Tema libre. Qué risa. Por retomar mi última conversación con quien me encarga estas líneas, hablemos del debate que se ha montado a cuenta del cierre de Four Seasons y L’Espurna.
Yo no he participado en él públicamente -hasta ahora- pero, como todos, he husmeado en hilos ajenos y me ha sorprendido el planteamiento Grupos de versiones tocando gratis en la calle contra Grupos de verdad tocando en salas. ¿Me decís en serio que la gente deja de ir a ver a unos Fleshtones por ir a ver a un grupo de versiones de Deep Purple? ¡Venga ya! La intersección entre el público de salas y el de esas jaranas gratuitas tan de moda se limita a los compromisos familiares o de amistades. Y casi lo mismo se puede decir del público de festivales.
Las salas cierran porque no hay suficiente público para lo que programan. El Rock, como negocio y cultura popular, ha muerto. Entró en coma cuando dejó de interesarles a los adolescentes (niños de 13 a 19 años, por si hace falta recordarlo) y no va a salir. ¿Cuándo fue la última vez que viste a un niño en un concierto? No hablo de infantes desatendidos por sus intoxicados progenitores, concentrados en estirar el mañaneo; me refiero a chavales de ojos brillantes y boca abierta, viendo cómo su futuro les impacta en la jeta. Yo lo recuerdo perfectamente, hace 20 años, en el Ricoamor. Casi todos aquellos niños, que ahora tienen treinta y tantos, siguen viniendo a conciertos, y varios de ellos organizándolos.
Pero fueron los últimos. El público somos prácticamente los mismos que entonces, menos las bajas que la edad, con sus compromisos y sus desilusiones, se ha ido cobrando. Lo que parece un milagro es que hayamos tenido y tengamos esta escena, con 3-4 salas programando de continuo. Agradezcámoselo a los pioneros (Vil-Blues, Voodoo, Ricoamor) por sembrar la semilla que luego, con muchísimo esfuerzo, otros hicieron (Four Seasons, L'Espurna, D’Leyend) o siguen haciendo (Veneno Stereo, La Burbuja) crecer. Y a nosotros mismos, por haberla mantenido viva. Hemos hecho nuestra parte.
¿Qué el gobierno local no ayudó a mantenerla? Cierto, pero ¿qué esperabais? Hablamos de una escena que interesa a ¿trescientas personas? El rédito político de apoyar algo así es cero, y esperar que la persona en el cargo cultural correspondiente comprenda lo flipante que es que Castellón haya estado durante casi 2 décadas en el mapa de las giras más molonas (cuando esas giras no pasaban ni por Valencia, ni por Alicante) es de pardillos. Y además, Rock’n’roll y Cultura no han ido nunca juntos. La 'cultura' acude cuando el trabajo ya está hecho, a hacerse la foto, con los paletos de turno. Y mejor así.
Otro debate es por qué el gobierno local ha ahogado a estas salas con frecuentes y costosas auditorias, medidas de insonorización, seguridad, etc. poniéndoselo aún más difícil de lo que ya lo tenían, y provocando en última instancia su cierre, mientras permiten que cualquier comercio sin licencia para música organice saraos violando a placer esas mismas medidas. Eso sí me hace hervir la sangre.
Javier Ordóñez es editor discográfico.