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El FIB se sale con la suya

FIB 2016_Paco Poyato

El extraño cartel de los dos primeros días del FIB 2016 (jueves 14 y viernes 15 de julio), que a priori hacía equilibrismos imposibles en ese debate mentiroso que nos gusta tanto últimamente entre lo nuevo y lo viejo, cristalizó y acabó haciendo saltar chispas entre el público, que se lo bailó todo con The Chemical Brothers, Major Lazer o Jamie xx; cabeceó sin freno con Biffy Clyro, The Vaccines o Band of Skulls; y saboreó con fruición los tarros recién abiertos de Soulwax, Rejjie Snow, Skepta, Kero Kero Bonito, Le Parody, Juventud Juché…; además de divertirse o enfurruñarse con el triunfo por partida doble de las Hinds. Las mujeres –y esto sí que es viejuno tener que decirlo- tuvieron un protagonismo muy destacado sobre los escenarios del festival los dos primeros días. El FIB ha dejado algunos cadáveres por el camino en la última década: las muestras de teatro, de cortometrajes y de arte contemporáneo –solo queda la danza de las extramusicales y, prácticamente, desgajada de la programación oficial-; las apuestas de riesgo en los cabezas de cartel, aquella avidez de su asistente medio por descubrir bandas… También hay escenarios con patrocinadores que son un anticlíamax total, la birra en vaso de plástico cuesta 3 euros, tiene decenas de festivales que compiten a saco con él, en algunos casos con nombres más apetecibles… Pero Benicàssim sigue conservando algo eléctrico en el ambiente, que hace que casi siempre acaben ocurriendo cosas burbujeantes. Algo que, con los mismos mimbres, no ocurriría en otro festival.

Como lo que sucedió el viernes con la actuación de Jamie xx, sobre el papel una especie de premio de consolación frente a The XX, su célebre grupo. El compositor y productor británico puso uno de los momentos más brillantes de la noche, si no del festival, dejando pequeño el escenario que incitaba a gastar sin contacto y demostrando que su sitio era el principal, Las Palmas. Su espléndido disco, In Colour, sonó fulgente pese a su soledad sobre el escenario, con esa forma tan sutil y elegante que tiene de hacernos contonear casi sin darnos cuenta.

The Chemical Brothers sacó la artillería pesada. Foto: Paco Poyato.

Lo de Chemical Brothers, no obstante, fue todo bastante previsible, aunque con variedad de matices y un resultado rotundo: todo el festival aclamándoles. El dúo que trasnformó para siempre la historia del FIB haciéndolo estallar con la música electrónica en los tiempos del Velódromo tiró -también el viernes- de sus hits más reconocibles para disfrute de los presentes (desde el arranque con “Hey Boy Hey Girl”, sin más dilación), con su colección de androides danzarines perfectamente sincronizados con el tempo de la sesión, hasta la irrupción final de los robots gigantes con focos de luz en los ojos. Una pirotecnia que parecía estar quemando todas sus naves a las primeras de cambio, pero que aguantó el tirón hasta el final a base de transiciones de BPM, breaks y algún giro inesperado. Inapelables.

En la jornada inaugural del jueves Major Lazer fueron los primeros que provocaron ríos de público desde la entrada hasta el escenario principal. Había llegado el momento de la fiesta. Diplo, Jillionarie y Walshy Fire pisaban el mismo recinto casi un año después de su actuación en el Rototom Sunsplash 2015. A los que estuvieron en su paso por el festival reggae poco les podía sorprender la propuesta de Major Lazer; pese a que cambiaron un poco el tono que usaron entonces, en esta ocasión tiraron de más hits para que el público del FIB quemase zapatilla. Empezaron los tres de blanco impoluto: Diplo obsesionado por disparar los cañones de confeti (y con que la gente se quitase la camiseta), Jillionarie el primero en hacerse con la mesa y Walshy Fire como maestra de ceremonias. Pronto intercambiaron roles. La gente tenía ganas de fiesta y es lo que tuvo: una macro-fiesta. Eso es lo que saben hacer y esperaba de ellos el FIB.

Humo, confeti, colores, una crew de bailarinas que apenas paró para recuperar el aliento, varios cambios de vestuario durante el show (incluso hubo un momento en el que, tanto las bailarinas como los dj’s, aparecieron con unas camisetas del Villarreal CF) y un bombardeo de hits, tanto propios, como el afamado “Watch out for this” y otros de su largo Peace is The Mission (2015), como de otros artistas. Sonó “Murder she wrote” y “Hold you”, temas que han sido sacrificados por el reggaetón, y parecía que había esperanza. Hasta que sóno la “Gasolina”. Se despidieron con sus habituales túnicas blancas al ritmo de “Lean on”. Con más confeti, bailes, luces y humo.

Major Lazer convirtió el FIB en una 'macro-discoteca'. Foto: Pau Bellido (hoyoyo.es).

También hubo sitio para las guitarras en el arranque del FIB. Las que sonaron en “Bubbles”, “Many of horror”, “Friends and enemies”… Biffy Clyro pisaba el viernes el Escenario Las Palmas con fuerza suficiente como para dejar un más que notable directo, en el que la fuerza no decayó en ningún momento (parecía que hasta el micrófono de Simon Neil estaba sudando), ni cuando se acercaron a ritmos más lentos como con “God and Satan”. La banda es una de esas propuestas tipo de cualquier festival en la onda del FIB: sonido rock alternativo con puntos altos que consiguen hacer rugir al público.

The Vaccines regresaban después de cuatro años a Benicàssim y, aunque venían sin disco nuevo y todos sabíamos el concierto que iban a hacer, la fórmula volvió a funcionar a base de un repertorio infalible, repleto de canciones reconocibles, que rularon a las mil maravillas el viernes sobre en el escenario Las Palmas. El mismo día pero en el segundo escenario, el rock se hizo más rocoso y setentero con Band of Skulls, uno de nuestros descubrimientos en el FIB 2016, un trío de Southampton con cuatro discos ya en la mochila. Las canciones de su último trabajo, By Deafult, conectaron con el numeroso público a base de contundencia y actitud sobre el escenario.

Y si de rock setentero hablamos una de las mejores dosis la puso la banda castellonense que el jueves desprecintó el FIB 2016. Ruth Baker Band fue la encargada de desperezar el recinto a base de soul, rock y aires sixties desde el Escenario Radio 3 FIB Club, convertido en una carpa como en los viejos tiempos. Se les veía cómodos sobre el escenario, haciendo alarde de un sonido que conseguía enganchar a los primeros curiosos del festival bajo la carpa y una actitud que cautivaba. Con media hora les bastó para dejar una más que sobresaliente representación local en el festival, especialmente gracias a la singular voz de Ruth Baker.

Ruth Baker Band, el primer concierto del jueves 14. Foto: Pau Bellido (hoyoyo.es).

El hip hop volvió a ganar posiciones en el FIB desde las dos primeras jornadas, adquiriendo cada vez un lugar más destacado, y no sólo porque uno de sus cabezas de cartel fuera Kendrick Lamar. El jueves pudimos disfrutar desde una figura tan asentada en la escena como la de Skepta hasta una de esas propuestas que apuntan a los próximos nombres que más ruido van a hacer. Este último es el caso de Rejjie Snow, que correspondió a sus seguidores con su conocido “All around the world” e incluso dejó un hueco para demostrar las dimensiones que puede adquirir su rap, que se movió entre tonos más agresivos y otro más suaves (“Keep your head up”). El rap de Skepta, quien contó con un mc de apoyo, sobre el escenario principal sonó más crudo, más a la vieja escuela, alejado de las sonoridades que hasta el momento habían poblado el festival y con ese mensaje de denuncia que no suele proliferar en el FIB. Era una de las propuestas destacables de la primera jornada, como se pudo comprobar con la respuesta del público.

Skepta. Foto: Pau Bellido (hoyoyo.es).

Pero antes de que estallase el hip hop, el Escenario Las Palmas se convertía en un auténtico laboratorio de música. Electrónica e instrumentos se encontraban para dar forma a Soulwax. Sin más añadidos, todo perfectamente colocado sobre el escenario, con una escenografía que enganchaba de la misma forma que lo hacía su increíble sonido. Sin pirotecnias. Otra de las novedades que sorprendieron muy positivamente en la primera jornada sobre el escenario principal fue John Grvy, quien se esforzó por animar a un público que parecía de paso a una hora quizás demasiado temprada para su música. Con unos toques suntuosos, a base de soul, r&b y bases electrónicas (incluso ciertas pinceladas hip hop), la propuesta del madrileño se mostró sumamente interesante, le sobraron ganas y fuerza y le faltó público, representando esa nueva ola de sonoridades que están empezando a adquirir importancia en la escena nacional. Versionó el “Everybody” de Backstreet Boys, haciendo referencia a que es una de las canciones con las que creció, e incluso se bajó a bailar con el público. Le acompañaron LWLGHT, quienes después estuvieron en el escenario South Beach Pool Party.

Simon Neil de Biffy Clyro, en trance. Foto: Pau Bellido (hoyoyo.es).

En el lado más jugón y experimental del arranque del FIB también se situó Kero Kero Bonito, el viernes sobre el South Beach, una propuesta que parece surgir con un propósito de pop-electrónico pero que acaba bañándose de hip hop. Sarah Midori Perry (voz) pisaba el escenario junto a Gus Lobban y Jamie Bulled (productores) con “Kero Kero Bonito”, sobre ritmos similares a los de las músicas de los videojuegos y con una estética muy japonesa. Un grupo que hace preguntarte por qué una persona canta mientras baila con un flamenco de peluche (“Flamingo”), por qué esos cambios entre rimas en inglés y japonés o cuál es la razón por la que, al final, tienen un ritmo y un juego en la puesta en escena que, como mínimo, te despierta curiosidad y ganas de bailar. Aunque para exotismo lo de Reykjavïkurdaetur: 15 raperas islandesas pululando sobre el escenario J&B South Beach sin que supieras muy bien dónde mirar ni si meterte en harina o salir corriendo despavorido.

Un descoloque que ya va de suyo con Hidrogenesse, que volvieron a conectar con el público del FIB por el lado más descacharrante e imprevisible, con unas canciones, unas letras y una estética imposibles que solo a ellos les puede funcionar. Estridentes y sofisticados y, al mismo tiempo, cercanos y audaces para conseguir que se les entienda todo. Definitvamente, siderales. Con un lenguaje diferente, pero igualmente inclasificable y de otro planeta, llegó al FIB una de las propuestas más estimulantes de los últimos tiempos en la escena estatal, en la que definitivamente está cavando un “hondo agujero”: Le Parody. La pena es que la andaluza no contó ni con la sonorización, ni con el horario, ni con la cantidad de público que hubiera hecho brillar más su música, pero aún así su singular mezcla de electrónica, folk, jazz y copla terminó cuajando como ya podimos comprobar en Castellón en su concierto de Magdalena con el Sons.

El día antes, en la jornada inaugural, quien sí terminó contando con audiencia bailonga fue El Ghincho en el escenario Las Palmas. Ritmos electrónicos y tropicales, incluso con un aire trap, pese que en un momento parecía que todo empezaba a coger una forma de reggaetón desfasado. Ni se movieron del escenario, pero el músico canario consiguió que sus ritmos cada vez reuniesen a más gente bailando en el escenario principal. Mientras, en el South Beach el toque ochentero de Perlita. Diferentes y divertidos, con una propuesta de pop electrónico y psicodélico a la que, por alguna extraña razón, era imposible no prestar atención. Hacen de lo serio algo intrascendente, y se agradece.

Carlotta Cosial, al frente de las Hinds. Foto: Pau Bellido (hoyoyo.es).

Las dos primeras jornadas del FIB 2016 también sirvieron para constatar, en todo su esplendor, la magnitud y porosidad del fenómeno Hinds, que se venía tramando durante el último año y medio, desde su anterior participación en el festival, pasando por su participación en citas como Galstonbury e incluso con apariciones en programas de televisión de máxima audiencia en EE. UU. como The Late Show with Stephen Colbert de la CBS. El jueves irrumpieron por sorpresa bajo el nombre de Weers, un guiño a las Deers, la primera denominación que tuvo la banda madrileña. Junto con su actuación del viernes en el escenario principal, evidenció el gancho que tiene su –aparentemente- destartalado rock garajero con el público, que se vuelve loco con cada uno de sus gestos y comentarios (“para nosotras es increíble pasar de venir al FIB como público durmiendo en el camping a tocar en el escenario grande”, reconoció Carlotta Cosials, a quien se la pudo ver en diferentes conciertos durante los cuatro días); pero también las caras de incredulidad que despiertan en las últimas filas, con gente intentando comprender por qué parece que cada una va a su propio ritmo entre chillidos y al final todo funciona. No hay término medio entre lxs que las aman y sus haters.

En paralelo, también en Madrid ha surgido una nueva hornada de bandas punks que da gusto verlas, como ya pudimos comprobar con Biznaga en la fiesta de Nomepierdoniuna del año pasado. Juventud Juché regresaban al FIB después de haberse convertido en una de las sorpresas más aplaudidas entre las bandas nacionales en 2015. Fue una pena que el escenario de la carpa sonara –de nuevo- a rayos y centellas, aunque a sus canciones de Quemadero y Movimientos poco les importara, porque están hechas para aguantar en las condiciones más adversas, como las de sus propios mimbres. Están para liarla en conciertos de sala sin parar.

La Habitación Roja también regresaba al festival que prácticamente les vio nacer. Se lo conocen a la perfección, y el público a ellos. Y eso se acaba imponiendo. Cumplen sobre los escenarios casi los mismos años que el propio FIB, como remarcaba su cantante, Jorge Martí. La banda valenciana pisaba de nuevo el escenario principal de Benicàssim con disco estrenado el pasado invierno en las fiestas de la Magdalena, Sagrado Corazón (2016), aunque su concierto también fue una recopilación de sus mejores temas, aquellos “Indestructibles”, “Ayer”, “Voy a hacerte recordar”…

Dorian conseguía hacer pleno en el escenario secundario. Foto: Pau Bellido (hoyoyo.es).

Y, aunque el disco y el DVD lo grabaron en el Arenal Sound, el FIB también se convirtió en cómplice de los Diez años y un día de Dorian. Los conciertos de la banda barcelonesa en un festival son de esos en los que, antes de empezar, ya sabes lo que va a pasar, pero lo cierto es que se han convertido en algo así como la apuesta segura de cualquier cartel, consiguiendo arrastrar a un buen número de seguidores. Hicieron cómplice al público rude todo lo que ha sido Dorian durante estos últimos diez años. Sonaron sus canciones más recientes (“El temblor”), aunque parecía que todos estaban esperando a que estallase “La tormenta de arena”.

Entre los damnificados por la mala sonorización del escenario Radio 3-FIB Club durante los dos primeros días, Aries, cuyas delicadas canciones de dream-pop se desparramaron por la carpa mientras se colaba casi al 100% el concierto de La Habitación Roja en el escenario principal. Sin embargo, lo que son las cosas: ese mismo escenario sirvió para que, casi de madrugada, uno disfrutara bailando desinhibido las excelentes pinchadas de Julio Ródenas y Ochoymedio DJ’s pivotando con la hipnótica sesión de John Talabot. Y es que el FIB, si la cosa se pone tonta, no te lo acabas.

_foto de portada del concierto de Chemical Brothers: Pau Bellido.