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Segundo día: el Tanned Tin es el cabeza de cartel

Thurston Moore, durante su actuación del viernes en el Principal. Fotos: Pau Bellido / Galcerán de Born

Quien haya ido al Tanned Tin 2011 para ver a Thurston Moore puede haberse llevado una decepción. O una gran alegría. Era la gran atracción del festival. El gran nombre. Gustó y disgustó a partes iguales. A nadie dejó indiferente. Si en su primera aparición, el jueves, echó mano de la acústica de doce cuerdas, en su segunda actuación, el viernes, recurrió a la eléctrica y se vio acompañado (gracias a la propuesta de la organización) por Huntsville. Sacó sonidos imposibles a la guitarra en una espiral de noise que no paraba de crecer sin apoyo vocal alguno. Tal y como anunció, "electric guitar noise".

Luces y sombras; según el punto de vista.

Me sirvió, entre otras cosas, para recordar que otra de las peculiaridades del Tanned Tin: el propio festival es el cabeza de cartel. Es la marca (con perdón) Tanned Tin la que ejerce de reclamo. La que es sinónimo de calidad. Porque si vas a cualquier otro a ver a la gran estrella y no te gusta, te decepcionas. Pero en este bendito festival siempre sumas. Hay una enorme variedad y son muchas las bandas o solistas que agregas a tu mochila musical gracias a este invento que tenemos de privilegio de gozar al lado de casa. Y lo que pasó este viernes fue, para mí, el más claro ejemplo: no me gustó Moore pero me emocioné con otras muchas propuestas que para siempre estarán ya conmigo.

Wildbirds&Peacedrums, lo mejor de la jornada, en plena acción.

Mariam Wallentin, de Wildbirds&Peacedrums

Como siempre, hubo de todo. Y, como el jueves, mucha emoción. El conciertazo del día, el de los suecos Wildbirds & Peacedrums. Descomunal. Y difícilmente narrable... Sólo batería y voz ¿Suena raro? Suena a gloria. Mariam Wallentin canta como los ángeles. Andreas Werliin es un dios de la percusión. La mezcla entre ellos es una explosión de intensidad, de talento, de dulzura, de complicidad... La calidad individual se multiplica más que por dos. Por mil.

Ver uno actuación de Wildbirds & Peacedrums es una catarsis de felicidad. Mariam sabe manejar a la perfección la libertad vocal de la que se dota la banda; sin ataduras, manejando a la perfección los tiempos: desde los gritos hasta la suavidad del canto a capella. Silencio reverencial en el teatro. Estábamos ante algo excepcional.

Lo de Andreas a los palos es de otro mundo. Precisión milimétrica para cuadrar los sonidos de su Mac con los de sus muñecas. Batería celestial. Ejecución y transmisión. Siempre de la mano de Mariam desde que, en 2006, coincidieron en una clase de improvisación musical en la Universidad de Gotemburgo. Supongo que como maestros... Energía en estado puro.

Llegaron a última hora para sustituir al músico norteamericano Blaine Reininger y, de paso, dejarnos con la boca abiertas y las palmas de las manos hirviendo de tanto aplauso.

Nos deslumbraron, pero no nos impidieron disfrutar, por ejemplo, de la gran actuación de Lone Wolf, el proyecto que lidera Paul Marshall, quien ya estuviera en Castellón (en solitario) dentro del Cicle Sons. La banda británica se encargó de caldear el ambiente. “The king of Tanned Tin”, le gritaron desde el público al poco de empezar. Su propuesta múltiple (piano, guitarras, teclado...) caló desde el principio con su propuesta intensa pero fresca; divertida, vamos. Un gran concierto.

El público vibró con Lone Wolf, uno de los mejores del día.

Y es que la tarde había empezado muy intimista, con el folk americano de Wooden Wand (preciosa la canción que compuso estando de gira dedicada a la necesidad de volver al hogar cuando estás lejos) y con el piano minimalista (con algunos matices 'vía sampler') de Goldmund.

Para incrementar el ritmo llegó el turno de Vic Godard & Subway Sect, de más a menos, con un comienzo prometedor y un final deslabazado en el tempo e incluso desafinado. Fue la previa del gran recital de Lone Wolf.

Y antes del momentazo Wildbirds & Peacedrums, el rock dulce de The Bitter Spings y la propuesta electrónica vídeo-musical de Shogun Kunitoni, a quienes no pudimos ver de cabo a rabo; tocaban los conciertos en la segunda planta.

Los acústicos del descansillo elevado del teatro se han convertido en otra tremenda atracción del Tanned Tin. En él pudimos rememorar el buen rollo de Terry Lee Hale y recordar lo mejor de la matinal.

Sí, es que ayer comenzaban los conciertos matutinos y vespertinos en la sala Opal, esta vez con el buffet libre separado de la zona de conciertos para no interferir con la música (una buena idea) aunque a un precio de 12 euros (¿ni tan poco como el año pasado ni tanto como este?).

En la matinal Ryan Driver & Castlemusic firmaron una actuación made in Tanned Tin, intimista, con enormes melodías melancólicas, y por la tarde, Hoquets y The R. G. Morrison; ambos repetirían por la noche en la segunda planta del teatro.

The R. G. Morrison

François Schulz, McCloud Zicmuse y Maxime Lê Hùng (es decir, Hoquets) son un trío que reside en Bruselas y que, básicamente, son percusionistas, pero también están a la estela de Les Luthieres (con instrumentos caseros de fabricación propia). Tremendamente divertidos.

Volvía a Castellón, esta vez acompañado por banda, The R. G. Morrison, con una de las voces más peculiares y atrayentes que se han escuchado en el festival. Aprovechó para presentar alguno de sus nuevos temas y ver cómo funcionan en directo. Funcionan.

En resumen: Thurston Moore no me gustó, pero ¿qué importa? He tenido el placer de ver actuar a un guitarrista enorme (eso es incuestionable) y de deleitarme con otras muchas bandas que sí son de mi cuerda. El Tanned Tin volvió a regalarme un sinfín de momentos mágicos. Este festival nunca decepciona.