Público del concierto de Pleasant Dreams en Saarbrücken.

Cualquier cosa que escriba se va a quedar corta para describir lo que vivimos la noche de ayer. 

Era a priori un concierto difícil ya que era el primero y no habíamos probado los instrumentos con los que íbamos a tocar, no conocíamos la banda que compartía cartel, la reacción de un público desconocido como el alemán, el local, etc…

Demasiados interrogantes que se acentúan cuando llegamos al lugar de los hechos. El sitio es precioso, una habitación mediana en un primer piso llena de velas y candelabros, alfombras y cojines por el suelo, algunos sofás y una mesa que hace las veces de barra. Nos explican que el local no tiene permisos ni para la venta de bebidas ni para actuaciones en directo, por lo que tenemos que tocar muy bajo.

Montamos y, tras una prueba mínima porqué empieza a llegar la gente, es el turno de The king of the bees, adaptados a dúo para poder realizar la gira. Nos han sorprendido gratamente con su folk alegre y visual donde Johannes pone la voz y la guitarra acústica y Moritz toca todo tipo de percusiones, armónica y aporta coros.

Podemos estar hablando de 80 personas atentas y respetuosas con el directo. Después de pasar una hucha para propinas se despiden y nos preparamos nosotros. Tenemos dudas sobre si vamos a poder atenuar tanto nuestro sonido para un lugar así. Las dudas se disipan a medida que avanza el concierto, las canciones van creciendo en intensidad y la respuesta es inmejorable.

La gente nos transmite su energía como pocas veces lo hemos sentido. Final con participación del público, como viene siendo costumbre, y después de hasta dos canciones extra, nos despedimos con gran emoción.

La frase que resume lo que hoy hemos vivido nos la dice un asistente después del concierto: “No necesitáis explicar las canciones, habéis llegado directo al corazón.”

Como noticia de última hora, nos comunican que hay un cambio de sala para el concierto de Hamburgo (el domingo), que pasa a ser en Tonne.

Hoy viernes toca un viaje de 9 horas hasta Berlín, y aunque el listón está muy alto, vamos con fuerzas y ganas de superarlo.