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Lori Meyers. De la promoción al ascenso a Primera

Lori Meyers. Fotos: Paco Poyato.

La comparación planetaria es fácil y manida aunque, esta vez, sí puede hacerse. “Hola, somos Lori Meyers. El Granada ha subido a Primera y nosotros somos un grupo de Primera”. Peligrosa declaración de principios; si la cosa salía mal, podrían afearles la osadía. No fue así. Son de Granada y se han ganado al FIB. A muchos les sonarán como sucesores de Los Planetas. No están a su nivel, pero siguen escalando... Más que a chulería, la frase sonó a convencimiento. Para ellos era la final de la Champions. Lo sabían. Se concienciaron. Y lo dieron todo. Sigo pensando que sus mejores regates pertenecen al pasado y así quedó demostrado con la reacción del público en “Luciérnagas y mariposas” o “Luces de neón”, pero como banda han crecido exponencialmente respecto a su anterior aparición en Benicàssim, en 2008.

Su sonido fue casi perfecto: compacto y potente. La doble presencia rítmica (batería y percusión) funciona, guitarras afiladas (y afinadas), coros con tino... Todo muy en su sitio y con un porqué. Les esperaban 20.000 personas, lo que en el FIB supone que estaba casi toda la parroquia española (el resto, estaban viendo a Astrud & Col.ectiu Brossa) y un buen puñado de guiris. Tocaba lucirse. Lo sabían y cuidaron todos los detalles, desde la presencia (elegantes trajes) hasta intercalar imágenes de sus videoclips en las pantallas gigantes, alternándolas con las propias del concierto. Gritos de “Loooori Meyers” en mitad del concierto. ¡Esto funciona! Y la banda que se crece... ¡Vamos, vamos, que subimos! Especialmente brillante resultó “Tokio ya no nos quiere” y la recta final, en las que encadenaron tres temas a piñón: “Religión”, “¿A-ha han vuelto?” y “Mi realidad”.

Ya se nos habían ganado a todos, pero por si quedara algún desafecto, llegó el turno de “Alta fidelidad”, con Noni (el cantante) saltando al foso de los fotógrafos y recorriéndoselo varias veces de punta a punta y cantando junto al público. Era el momento de gustarse. Hasta la actitud fue la requerida, la necesaria para que la gente arranque a esas horas (21.30) en el escenario grande, ayer muy Maravillas. Una pena que demostraran su felicidad lanzando guitarras y platos al suelo... Habían materializado el ascenso y la celebración se le fue un poco de las manos, pero Lori Meyers pueden decir sin miedo alguno que ya son de Primera.

Beirut.

Fue esta la primera gran alegría de un día repleto. El sábado se hizo corto; hacían falta más horas. Hubo grupos que se solaparon y otros que sólo pudimos disfrutar en píldoras, pues también esperaban Arctic Monkeys y Primal Scream (de quienes os hablaremos en otro post). Eso sí, pudimos picar un poco entre horas y este es el resultado de tan sabroso tapeo. Mumford&Sons refrendaron el gran sabor de boca que dejaron el pasado año, aunque pareció que esta vez habían bajado un poco las revoluciones. Eso sí, siguen manteniendo su magia, esa capacidad casi hipnótica para atraparte y mecerte suavemente. Hubo más movimientos acompasados de vals que saltos entregados, pero siempre te dejan un regusto muy dulce.

Smile, uno de los primeros de la tarde, se despidió deseando regresar el año que viene para tocar en el escenario grande (esta vez les tocó en el FIB Club) entre aplausos devotos de una poco numerosa pero agradecida concurrencia. Sonidos folk con tintes rockeros, canciones pegadizas, juegos de intensidades en los momentos precisos. Quedamos con ganas de más.

Y con ganas íbamos a ver a Beirut, pero este FIB necesitaba ayer dos escenarios grandes. Ubicados en el Fiberfib, coincidiendo con el final de Mumford&Sons y el principio de Arctic Monkeys, todo hacía pensar que estarían casi en familia... Pues bien: el escenario estaba repleto, hacía falta anteojos y los sonidos de otras carpas se te cruzaban. Una pena, pues en lo poco que pudimos verles mostraron un pop amable muy atractivo, con un sinfín de instrumentos (trompeta, tuba, xilófono, ukelele...), sonidos de aires diversos y mucha verdad. Como postre, Big Audio Dynamite, la peculiar propuesta de Mick Jones (guitarrista de The Clash) recientemente recuperada y en la que mezclaba su sonido propio con dosis de reagge, ska y hip-hop. Tras la sorpresa inicial (los pies te pedían movimiento), la cosa decayó. Después de semejante comilona, llegaba el momento de hacer la digestión.