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El FIB se desquicia a los 20

Bases contundentes, pirotecnia lumínica (espectacular, por cierto), algún riff resultón, reverb a saco en la voz y cuentas atrás en un cronómetro gigantesco para anunciar momentos de eclosión. Se agita la coctelera con los ingredientes adecuados y el FIB se revoluciona. Incluso se pasa de revoluciones. Ocurrió anoche con Kasabian, presentando con eficacia su nuevo disco (48:13) y arrasando con hits como “eez-eh” o “Underdog”, cogiendo el testigo de la victoria de The Killers el año pasado. Es el rock contemporáneo de festival de verano. El que la lía y da satisfacción al público; infalible. Nada que objetar. Salvo que si uno hace sólo un pelín de memoria se encuentra con que, en ese mismo escenario, Portishead y Arcade Fire hicieron conciertos memorables y 100% FIB ¡hace sólo tres años! Pero claro: ¿qué es el FIB a sus 20 años? Ahí andamos, tomándole el pulso. Después de las dos primeras jornadas de su vigésima edición lo encontramos buscándose a sí mismo, algo desquiciado, como la mayoría de sus asistentes, entregados al frenesí hasta el punto de terminar dejando despoblada una actuación fulgurante como la de Tame Impala. Después de sufrir el jueves el delirio de observar cómo un montón de gente coreaba las infames canciones de Ellie Goulding -¿te imaginas a Malú en el FIB?, pues eso-, el viernes todo parecía más normal. Incluso una monumental tormenta eléctrica, que terminó por descargar y nos chopó a todos. Fue como un aviso a navegantes lanzado por el gurú, el guardián de las esencias, el músico con más clase que pisará este año el festival: Paul Weller. ¿Alguien captará el mensaje?

La tormenta terminó descargando. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Kasabian fueron los más guapos de una fiesta sin muchas exigencias después de haber estado a punto de irse al garete con la tromba de agua. Volvió a planear la sombra del tornado del 97 con el grito de “Song 2” de Blur de fondo. El aguacero inutilizó las pantallas gigantes de los escenarios, pero no llegó a apagarle las luces al FIB, que siguió mostrando músculo por momentos. Nos referimos a Tame Impala, que ofrecieron en el escenario de la goma de mascar un conciertazo que hubiera sido más digno de prime time en el escenario Maravillas. Los australianos empezaron algo titubeantes con su versión más minimalista (“Be about it”), fueron despegando con sus paisajes más psicodélicos y manieristas (“It is not meant to be”) y terminando volando muy alto con sus canciones rock (“Elephant”, “Apocalypse Dreams”), apoyados en todo momento por unas estupendas proyecciones para reforzar la atmósfera. Deliciosos, con tanto groove y tan bailables… En similar tesitura se movieron los californianos Tycho en el FIB Club, con un cálido repertorio de canciones instrumentales a medio tiempo perfecto para dorarse al sol escuchando al fondo el oleaje, aunque quizás se hubiera disfrutado más por la noche. También los tinerfeños GAF y la Estrella de la Muerte, que el jueves sobre el mismo escenario soltaron una lisérgica galería de paisajes sonoros, casi sin contornos, absolutamente libres. Esos conciertos -y nos dejamos a unos Of Montreal que seguro que estuvieron de cine; no tenemos el don de la ubicuidad- también están sucediendo en este FIB. Hay motivo para la esperanza.

Tame Impala. Foto: Carme Ripollès (ACF).

El primero en levantar el escenario Maravillas el viernes fue Jake Bugg. Hasta la lluvia parecía tener ganas de escuchar al joven inglés y paró. Lo de este músico precoz es ver a alguien que sabrás que probablemente formará parte de esa lista de grandes, pero que aún tiene veinte años. Tal vez lo mejor es que fue el mismo Jake Bugg talentoso, joven e incluso tímido que estuvo en la edición de 2013, el mismo que apenas se mueve por el escenario, que hace más de tres cambios de guitarras para conseguir pasar del folk de ranchera al pop-rock como si nada y que, al acabar, se acerca al borde del escenario para dar las gracias. El mismo. Lo que sí que cambió notablemente fue el público; ahora Jake Bugg toca en el prime time del escenario principal y lo llena aún más. Salió y se quedó con todo el mundo, con los que ya le conocían, con los que querían hacerlo -hasta con los que pasaban por ahí-, y con los que se les puso la piel de gallina cuando, mientras caían algunas gotas, sonaba un perfecto “Broken” sobre el escenario.

Jake Bugg se metió en el bolsillo al Maravillas. Foto: Pau Bellido (ACF).

Seguro que Jake Bugg tomó buena nota del impecable concierto que le precedió. Probablemente Paul Weller pertenece a las batallitas de sus padres, esas que hablan de un músico lleno de sabiduría, de canas bien llevadas, lleno de clase. Ese poso que se tiene o que no se tiene, que si encima cuenta con un pasado legendario que se llama The Jam y una trayectoria sin mácula, se convierte en luz y guía. The Modfather ofreció un concierto elegantísimo, trufado de rhytm and blues, muy soul, pero al mismo tocando todos los palos que le dio la gana. Porque ese es exactamente el estatus que ha alcanzado: haga lo que haga, le queda bien. Incluso la tormenta le respetó.

En la misma línea estuvo también James. Uno de los mejores sabores de boca que dejó el escenario Maravillas en la primera jornada del festival. La banda británica, liderada por un Tim Booth que se entregó por completo a su público, representa esa parte mítica del cartel de este aniversario. Y llegaron a Benicàssim con nuevo trabajo, Le Petite Mort (2014), en el que la muerte es el tema central; la pérdida, como el mismo Tom explicó al público, de alguien especial. Un disco que sonó bien y gustó. James hizo un repaso a lo más reciente y también recuperó clásicos. Y eso que, entre canción y canción, el sonido del montaje de una de las pantallas del escenario acompañó a la banda. Tim Booth lo dio todo, estando más tiempo fuera del escenario que en él. Sin olvidar sus característicos bailes a ritmo de psicodelia, algo así como espasmos que se convirtieron en la nueva coreografía del Maravillas. El concierto acabó porque él quiso, no porque estuviese planeado, con un acertadísimo “Sit Down”.

Tim Booth, al frente de James y mezclándose con el público. Foto: Carme Ripollès (ACF).

Lo de Tinie Tempah el jueves en el Maravillas fue un reventón. Estuvo en la edición del 2011, la que él mismo recordó sobre el escenario como uno de los mejores momentos de su vida. En esta ocasión el rapero inglés pisó el escenario principal y lo hizo aún con más fuerza. Un auténtico espectáculo en el que no faltó de nada. Tinie Tempah, acompañado de Dj Charlesy –que se las apañó para hacer de dj, mc de apoyo e incluso bajar junto al público-, ofreció un directo en el que las luces, el fuego y los efectos especiales sobre el escenario fueron los protagonistas, haciendo aún más espectaculares sus rimas. Presentó su nuevo trabajo, pero no se olvidó de algunos éxitos en su carrera, como con “Written in the Stars”; no hizo falta nada más que el público para darle forma al estribillo. Ambos brindaron -literalmente- en el escenario por el FIB, por el público, por la música y por disfrutar de la vida cada segundo. Un brindis al que le siguió un impresionante y visual “Miami 2 Ibiza”. Y por si no hubiera sido suficiente, la guinda: Tinie Tempah se despidió con un auténtico “Tsunami”.

La encargada de cerrar el escenario Maravillas durante las dos noches ha sido la música electrónica. Los primeros fueron Chase & Status, que ofrecieron un auténtico espectáculo, demostrando que la leyenda de rompepistas es totalmente cierta. El acompañamiento de mc y batería al dúo de dj's añade aún más fuerza a su set que alargó el subidón que había dejado en el Maravillas Tinie Tempah. La otra cara fue la de Above & Beyond el viernes. Electrónica más sofisticada alejada del drum’n’bass y cercana al techno en la que se encontraron distintos ritmos que, realmente, tampoco dijo mucho más que una sesión de electrónica que, en vez de disfrutarse en un club cualquiera, se había subido a un gran escenario.

Tinie Tempah. Foto: Carme Ripollès (ACF Fotografía).

En la primera mitad del FIB 2014 también ha habido tiempo para pasárselo en grande. Por ejemplo, con el incendiario concierto de Fat White Family, grupo londinense con sólo un disco publicado, Champagne Holocaust, que destila en crudo un extraño cruce de garage, punk y farra descontrolada que hizo las mieles de los pocos asistentes que lograron despegarse de Kasabian. También fueron muy celebradas las actuaciones de The Parrots el viernes y El Pardo el jueves, ambos sobre le mismo escenario, el FIB Club.

Albert Hammond, Jr., que compagina su carrera en solitario con su papel como guitarrista en The Strokes, también despertó cierto interés. El problema de alguien como él es que medio público espera que suenes como tu padre y el otro medio como The Strokes, y el resultado es una mezcla de ambas que no acaba de convencer. La intención de alejarse del sonido de The Srokes con su último trabajo, AHJ (2013), no acaba de cuajar y los problemas de sonido tampoco ayudaron.

Mientras, por el escenario Maravillas pasaban sin pena ni gloria Razorlight. Pocas ganas entre el público (y la hora no tenía nada que ver porque 24 horas antes estaba en pie con James), y por parte de la propia banda. Indie-rock con piloto automático. Fórmula similar en la idea a la de Klaxons, pero con una ejecución muy diferentes. Ellos revivieron las primeras riadas de público, tan características en las últimas ediciones del festival, cruzando los escenarios hasta llegar al principal. Sobre el escenario, de blanco impoluto mostrando Love Frequency (2014). Temas muy bailables acompañados por la contundencia del bajo y pop psicodélico, pero sin la pegada de antaño. Aún así, la energía de temas nuevos combinados con otros pasados como “Magick” consiguieron conectar por momentos con el público.

El Trident también dio cobijo, por primera vez en el FIB, a Manel. Bastante fríos sobre el escenario pese a la expectación entre el público, ampliamente no-británico, ofrecieron un concierto solvente en el que las letras se quedaron con todo el protagonismo y que, pese a que parecía que había una barrera infranqueable entre el grupo y la audiencia, dieron un toque cotidiano y ambiente mediterráneo a las primeras horas de la tarde del viernes. Por la noche, Automatics estaban naufragando sin rumbo en el FIB Club cuando les sorprendió la tormenta y tuvieron que recoger velas súbitamente. La banda andaluza, que en 1996 y 1999 lograba brillar en el escenario grande del mismo festival, no hizo en absoluto justicia a sus propias canciones.

El martes y el miércoles la escena castellonense estuvo excelentemente representada en conciertos muy concurridos en las playas y plazas de Benicàssim. Montefuji en el Torreón y deBigote en la plaza de la Estación, Nacho Silvestre en la plaza de la Constitución y No Soy Gente y The Last Band en Los Dolores, demostrando que la apuesta del Rock This Town –en la que ha colaborado intensamente Benicàssim.pop- ha sido todo un acierto, sacando los conciertos previos al festival del antiguo cine Bohío y acercándolos más al público. Recuperando también la Cita con la Danza y castillo de fuegos incluido.