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Miren Iza (Tulsa), en el Auditori: “Nunca se puede planificar ni diseñar cómo hacerse querer; si ocurre, genial y, si no, has de seguir tu camino”

Aunque su canción más conocida sea “Oda al amor efímero”, su propuesta es de largo recorrido y cala hondo; con repetidas escuchas, cuando sus excelentes letras terminan agitándote por dentro tras esa voz aparentemente candorosa. Miren Iza (Hondarribia, 1979) muestra con honestidad las dudas, contradicciones y debilidades de Tulsa, en las canciones de su último disco, Centauros (Intromúsica, 2018), y también en esta entrevista, en la que termina de resultarnos irresistible. Este viernes 1 de febrero actuará en formato banda a las 22:30 en la Sala de Cámara Manuel Babiloni del Auditori de Castellón; con los castellonenses Dédalo abriendo y entradas a 15€.

> ¿Seguro que “habla muy bien de ti” que “todo el mundo hable mal de ti” (“Centauros”)?
No estoy segura, para nada (risas). Pero es algo que a veces ocurre, cuando alguien dice una gran verdad y recibe un montón de críticas o linchamientos, ahora tan habituales en las redes. Y esa frase es una especie de reivindicación de que, aunque eso ocurra, no te cortes en decir las cosas. Porque a veces el resultado de todo esto es una inhibición bastante insoportable, que seguramente todos sentimos en nuestra intimidad, que te lo piensas dos veces antes de hacer cualquier cosa, y eso es el camino más rápido para el empobrecimiento de todo, la verdad. Es una forma de decir que, aunque te critiquen, no pasa nada, tienes que seguir haciendo.

> Centauros va sobre la dualidad y la contradicción, pero sabes que el mundo de la música tiene mucho de seducción, ¿cómo se hace querer Tulsa?
Eso es lo más difícil de responder… Hacerte querer de antemano cuando escribes canciones, o cualquier cosa que te exponga y vaya a ser valorada, es una trampa muy loca, porque nunca te puedes poner en el lugar del otro al 100% en realidad. El otro siempre te va a salir por peteneras (risas). Creo que este disco ha pasado desapercibido a mucha gente que después lo ha ido conociendo. Cuando lo saqué hace año y pico estaba supercontenta y, de repente, te das cuenta de que hay muchos factores que intervienen en el mensaje, como la comunicación, porque hay un montón de discos saliendo a la vez y un montón de factores que no puedes controlar. Es muy misterioso lo de hacerse querer, nunca se puede diseñar ni planificar; si ocurre, genial y, si no, has de seguir tu camino, porque sería invivible pensar que has elegido el erróneo.

> En “Canción” hablas de una relación de amor-odio con la música, de cómo te llega a “pulverizar”, personificándola hasta el “drama”. ¿Duele tanto componer?, ¿no es liberador y terapéutico muchas veces?
Cuando te pones a componer hay diferentes caminos. Puedes repetir lo que has hecho antes, porque te ha funcionado, y es un lugar cómodo, sin salir de lo que tú misma sabes que puedes hacer. O tratas de esquivar cosas que ya has hecho, vicios habituales, y entonces el camino es bastante tortuoso. A mucha gente le ocurre: en ese proceso tienes momentos de euforia máxima, porque crees que has dado con algo que te estimula, te ilusiona, que incluso te emociona; y luego otros que lo odias absolutamente. Forma parte del proceso. Al final esa canción lo que dice es que, a pesar de esos momentos oscuros, en los que llegas a cuestionarte por qué lo haces, merece la pena.

> ¿Y qué relación hay entre ese tipo de cuestionamientos de tus letras con tu profesión de psiquiatra?
La música y la psiquiatría atraviesan completamente mi vida. Es muy difícil plantearme hacer canciones sin ser psiquiatra o ser psiquiatra sin hacer canciones (risas). Las dos cosas me vertebran totalmente y, sí, mi cabeza está acostumbrada a pensar de una determinada manera que es haciendo preguntas.

"Es muy difícil plantearme hacer canciones sin ser psiquiatra o ser psiquiatra sin hacer canciones; mi cabeza está acostumbrada a pensar haciendo preguntas”.

> Otra contradicción: ¿esa estabilidad profesional como psiquiatra puede que te dé independencia a nivel artístico?
Sin duda. La verdad es que siempre ha sido una espada de Damocles para mí, porque por un lado me dejaba menos tiempo para dedicarme a la música, y muchos amigos me decían déjalo ya porque no lo estás haciendo todo por la música, y nunca sabes realmente hasta dónde podrías llegar si te dedicaras de lleno… Pero como el éxito nunca me ha interesado como una meta, ilusoria aunque sea, pues sí que me da el paraguas o un abrigo especial para que yo pueda experimentar todo lo que quiera y no tener esa presión a veces tan terrible de tener que hacer música y que indefectiblemente tenga éxito. Y además en un país en el que la industria no deja de ser esquelética, en el que parece que hay mucho festival y que hay mucha riqueza por un lado, pero por otro la mayoría de los grupos viven bastante en precario. Entonces sí que es verdad que me permite el lujo de no necesitar el éxito. Pero también te digo que me reprocho que muchas veces ha sido una coartada un tanto tramposa: como no me dedico totalmente no pasa nada si esto no es excesivamente brillante, de cara a mí misma digo, no hablo en términos de rentabilidad; pero sí en la cantidad de discos que he hecho o si no soy suficientemente perfeccionista… ese tipo de fantasmas que emergen: “Como no me dedico a ello 100% es normal que tenga errores”.

“Mi profesión de psiquiatra me permite el lujo de no necesitar el éxito, pero también ha sido una coartada un tanto tramposa para mí misma”.

> ¿Y cómo crees que se puede salir de la precariedad dedicándose profesionalmente a la música sin perder creatividad?
En el momento en el que todo el tejido consiga profesionalizarse un poco y que no sea la cultura del pelotazo, de tenerlo todo o no tener nada, creo que se va enriquecer todo. Porque ahora se repite una fórmula incansablemente. Por ejemplo, triunfa Vetusta Morla o triunfa Izal y todo el mundo decide hacer eso y todos los festivales se decantan por eso y se hace todo muy mimético, en lugar de que haya un ambiente más creativo, con más palos diferentes.

> ¿Tiene que ver también con la dicotomía entre el circuito de salas y los festivales?
Como oyente me encanta el circuito de salas, y he visto que se ha ido deteriorando. Los grupos ponen toda la carne en el asador con los festivales y eso condiciona la forma en la que se hacen los discos y lo condiciona todo. Sin embargo, a nivel internacional parece que hay otro baremo. A los grupos de fuera se les permite experimentar más, y aun así se les sigue contratando en festivales, y parece que a los grupos de aquí se les exige una serie de requisitos, asociados a la fiesta y a la energía testosterónica (risas), para entrar en esa cosa que son los festivales. Y yo este año he tocado en más festivales que con otros discos, porque también es verdad que el disco tiene otra energía, y he estado bastante desolada, no es mi sitio ideal. Me parece todo muy incómodo, los tiempos son cortos, las prisas, el sonido deficitario… Es un modelo que parece que se ha ido agrandando con los años, que hay público para eso, pero creo que parte de lo que se recauda en el circuito de festivales debería de retornar a la música en forma de iniciativas en ciudades, en salas, en estudios de grabación con ayudas… En definitiva, que la música esté en los barrios, donde vive la gente, no dedicarlo todo al festival de cada pueblo y ya está.

“Parte de lo que se recauda en los grandes festivales debería retornar a la música en forma de iniciativas para que esté en los barrios, donde vive la gente”.

> Precisamente tus dos últimas actuaciones en Castellón han sido pivotando entre esos dos mundos, en la sala Four Seasons en 2015 y en el FIB 2018…
Sí, aunque si queremos hablar con honestidad hay que entrar en matices, hay festivales y festivales. Hay grupos muy grandes que llegan a un festival y se hacen con el sitio y lo hacen personal, porque también tienen más medios y pueden crear el clímax…

> ...Como ha ocurrido con bandas como Portishead en el FIB, que han transformado el festival con su atmósfera, algo que como bien decías todavía es impensable con grupos nacionales…
Sí, nos detenemos a ver a un Portishead en el FIB o a una PJ Harvey, que yo la vi en el Primavera Sound con el arpa y poca cosa más, y hay un silencio increíble, pero eso no ocurre con otros grupos de aquí, porque no se les da el empaque para hacerlo después de las doce del mediodía (risas).

> En “Amiga” hablas, entre otras cosas, de “canciones que ayudan a vivir”, dinos alguna en la que te hayas refugiado tú últimamente.
Has hablado de Portishead y justo mañana (30 de enero) voy a hacer una especie de escucha colectiva del Third de Portishead y voy a hablar un poquito del disco. Llevo varios días con una inmersión brutal en ese disco y hoy justo pensaba: qué maravilla, no te cansas nunca de escucharlo… por ejemplo “The Rip” es una canción que me ayuda a vivir, de esas que te salvan un poco la vida.

> ¿Qué aportó en la grabación y en el directo un músico tan versátil y talentoso como Charlie Bautista?, ¿con qué banda vienes al Auditori de Castellón?
Charlie Bautista es un superdotado musical. No he conocido a nadie como él, que entienda y que oiga la música como él, el lenguaje musical es su lenguaje más esencial por naturaleza. En grabaciones y en directo capta cosas que una persona normal no capta, lo tengo comprobadísimo. Para mí tener a Charlie es tener una seguridad increíble, por ejemplo me ayudó mucho a trasladar lo que habíamos hecho en el estudio al directo. Lo entiende a un nivel muy superior a como lo pueda entender yo. No hay mucha gente como él y eso también se nota en directo. A Castellón va y en esta gira he tenido la suerte de que ha estado bastante, porque toca con mucha gente y, por ejemplo con La calma chicha solo pudo dos veces. A Castellón vamos con la banda al completo, los mismos que estuvimos en el FIB salvo el batería, que vendrá Álex Riquelme en vez de Nacho García.

Tulsa, en su accidentado concierto en el FIB 2018. Foto: Ángel Sánchez (ACF).

> Por cierto, ¿qué ocurrió con Nacho García (también batería ocasional del castellonense Junior Mackenzie) en el FIB?
Pues que le agarraron los brazos literalmente para que dejara de tocar. Acabé cabreadísima. Había una stage manager que se tomó su trabajo demasiado en serio, hasta el punto de que nos dijo que quedaban 2 minutos y nos quedaba 1 minuto de canción pero no nos dejó terminar, llegó a cogerle de los brazos a Nacho y vimos que lo hizo con más grupos.

> Dices en una entrevista con la Ser que “los grupos de mujeres reciben mucho foco a corto plazo pero que enseguida se agota". Tú llevas desde los 90 con Electrobikinis y más de 15 años en solitario… ¿Cómo ha evolucionado ese tratamiento y cuánto camino queda por recorrer?
Hay razones para ser optimistas. Al menos la gente se ha concienciado y los programadores se preguntan si están siendo sexistas, cosa que antes no lo hacían, incluso nosotras mismas tampoco no nos lo cuestionábamos. Pensábamos que no gustábamos, que no teníamos que estar ahí porque no teníamos suficiente tirón, porque no vendíamos suficientes tickets, pero se va demostrando que no es así, que lo que ocurre es que no se da la oportunidad. Pero no acaba de haber la confianza en que podamos ocupar los espacios principales. Y ya no te hablo de mí, sino de gente como Christina Rosenvinge o Azahara, que tampoco han sido cabezas de cartel. A lo mejor conmigo puedes tener la duda de si vendo alguna entrada o no, pero con ellas ya no. Me acuerdo que en el Sonorama coincidí con Soleá Morente, yo toqué un jueves a primera hora y ella justo después en el escenario de enfrente, y luego comentamos “Jo, es que te estaba oyendo y me daba fuerza oírte, por qué nos ponen a esta hora, hay que hacer algo, ¿por qué ahí a todas?”. No tengo pruebas, pero a lo mejor es por eso, a lo mejor es que no nos confiáis esos espacios. Lo mismo pasa con los cachés y los sueldos. También es una cuestión de que en esa franja se mueven todas…

“Los programadores ya se preguntan si son sexistas, pero no termina de haber la confianza en que las mujeres podamos ocupar los espacios principales”.

> Como decías, también hay festivales y festivales, aquí hay un festival, el Emac de Burriana, que lleva cuatro años con cabezas de cartel femeninos, precisamente con dos de las artistas que has citado, Christina Rosenvinge en 2017, este año Soleá Morente y María José Llergo, en 2016 La Bien Querida, en 2018 Maria Arnal… E incluso es algo que están normalizando porque no lo subrayan en la comunicación...
Es que es justo eso, es verdad. El otro día Carne cruda celebró su décimo aniversario y había un montón de mujeres, un montón de grupos de mujeres y con mujeres tocando todo tipo de instrumentos a lo largo de diez grupos. Y es verdad que tampoco se dijo porque es algo que ocurre, si estamos ahí por qué no vamos estar en los escenarios… Ahora que decías lo de Maria Arnal, quizás sea la excepción de lo que hablábamos antes: un grupo que a priori es menos festivalero pero que sí se le puede dar ese espacio, se le dio una franja tardía y consiguió que se generara esa atención y silencio necesarios para su propuesta.

> Hace poco has comentado en Twitter que algunas canciones de C.Tangana te parecen “temazos”, pero que era más “cómodo” cuando las letras del trap te provocaban rechazo, ¿cómo vives, de nuevo, esa contradicción?
Es imposible mantener una impermeabilidad y, además, es absurdo y estúpido. Hay canciones que se te cuelan, y de repente te das cuenta que no solo se cuelan y las oyes, sino que te gustan. Y es verdad que el personaje de C.Tangana me produce mucha contradicción, porque me resulta muy antipático por un lado, con ese discurso triunfalista, que no se avergüenza de decir que quiere dinero y todo eso, que va muy en contra de lo que yo valoro, pero es verdad que lo que está haciendo nos interpela a todos y ese tuit fue una forma de reconocerlo a nivel personal.

“C.Tangana me resulta muy antipático con su discurso triunfalista, pero lo que está haciendo nos interpela a todos”.

> ¿Nada que ver con nuevos caminos que pueda tomar tu música?
No creo (risas). Desde luego eso no va a ser un camino para mí, pero lo estoy escuchando, le dedico atención y le dedico tiempo y si estás porosa y permeable todo se cuela poquitín. Pero, vaya, eso no significa que le vaya a llamar para que me produzca el disco (risas).

> Has tenido algunas colaboraciones con el cine, la más destacada con Los exiliados románticos de Jonás Trueba. ¿Algún proyecto en danza?
No, me encantaría, pero ahora mismo no. No me dedico a eso, con Jonás lo hice porque era amigo, porque empecé a compartirle las canciones de La calma chicha en un estado muy primitivo y entonces la película casi fue una prolongación de todo eso. Fue un encargo de amigo. Nadie creo que confíe en mí para eso, la verdad. Ojalá, eh, porque me encantó la experiencia. Sería un gran reto, me pondría muy nerviosa, pero lo haría en plan kamikaze.

> Una sala, grupo, músico/a, disco, canción… que tengas vinculado a Castellón.
Tengo muy buenos recuerdos de Ricoamor. Me acuerdo perfectamente de tocar con Electrobikinis en el 99 o así, hace 20 años (risas). Me acuerdo muy bien de ese concierto y de conocer a Santi Campos allí, me dijo que tenía mucha actitud, en esos tiempos se hablaba mucho de la actitud en el punk-rock y eso (risas). Y he seguido hablando mucho con él en Madrid; he cantado con él hace poco en un single... Santi es maravilloso, la resistencia personificada.