones, drama romántico de ciencia ficción orquestado por Mark Romanek, el director de videoclips que nos trajo en 2002 la interesantísima Retratos de una obsesión y que desde entonces solamente tenía en su haber la renuncia a firmar el remake de El hombre lobo, a vistas del despropósito que apuntaba a ser —tipo inteligente Romanek, pues la cinta acabó siendo lamentable y muy significativamente, simplemente ganadora del Oscar a mejor maquillaje este año—.
Nunca me abandones es como si Philip K. Dick o George Orwell se encontrara con Jane Austen. A saber, Kathy —Carey Mulligan— recuerda a modo de memorias su infancia en Hailsham, una especie de orfanato o internado que parece ser idílico pero donde algo resulta inquietantemente turbador. Allí conoce a Tommy —Andrew Garfield—, otro niño, y a Ruth —Keira Knightley—, con quien iniciará desde aquel entonces un triángulo amoroso. La ciencia ficción de este relato esencialmente bucólico y edulcorado surge a los veinte minutos de película, cuando nos enteramos de que estos niños “especiales” de Hailsham son en realidad clones con una vida caduca que deberán esperar a “completar” su existencia —esto es, la donación de sus órganos—. A partir de aquí nos colocamos en la reflexión sobre ese futuro distópico y esa visión existencialista de la vida, la muerte y del valor del tiempo que se tiene, cuyos mayores referentes quizá sean filmes como La isla —por aquello de los clones— y, sobre todo, la omnipresente Blade Runner.
Así, tal y como Tyrell, el creador de los replicantes decía allí: "La luz que brilla con el doble de intensidad, dura la mitad de tiempo", aquí se traslada a cómo el amor del trío protagonista puede hacerlos combatir a su infranqueable destino. El tono de Nunca me abandones, no obstante, transmite un incierto valor de resignación que surge de la aceptación de sus personajes acerca del futuro que les espera, cuestión transgresora cuando este tipo de films siempre se construyen a partir de la rebelión. Esto la convierte en una película de cariz triste y peligrosamente apocada, bucolismo que quizá no sea recomendable para todos los públicos. Basada en la novela de Kazuo Ishiguro —considerada la mejor novela de la década— tiene su máximo acierto en las interpretaciones del trío formado por Carey Mulligan —la nominada al Oscar por An Education—, Andrew Garfield —el amigo de Jesse Eisenberg en La red social y futuro Peter Parker en la nueva saga de Spider-man— y la siempre solvente Keira Knightley en papeles de época.
Por último, para los niños —casi exclusivamente— llega Gnomeo y Julieta, también con opción en 3D, la enésima adaptación del relato de Shakespeare, esta vez como si se tratara de una Toy Story de segunda división, en la que en lugar de ver qué hacen los juguetes cuando los niños no están en casa, se trata de qué hacen los enanos de jardín. En una urbanización en la que hay dos casas enfrentadas, los enanos rojos son enemigos declarados de los azules. Fiel al relato clásico, pronto un enano del bando azul se enamorará perdidamente de una enana del bando rojo y a partir de ahí se desatarán aventuras y situaciones cómicas que harán las delicias de los infantes en las salas. Dirige Kelly Asbury, responsable de Shrek 2 o de Spirit, el corcel indomable y que aquí acompaña de canciones clásicas de Elton John que se suman con bastante adecuación a la trama.
Cerramos el repaso brevemente con los circuitos menos comerciales. En el Paranimf de la UJI podremos ver El desierto rojo de Michelangelo Antonioni, una obra imprescindible donde el extraordinario director italiano ahondaba en sus obsesiones vitales y cinematográficas acerca de la incomunicación y la soledad, con una inolvidable Mónica Vitti que, además, puede considerarse a efectos de su protagonista como una tetralogía —que desde aquí recomiendo con fervor— junto a La aventura, La noche y El eclipse. Fue la primera película en color de Antonioni que, además, obtuvo el León de Oro en Venecia. En el Teatre Municipal Benicàssim, por su parte, se proyectará Blog, de Elena Trapé, una película con un preeminente gusto por lo formal sobre el contenido que experimenta sobre el lenguaje cinematográfico y su hibridación con otros medios y soportes, como el del grupo de quinceañeras protagonistas que, a través de sus confesiones mediante webcams, construyen un relato post-moderno acerca de sus existencias, miedos, deseos y emociones a modo de retrato coral de la adolescencia.