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El XXIII Teatro Clásico de Peñíscola cierra colgado de un muro y con el alegato a favor de la cultura

Colores, proyecciones y equilibrios en vertical para cerrar esta XXIII edición, con La Fam y su estreno de 'Féi'. Foto: Pilar Diago.

La XXIII edición del Festival de Teatro de Clásico de Peñíscola ha tenido un pacífico pero firme carácter reivindicativo: el de recordar que los espacios culturales no son focos de contagio del coronavirus. Lugares donde se fijan una serie de normas sanitarias, incluida la reducción de sus aforos, y los asistentes las siguen. Porque ha quedado demostrado tanto por parte de programadores y compañías como de los espectadores que necesitan ese reencuentro con la cultura en vivo después de meses de obligado alejamiento y con un futuro repleto de interrogantes. Cada función del evento anual del Castillo de Peñíscola organizado por Cultura de la Diputació de Castelló, bajo la dirección de Carles Benlliure (CeBe Muntatges Teatrals), ha sido una muestra de ese compromiso entre ambas partes. Ocho noches estivales -entre el 16 y el 31 de julio- con otros tantos llenos, aunque la jornada de clausura no era de pago, sino de acceso con invitación gratuita.

Un actor, Javier García Ortega, y once personajes, en 'Amor oscuro'. Foto: Pilar Diago.

La última semana de programación del Festival de Teatro Clásico de Peñíscola ha sido la más dispar en cuanto a contenido de esta edición. Empezó con el trabajo de un único actor, Javier García Ortega (candidato al Premio Max 2018 por esta interpretación) con Amor oscuro, los últimos sonetos escritos -y escondidos durante medio siglo- de Federico García Lorca. Unos textos de sentimientos ocultos y expuestos, de luces y sombras, lo mismo que la puesta en escena por parte de la oscense Viridiana Producciones. Un solo actor, pero once personajes, acercándose más al público de lo que ha sido habitual en esta edición, de aforo reducido a 130 espectadores, con distancias de seguridad entre las sillas asignadas en el Patio de Armas. Una obra de emociones, gestos y palabras.

La danza refleja una visión diferente a la habitual de la figura de Cervantes. Foto: Pilar Diago.

La última obra de pago fue Buscando Cervantes, una producción de Castro Romero Flamenco que la acción teatral en sí estuvo ampliamente acompañada por la música en directo y el baile, ya fuese puramente flamenco o englobado en el concepto danza contemporánea (también clásica). Un viaje por la vida del más insigne de los escritores españoles. Desde el destierro por herir con su espada a un adversario a su participación en la batalla de Lepanto, el cautivero en Argel, las referencias a obras que llevan su firma como El coloquio de los perros o, cómo no, Don Quijote de la Mancha... Capítulos introducidos por la diáfana dicción de Javier Garcimartín  (Premio Nacional Calderón de la Barca y Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández) y desarrollados por músicos o/y bailarines, destacando dentro de la brillantez general el solo de zapateado ejecutado por Ricardo Castro Romero, recibido por el público con un efusivo aplauso que detuvo la representación durante algún minuto. Una manera muy diferente de enfocar la figura de Cervantes.

'Gent divergent' documenta el trabajo de personas con daño cerebral adquirido. Foto: Pilar Diago.

Y dentro de ese desmarque de la línea habitual llegó la clausura. Tuvo dos partes. En la primera se proyectó Gent divergent, que documenta de modo audiovisual el trabajo del grupo de teatro de la Asociación-Fundación de Daño Cerebral Ateneu de Castelló para preparar su versión del Quixot de Cervantes, bajo la dirección de Marc Escrig (miembro de la compañía Teatre de Caixó). Un reflejo entrañable que expone la influencia que el teatro tiene en la vida y la personalidad de estas personas aquejadas por un daño cerebral.

Como punto y final, el estreno de Féi, la más nueva producción de la compañía vila-realense La Fam, cuya primera puesta en escena fue acelerada para formar parte de la clausura de esta edición del Festival de Teatro Clásico de Peñíscola. Utilizando uno de los muros del Patio de Armas del Castillo, dos actores se desplazaron a través de diversos paisajes proyectados, dando la sensación en ocasiones de formar parte de un videojuego. El despertar de la ciudad, bosques, la profundidad del mar... fueron los fondos que dibujaron de modo colorista las recias paredes testigos de quince concentrados días de teatro clásico.

Dos actores han dado la bienvenida al público en cada función del Castillo y han recordado las normas sanitarias a seguir. Foto: Pilar Diago.

Como repitieron cada noche los dos actores que recitaban al público las instrucciones de prevención: "La gente del teatro sin ustedes no somos nada". Y los espectadores demostraron cada noche que hay ganas de consumir artes escénicas.

Además de los condicionantes provocados por la expansión del coronavirus, que ha trastocado por completo el primer borrador del festival, convirtiéndolo en un evento más especial que nunca, esta XXIII edición se recordará por la comedia de El increíble asesinato de Ausiàs March, a cargo de la compañía Crit; el drama con tintes gore de la shakesperiana Tito Andrónico, del Teatro del Noctámbulo; la versión con artes circenses de Celestina, la tragiCLOWNmedia, de La Escalera de Tijera; la comedia cantada de Un musical barroco, por Proyecto Barroco; y la exhibición de recursos teatrales y musicales de Hipólito de Eurípides, por Maltravieso y La Almena Producciones, antes de desembocar en la relatada recta final. Un año con triple protagonismo de compañías extremeñas en coproducciones del Festival de Teatro Clásico de Mérida, llegadas a Peñíscola a través de un acuerdo entre Cultura de Diputació de Castelló, con Ruth Sanz al frente, y la Junta de Extremadura.