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Teatro breve, emociones duraderas

La Fira de Teatre Breu de Castelló proponía píldoras exquisitas de ficción fuera de su contexto habitual y el experimento funcionó a las mil maravillas. El certamen organizado por La Ravalera Teatre se saldó con un éxito rotundo de público durante los tres días que duró la muestra (del 26 al 28 de marzo), agotando las localidades para todos los pases. Y no es de extrañar que ante propuestas de este tipo el público dé una respuesta tan calurosa, ya que los ingredientes eran inmejorables: teatro breve, digerible y cercano, espacios emblemáticos por descubrir, buen tiempo y precios más que asequibles. Una demostración más de que las fórmulas culturales interesantes, singulares y bien ejecutadas sí que conectan con la gente.

Pero, ¿qué pudimos ver en la Fira de Teatre Breu dramatúrgicamente hablando? Primero aclarar que la cita proponía cinco piezas breves de unos 10 minutos cada una en cinco espacios diferentes, cercanos entre ellos, en los que se podía elegir también entre cinco itinerarios alternativos. Elegimos el quinto itinerario (el E), que se iniciaba en la Casa Pairal dels Pardo, situada en el número 130 de la calle Alloza (frente a la iglesia de San Nicolás y el bar Quina).

Allí pudimos ver la primera de las piezas programadas, La Teràpia, a cargo de la compañía Joc de Dames, con texto de Marta Vicent, y dirigida e interpretada por la propia Vicent y Esther Ramos. El espacio ya daba cuenta del particular universo en el que unas 30 personas (la mayoría sentadas) nos adentramos para disfrutar de una relación entre una terapeuta y su paciente que, rodeada de cuadros, de puertas grandes y de historia viva de Castellón, se teñía de tintes absurdos y expresionistas en clave de comedia. La paciente relata cómo le propina una paliza al camarero del bar por servirle una paella que no estaba a la altura, evidenciando fobias cotidianas que revelan cómo tanto ella como la terapeuta están, literalmente, como una cabra. Buenas interpretaciones que consiguieron arrancar la complicidad y las carcajadas del público.

Una vez finalizada La Teràpia, la guía del itinerario nos condujo a la siguiente pieza, situada en la Casa de la Marquesa (plaza Cardona Vives, 11). Tras diez minutos de espera, y con máxima puntualidad, entramos en un recibidor de grandes dimensiones en el que una escalera nos daba la pista de donde iba a situarse la acción de Noyerma, de la compañía La inestable, escrita por Amanda Aguilella e interpretada por la propia Aguilella y Alberto Esliman. La actriz, junto a su marioneta, nos iba relatando su vida en la juventud, encarnada por ella misma, y su vida actual, encarnada por la marioneta que la propia actriz manipulaba. Un relato sobre las decisiones que se toman teniendo en cuenta más cosas que el deseo de uno mismo, en una sociedad que influía demasiado en la vida privada y supuestamente correcta de sus habitantes. Una mujer casada que tuvo un amante y con el que no se atrevió a vivir plenamente, pero con el que sí que tuvo un hijo. La pieza refleja el pasado y el legado, la presión de una sociedad patriarcal. Todo aderezado bajo un punto de vista dramático y profundamente humano.

'Aristòtil i Batman, un encontré banal', en el patio interior de la Casa dels Orfes. Foto: Ángel Sánchez (ACF Fotografía).

Una vez finalizada la pieza nos dirigieron a la tercera propuesta. En el Casino Antiguo (Plaza Puerta del Sol, 1), la compañía La Medusa interpretó la pieza Duel de Tastavins. Una obra de Sonia Alejo, dirigida por Rubén Rodríguez e interpretada por Sonia Alejo y Tomás Ibáñez. La propuesta relataba el duelo, en clave culinario, de dos personajes ante sus copas de vino, aderezados en el propio espacio escénico del Casino, que acompañaba perfectamente a la historia que se pretendía contar. Un relato aparentemente sencillo, en el que cada uno de los personajes va describiendo los olores del vino, pasando a la comida, en tono casi sexual, expresionista, que va subiendo de tono y complicándose en sus ingredientes, en un duelo humorístico y cercano a la pantomima que acaba descubriendo los secretos de las cosas más simples que, tal vez, sean las más necesarias o las más imprescindibles. Un poso de postureo que divirtió al público hasta que finalizó para continuar hasta el cuarto espacio.

Una vez situados en el cuarto destino, nos encontramos con un gran patio que se esconde en la Casa dels Orfes (Calle Bisbe Climent, 24; junto al antiguo Barralet). Un lugar que albergaba la pieza Aristòtil i Batman, un encontré banal, de la compañía Teatre de Caixó, dirigida e interpretada por Jordi Collado y Marc Escrig. Una pieza muy bien integrada en el espacio por su carácter exterior, en la que dos personajes se encuentran paseando a sus respectivos perros, Aristòtil y Batman. La obra relata la conversación casual de dos presuntos desconocidos en el que uno parece cuestionar las decisiones del otro, en un ejercicio de inconformismo, preguntándole por su adicción al teléfono, por sus verdaderos deseos y sueños incumplidos. Incluso reprochándole la falta de conversación entre ellos, descubriéndose, a medida que avanza la pieza, que el dueño de Aristòtil es en realidad la conciencia del dueño de Batman. Esa conciencia que nos acompaña a diario y nos cuestiona todas nuestras decisiones, deseos y motivaciones. Una propuesta interesante con un buen trabajo actoral que consiguió atrapar la atención de un público siempre respetuoso.

La quinta y última propuesta se situaba en la Capilla del Antiguo Asilo (Calle Gobernador, 12). Esta vez la pieza, Mares, respondía a La Ravalera, compañía organizadora de la Fira de Teatre Breu. Dirigida por Joan M. Albinyana, con texto de Núria Vizcarro e interpretada por Laia Porcar y Mari Rubio, Mares relataba el encuentro generacional en el que la madre es la espectadora de lujo, mientras la hija intenta contar la historia de las madres. Referencias a Lorca, Hamlet... Quizás fue la pieza más emotiva, ya que en la propuesta puede verse la influencia de ellas, las madres; su fervor por apoyar las historias de las hijas, situándose siempre detrás e intentando ofrecer su punta de vista, a veces entorpeciendo, a veces generando la comicidad adecuada en un homenaje a ellas, les mares.

Fin: La primera Fira de Teatre Breu de Castelló acabó colgando el cartel de agotadas las localidades y dejando un buen sabor de boca a los asistentes y a los organizadores. El proyecto, patrocinado por el Ayuntamiento, la Diputación de Castellón y la Fundación Dávalos Fletcher, y con la colaboración de la Universitat Jaume I y el Institut d’Estudis Catalans, entre otros, nació con la pretensión de llevar el micro-teatro a espacios emblemáticos de la ciudad en un barrio tan característico como es el Raval de Castelló, y consiguió dejar una experiencia teatral que a buen seguro será germen para futuras ediciones. Esperemos que el año que viene podamos disfrutar de una segunda muestra en el que la calidad de las propuestas continúe por la misma línea, incluso  ofreciendo textos quizás un poco más arriesgados en cuanto a su imaginario y puesta en escena. Nueve sobre diez.

La Inestable, con 'Noyerma'. Foto: Ángel Sánchez (ACF Fotografía).